Partida Rol por web

Después, Pedro contesta a Xoan Manoel:

-Non paresce aguisado*, en efecto, mas en tiempos de guerra non hay más remedio que luchar. Faremos acopio de víveres para toda la población en el castiello, incluidos los que se sumen a la defensa del valle. Habré de encargarme también de las levas, pues solo Rincón es población que me pertenezca, mas todas las poblaciones del valle, las de realengo y las de abadengo**, veranse afectadas por aqueste ataque. Habré de fablar con los mayorales de esos lugares, yo o alguien que me represente.

Pues tal vez fala que pillaelos por sorpresa en la anochecida, con cuchillo en ristre y sin facer ruidos.

Algo no me cuadraba en todo esto. Y no era el ataque. Algo extraño pasaba. ¿Era posible que el francés no hubiese muerto? No, eso sería extraño. Pero tal vez, como en los cuentos, alguien haya usurpado su lugar, haciéndose llamar así. Eso le daría poder, lo que se traduciría en dinero. Pierre Navarres, el soldado inmortal.

También podría ser todo un engaño. ¿Acaso era posible? ¿Sancho querría que le acompañásemos para tendernos una trampa? Era posible, sin duda.

Pero lo que más me llamaba la atención no era Sancho o Pierre. Era la oportunidad de ir a avisar a Estañedo. Cuentas pendientes tenía allí, y esta era una buena oportunidad para arreglarlas. Pero... ¿Debía dejarme llevar por mis intereses, o responder al deber?

Una reprimida exclamación esta a punto de revelar mi nerviosismo cuando escucho el nombre Pierre Navarres.

—¿Qué significa eso? —pienso.

Miro a Xoan Manuel. De él dependíamos en ese momento y todos habríamos de hacer lo que el castellano dispusiera.

Pero hay una cosa que continúa atormentándome. Miro a Ruperto y le hago un gesto para hablar con él en privado en cuanto sea posible.

El vascón hedía, era insoportable para el resto estar a menos de una vara de él. Estos tres meses no había hecho más que beber y beber. Vino, hipocrás, cerveza, aguardiente... bebía todo lo que se le ponía por delante. Antaño bañábase de cuando en cuando, al menos lavaba los calzones para quitarles las zurraspas del cagar apresurado que le caracterizaba desde que era un niño y las gotitas de pis de un mear más apresurado si cabe. Pero ahora ya no hacía ni eso. Dormía muchos días sentado en un minúsculo e incómodo taburete de la taberna y otros directamente tirado en la calle o incluso en el patio de armas hecho un ovillo.

Llevaba la barba descuidada y llena de trozos de comida, los pelos se le hacían amasijos y trenzas de la roña que llevaba. Se rascaba todo el cuerpo sin parar y parecía un cadáver andante. Había adelgazado en demasía y apenas hablaba, de cuando en cuando soltaba un gruñido de asentimiento y poco más.

Pero entonces cuando apareció Sancho reaccionó de sopetón y pareció despertar de un largo letargo. Cuando escuchó sus palabras lanzó una carcajada que hizo que todos le mirasen. Apunto estuvo de comenzar a danzar de alegría ante la perspectiva de un combate desigual en el que había muchas posibilidades de encontrar la muerte, de poner fin a esta perra y miserable vida y morir como un auténtico guerrero mientras destripaba a sus enemigos y se hacía un buen lazo con sus intestinos, con un poco de suerte haría que se cagasen unos cuantos antes de matarlos y hacerse un amuleto con sus cojones.

Aquello le ponía contento, tanto que empezó a moverse desde atrás hacia delante como asintiendo de forma vehemente o incluso en una especie de bailecillo extraño.

¡Ya era hora coño!

- Podemos montar una buena. Esos hideputas lo van a pagar con sangre. Si os parece bien mis Señores, puedo enseñar a las gentes a fabricar palos largos bien afilados y les puedo enseñar a usarlos en combate. El manejo es sencillo y son efectivas en combate.

