Partida Rol por web

No estás seguro de si ha sido algo que ha hecho o dicho, o de cómo lo ha dicho, pero algo en tu interior te está diciendo a gritos que hay algo mal en el modo de actuar de Ben Foster. Tu sensación de estar siendo guiado como un cordero al matadero se incrementa por momentos, y encuentras dobles sentidos y segundas intenciones a toda su parte de la conversación.

Hacia el final, logras descubrir la fuente de tu incomodidad, aunque ahora es mucho más que eso. El sheriff solo había aparentado meter el rifle en su funda, pero sin cerrarla. En realidad aún sostenía el arma firmemente por el mango con su mano derecha, con el dedo cerca del gatillo...

- Eh, espera, ¡¿qué está pasando?! ¡dímelo! - Todos escuchasteis una voz con acento mexicano que provenía del sótano de donde acababa de subir Juanita, acompañada por el ruido de un golpe metálico, aunque todo este ruido quedaba muy amortiguado por el propio suelo y la distancia al sótano.

Por su parte, el hombre del sheriff miró a un lado y otro confuso cuando McReady os incitó a atarlo mencionando que alguien había sido atrapado. Para cuando quiso reaccionar ya le habíais inmovilizado y solo pudo soltar un par de gruñidos e improperios antes de que le tapaseis la boca con una trozo de tela.

Por su parte, McReady vigilando el exterior podía ver por la ventana acercándose al grupo de invitados no deseados. Caminaban con lentitud, pero ya se encontraban a poco más de una decena de metros.

James se quedó inmóvil en su posición esperando a ver qué hacían los recién llegados. Barajaba dos posibilidades, o bien esperar a que entrasen para atacarlos por la espalda a la vez que sus dos compañeros los sorprendían al entrar o bien apuntar a través de una de las ventanas, hacia la puerta de entrada. Intentó averiguar cuál de las dos opciones era más viable.

- ¡Dios bendito! Espero que el resto de la banda esté aprovechando el tiempo que les estamos dando - deseó Michael con todas sus fuerzas. Ojalá el cielo (y los demás granujas de la banda) oyeran sus plegarias.

Mavercik estaba cada vez más mosqueado cno la actitud del sheriff. Aquel tipo había empezado a dejar las cortesías a un lado y se estaba portando cada vez con mayor agresividad. Además se había dado cuenta de que el sheriff no había dejado de sostener el rifle con la mano buena y mantenía aún el dedo en el gatillo. Con discrección le hizo una seña al mejicano deseando que éste en su atolondramiento, que esperaba fuera fingido, se diera cuenta.

Pancho vió la seña de Maverick y se la devolvió acompañada de una amplia sonrisa con algunos huecos, dientes negros o verdosos. Sólo le faltaba agitar el sombrero.

Estaba claro que el mexicano no se enteraba de la misa la media. Ni había visto a Lonegan ni a ninguno de los suyos, y aunque anteriormente se mostró algo tenso y nervioso, el llegar ante la oficina del sheriff y ver todo en calma le hacía sentirse relajado.

Como en su casa, vamos. Con la misma cara de tonto de boniato de siempre.

Estaban a punto de llegar a la oficina del sheriff y aquello pintaba cada vez peor. Por mucho que el sheriff no tuviera ninguna prueba contra ellos, ni de hecho motivo alguno para culparles, parecía que el señor Ben Foster no podía esperar el momento para tenerlos colgados por el cuello o al menos bien encerrados en una celda. Las cosas se iban a poner mucho peor aún si llegaban a entrar en la oficina, así que algo había que hacer para retrasar en lo posible ese momento.

Michael tuvo un escalofrío reflejo imaginándose preso. Se abrazó y se frotó con ambas manos. Salvo por el sombrero, estaba en mangas de camisa y el ambiente estaba fresco y húmedo por el chaparrón de la noche

- Dios ¡qué frío! - exclamó - ahora que me doy cuenta ¡le dejé mi chaqueta a la señorita Mary Elisabeth! - lo que no dejaba de ser cierto - ¡ahora me reúno con ustedes! - gritó mientras ya corría hacia el saloon, sin dar tiempo al sheriff a replicar nada - ¡es justo enfrente! - dijo Maverick. Era una obviedad, pero el jugador estaba nervioso. Quizás al sheriff se le estaba pasado por la cabeza la idea de dispararle por la espalda.

Por una vez en este asqueroso pueblacho, parece que nos sonríe el destino y justo, cuando le tenemos agarrado, como por milagro, encontramos la cuerda que, en mi cabeza asustada, imagino que es la que utilizan para ahorcar cuatreros.

