Partida Rol por web

Con una cara de sorprendido murmuro:

vaya... 

Mientras acepto la derrota de mi engaño con una sonrisa algo triste, salgo de la caravana con las monedas aún en la mano. Este tipo me ha pillado... tendré que aprender a mentir mejor...

Bueno... muchas gracias igualmente. El mensaje mejor que se lo diga usted cuando vuelva por aquí a traer sus vinos de Calimsham. Ellas se lo agradecerán... Le deseo que sus viajes sean propicios.

Mientras vuelvo a empaparme por la lluvia, voy hasta la casa de Arlin.

Necesitaría un caballo. Me sería más fácil atraparle, aunque Kunder se enfadaría un poco... Así que va a caballo... eso es interesante... podrá tener más velocidad, pero el animal se cansará muy rápido al cargar con dos personas... así que deberá descansar mucho más tiempo o más a menudo. Hubiera preferido que se fugara con una carreta con la rueda rota... pero no se puede tener todo en esta vida...

La puerta que le había indicado Arlin se habrío rapidamente después de la primera llamada a la puerta. Tras ella le esperaba Arlin, ataviada con una gruesa bata de lana y sin las vestiduras sugerentes del antro y sin el maquillaje que disimulara el moratón del pómulo y la hinchazón del labio. Timidamente miró a un lado y a otro de la calle y cerró la puerta tras Cornelius.

Adelante, ¿Has averiguado algo de Edmund?

En realidad ni siquiera esperó la contestación, era una pregunta vacía que no esperaba ninguna respuesta. La casa era sencilla pero adornada con gracia femenina, los pocos muebles que compartían espació en la sala principal eran recios y antiguos pero se mantenían limpios y lustrosos a pesar del paso de los años. Encima de una mesa central rodeada por un par de sillas había una abultada bolsa con monedas de plata y oro. De entre las monedas asomaban unos pendientes y una fina cadena de platino que quizá una hora antes había adornado la esbelta cadera de Arlin.

Es todo lo que he podido reunir, sin el menor gesto de pena señaló la bolsa. Calculo que el valor de todo será algo más de 780mo, espero que sea suficiente. Luego se apartó contra uno de los armarios para esperar a que el cazarrecompensas examinara el pago.

Gracias... no... la verdad es que no mucho más de lo que ya sabía... pero siempre va bien reforzar lo que ya sabes. Aumenta las posibilidades de éxito.

Examino la casa mientras entro. Cuando me enseña la bolsa la taso a bulto, sin tocarla ni contar  monedas.

Al igual que usted debe confiar en mí, yo confio en usted para que me pague lo convenido. Esto es menos de lo convenido... para cuando vuelva tenga el resto, por favor. Aunque siempre podré cobrar e... eso no es bueno pensarlo ahora, Cornelius. Tenemos que ser profesionales y estar por la labor... pero como cuesta estar por la labor em estas condiciones...

Dicho esto, recojo la bolsa y la guardo en mi mochila.

Dentro de una semana, más o menos, le escribiré. Le recomiendo que intente no pensar demasiado en todo este jaleo, auqnue sé que es difícil. Distraigase de algún modo, lo que sea... pero en su caso no sé si trabajar será lo mejor... ya encontrará algo. Seguro. Usted tiene recursos de sobra.

Me dirijo a la puerta y me voy diciendo:
Deséeme suerte. La voy a necesitar... seguro...

Una vez fuera me dirijo a los establos y alquilo un caballo, para partir immediatamente.

Si Kunder... tengo que coger uno... si quieres puedes subir... pero tendrás que estar quieto...

Los profundos ojos de Arlin, negros y llenos de secretos enmarcados en largas pestañas seguían poniendo nervioso al cazarrecompensas, se percató que sin el maquillaje de una prostituta su piel seguía siendo lozana y sin macula aunque con alguna peca peregrina que la dotaban de mayor encanto.

Tranquilo, recibirá su pago. De un modo u otro... De ello no lo dude -dijo mirandolo de arriba a abajo. Parecía que Arlin le leía com un libro abierto, como si supiera de antemano los pensamientos lascivos que golpeaban el entendimiento del cazarrecompensas cada vez que la veía.

Suerte. Añadió mientras le acompañaba a la puerta. Si mi hermana está muerta... Haz lo que creas conveniente con él.

A pesar de que Cornelius no se giró para contemplarla por última vez se la podía imaginar perfectamente con la puerta entreabierta mirandolo marchar. Se sacudió la idea de la cabeza y se dirigió a alquilar un caballo y preparar su equipo para la marcha. A pesar de que no acostumbraba a trabajar con mucho equipaje debía estar preparado. Sabía que no le esperaba una caza sencilla.

Había alquilado el caballo para un par de semanas antes de dirigirse a la cabaña que había ocupado en el pueblo para prepararse, por si la caza no se presentaba sufiente dura la lluvía no había dejado de caer ni un momento desde que se había metido en aquella empresa. Mal presagio.

