Partida Rol por web

Las habitaciones que te han preparado son realmente lujosas. Y eso, recuerdas, que le dijiste al mayordomo que querías algo sencillo, poco ostentoso. Están situadas en una de las alas desde la sala principal de la estatua del dragón. La verdad es que os han alojado a todos en la misma ala: dos pasillos en un "primer" y "segundo" pisos con multitud de puertas. Cada una da a una habitación. No son todas iguales, pero sí están decoradas con el mismo o parecido gusto.

Las que te han dado a ti constan de un dormitorio con un cuarto de baño bastante generoso, comunicada con el corredor del ala por una antesala común bastante amplia.

En la antesala hay una mesa de madera para seis comensales, un espacio aparte con una mesa baja rodeada por dos sillones de aspecto cómodo y un sofá tresillo incluso más cómodo aún. En las paredes hay cuadros, una armadura medieval, un pedestal con el busto de alguien, estanterías con libros y "recuerdos", y macetas con plantas de interior. Al preguntarte por dónde entrará la luz natural necesaria para las plantas, te fijas en que en el techo, junto a la pared opuesta a la puerta de entrada a la salita, hay cuatro paneles de cuarzo, de aproximadamente medio metro cuadrado cada uno, por los que todavía se filtra algo de luz, ya que no ha anochecido del todo. Un trabajo impresionante, desde luego. Desde luego que también hay lámparas de gas y candelabros con velas para iluminar por la noche, cuando no hay luz del sol en el exterior. El suelo es de madera y está cubierto por un par de alfombras bajo las mesas. Alfombras que parecen nuevas por lo bien cuidadas que están.

La habitación tiene un mobiliario algo más funcional y es más pequeña. No obstante está decorada siguiendo el mismo gusto victoriano. La cama, bastante ancha, tiene dosel. También hay un pequeño escritorio y una mesa redonda con cuatro sillas de elaborado diseño. Un armario ocupa la totalidad de una de las paredes. Junto a la cama hay una mesilla de noche a un lado y al otro un arcón, abierto, en el que se han colocado primorosamente varias de tus posesiones.

El baño es pequeño, pero no obstante consta de una bañera de bronce muy recargada y bastante amplia, en la que cabrán tranquilamente 2 o 3 personas. Igualmente hay un lavabo de porcelana y bronce a un lado, con un espejo enorme y un tocador con muchos cajoncitos. También hay una taza algo apartada, tras un biombo de madera y tela. El suelo y las paredes están cubiertos de azulejos de diversos colores, aunque destacan los verdes y azules, creando la sensación de estar dentro del agua. Es curioso, pero tanto el lavabo como la bañera tienen grifos. Parece que hay instalación de agua corriente por toda la mansión.

Y da la impresión de ser muy grande.

Inmediatamente el mayordomo, seguramente aleccionado por el dragón, se ha dado cuenta de que eres una persona importante y, al contrario que la mayoría de tus... acompañantes... has sido alojado en una habitación única, sin compartirla con nadie.

Mucho mejor, desde luego.

Aunque desprecias tanta ostentación (incluso en estos cuartos, a pesar de estar mucho menos decorados), no puedes dejar de observar detenidamente el hecho de las "ventanas" de cuarzo límpido. Una maravilla, por supuesto. Tendrás que preguntarle sobre ellas, aunque solo sea por satisfacer tu curiosidad. Asimismo, ojeas por encima la colección de libros de las estanterías.¡: ediciones baratas aunque de buena calidad de clásicos y novelas modernas. Incluso hay alguna de ese tipo, Verne, el Ministro de Ciencias de Napoleón III. Un tipo con suerte: un genio que tiene todo el dinero de un país a su disposición. ¡Cómo le envidias...!

Esperas a que aparezca el dragón, quien tenía intención de entrevistarse contigo en privado, o eso te comunicó durante la cena, repasando satisfactoriamente y con una sonrisa en los labios tus maquiavélicos planes de dominación mundial.

