Partida Rol por web

Rincón

INTERLUDIO: RUPERTO (con Ventura y Simplicio)

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05/08/2013, 18:25
Ruperto

—No un catalán —respondo desde el caballo, algo más despierto— El catalán. El médico de Rincón. Fue él quien nos dijo que viniésemos hasta aquí.

Notaba como se me iba la cabeza, y poco podía hacer. Así, sólo me quedaban añadir unas palabras—. Por favor, me gustaría saber dónde está esa mujer. Os pagaré bien si nos lo decís, pero creo que no me queda mucho. No quiero jugar a las adivinanzas...

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05/08/2013, 23:49
Mujer

Las mujeres cuchichean entre ellas. Ven que no hay truco alguno y que Ruperto está realmente enfermo, y además, al nombrar Rincón, las sospechas se disipan.

La mujer que os ha hablado se vuelve de nuevo hacia vosotros.

-La abuela Inés vive en la linde del bosque que hay tras de nuestras cabañas -dice, señalando en la dirección hacia la que debéis moveros-. El pago que quisiéredes fazer, fazeldo a la abuela, ansí quedaremos nosotras también pagadas.

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06/08/2013, 01:43
Simplicio Ruipérez

Agradecido mujer.

 

Y con lo dicho arrancan hacia donde les mandan ir.

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06/08/2013, 02:35
Ruperto

Asiento ante las palabras de la mujer. No obstante, meto la mano en mi bolsa, y saco tres monedas, que tiro a las mujeres, a la que añado—. A ella la pagaré igualmente, pero vuestra ayuda también merece su recompensa...

Y dicho esto, arreo al caballo, para ir al lugar que nos han indicado. No hay tiempo que perder...

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06/08/2013, 04:43
Simplicio Ruipérez

Andais muy generoso zagal.

Si quereis dar ayuda, seguro que el tabernero tambien necesita de las tus monedas, et yo me ofrezco  gustoso para yudarte a mermarlas, ejeje.

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06/08/2013, 15:10
Mujer

La mujer se agacha para recoger las monedas, y las mira silenciosamente. En su reducido mundo, limitado a esta pequeña aldea, estas mujeres no tienen la posibilidad de usar el dinero de otra manera diferente a como lo ha usado Ruperto con ellas: como muestra simbólica de agradecimiento, igual que si les hubiera dado una bonita piedra. Sin embargo, la mujer asiente en señal de que acepta el regalo como una muestra de buena voluntad.

Esto os hace pensar en lo distinto que es el mundo rural del mundo urbano. Simplicio está más acostumbrado a este entorno, pero Ruperto y Ventura siempre han vivido en as ruidosas ciudades, donde el vil metal es mucho más apreciado. En el campo, la gente aprecia las cosas más por su utilidad directa; prefieren tener una vaca que veinte maravedíes para comprarla. Poco a poco, os vais haciendo a esta vida tan distinta que os toca vivir ahora.

Notas de juego

Resto los 3 maravedíes de la bolsa de Ruperto.

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06/08/2013, 15:36
Director

Como ha dicho la mujer, tras las cabañas se encuentra un bosque, y en la linde una cabaña mucho más grande que las demás, con un corral en su parte trasera y un soportal en la delantera, donde se ve una butaca vacía. Cerca hay un poste donde podéis atar el caballo. Tras hacerlo, veis que la puerta de entrada está entornada, así que entráis sin más.

El interior no es igual que el de las cabañas en las que habéis entrado hasta ahora. Los campesinos apenas tienen una tabla y varios caballetes como únicos muebles, y si acaso algunos taburetes. Aquí dentro hay barriles y vasijas arrimados a las paredes, dos mesas, y cuatro puertas interiores, algo inaudito en las cabañas rurales; una de las puertas está atrancada con una barra de hierro, y las demás están cerradas excepto la del corral, entreabierta, por donde entra la luz, junto a la que entra por vuestro lado, os permite ver el interior. También hay un huso con lana apoyado en la pared junto a un arcón que debe hacer de taburete.