-Me complace ver ese buen espíritu -dice don Pedro, ante el entusiasmo de Simplicio y de Íñigo-. Íñigo, quedarás tú a cargo del entrenamiento de los campesinos. Tampoco me vendrá mal a mí un poco de adiestramiento militar, ansí que volveré al castiello para recibillo de Abu.

De un tiempo a esta parte, el barón venía demostrando una renovada confianza en el caballero moro, en parte gracias a Xoan Manoel, pero sobre todo porque lo había sabido proteger en aquel momento de crisis.

-Ansí pues, Xoan Manoel, dejo en vuestras manos ambos asuntos. A vuestro cargo quedan las levas et retrasar el avance de los mercenarios y de don Lorenzo de Antequera.

-Habemos tiempo antes de que se pongan en marcha -añade Sancho-. Están acampados en las afueras de la cibdad. Algo podremos facer antes de que partan.

Don Pedro asiente, se acerca a Sancho y le dice:

-Si en verdad me sois leal, vos pondréis a las órdenes de mi castellano, Xoan Manoel. Espero que cuando todo aquesto acabe, nuestro padre se sienta orgulloso de cómo habemos defendido nuestra tierra.

Después monta en su caballo y se aleja en dirección a Rincón.

Asentí ante las palabras de Don Pedro y hablé para todos:

-Ninguno será obrigado a facer una faena de las dos. Os mexores exploradores au bosque et los mas mañosos al ponto.

Y así cada cual marchó a sus menesteres, de forma que quedó emparejado Simplicio con Sancho, Ventura con Xoan Manoel e Íñigo para reparar el puente y formar a los aldeanos, y Ruperto solo, para ir a Estañedo y pedir ayuda a sus vecinos.

Está llegando el mediodía, y muchos campesinos siguen vuestro mismo camino en dirección a Rincón. A esta hora, lo más normal es que estén echando un trago en el Buen Hipocrás.

Una vez más te separas del grupo y marchas a Estañedo, donde no sabes cómo serás recibido, dado que la tarea encomendada por la bruja aún no ha sido cumplida, y, lo que es más, te has unido a la cofradía que busca su muerte. Es una bruja, podría saberlo... aunque por otra parte te dijo que te contaría algo más sobre tu padre y ahora sabes que este está muerto. ¿Te quería utilizar simplemente y te dio esperanzas para que cumplieras tu trato? ¿O es que la vieja chochea?

No lo puedes saber, pero, en cualquier caso, si es verdad lo que decía el diario de Luis, es una mujer muy peligrosa. Y la última vez que fuiste a Estañedo la gente era muy extraña...

-Sígueme pues -dijo Sancho-. Te presentaré al capitán como nuevo mercenario et podrás ansí moverte con libertad por dentro del campamento. Sé discrepto, pues que non conoscen mi noble pasado.

Sancho, obviamente no sabe que fuiste mercenario al servicio de Pierre Navarres. Aunque, por otra parte, si Sancho te descubre, ¿qué podría hacer él aparte de desconfiar?

Lo primero era lo primero. La reparación del puente era prioritaria, así que trabjaban desde el alba hasta el mediodía, cuando ya el calor era bastante notable. Después hacían un descanso y comían algo para a primera hora de la tarde algunos de los campesinos continuar las reparaciones a menor ritmo o para acometer trabajos más específicos, mientras que el resto eran adoctrinados por un vascón incansable que estaba en todas partes, tenía mil ojos y no dejaba a los "soldados" ni un segundo de respiro, impartía órdenes, corregía movimientos, lanzaba pullas y daba palmaditas en la espalda cuando era procedente.

La instruccción estaba sacando lo mejor de Íñigo, ahora incluso se le veía más animado, su propio aspecto físico parecía estar cambiando, lejos de ser un caballero refinado el vascón seguía siendo todo un gañán descuidado, pero ahora al menos no parecía revolcarse en una cochiquera a conciencia.