Cierro el libro y lo guardo entre mis ropas, en un bolsillo que había hecho bordar para tal efecto. No es necesario decir que, de tener a disposición mi Cueva del Mal sería de gran ayuda pero... aún no hemos llegado a tal punto. "No te impacientes" me auto-exijo, levantándome de mi cómodo asiento para observar con atención lo que, de ahora en adelante a un tiempo indefinido, es mi alcoba.

Sí es cierto que el Dragón se ha excedido en gran manera en su muestra de dinero y "buen gusto", aunque reconozco que es un punto a favor suyo el hecho de que sepa diferenciarme de... la demás basura. Intento recapitular en silencio todo lo sucedido, una vez más, en mi cabeza. Las expresiones del anfitrión, sus palabras, sus gestos ante la reacción de sus interlocutores.

Camino con las dos manos en la espalda, altivo, en dirección a la cantidad de libros. No es nada en comparación con mi colección, pero disfrutaré averiguando qué libros son los que piensa él que más desearía encontrar. "Verne... ¿es una tentación?". Esbozo una ligera sonrisa dejando el libro y mirando en otras direcciones. "Arcadia. ¿Qué le hace pensar que no lo he leído?".

Me alejo de los libros y sigo inspeccionando el lugar, incluso el más ínfimo detalle para intentar comprender el pensamiento del lagarto. Me dirijo a la ventana y acerco la mano con la intención de tocar el material. Me detengo cuando estoy a escasos milímetros, girándome y sentándome en un sillón. A meditar.

Suenan dos golpes educados en la puerta tras los que, sin esperar contestación, se abre.

Traspasa el umbral la figura del dragón, nuevamente cambiado de ropa. Lleva otro traje impecable y de cara factura y excelente hechura, por supuesto.

-Buenas noches, señor Snidely -saluda, sonriendo más con la boca que con los ojos. Sus ojos, tan extraños...-. Espero que haya disfrutado la cena, haya reposado y quiera... charlar educadamente conmigo.

Se acerca a una estantería, tira de un libro aparentemente al azar pero con decisión, y una sección de ésta se abre para revelar un pequeño minibar, bastante bien surtido por lo que parece. Coge una botella transparente llena de un líquido castaño oscuro.

-¿Desea un coñac? Yo, desde luego, voy a tomarme uno.

Me mantengo en silencio con la aparición del Dragón, aunque sí me levanto del asiento y le saludo con un simple "Señor Draconis". Con respeto, pero sin temor, muy neutro. Incluso mi expresión es completamente escogida y meditada, sin dejar nada al azar. Erguido, con la cabeza bien alta (pero sin mirar por encima del hombro), y las manos agarrando con fuerza el bastón, el cual dejo en mis proximidades al volver a sentarme mientras él sacaba bebida.

- Una buena reserva de vino dice mucho del gusto del anfitrión -Respondo, permitiéndome esbozar una leve sonrisa al añadir: -. Pero un buen coñac, demuestra su poder. Por favor -Le invito con un gesto de la mano a que proceda. No hago lo mismo para que se siente, debido a que está en su hogar-. Se lo agradezco.

Vuelvo a guardar silencio, mirándole con tranquilidad, esperando a que empezara a hablar. Sin duda, iba a estar muy atento a sus expresiones, gesticulaciones y las palabras que tenga que decirme. A ninguno de los dos se nos escapaba el detalle de que ésto no era más que una farsa. O, al menos, es lo que yo creo.

El dragón enarca una ceja y surge un breve brillo de uno de sus felinos ojos. Tal vez un efecto de la luz o tal vez no. Lo que sí es cierto es que sonrisa no se ha movido un ápice, pero parece algo más relajada.

-Excelente elección, señor Snidely -asiente el anfitrión. Se gira para servir el licor en dos copas-. Aceptar el ofrecimiento de un anfitrión denota, sin duda, buen gusto en muchos aspectos. Pero el saber hacerlo -añade, con una sombra de diversión en su voz- con un comentario agudo dice mucho más.

Se vuelve hacia ti, con las copas en la mano, y camina hacia los sillones. Te alarga una de las copas y se sienta en un sillón enfrente tuyo. Levanta la copa asintiéndote levemente mientras te mira a los ojos y deja que la comisura izquierda de sus labios se alce un poco.