Una vez amordazado, pongo a Jack al día de lo que he encontrado abajo, tan breve como puedo

-Tienen un mejicano en el calabozo. No sabía si querrías que me viese intentar sacar los bonos y las pistolas, no fuesea ser que no nos diera tiempo a terminar y se fuera de la lengua antes de que volviesemos otro día. ¿Qué quieres hacer?-

James parecía pendiente de alguien a punto de llegar a la oficina del sheriff. Juanita, por su parte, andaba preocupada por la presencia de un prisionero mexicano en una de las celdas del sótano como un testigo inoportuno. Había que tomar decisiones, ya.

-Ahora mismo ese mexicano de ahí abajo creo que nos debe dar bastante igual. Quiero esos bonos y las pistolas, y las quiero en nuestro poder en cuanto sea posible.-Lonegan se dirige a su compañero, al que ve buscando algún lugar en el que parapetarse frente a la entrada.-James, ¿nos dará tiempo a bajar a por todo lo nuestro o crees que es mejor sacar las armas y esperar a los que vienen para aquí?

- ¡¿Irse?! Yo creo que no. - Entonces, con un fluido movimiento, el sheriff le arrancó la funda al rifle, que aún sujetaba por el mango firmemente con la diestra y disparó hacie el suelo frente a Maverick, deteniendo su súbita carrera hacia el saloon.

- El siguiente le impedirá volver a caminar. ¡Apresadlo! - el disparo ya había puesto sobre alerta tanto a los gemelos como a Pancho, los tres tan sorprendidos que fueron incapaces de reaccionar. Sin embargo, el grito de Foster iba acompañado de un gesto hacia el jinete mexicano, y aunque los gemelos dudaron, ante la inflexible mirada del sheriff sacaron sus revolveres y apuntaron con ambos al viajero de su tierra natal con el que habían compartido techo y bebida la noche anterior.

Ahora el sheriff volvía a dirigirse a Maverick - Si aprecia su vida me acompañará por las buenas. - a medida que seguía hablando, sacó el cartucho vacío del rifle y lo sustituyó por uno nuevo, todo esto sin apartar la mirada de Maverick - ¿Sabe? Hace poco se escapó un forajido custodiado por los marshalls, uno por el que tengo especial interés - La mirada de Foster era tan penetrante que parecía que leyese la mente de Maverick delante suyo. - Según parece les emboscaron, conocían su trayecto y le ayudaron desde fuera ¿Y sabe qué es lo más curioso? - el sonido metálico del rifle al cerrarse de nuevo tras ser recargado resonó en vuestros oídos con tremendo detalle. - A pesar de que se tomaron la molestia de matar a la mitad de los custodios de su transporte, a su conductor, un mexicano corpulento y borracho al parecer, no le encontraron por ninguna parte, ni vivo ni muerto. -

El rifle del sheriff volvía a apuntar hacia Maverick, ahora debidamente sujeto con ambas manos. - Va a pasar un par de días a la sombra, señor Maverick, y si es cierto eso de que se ha encontrado con este pobre diablo por el camino, o me equivoco respecto a él, entonces podrá marcharse de aquí sin un rasguño. -

Mientras discutíais esperando la respuesta de McReady un ruido en el exterior casi hizo innecesaria su respuesta. Todo había ocurrido demasiado rápido para McReady, que apenas pudo reaccionar cuando Maverick salió a media carrera hacia el saloon sin razón aparente y el sheriff le detuvo en seco disparando con su rifle en el suelo, directamente frente a él.

- ¡Apresadlo! - fue lo único que escuchasteis cuando Ben Foster elevó la voz en el exterior; y a su orden, sus dos guardaespaldas desenfundaron los revolveres y apuntaron con ellos a Pancho.

Mientras tanto, el sheriff sacaba un cartucho con el que reponer la munición del rifle. Parecía dirigir unas palabras muy serias a Maverick, de quien no quitaba ojo ni un segundo, pero estaba a suficiente distancia como para que no entendierais nada de lo que decía.

-Creo que eso responde a tu pregunta...¡Maldita sea!...-gruñó McReady-Jack ¿qué hacemos?

"-¡Apresadlo!"