-¡Voy! -una voz os llega desde el corral, aunque no habéis hecho mucho ruido al entrar.

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06/08/2013, 15:37
Abuela Inés

Entonces entra la mujer más anciana que hayáis visto en vuestra vida, y que sin embargo se mueve con soltura (toda la que permite una edad avanzada), a pasitos cortos, y toda cubierta por un manto negro que ni siquiera deja ver sus pies. Avanza apoyada en un bastón que no es más que una delgada vara, aunque firme.

Se acerca a vosotros y os estudia mirándoos de la cabeza a los pies. Cuando llega a Ruperto, frunce el ceño.

-¿Otra vez tú? -pregunta-. ¿Qué queredes agora?

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06/08/2013, 16:38
Ruperto

¿Eh? ¿Yo? —respondo desde el caballo. Tal vez fuese producto de la fiebre, pero no entendía qué quería decir la mujer. ¿Acaso había estado ya aquí y no lo recordaba? ¿Cuándo?

La única manera de obtener respuesta, no obstante, era preguntar—. ¿Cuándo he estado aquí? Lo siento, pero creo que me confundís con otro, buena mujer...

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06/08/2013, 16:43
Ventura Montesinos

Cuando estaba a punto de responder Ruperto se me adelanta pidiendo explicaciones a la presentación de la anciana. La hago un gesto a Ruperto para que descanse, no debe forzarse en hablar.

Mi buena señora Inés —dijo dando un paso adelante—. Venimos del pueblo de Rincón en busca de usted por ser la última esperanza para mi buen amigo.

Señalo a Ruperto y vuelvo a la conversación con la anciana.

Nos es conocido su buen nombre como sanadora y tenemos puestas sus pocas esperanzas de vida en las artes de usted. Nunca antes estuvimos en este pueblo. ¿Sería tan amable de interceder por la vida de Ruperto, mi buen amigo sobre el caballo? Podemos pagar su servicio.

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06/08/2013, 16:53
Abuela Inés

Ahora que la observáis más de cerca, veis que todo el bulto lo hace el manto: está escuálida y los dedos que agarran el bastón parecen completamente descarnados, como los de un esqueleto. Mira a Ruperto con unos ojos que parecen brasas encendidas y le dan un aura de vitalidad que contradice a su cuerpo sarmentoso. Después mira a Ventura, y entonces vuelve a mirar a Ruperto para comprobar sus síntomas de enfermedad, que son evidentes.

-¿De Rincón, diziedes? Sentaos -dice con una voz cascada, señalando unos taburetes que hay bajo una mesa de madera de buena calidad; ella hace lo mismo.

-Esa ferida de saeta vos matará -le dice a Ruperto.

Pero, ¿cómo puede saberlo? El malestar de Ruperto es evidente, pero la herida la tiene en la espalda, y ella aún no la ha examinado como para saber que ha sido producida por una saeta. Sin embargo, pocas explicaciones parece estar dispuesta a dar, habiendo ignorado la anterior pregunta de Ruperto.

-Vos puedo curar -continúa-. Mas habredes de fazer a cambio algo por mí. Non quiero dinero, nin riquezas; non he menester dellas. Vos curaré, et aluego compliredes con mi encargo. Dadme vuestra palabra.

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06/08/2013, 17:37
Ventura Montesinos

No había dicho que quería de nosotros pero la culpa que me invadía me llevó a hablar demasiado pronto.

Con gusto daría mi vida por la suya así que faceré la tarea que sea.

De inmediato me dirijo al caballo para ayudar a bajar a Ruperto.

¿Te encargas de la bestia, Simplicio? —digo mientras ayudo a caminar a Ruperto hacia la casa.