-A su salud, señor Snidely -se lleva la copa al rostro, huele el contenido, satisfecho, y posa el vidrio en los labios, permitiendo que una minúscula cantidad del licor ente en su boca. Traga con evidente satisfacción-. Quiero darle las gracias personalmente por haber respondido a mi... llamada... Sin duda alguna alguien con su meteórica carrera a la espalda tendrá lo que necesito. Como ya sabe, soy generoso y sé pagar los servicios que se me prestan...

Por supuesto que tengo mis dudas. ¡Es un Dragón! ¿Qué te puedes esperar de un ser que vive tanto? Saben cómo traicionarte de todas las maneras posibles y por haber. Aún así, la analítica prueba a la que nos estamos sometiendo ambos me sugiere que de haberlo querido ya lo habría intentado. Sí, intentado.

Mantengo una sonrisa afectada mientras comienza a hablarme, dando un breve sorbo al licor sin apartar la vista de él. Ése brillo de los ojos ha sido por algún motivo, algo ha visto durante el breve transcurso del encuentro. Dejo la copa a un lado y sigo escuchándole, manteniendo una posición estudiadamente relajada.

Me humedezco un par de veces antes de hablar, haciéndolo muy calmadamente.

- Realmente me halaga, señor Draconis -No, por mi mirada está claro que NO es suficiente-, pero estoy seguro de que su Señor no me ha hecho viajar hasta estas tierras únicamente para hacerme ver su mansión, hablar del licor y de paga. Estoy absolutamente seguro que será suficiente... o no. Dígame, ¿por qué?

Me inclino ligeramente hacia él.

- ¿Qué os hace meter a tan variado grupo de... personas... en su morada? ¿Qué os hace pedir ayuda a humanos y enanos?

El dragón se pasa un dedo por los labios, pensativo, como ordenando sus ideas.

-Lo cierto... lo cierto es que porque los necesito. Aquí -hace un vago además a su alrededor- no tengo las... las cualidades que preciso para solventar mi pequeño problema -añade, refiriéndose, claro, al tema de la puerta que viste en los grabados-. Si no tengo las herramientas adecuadas.. he de encontrarlas. La gente que ha visto son esas herramientas.

Suspira levemente y bebe un pequeño sorbo de su copa.

-¿Qué quiero de usted? Quiero que utilice su retorcida mente para idear, para innovar y para dirigir -entrecierra sus felinos ojos-. Conozco su fama de astuto, señor Whiplash, y creo que... hay mucho más detrás de esa pose afectada que suele adoptar. Estoy acostumbrado -sonríe- a ver trabajar mentes agudas. Y la suya me ha sorprendido mucho... agradablemente, he de decir.

Cruzo la pierna izquierda sobre la derecha, en una postura que invita a la comodidad y atención... sobretodo atención. A la mínima señal de hostilidad, puedo desplazar la pierna izquierda e impulsarme con la derecha. Claro que, no tiene por qué haber hostilidad. El dejar ver una señal de duda... éso es lo que me está haciendo aumentar mi alerta sobre niveles insospechados.

Por ésta razón prefiero vivir sólo. Odio dedicar mi mente a otros seres, prefiero hacerlo en fines mucho más transcendentales y lucrativos. Pero, al igual que el tiempo no se puede parar, hay veces que debes resignarte y dedicarte por entero para ser tú quien agarre el puñal. No me permito expresiones más allá del levantamiento de una ceja e incluso una leve y breve sonrisa, oculta parcialmente tras mi mano izquierda arrascando la barbilla.

- Es usted realmente interesante, señor Draconis. Buen golpe el trato halagador que lleva regalándome desde mi llegada, con otro le habría salido a la perfección -Esbozo una sonrisa muy ambigua, con las manos cruzadas en mi regazo, tranquilo-. ¿Sabía usted que los humanos, aún sin darse cuenta, no pueden evitar sentirse incómodos ante la presencia de alguien lo suficientemente astuto? Son una señal de amenaza y usted, señor, es mi amenaza personal. Por supuesto, los Dragones también sienten la amenaza como algo personal, por lo que sin duda, también han adquirido ése instinto humano.

