Partida Rol por web

Khunder se sentó sobre sus cuartos traseros en señal de protesta por lo que le había propuesto su amo. Tras una mirada inescrutable Khunder empezó a trotar al lado del caballo.

El camino hasta la siguiente casa de postas debería poder hacerse en un par de horas, de noche y con el camino en aquel estado era un suicidio hacerlo en menos de tres horas, a pesar del agotamiento Adler decidió seguir la pista. Espoleó al caballo y tras arrebujarse en la capa de viaje emprendió el camino. No bien habían recorrido unos centenares de metros Khunder se paró un momento y miró hacia atrás. Adler observó como el perro gruñía a algo para luego instantaneamente poner el rabo entre las piernes y empezar una loca carrera camino hacia delante.

Algo estaba en el claro. Una figura extremadamente alta y delgada. Estaba quieta sin hacer el más mínimo intento de protegerse de la constante lluvia. Algún rayo peregrino iluminó la escena lo suficiente como para ver que la silueta debería medir más de dos metros a pesar de permanecer encorvada como si de un viejo se tratara. Levantó la cabeza y pareció usmear el aire y con pasos largos que hacían que se undiesen sus enormes pies. Adler reconoció al hombre alto descrito por la señora Atwori que se acercaba a él con una velocidad inhumana.

Todo mi cuerpo me decía lo mismo... eres un suicida...

Esa noche lo tenía claro. La muerte me acechaba. O quizás era uan broma de los angeles... pero en ese caso seguro que a los dioses les podía hacer gracia... pero a mi no.

Ver a Kunder correr así no era muy buena señal. No se asustaba fácilmente.

Las alternativas eran claras por su ausencia. Pararse ante tal elemento (no debo olvidar que me quemó la alfombrilla solo con pisarla) era malo. Correr hasta la casa de postas no era mejor opción. Pero más lenta y agozante. Seguro.

Si plantaba cara a ese tipo, seguro que la cosa acababa mal. No parecía de los que quisieran hablar. Y, aunque sabía que sí que sabía, en ese momento creí en la posibilidad que ni siquiera supiera.

Un mal asunto vaya.

Así que escogí la peor de las acciones posibles.

Paré. Bajé lentamente del caballo y grité:

¿¿Quien eres y qué demonios quieres de mi??

Lentamente deslicé las manos encima de las armas, sólo para estar preparado.

Todo mi cuerpo me decía lo mismo... eres un suicida...

Probablemente no hacía falta estar preparado. Esa cosa tenía (almenos por la poca información disponible) más pinta de demonio que de hombre. Y alguien así está más que preparado para alguien como yo. Pero si alguien me busca y me encuentra, almenos preguntaré porqué...

Alea jacta est...

En un par de segundos, lo que tardó el cazarrecompensas en bajar del caballo la figura estuvo delante suyo. Escuchó relinchar el caballo presa del pánico, este se encabritó hasta que las manos de Adler no pudieron retenerle y emprendió una loca carrera en medio de la oscuridad para alejarse de la figura que se erguía ante el cazarrecompensas.

Adler trató de ver a través de la capucha empapada pero le fue imposible, quizá fuese la oscuridad de la noche o que la capucha no dejaba ver pasar el más minimo rayo de luna, pero todo lo que llegaba a vislumbrar era un agujero negro que se perdía en las profundidades del tejido.

Una voz cavernosa e inquietate surgió de las profundidades de aquella silueta. Las palabras parecían rasposas como si ellas mismas estuviesen cargadas de malicia. Adler no pudo evitar estremecerse como un chiquillo cuando le escuchó.

Eres... ¿Eres Cornelius Addler el que se gana la vida cazando a otros hombres? 

Después de soltar al caballo, mi cerebro dió la razón a mi cuerpo.

Estoy perdido. Ahora sé que el fin está más cerca de lo que creía... ya no podré retirarme ni comprar la casa de mis padres, ni pasear por esos bosques. Un mal día para decidir cosas...

Quería saber más del tipo, y le miraba fijamente. Si iba a morir, quería saber que era esa cosa. Si iba a morir, tener miedo era lo único que me sobraba. Lo único prescindible... Sin olvidar el escalofrío que me provocó su voz me saqué el miedo de encima como pude, y pregunté:

¿Y a quien quieres cazar tu, que necesitas a un cazarrecompensas? Por cierto... ¡¡aún no me has contestado!!

Esta vez te has pasado de listo Cornelius....

El hedor de la figura le llegó como si se tratase de una bofetada, olía extraño, como a grasa hervida y carne quemada. La voz continuó surgiendo a borbotones como si de una herida abierta surgiese. Lentamente, con pausas, como si la criatura que se escondía tras la capucha -pues Cornelius ya estaba convencido de que no era humano-.

¿Tu... conoces...

conoces...

¿tu conoces a tu padre?

Cita :

Por suerte la lluvia ayudaba a mi frialdad. Estaba convencido que estelas de vapor salian de mi cuerpo empapado, llevandose el poco calor que debía quedar en mi cuerpo mojado y cansado.