Ató el caballo en un árbol cercano a la casucha y le ordeno a Kunder que esperara a su lado. Al entrar en casa notó que el pomo estaba extrañamente caliente. La puerta giró chirriando sobre sus gonzes hasta quedar entreabierta, la cerradura sencilla aunque consistente no estaba forzada. Una vaharada de aire caliente y  tufo a algo quemado que agredía a su olfato, que le recordaba la a grasa hervida y azufre permeaba la única estancia que hacía de cocina, salón y dormitorio. No había nada revuelto, solo una pisada negra en la pequeña alfombra junto a la puerta. Más de cerca vió que la pisada negra era en realidad una quemadura en la alfombrilla.  

Otro mal presagio.

Recojo rápidamente todo lo que puedo necesitar: armas, munición, los grilletes, la cuerda... todo. Cuando vuelva tendé que hacer una limpieza en esta casa... empezando por la sección espiritual... la quemaría, pero aún no estoy del todo seguro... y aún tengo demasiado que perder en esta choza.

Una vez he repasado que no me falte de nada, subo al caballo de monta y empiezo mi viaje.

Mientras salgo del pueblo, pienso por última vez en esas curvas... y me viene a la cabeza esa pisada quemada en mi casa...

Aquí hay algo que va mal...

Y me alejo a cierta velocidad, sin prisas pero sin pausas, hasta la primera parada de postas en la ruta más rápida hacia Tashluta.

Durante toda su vida Cornelius Adler había sido cazador ya fuera de animales o personas, siempre se había fiado de su instinto para salir de situaciones que otros habrían visto como insalvables. Ahora ese mismo instinto le decía que fuese lo que fuese lo que había entrado en la casa era algo maligno a lo que mejor no enfrentarse. Mientras recogía sus escasos petrechos y se preguntaba la conveniencia de quemar todo aquello, escuchó una voz conocida a sus espaldas. La cerradura parecía que no funcionaba y se alegró que no fuera el dueño de la pisada en al alfombrilla fuese quien fuese.

Se trataba de la Señora Atwori, una mujerona viuda y gran cocinera que le había cogido cariño. Al vivir pared con pared no pocas habían sido las veces en que tras una dura caza era recibido con un suculento potaje o una sopa bien caliente en las noches de lluvia. La Señora Atwori era una mujer rolliza siempre sonrojada y amante de buen vivir. Cocinera de buena comida y en grandes cantidades, la hacían merecedora de las antenciones de la mayoría de viudos de la zona aunque hasta la fecha se mantenía fiel al recuerdo de su difunto marido hacía ya más de una decada. 

Cornelius por Dios!!

¿Estas bien? No... no te ha encontrado!!

La oronda señora se acercó a Adler y lo abrazó con sus brazos rollizos como una madre lo haría con cualquiera de sus hijos. Cuando harto del abrazo Cornelius se pudo separar de la mujer para tratar de recuperar el aliento, se pudo fijar en ella. Sus eternos colores habían desaparecido siendo sustituidos por una palidez cadaverica. Tenía los ojos acuosos y le temblaba el labio inferior de puro miedo.

Tienes... tienes que irte de aquí!! Puede volver en cualquier momento!! Dijo mientras le sacudía mirando hacía la puerta entreabierta.

El hombre alto, puede volver el hombre alto!!

Agarro a la señora Atwori por los brazos, entre preocupado y nervioso (zarandeándola un poco demasiado) y le pregunto:

Señora Atwori... ¿qué... quien era ese hombre?¿que quería?¿porque me buscaba?

Dioses... esto va de mal en peor...

Mientras intento apartarla de la alfombrilla tapando la marca quemada.

La Señora Atwori miró al cazarrecompensas sollozando, sacudiendo la cabeza como si recordar aquella silueta solo la aterrorizara aún más.

Llegó... llegó a la calle unos minutos más tardr que te fueras a la posada, Elminster (su gato) se puso muy nervioso y se bufó. Luego empezó ese olor... era horrible, casi vomito... Miré por la ventana no fuese que el guarro de Magner (uno de los cazadores) estuviese despellejando de nuevo animalitos, entonces... entonces le ví, era altísimo, mucho más que tú, debía rondar los dos metros eso que iba encorvado... además era delgado, se cubría con una capa larda de viaje con capucha pero por como se le pegaba al cuerpo por la lluvia se adivinaba que era solo piel y hueso.

Me vio cunado miraba por la ventana y se dirigió hacia mi puerta, le vi el reflejo de los ojos y fue como si se me helara el alma, llamó a la puerta y no le abrí, una, dos veces y luego me preguntó por tí, decía que venía a contratarte pero no le creí había algo mal en como se movia o en su voz, era... hueca.

Era un hombre hueco.

Cerré la puerta y la atranqué y me escondí el armario hasta que deje de escuchar los ruidos de tu casa...