Yo soy tu propia amenaza personal.

- Dado que no siempre podemos eliminar ésa amenaza -No somos asesinos, después de todo-, la evitamos. Éso me lleva a pensar... -Continúo, mirándole con ésa sonrisa ambigua que no acaba de decidirse por amenazadora ni... "amigable"-. ¿por qué introduce en su morada a alguien que le pueda suponer una amenaza?

- Le agradezco que considere mi mente como algo agradable de estudiar, señor Draconis, el sentimiento es mutuo. Pero... usted se ha dado cuenta de que también puede dirigirlos. Los tenía en la mano. Además, imagino que lo que me ofrecisteis durante la cena fue la propina, ya que si era la oferta, al decirla en público la ha rebajado a insuficiente.

Doy un sorbo, aún con tranquilidad, con la decisión tomada aún sin hacérsela saber, con mi mejor cara de póker. Mantengo la vista en ésas rendijas felinas. Atento. Siempre atento.

El dragón no deja de poder hacer otra cosa que sonreír ante tu descaro... y parece que decide saltarlo.

-Por supuesto, señor Whiplash, lo que le dije en la sala común no era más que... un aliciente. Algo que hiciera que decidiera quedarse. ¿Acaso sabe lo que podemos llegar a descubrir tras esa puerta? -pregunta, enarcando una ceja y agitando despacio su copa de licor-. Podemos encontrar desde maravillas a horrores. Pasando, por supuesto, por nada de nada... aunque dudo de esto último.

Se queda callado unos instantes, con la mirada perdida, respirando pausadamente.

-¿Sabe...? En realidad tampoco me importa demasiado lo que encontremos, mientras no sea algo directamente dañino o que pueda pasar a formar parte de mi colección privada. Lo que se haga entonces con ello -sus pupilas se mueven y enfocan directamente a las tuyas- me trae sin cuidado... y sospecho que alguien como usted sin duda ya ha empezado a imaginar toda clase de posibles usos para algo que todavía no conocemos, ¿verdad? Sobre todo con tal cantidad de cerebros agudos bajo el techo de mi morada...

Reconozco que el Dragón es listo y sabe mantener muy bien la compostura. Tal vez dice la verdad, tal vez sólo finge. Pero algo tengo claro: no puedo decir que 'no'. Tiene razón en todo.

Muevo los labios en un gesto de disgusto voluntario, cambiando de posición mi cuerpo. Ahora es la pierna derecha la que descansa sobre la pierna izquierda y mi brazo izquierdo es el que aguanta mi peso, con el puño en la barbilla.

- Así que me está diciendo que lo que hay ahí, puede ser para mi siempre y cuando no crea que sea dañino ni lo desee para usted, ¿es éso? Una oferta bastante lamentable, señor Draconis.

Aunque sí es cierto que me llama demasiado la atención como para rechazar, pero he de jugar mis cartas, también.

- Aún así, le propongo yo un trato: yo le ayudo a usted, usted me ayuda a mi. Más allá de ayuda económica, que tampoco me vendrá mal, necesito influencia. Durante exactamente el mismo tiempo que yo trabaje para usted, yo podré requerir de su ayuda. Obviamente, no falta decir que podrá usted rechazar ayudarme, aún sabiendo que no se le pedirá algo que usted no pueda dar. Aún sabiendo que yo le he ayudado.

Me relamo los labios disimuladamente, aunque seguro de haber sido visto por sus felinos ojos. He jugado una de mis cartas, la más importante sin duda, pero no la definitiva. Creo que ya tengo un plan definitivo. Definitivo, je, ése será el nombre: El Plan Definitivo Para la Conquista Mundial.

Espero expectante, sabedor que su respuesta definirá la dificultad para comenzar los primeros pasos hacia El Plan Definitivo Para la Conquista Mundial, joder qué bien suena, intentando mantener una compostura tranquila. Me relamo los labios disimuladamente.

- ¿Mentes agudas? He visto algunos con aptitudes físicas, otros con manos ágiles para profesiones manuales como arte... o científico y poder de seducción. ¿Mentes agudas? Sí, en sus campos. Pero no pueden ir más allá. Sin duda serán útiles.

