Partida Rol por web

Pancho en cambio se alegró al ver de nuevo al jugador: -¡Maverick! ¡Dichosos los ojoooos!-

Mostró una gran sonrisa: -¡Qué mal aspecto tienes, wey! Tienes que contarnos cómo has acabado aquí, pero antes...-

De manera bastante previsible, Pancho sacó su botella de tequila, ofreciendosela a Michael : -Esto te levantará el ánimo.-

Teniendo en cuenta su estado, le hubiera gustado ofrecerle algo más nutritivo y alimenticio, como un buen guiso de ternera.

Michael abrazó a Pancho, que parecía ser el único en alegrarse sinceramente de haber rescatado al tahúr. El pestazo a caballo y a alcohol hizo que el abrazo no fuera muy largo eso sí.

- ¡Las niñas! ¿Y las niñas? - preguntó de pronto Michael alarmado. Ante la cara de los demás de no saber de qué estaba hablando Michael les explicó como al salir de la iglesia, molesto por lo que se había visto obligado a hacer la noche anterior¹, se había encontrado con un grupo de matones del francés, quienes liderados por el sheriff y sus ayudantes se dirigían de camino a la iglesia. Sin posibilidad de avisar a los demás, Michael provocó a aquel grupo de malechores, lo que le fue fácil, pues a fin de cuentas algunos parecían ser aquellos a los que les había ganado justamente a las cartas un buen dinero.

Por ello se vió obligado a salir del pueblo inmediatamente. Se vió obligado a ir regando el suelo con billetes, con lo que generó la confusión suficiente para darse algo de distancia y con la esperanza de alarmar a la banda que seguía en la iglesia. Salió del pueblo con los matones pegados a su trasero y tardó mucho en perderles en la llanura.

Tras hacerles perder el rastro, o eso creyó entonces, llegó hasta una granja, en la que había signos de lucha y encontró a dos niñas pequeñas, las encantadoras Martha y Jacquie y las hubiera rescatado y llevado de vuelta al pueblo si no hubieran asaltado entonces la granja una docena de matones. De los que pudo matar a dos y herir a un tercero, antes de verse obligado a rendirse, pues, aunque se había atrincherado en la cocina, aquellos desalmados habían encontrado a las niñas y le amenazaron con matarlas. Algo de lo que parecían bien capaces.

Michael tomó aliento y dirigió una torva mirada al carcelero que los demás miembros de la banda de Lonegan habían traido con ellos ². Luego le habían pegado, le habían robado la cartera ya vacía y sus demás posesiones y le habían metido en aquella habitación, mina, ahora lo sabía, llena de cadáveres. Aunque se había liberado y armado y estaba a punto de salir de allí, la aparición de los demás y saber que también estaban a salvo era una genial noticia.

- Por mala cara que le hubieran puesto todos - pensó para sí.
 

Cuando abrimos la sala no veo lo que esperaba. No sé muy bien qué esperaba pero seguro que no era a Michael ni a esos huesos. Me agacho a tocarlos y me miro los dedos para ver si me dejan mancha. No se me ocurre ninguna manera de dejar unos huesos negros si no es quemándolos.

-No parece que tu idea de ponerte a salvo haya funcionado mucho ¿eh?- le comento a Michael sin mirarle. Me preocupan los huesos, me preocupan mucho. Mientras Pancho saluda a nuestro reencontrado compañero ojeo  lo que nos rodea -¿Esto... sea lo que sea "esto", ¿es lo que hace Beaumont con sus enemigos?- Esto va más allá de pegarle un tiro a alguien, esto es ensañamiento  -¿Creeis que la experiencia de ser enterrado vivo o las cosas que le hayan pasado, han hecho que pierda el juicio?-

Me da miedo que una bala acabe conmigo, pero esto me está dando más miedo.

Y mientras, Michael nos cuenta no sé qué historia sobre como ha salvado a los de la iglesia, luego a las niñas... Le miro con cierta incredulidad 

-¡Vaya! Que de aventuras las tuyas ¿eh compañero?- No sé si espera perdón, absolución, una palmada en la espalda... pero no estamos ahora para admirarle.

Oigo a James preguntar qué son esos huesos, así que ya no lo pregunto yo, si no que me limito a escuchar la respuesta. 