La miro calmadamente a los ojos, mientras la acompaño a una silla de su casa:

Ha hecho bien señora Atwori. Ha hecho muy bien... ahora váyase a su casa, tome un té o algo caliente y relajante y descanse... no creo que ese tipo vuelva.

Yo ahora debo partir. Me voy por una temporada, a Calimsham, trabajo, ya sabe...

Si ese tipo volviera, aunque no lo creo, debe encerrarse otra vez. No le diga nada. Aunque llame a su puerta.

Dentro de unos días, cuando sepa más exactamente cuando volveré, le enviaré una carta para decirle qué hacer con la casa.

Me gustaría quedarme hasta estar seguro que se encuentra mejor, pero no puedo permitirmelo.

Una vez dentro y ella sentada:

Bien... ahora debo marcharme. Si necesita cualquier cosa, ya sabe que tiene medio pueblo para ayudarla.

Ahora descanse un rato, relájese y mañana será otro día. Si necesita hablar de sobre esto, vaya a ver a algún clérigo en el que confíe Aunque por aquí no hay muchos... Contándoselo a alguien que no lo sea, sólo conseguiría que la tratasen de loca o provocar el pánico.

Dicho esto, me voy, recojo lo que me faltaba de mi casa e intento cerrar la puerta como sea.

¡¡Maldita sea!! ¿porque todo mi instinto me dice que esto SI tiene que ver con el pirado ese?

 La señora Atwori le rodeó de nuvo con sus fofos brazos y se quedó en aquella posición durante unos segundos.

Chauntea te bendiga hijo mío -Dijo mientras contenía las lagrimas le acariciaba el rostro. La pobre mujer seguía temblando de miedo, Cornelius estuvo seguro que tardaría mucho tiempo en recuperar aquella jovialidad que la habían hecho ser deseada por la mayoría de viudos de la zona.

Ahora vete, vete lejos y no vuelvas jamás a menos que estés seguro que eso no puede encontrarte, estarás más seguro así.

Cita :

La partida de Psamma fue mucho más triste y pesarosa de lo que había supuesto que le representaría su próximo trabajo, en poco menos de una tarde había sido contratado por la mujer más bella del pueblo, más que como cazador de hombres como heroe para recuperar a su hermana, jamás había hecho algo así y las dudas de su había hecho lo correcto aceptando el trabajo empezaron a asaltarle. El constante repiqueteo de la lluvia sobre su capa de viaje ya empapada y los constantes gruñidos quejumbrosos de Kunder que agotado, odiaba moverse bajo la lluvia chapoteando en el fango no hacían nada por solucionar la situación.

Además, ahora tenía la certeza de que él era la presa de alguien o algo no del todo humano si seguía los dictados de su instinto. Si era así como se sentían los hombres a los que cazaba entendía muchas cosas. Se sorprendió más de un par de veces mirando hacia atrás con una mezcla de aprensión y tristeza. La intuición le decía que jamás volvería a Psamma.

Tras tantas horas de camino, tanta lluvia había llegado a estropear el rastro y Kunder por el momento no se podía guiar por su prodigioso olfato, así que en una zona del camino donde unos árboles ofrecían algo de refugio a la incesante y molesta lluvia Adler saltó al fango buscando algo que le fuese de utilidad, si Vanthus Vanderboren había ido hacia Taslutta probablemente se habría refugiado bajo aquellos árboles, pues siguiendo el camino más directo y seguro era la única zona relativamente seca en horas de penosa travesía debajo de aquel incesante chaparrón. Tras unos minutos observando la zona empezó a moverse lentamente por el barrizal examinando cada una de las depresiones en el fango que poco a poco iban desapareciendo. 

Allí hacía relativamente poco que se había detenido un caballo, o eso o iba cargado con el peso de dos personas. Observó unas depresions que podían tratarse de pisadas... Se fijó en una depresión justo debajo de uno de los árboles, era lo suficientemente cóncava como para tratarse de el cuerpo tendido de un humano adulto. Se acercó más y hundió los guantes en el fango, le dolían las manos por la humedad pero con los años casi se había acostumbrado al dolor. Encontró en medio del barro un pendiente de oro femenino.

Examino el terreno a consciencia, buscando pistas...

¿Un pendiente femenino? ¿aqui? vaya... esto es casi esperanzador...

Guardo el pendiente y me siento unos minutos a meditar... así aprovecho para pensar y dejar descansar al pobre Kunder...

Si ha parado aquí, posiblemente será porque no quiere pararse en una casa de postas... normal... pero tendrá que cambiar la montura... mejor seguir... aagg... me duele todo...

Me levanto y me dirijo al caballo.

Kunder... si te atreves y te estás quieto puedes subir... pero tenemos que continuar un poco más...

Subo al caballo, espero la respuesta de Kunder (si quiere subir le ayudo como puedo), y sigo el camino.