Me relamo los labios. El Plan Definitivo Para la Conquista Mundial.

-¿Lamentable? -el dragón parece auténticamente sorprendido-. Vaya, lo cierto es que no pensé que fuera usted a rechazar tal oferta -enarca las cejas y mira distraídamente su copa-. Hay cientos de hombres de fama mundial que darían un brazo por la oportunidad, no de quedarse con lo que sea que encontremos, sino simplemente con poder acercarse a ello.

Se lleva la copa a los labios y bebe unos mililitros de licor.

-Pero está bien -dice pasados unos segundos-. ¿Prefiere influencias? Puedo dárselas. Estoy seguro de que puedo ponerle en contacto con gente en sectores claves de la economía de Nueva Europa, o de la nobleza. Si prefiere un pago compuesto de minucias como ésa -no puede evitar encogerse de hombros, aunque lo hace de una manea muy elegante- no tengo ningún problema en facilitárselas. Estoy seguro de que sabrá sacarles partido... sobre todo si consigue los servicios de ciertas mentes agudas...

- Yo no soy como ésos cientos de personas de fama mundial, señor Draconis. Claro que éso usted ya lo debería intuir, sino no estaría aquí... ¿Me equivoco? -Sonrío y termino por escuchar lo que me tiene que decir en la misma postura meditativa de antes, manteniendo el rostro perfectamente ambiguo y con mi mente trabajando en una contra-oferta-. No, señor, lo que yo le pido es SU ayuda, algo mucho más valioso que influencia e inclusive lo que pueda haber tras la puerta. ¿Que mi petición puede ser de influencia? Por supuesto, pero no se limita a ello. Digamosle que es un intercambio de favores.

Bebo lo que queda en la copa y la dejo a un lado, entrelazando los dedos de mis manos a la altura de mi estómago.

- Espero no haberle ofendido al llamar lamentable a su oferta, señor, pero así es como lo veo yo: un juego de azar. ¿Cuántas probabilidades hay de que yo me lleve lo que hay tras la puerta teniendo en cuenta la limitación de que usted se lo quedaría en caso de peligro o que se le antoje? Es obvio que estoy en una clara desventaja, por lo que prefiero algo que se ciña a mis intereses más allá de algo que probablemente ni supiese que existiera -Guardo silencio un breve instante, antes de añadir para aclarar: -. Por supuesto, éso no impide que pretenderé estudiar lo que sea que encontremos. Espero que no encuentre éso como un impedimento.

Al acabar mi conversación, miro el reloj, aunque no hago observación alguna.

El señor del castillo se vuelve a encoger de hombros.

-Como sea, buen señor, aunque preferiría que no fueran términos tan vagos... porque a una propuesta vaga le sigue una respuesta vaga. De todas maneras -sonríe, divertido-, es probable que tenga que pelarse con los enanos por ver quién estudia los hallazgos antes...

- Mi proposición es tan vaga como la idea que tenemos de lo que depara de ahora en adelante.

Al levantarte esta mañana lo has tenido claro: un montón de ingenieros ingenuos con las manos en algo que nadie ha conseguido comprender del todo... La oportunidad perfecta para...

Bueno, para observar, aconsejar... Cumplir un trato, vaya, pero siempre sacando la mejor tajada posible.

Después de todo, acompañar a una druida seca y antisocial a ver a unos elfos no... no tiene tantas posibilidades. La tecnología, ése es el objetivo. Los grandes logros del último siglo fueron llevados a cabo gracias al adecuado uso de la tecnología. Bismarck... sólo tuvo mala suerte. No estaba preparado. ¿Por qué? Porque él no era paciente, ni un genio. Como sin duda lo eres tú.

Sí. Unas palabras en los oídos adecuados, y estar presente cuando se realicen determinadas acciones y descubrimientos... Eso es lo que debes hacer.

Y, además, el trato con el dragón se irá cumpliendo a la vez que tus planes empiezan a moverse.

Una sonrisa de satisfacción se dibuja en tu cara.