Del mismo modo que no mostró especial pena cuando decidió marcharse por su cuenta de la iglesia, la reaparición de Maverick provocó tan sólo que una ligera sonrisa apareciera en el rostro del jefe de la banda. A fin de cuentas, todo lo que fuera sumar efectivos para lograr sus objetivos siempre eran buenas noticias. Parecía especialmente preocupado por algo que no alcanzaban a comprender.

-¿De qué niñas hablas? Creo que nos debes alguna explicación, Michael.-Comentó Jack, tratando de sosegarle. Tras unos instantes les contó lo que le había sucedido durante el tiempo que habían estado separados.

Escuchó después las reflexiones de Juanita en voz alta, a las que decidió aportar su opinión:
-Han pasado unos cuantos años desde la última vez que vimos al francés con vida. En todo ese tiempo un hombre tiene más que suficiente como para acumular cientos de motivos por los que perder el juicio.-Al decir estas palabras, Jack pensaba en su propia experiencia entre rejas, y con el espíritu del viejo indio que se le aparecía cada cierto tiempo. Tal vez esté empezando a perder la cabeza yo también.

El guardia carcelero se había mantenido en silencio lo más apartado que pudo, pero cuando las preguntas volvieron a dirigirse a él, volvió a ponerse rígido y a contestar rápidamente temeroso por las posibles represalias.

- ¡No! Este sitio no es... quiero decir; los huesos salieron del fondo de la mina. El patrón nos dijo donde cavar, y ordeno guardar estos aquí. Era como si supiera de antes que nos encontraríamos con unos esqueletos tan extraños. Pero en realidad parece tampoco son lo que buscaba... -

El guardia estaba buscando algo más que decir, pero no le hizo falta. De improviso a través del túnel por el que habíais entrado, en la distancia os llegó el eco de un par de estallidos. Aunque débiles, los habíais oído tantas veces que los reconoceríais en cualquier lugar, aquello habían sido disparos. De repente todos pensasteis en los caballos que habíais dejado fuera de la mina amarrados al primer lugar que habíais encontrado, perfectamente a la vista.

El ruido en la distancia llamó la anteción de James, que refunfuñó lamentándose por haber sido descubierto.

-Maldita sea...esto es una ratonera ¡Tú!, ¿Hay otra salida de la mina?-dijo dirigiéndose al minero que habían capturado.

Miro incrédula al guardia cuando habla.
-¿Estás diciendo que esto lo habeis sacado de la mina? ¿Y para qué demonios lo guardais?- no soy muy religiosa pero no se hace esto con gente enterrada "Bueno, espera, no estaban enterrados"

Me vuelvo a agachar a mirar los huesos* ¿porqué alguien deja huesos en una mina? ¿morirían aquí buscando algo? ¿alguien los trajo para matarlos aquí? ¿se quedarían atrapados y no pudieron salir? Es que me llama la atención porque son muchos

-¿Y a los mineros no les da miedo venir aquí? ¿no hablan de fantasmas o cosas de esas?- me extraña que no hayan surgido supersticiones.

Pero entonces oímos disparos y James empieza a pensar en un plan para salir de aquí. Y yo comienzo a buscar también una ruta de escape. Nos han descubierto antes de lo que esperábamos.

-¡Hay! ¡Pero los pobres caballitos no...!- Pancho puso un visible gesto de desesperación al oir los disparos y los chillidos de los caballos.  -¡...ellos son seres inocentes!- Sin comerlo ni beberlo, los presentes vieron cómo Pancho se ponía a correr por el túnel en dirección a la entrada de la mina. ¿Se había vuelto loco?

Era evidente que los hombres de Pierre Grinauld les habían encontrado. Pero por una vez, Pancho castillo parecía dar poco o ningún aprecio por su pellejo. Hasta el momento siempre había preferido huir en el sentido opuesto a los problemas, y sin embargo ahora se jugaba el cuello por unos cuadrúpedos.