Sobre mi caballo observaba como avanzaban las obras y mientras tanto oteaba el horizonte.

Ayudaba a mover grandes cargas o a pie o arrastrando con el jamelgo mientras iba yendo y viniendo con mercancías y bebida para todos.

Sin hablar mucho con la plebe esperaba que pasase algo e iba avisando a Ventura y a Íñigo:

-Moi ben Íñigo, entrena que lo necesitaras. -luego me aproximé mas a Ventura y le ofrecí agua-  Ventura, ¿recordas que algo querías comentarme na igrexia, que foi exo?

Hagamos pues asin Sancho. Ahi dentro fabrá que procurar desminuirles en sumo grado, esto es estorbarles y dañarles desde dentro. Pienso de que debemos sabotear y diezmarles desde dentro, empezando por armas et cabalgaduras. ¿ que sus dice el vuestro juicio de aquesto?

Buena cosa seria que nos emparejasen xuntos pues podriamos combatir hombro con hombro y llevarnos al algunos por delante.

Tal vez no debería haberme aventurado solo en esta aventura. Pero, ¿cómo saber quién era bueno y quién malo? ¿Quién mentía y quién no?

Lo que tenía claro, es que la vieja me debía respuestas. Aunque, si era tan peligrosa como decía el padre Luis, debía tener mucho cuidado. Pero... ¿Cómo creer a la gente que hizo que un padre abandonase a su suerte a su propio hijo? ¿No era acaso eso uno de los peores pecados que se podían cometer?

No tenía muy claro qué encontraría en Estañedo, aunque puede que si encontrase una cosa. Y eso eran respuestas a algunas preguntas.

Así, sin pensarlo más, me dirigí hacia allí. Pese a todo, tenía una misión, aparentemente más importante que la abuela Inés y mi padre.

Mientras habláis entre vosotros, los hombres murmuran entre sí. Están muy nerviosos ante la perspectiva de un ataque por parte de Lorenzo de Antequera. Eso es porque no conocen a Pierre Navarres, vuestro antiguo jefe. Por muy sanguinario que pueda ser Lorenzo, seguro que no puede ni compararse con Pierre, ese perro francés que va sembrando la muerte allá por donde va. Bien lo sabéis vosotros, que fuisteis sus hombres y participasteis en sus carnicerías.

-Non sé de qué pueden servir aquestas obras -dice el Milhombres mientras sigue trabajando, arrimando piedras y colocándolas en su sitio-. Nos van a masacrar. Habemos pocos soldados, et pocos son los hombres que saben cambiar la azada por la lanza.

El Milhombres solo expresa lo que otros callan. La verdad es que están acojonados. Al menos el herrero sí parece un buen combatiente, fuerte y robusto, pero, ¿y el resto? El enclenque de Venancio, un médico, el tonto del pueblo... Todos se miran entre sí, y mirándose se convencen de que no tienen ninguna posibilidad.

Sancho asiente.

-Veremos qué podemos fazer. Lo primero es que Pierre te acepte en su compaña. Cuando te acepte, pensaremos cómo podemos fazer para diezmarlos.

Así pues, tomáis el camino a la ciudad, más allá de la venta del Arriero, y cuando ya se divisan las murallas, ves, en el arrabal, una zona donde se ha levantado un campamento. Es como un pequeño pueblo aparte, con sus propias tabernas, sus tahúres, putas, y todo tipo de divertimento para los mercenarios. Y es que las gentes de mal vivir saben aprovechar la ocasión para hacer su agosto, y seguramente de aquí la compañía de Pierre salga con el doble de gente que con la que llegó.

-Non nos dexan entrar en la cibdad -te cuenta Sancho-. Es normal, sería todo un caos si lo permitieran. Nadi osa entrar en nuestra zona sinon los que servimos a Pierre et la chusma del arrabal.