Lonegan conocía perfectamente esa voz. Había dicho exactamente lo mismo cuando, con demasiados cañones apuntando hacia su cabeza y su corazón, el cuerpo del Chico yacía inerte a un par de metros de él. A partir de ahí, los siguientes minutos pasaron como un sueño, mientras los marshalls le sacaban maniatado para meterlo entre rejas y veía el cuerpo de su compañero, como un triste fardo sobre los lomos de una mula, camino del cementerio. Habían pasado varios años, el edificio en el que se encontraban ya no era el saloon del pueblo pero estaba en el mismo lugar, y con el mismo malnacido enfrente, en la calle. Solo que esta vez contaban con el factor sorpresa, Foster y sus matones en el exterior no se habían dado cuenta de su presencia en la oficina, entretenidos por Pancho y Maverick. Había llegado la hora de hacer su propia justicia sobre todo este maldito asunto, la hora de meter una buena ración de plomo en el cuerpo de Ben Foster. La imagen de su antiguo compañero, su camarada, muerto a sus pies en ese mismo lugar, venía a su recuerdo y una sola idea ocupaba su mente:

Venganza, la vida de Foster por la del Chico, se lo debes.

Entonces se dio cuenta de que no había vuelto a enfundar el revólver tras tenerlo a punto para apuntar al grandullón durante su entrada en la oficina del sheriff. Volvió a amartillarlo y se dirigió a sus compañeros:
-James, Juanita, ha llegado la hora de saldar cuentas. Por el Chico y por el Francés. Luego habrá tiempo de recuperar los bonos y mis pistolas. Encontrad una buena cobertura y disparad a matar.-Amartilló nuevamente su pistola, mientras la sonrisa lobuna volvía otra vez a su rostro. Quiso dejar clara una cosa, y solo le hicieron falta tres palabras-Foster es mío.
 

-Bien-dijo James sonriéndose complacido por la decisión de Jack-allá vamos.

Desde su posición, hincó la rodilla ocultándose tras un barril de tal forma que era complicado verlo y se echó el poncho por encima. En esa posición se quedó inmovil y abrió fuego. Y ya que Lonegan se pedía a Foster, James fue a por uno de sus secuaces.

Escucho a Jack cambiando de opinión y, aunque no sé si es lo más inteligente (estamos encerrados aquí, con el sheriff y todo el resto del pueblo, que no sabemos cuántos son... fuera y, ademas, ellos tienen a Pancho y a Michael...) haré lo que diga. -Jack, déjame soltar al mejicano. No tengo ni idea de quién es pero si Foster le tiene encerrado seguro que quiere librarse. No tiene pinta de ser un borracho del tres al cuarto, quizás sepa disparar y, cuántas más pistolas, más posibilidades de salir de esta ¿no?- La idea, como todas mis ideas, se me ha ocurrido de repente y ni siquiera le he dedicado dos pensamientos seguidos pero ¿porqué diablos iba a ser una mala idea?

Busco las llaves de las celdas rápidamente, primero en la mesa, luego colgadas de las paredes, hasta que las encuentro y, bajando como un rayo, abro al mexicano mientras le digo -Eres libre de irte, pero antes tendrás que librarte de los chicos del sheriff que nos tienen rodeados ¿hay trato?-

Michael se paró de golpe tras el disparo del sheriff. El corazón le latía a mil en el pecho y no por la breve carrera. Apenas había dado media docena de pasos hacia el saloon. Se quedó un momento parado, dando la espalda al sheriff, que empezó a soltar su perorata sin siguiera accionar el resorte del rifle, que aún conservaba el casquillo descargado en la recámara.

Michael pensaba tan deprisa como podía. Correr hacia el saloon. Tirarse al suelo. Entregarse. Gritar a Pancho solicitando ayuda. Rendirse. Ser encarcelado. Langidecer a la sombra. Quizás ser absuelto. Quizás ser colgado por el cuello hasta morir. Matar o morir. Ambas. Dificilmente ninguna.

Despacio se dió la vuelta lentamente sobre sus pies, aunque su corazón no podía ir más deprisa y gritó su respuesta, o más bien chilló, con una voz más aguda de la que habría pretendido, al sheriff, a los mejicanos y a todo aquel que pudiera oirle en aquella calle.

- ¡Pero está usted loco! - empezó a hacer aspavientos con las manos, que no dejaban de reflejar el terror que sentía en ese momento. Dió un paso lentamente hacia el sheriff - ¡Disparar a alguien en medio de la calle! - otro paso. Sus manos parecian dudar si agitarse o temblar - ¡A un hombre desamardo! - volvía a estar cerca del grupo - ¡Disparar por la espalda!

Como un relámpago su mano, que no había dejado de temblar, desenfundó el revólver, lo amartilló con el canto de la otra mano y disparó contra el sheriff a bocajarro. Dejando anonadados a éste y a los tres mejicanos.

Después de haber acabado con varios marshalls aquello si que iba a marcarlo para siempre como un forajido. Pero a fin de cuentas le había dicho a medio pueblo su nombre e iban a meterlo en un jaula y a juzgarlo.