Partida Rol por web

Simplicio mira  a Sancho, al que reconoce como verdadero lider, esperando una respuesta.

ademas añade: Parece ser que la unica posibilidad es emboscarles ¿ conoceis terreno propicio para ello?

No se si será juicioso  esconderse y luchar o atraerles hacia el escondite usando a algunos como señuelo.

Hablaba mucho el lancero, parecia que más por nervios que por sapiencia.

Y otra vez miraba a Sancho.

Sancho mira a Simplicio, pero quien contesta es Abu:

-¡Non habemos tiempo ya, están aquí!

A esto que todos los presentes comienzan a murmurar, están literalmente cagados de miedo.

Sancho teme que estas palabras terminen por minar la moral de los campesinos. Pone una mano en el hombro de Abu, agradeciéndole su labor, y entonces mira a su hermano, como pidiéndole permiso. El joven barón asiente, y Sancho se da la vuelta para hablar con los campesinos.

-Pueblo de Rincón -exclama-. Hoy he vuelto para defender la que siempre he considerado mi casa. He cometido terribles errores en el pasado, mas hoy espero redimirme junto a vosotros, luchando codo con codo con mi gente. Non vos puedo prometer que ganaremos, pues bien sabedes que el enemigo es numeroso et experto. Mas al volver he podido ver a un barón muy distinto al que aquí dexé, que ha comprendido que las leyes deben estar al servicio de los hombres et no al revés, un hombre que se esfuerza por ser buen gobernante; et lo conseguirá, pues se rodea de buenos hombres: Abu, que siempre ha sido fiel a Rincón et al que considero mi hermano, el caballero Xoan Manoel y sus valerosos hombres que hanme demostrado en repetidas ocasiones que también aman aquesta tierra, anque yo no lo quisiera ver. Et además gozamos de la compañía de buenos vezinos como los de Estañedo, que vienen a ayudarnos en aquesta hora tan aciaga. Et yo vos digo que vale la pena luchar por todo aquesto, el legado de nuestro querido señor don Ramiro de Rincón; vos lo digo desde lo más profundo de mi corazón, un corazón ferido et avergonzado por non habello comprendido a tiempo. Hoy Dios nos manda otra prueba para demostrar que apreciamos aquesto que habemos et que pocos pueden disfrutar: buena tierra, buenos hombres. ¿Non sería maravilloso que ganáramos aquesta batalla?

En ese momento, en la lejanía, aparecen la avanzadilla del ejército mercenario, y tras ellos una masa de gente entre hombres de armas y parias, que al veros enseguida adoptan la rudimentaria formación que ya conocéis. Al frente se distingue el caballo negro de don Lorenzo de Antequera y el blanco impoluto de Pierre.

-¡Rincón non ha de caer hoy sin que lo defendamos! -grita Sancho-. ¡Fagamos que el viejo barón se sienta orgulloso de nosotros allá en el cielo!

La arenga al menos ha hecho que algunos dejen de temblar. Los soldados del castillo intentan jalear también a los campesinos, gritando: "¡Por Rincón!" Pero cualquiera se vendría abajo al ver lo se les viene encima a ellos: parece que las tropas mercenarias van a acabar ocupando todo el campo. A poca distancia, los mercenarios se detienen, y Pierre y don Lorenzo se adelantan junto con algunos hombres de confianza y se quedan a unos cien metros de vosotros, con la clara intención de parlamentar.

El barón os indica a Sancho, Abu y a vosotros que os adelantéis con él.

Al llegar a su altura, os recibe el rostro inexpresivo e incluso aburrido de Pierre, que cambia cuando os reconoce, y el gesto despectivo de don Lorenzo al observar al barón don Pedro.

-¿Es una broma? -escupe don Lorenzo, intentando minar la moral del barón-. ¿Me salís al encuentro con un puñado de palurdos? ¿Dónde está vuestro orgullo? Non sodes más que un niño estúpido. Rendíos et dexaré que vos marchéis.

Pero el pequeño barón no se amilana.

-Habredes de pagar cara aquesta afrenta, don Lorenzo. El rey tendrá pronto noticias.

-Para cuando lleguen sus hombres, el castillo será mío. Et he buenos negociadores conmigo que me comprarán el derecho a poseello. Además, matasteis al mi fijo como un animal, cuando él por nobleza debía haber un juycio justo. Ansí que habedes dos possibilidades: abandonar el castiello, o morir.

-Entonces elijo morir.

Y dicho esto, el barón le da la espalda al caballero don Lorenzo y os hace una señal para que le sigáis. Es joven, pero los tiene bien puestos.

Pierre y don Lorenzo regresan también a sus filas y se disponen a dar la orden de atacar.

Yo prefiero la actitud normal.

Me coloco el yelmo y desenvaino el mandoble con un chirrido metálico y lo apoyo sobre mi hombro. Luego agarro las riendas del caballo en corto dándoles una vuelta con la muñeca de la mano mientras fijo mi mirada en los enemigos y les hago el símbolo de la cruz con mi arma.

- Habéis hablado como el Señor al que todos queremos servir. Los que quieran mirar a la muerte, darse la vuelta y tirarse un pedo en su cara, que se vengan conmigo justo allí, a la primera línea.

Sancho toma su enorme hacha, mira a sus exiguas tropas y las ordena tal y como ha sugerido Simplicio.

-Es la hora -dice, orgulloso, y levanta el arma para dar ánimos-. Hermano -dice, dirigiéndose al barón-, espero redimirme en aquesta batalla. Seré por una vez el hermano que siempre hube de ser.

Al otro lado, las voces atruenan, dejando claro que están en superioridad y consiguiendo amedrentar a las tropas del barón. Solo esperáis que el plan de Simplicio dé resultado y os conceda al menos alguna oportunidad.

Ambos ejércitos marchan a buscar la sangre y la muerte, y en cabeza va Sancho, seguido de Xoan Manoel e Íñigo. Quizás sea vuestra ultima batalla... pero nunca antes habíais luchado con tanta convicción. Por una vez hay algo porlo que vale la pena luchar.