Michael observó atento al intercambio de preguntas y parcas respuestas entre los miembros de la banda y el que parecía haber sido hasta hacía bien poco su carcelero. Tristemente armado como estaba y sintiéndose algo ridículo se guardó el Derringer en un bolsillo de la chaqueta y bajó la estaca que le había parecido todo un lujo antes de ser rescatado pero no dejaba de ser un pedazo triste de silla rota. Esperaba que alguno de los demás le cediera algún arma decente que sin duda tenían de sobra, pero por lo visto, debía contentarse con que no le dispararan a él por haber salido de la iglesia, por bueno que aquello acabara siendo para el grupo, como bien había explicado.

Al oir los disparos se encogió involuntariamente. La paliza recibida y las heridas* estaban demasiado recientes. Miró al jefe expectante. Seguro que aquel hombre tenía la solución. Incluso atrincherarse y luchar hasta la muerte le parecian en aquel momento que morir sin más.

En esos momento Pancho echó a correr por el túnel, sin que Michael se atreviera a hacer nada por impedírselo o por seguirle.

El guardia estaba explicando algo sobre los motivos del francés para recuperar aquellos extraños restos cuando los acontecimientos se precipitaron. Los sonidos de los disparos provenientes del exterior informaban de que más gente acudía a la mina, gente armada. Y sería imposible no fijarse en los caballos que habían amarrado al lado mismo de la entrada, así que ellos también debían saber ya que tenían compañía en el interior. Los sentidos de Jack volvieron a ponerse en el máximo nivel de alerta. Como respuesta inmediata a los disparos, Pancho salió como una centella en dirección a la salida, preocupado por los caballos.

-¡Pancho, no!-Consiguió decir tras la sorpresa, pero tal vez su compañero estaba a suficiente distancia como para no alcanzar a escucharle. Jugarse el pellejo así por unas simples bestias, este hombre es endiabladamente raro.

Miró al resto de los presentes mientras desenfundaba uno de sus revólveres. Había que decidir con rapidez.
-No tenemos tiempo. ¿Aguantamos aquí o salimos? Yo creo que deberíamos esperarles, el pasillo para llegar aquí no es muy amplio, y si nos superan en número, al meterse hasta aquí tendremos mejores posibilidades que al enfrentarlos en campo abierto.-Hizo una pausa, y continuó para dirigirse a Michael.-¿Tienes algo mejor que ese palo para defenderte? Registra al guardia muerto, si no lleva ningún arma encima te prestaré uno de mis revólveres. Y habrá que tomar alguna medida con nuestro invitado.-Comentó Jack señalando al guardia que hace unos segundos estaba dándoles explicaciones.

Mientras que los demás apenas fuisteis capaces de reaccionar, el mexicano, demostrando un arrojo poco común salió corriendo hacia la entrada de la mina, donde se escuchaban los disparos. Tras un instante fuiteis incapaces de verle en la oscuridad, y en pocos segundos más, sus zancadas eran solo un murmullo en la distancia.

Aunque os tomó un momento pronto os recobrasteis, no así el carcelero, que se encontraba pegado a la pared con aspecto enfermizo y gruesas gotas de sudor recorriendole el rostro. Evidentemente, temía por lo que le fuera a ocurrir ahora. Cuando McReady le hizo su última pregunta pareció por un momento que el carcelero no fuera a contestar, sin embargo al final levantó un tembloroso brazo señalando en dirección al túnel. - Hay... hay una escalera de cuerda al otro lado de las minas; da al otro extremo del valle. - por el mapa que habían visto Lonegan y los otros antes de venir, se refería a una zona varias millas al norte, siguiendo la cordillera. - pero hay que descender algunos niveles para llegar hasta ella. -

Sin pensarlo dos veces echaste a correr, y correr, y correr. La entrada estaba más lejos de lo que recordabas, o eso te parecía, y con aquellas escasas lámparas de aceite repartidas al azar, todos los túneles parecían iguales. Al menos el trayecto era fácil: primero izquierda y luego derecha, luego llegaste a las vías de la vagoneta y a partir de ahí recto por el túnel.

Llevabas casi un minuto de carrera sin bajar el ritmo gracias a tu grandiosa resistencia, cuando de pronto al doblar en el giro de un túnel cerca de la salida te diste cuenta de te la habían colado. Lo primero que viste a la luz de una de aquellas lámparas fue la vagoneta, vieja y oxidada pero de grueso hierro, empujada por varios hombres y otros tantos apostados detrás a modo de parapeto con las armas preparadas y a punto. Tan pronto como apareciste no tardaron más que un momento en reaccionar, disparando sobre ti sin tregua, al tiempo que se escuchaba una carcajada cruel entre los disparos. - ¡jajaja, Si, las ratas salen corriendo de su agujero! -

James asiente.