¿De qué demonios está hablando este tipo?

Mientras intentaba descubrir algo más de él, sabía que en realidad no le apetecía descubrir nada. Su instinto le decía que no había nada bueno que saber. Pero su tozudez ganaba la partida.

¿Que tiene que ver mi padre en todo esto?¿que tiene que ver contigo? y... ¡¡maldito seas!!... ¡¡DIME quien eres y que quieres!!

Los nervios empezaban a pasar factura.

En los infiernos se reirán de ti Cornelius... por imbécil...

Los gritos de Cornelius no parecían hacer ninguna mella en su interlocutor, ni sus gritos ni la lluvia, parecía ajeno a todo. Tras un silencio acongojante que duró unos minutos Adler volvió a escuchar de nuevo a aquella voz cavernosa.

No...

No estas maduro...

Aún...

Pero lo estarás...

Igual...

Que lo estará...

Tu hermano...

Demasiado...

Humano...

Todavía...

Madurarás...

La voluntad de Cornelius empezaba a extinguirse.

No conseguia respuestas y el tipo solo decía cosas raras que en la mente de Cornelius se estaban transformando en pesadillas incomprensibles.

Empezaba a funcionar esa habilidad cerebral tan útil para los problemas que nos superan, aunque normalmente no se use: el sentido común.

Si aquí solo había opción de morirse y no había respuestas, lo mejor era postergar la reunión hasta haber comido mejor. Medio plato de caldo y un bistec de primera sin tocar en elestomago y en el espíritu, no era una buena forma de morir.

Intentando mantener ocupado a eso, Cornelius empezó a buscar a su caballo, esperando que Kunder hubiera sido más listo que él y ya estuviera bien lejos y a salvo.

Mientras retrocedía, esperando poder marcar un poco más de distancia de eso. Obviamente, que algo que olia a carne hervida le comparase con una manzana para el horno, no le convencía. Pero ya estaba demasiado cerca de la pulmonía y del pánico para seguir aguantando la charla.

Bien... esta cosa no responde a mis preguntas y sigue sin gustarme. Ha llegado el momento de la retirada expeditiva huída...

 E caballo no aparecía por ningún lado, a este paso estaría a medio camino del establo donde lo compró y de Khunder tampoco había ningún rastro. A cada paso hacia atrás que daba Cornelius un paso hacia adelante que daba aquella cosa. Aunque al acercarse la capa de viaje cerrada que llevaba el extraño no se movía, como si debajo no  hubiese absolutamente nada. El extraño extendió un brazo hacia el pecho de Cornelius, al hacerlo la manga se apartó dejando ver un miembro de carne gris y ajada, era imposible decir si aquella mano era de un hombre o de una mujer, Adler solo pudo fijarse en las largas uñas negruzcas y rotas llenas de tierra. Los nudillos de aquello estaban pelados hasta mostrar el hueso pelado al exterior, no había una sola mancha de sangre.

 La garra se acercó sin prisa pero inexorablemente hacia el pecho de Cornelius, con la palma abierta y los dedos maltrechos extendidos.

Ven....

Debes....

Madurar...

Esa mano... me recuerda a un muerto enterrado... y no es muy buena idea eso de que ande... ¡¡¡dioses!!! ¡¡¡porque me habré parado!!!

Cornelius no dejaba de pensar en lo estúpido que había sido. No había ningún motivo racional para pararse. No había nada lógico en esa intención... ahora parecía que el fín estaba más cerca.

Mientras retrocedía pensaba en cómo salir de esta... ¿¿porqué demonios había hecho aquello?? Ahora Kunder debía estar todo lo lejos que podía... aunque estaba cansado siempre sabía sacar fuerzas de cualquier sitio para poder correr un poco más... ¿pero en qué dirección habría ido?

El muerto se acercaba... sólo tenía una manera de poner más terreno por en medio...

Mientras se iba retirando poco a poco, cada vez más rápido, intentó relajarse y se concentró en unas plegarias que le permitían correr más rápido... almenos podría correr por su vida un rato hasta que le atrapasen... aún no era hora de morir. Almenos no quería que lo fuese.

Había sido un estúpido y ahora tocaba intentar recuperar la situación. El tiempo no era importante... sólo la vida. En este caso, SU vida...

Espero que Kunder esté bien y sepa encontrarme...

Cornelius se decidió a huir de allí en aquel mismo momento, su cuerpo se tensó para realizar a toda velocidad los gestos del conjuro que le iba a sacar de allí. Su mente repetía las palabras para no fallar al momento de pronunciarlas pero cuando la primera sílaba salió por su boca aquella cosa se movió.  