Poco me importaba ahora cómo sabía la mujer que la herida había sido de saeta ni cómo iba a salvar la vida de Ruperto.

Sólo tengo que pediros una cosa. Todo el sacrificio por su vida habré de cargarlo yo... sea lo que sea.

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06/08/2013, 17:56
Abuela Inés

La vieja Inés mira a Ventura, y a continuación saca del interior de sus ropas unas finas tablillas con toscos dibujos de colores. Tira tres sobre la mesa:

-Verdad diziedes -exclama, tras estudiar las tablillas-. Algo te obliga con ese hombre. Lo sigues porque estás perdido. Muy perdido. Mas aún no te has dado cuenta de que estar perdido te hace más fuerte. Eres el más fuerte de los tres.

Después, recoge las tablillas y se levanta.

-El puchero estará pronto. ¿Tenéis hambre?

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06/08/2013, 18:19
Director

Las tablillas os parecen increíblemente elocuentes. A los tres os han recordado el episodio con Mateo. El colgado que aparece os recuerda a Íñigo cuando cayó en la trampa, lo cual desencadenó el episodio en el que Ruperto fue herido; después el arquero, que es la muerte que amenaza a Ruperto tras la herida de la saeta. Y a la derecha está Mateo, ahí sentado y disfrutando de la caza.

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06/08/2013, 18:26
Simplicio Ruipérez

Simplicio no interviene pues ve que sus compañeros obran bien, y eso le place.

Con un ojo  y una oreja anda vigilando la delantera de la casa, más bien por donde han entrado, pues no quiere perder más caballos.

Notas de juego

¿Si hubiere necesidad de algun descubrir, escuchar empatia .... nos lo dirias verdad dj?

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06/08/2013, 18:31
Director

Notas de juego

Con esta mujer no funciona la empatía.

Las tiradas de descubrir, si son necesarias, os las haré yo.

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06/08/2013, 19:04
Ventura Montesinos

Sonrío incrédulo ante las palabras de la anciana.

El más fuerte, dice... —pienso, y eso no hace más que generar otra carcajada reprimida.

Durante un buen rato observo las tablillas. Con la mano derecha acaricio mi barbilla mientras reflexiono sobre las imágenes. Finalmente asiento a la propuesta de la mujer acerca de la comida.

Una vez sentado en la mesa miro fijamente a la anciana.

El hambre puede esperar mas creo que mi buen Ruperto no. ¿Cuándo comenzará su cura? Y, perdone que lo pregunte, ¿qué es ese menester que debo hacer por usted?

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07/08/2013, 00:23
Abuela Inés

-Todo a su tiempo -dice la vieja.

Después vuelve al corral y al poco regresa con unos cuencos humeantes de olor delicioso. Debe tener la olla fuera. Los coloca en la mesa, delante de vosotros, y os los arrima.

-Comed, si vos place. El enfermo ha de reponer fuerzas como parte del tratamiento.

La verdad es que es difícil de rechazar su ofrecimiento. Lleváis todo el día caminando y sin comer, y vuestras tripas protestan. El puchero que tenéis delante lleva especias que le dan un toque sabrosísimo y hacen que el olor por sí solo casi alimente.

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07/08/2013, 12:07
Simplicio Ruipérez

Arrea pues, de algo hay que morir,

y se dispone a comer .

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08/08/2013, 21:31
Ruperto

No digo nada cuando Ventura dice que hará por mí lo que sea. Ya tendré tiempo de hablar con él después, cuando esté curado, si es que lo logro.

Lo que sí que hago es sentarme a comer cuando la anciana lo ordena. Tengo algunas preguntas que hacerle, pero no quiero importunarla ahora. Al menos, que me haya curado, si es que puede. Después habrá tiempo para esas cosas.

No puedo evitar sentir como mis tripas me rugen. Entre la debilidad de la enfermedad, y llevar todo el día sin catar nada, hacen que sólo pueda pensar en el suculento guiso...