-Había pensado que de existir una segunda salida como de hecho existe, podríamos intentar salir por ella en lugar de presentar batalla. Pero si prefieres resistir, adelante. Escondámonos. Aunque saben que estamos aquí, mientras intentan localizarnos tendremos la sorpesa de nuestro lado. 

James se puso a mirar a su alrededor, buscando algún recovecho en el cual afianzarse para recibir a la comitiva.
 

Los disparos me dejan clavada en el sitio al principio. "No quiero morir en una mina... no puedo morir en una mina después de todo lo que he pasado". 

Cuando soy capaz de reaccionar, el guardia nos está diciendo dónde hay otra salida. Y, cuando James propone utilizarla, aunque da la opción de quedarnos, me aferro a la posibilidad de huir.

-No. Vámonos de aquí.- Con tono casi implorante, aunque sé que Jack no aprecia la cobardia, le pido -Jack, por favor, esto es una ratonera. No sabemos cuántos son-

Pancho frenó en seco al encontrarse frente a semejante panorama. Su cara era de completa sorpresa: -¡Híjoleeee...!- Se la habían dado con queso y un montón de hombres armados le esperaban.

Mientras las balas volaban a su alrededor, que no dieran en el blanco salvo por algún rasguño como obra del espíritu santo, Pancho frenó en seco y se dio la vuelta corriendo que se las pelas por donde había venido**.

Se oía el constante ¡piñon!, ¡piñon! de los disparos alcanzando las paredes y levantando piedrillas que golpeaban la sesera de Pancho, que según corría de vuelta gritaba: -¡Vienen muchos gringos armados, pongan todos pies en polvorosaaaa!-

Jack: ¿Tienes algo mejor que ese palo para defenderte? Registra al guardia muerto, si no lleva ningún arma encima te prestaré uno de mis revólveres. Y habrá que tomar alguna medida con nuestro invitado

La idea de que hubiera otra salida de las minas parecía tentadora, siempre y cuando no fuera una trampa. Midió con la mirada al carcelero tomado como rehén en busca de un farol*. Hecho esto en un intante Michael siguiendo las órdenes del jefe salió de la habitación en busca de lo que debía ser el cadáver de otro carcelero. No esperaba tener que ir muy lejos y aún menos tener que ir en pos de Pancho. 

Jack escuchó las explicaciones del guardia. No tenía ni idea sobre minas, por lo que no contaba con la posibilidad de que hubiera una salida secundaria en ese tipo de lugares, pensaba que eran puras ratoneras. Por lo que le supuso un alivio saber que tenían un plan alternativo.

-Me alegra saber que tenemos una tercera opción. No tenía ni idea de que estos sitios pudieran tener más de una salida. Entonces, creo que todos lo tenemos claro. Si nadie se opone, iremos en busca de esa escalera de cuerda.

Tenía en mente la alocada huida de Pancho para hacer justicia por sus caballos. Pero del mismo modo que no había movido un músculo cuando Maverick salió de la iglesia por su cuenta, no iba a hacer mucho más por el otro nuevo miembro de la banda.
Si aun se tratara de James o Juanita... Bastante he hecho con tratar de advertirle gritando, espero que tenga suerte.

Con el carcelero siempre abriendo camino (a punta de pistola, claro está) los cuatro os dirigísteis fuera de aquella sala llena de esqueletos en busca de una salida secundaria de la mina. A los pocos pasos, una andanada de disparos se escucharon en la distancia, dando una idea siniestra del pobre destino de Pancho.

Sin embargo, aquél no fue su final. Para cuando retomásteis el túnel principal en el que se encontraban las vías de la vagoneta y el camino que descendía hacia los niveles inferiores, unos pasos apresurados en la distancia os alertaron a todos, pero no más que los gritos de una voz que conocíais muy bien -¡Vienen muchos gringos armados, pongan todos pies en polvorosaaaa!-