Demasiado rápida para alguien vivo. Antes de que Adler pudiera reaccionar la mano grisacea y despellejada de la criatura estaba firmemente sobre su pecho. Solo eso. Con los dedos extendidos y abiertos como si descansara tranquilamente. Un frío empezó a recorrer el pecho de Cornelius y a extenderse hasta sus extremidades. El corazón que antes tamborileaba en el pechos desbocado por el miedo empezó a latir cada vez más lentamente, hasta que sus latidos se volvieron lentos e irregulares. La fuerza abandonó las piernas de Cornelius y cayó al suelo sin fuerzas para moverse.

Aquella cosa se encorvó más de lo humanamente posible hasta que la oscuridad de la capucha estuvo a un palmo de los vidriosos ojos de Adler que se agarraba a la consciendia con todo lo que tenía. De la oscuridad de los ropajes a medida que perdía la visión Adler pareció vislumbrar algo que reptaba y se movía locamente y luego se encogía. 

Ya...

Está...

Ahora...

Vas... a...

Madurar para...

Mayor...

Gloria...

De tu padre...

De lo último que fue consciente el cazarrecompensas era que aquello le cogía de un tobillo y empezaba a arrastrarse por el fango.

Luego oscuridad y nada más importaba ya.

Esto esta oscuro y frío... no me gusta.

No tengo muy claro lo que me ha pasado, pero creo que la cosa esa me pilló...

Te lo dije Cornelius... no era un buen día para tomar decisiones... y menos aún de las arriesgadas...

Bueno... ¿Y ahora qué?

Deberíamos intentar salir... ¿pero donde está la puerta?

Algo me dice que estoy inconsciente... bueno... y volviendome loco... hablo conmigo mismo y en plural... aunque si esa cosa hace lo que creo que quiere hacer, mejor estar inconsciente y loco...

¿Donde demonios está la salida de esta oscuridad?

Primero oscuridad, la nada se fue volviendo poco a poco en consciencia, una consciencia pesada y abotargada que solo daba consciencia de ser pero no de que o quien era. El mundo era un confin oscuro que se ceñía a una voragine de sueños desagradables sin sentido y los latidos al principio irregulares de  un corazón que timidamente parecía volver a vivir.

Cuanto tiempo fue ese su mundo era algo que Cornelius Adler cazarrecompensas no podía decir, era feliz en la oscuridad como una larva que va creciendo en su camino por las entrañas de la madre tierra. La sed, la sed y el hambre fueron aquellos que devolvieron la cordura a la mente de Cornelius Adelr, una sed sofocante que hacía que la lengua pastosa recorriera sin cesar unos labios agrietados y ensangrentados y un hambre que provocaba punzadas de dolor de sus entrañas a modo de protesta. Cuando poco a poco los sentidos de Adler volvieron a ser suyos y su mente reconoció que se sucedía empezó a notar el entorno. Lo primero que notó fue oscuridad completa, cerrada. Ni un atisbo de luz entraba por sus retinas. Luego se percato de que el aire que respiraban sus pulmones trabajosamente era húmedo y sofocante con un inconfundible olor a tierre mojada.

 A pesar de que el olor a humedad y a tierra le abrumaba Cornelius empezó a tantear la zona, se descubrió con los brazos cruzados sobre el pecho e inertes, poco a poco fue recuperando la movilidad y el tacto a medida que la sangre volvía a sus miembros. Lo primero que comprobó era que estaba encerrado en una especie de caja horizontal que le impedía levantarse. Calculó a tientas que debía tener un medio metro de ancho por lo que apenas si podía mover los brazos resiguiendo el contorno de su prisión. También era imposible incorporarse, a pesar de que las fuerzas aunque mermadas por el hambre y la sed habían vuelto el techo le confinaba a unos escasos, calculaba él, treinta centímetros. Nervioso se zarandeó a uno y otro lado tratando de moverse. Tras un crujido algo de tierra húmeda cayó a un lado de su cabeza. De inmediato notó como algo reptante y húmedo reptaba por su mejilla. Gusanos.

Dioses... ¿estoy enterrado vivo?

ya sabía yo que ese tipo no podía traer nada bueno...

¿¿porque demonios no hice caso de mi instinto??

bien... lamentarse no servirá de nada... ahora hay que rezar y esperar que me hayan enterrado a poca profundidad.

Qué hambre tengo... pero no tengo tiempo de pensar en eso ahora...

aaach!! gusanos... qué rábia... Yo soy un Adler, no un Wurm!! malditos los dioses que se rien de mi...

por cierto... esto no va bien... sigues hablando solo...

(presupongo que ese crujido era de un trozo de madera de la caja)

mmm

tengo poco espacio... pero si intento excavar y la superfície no está lejos... aún puedo salir de esta.

aparto los gusanos de mi, como puedo. Intento hacerme con el trozo de madera y empiezo a excavar hacia lo que creo que es arriba (de donde han caído los gusanos, vaya), intentando crear un agujero más grande para que haya más aire y yo poder incorporarme un poco.

Resuelto a no desfallecer, Cornelius trató de apartar el tablón roto como pudo para empezar a excavar una salida. Tras un leve derrumbamiento de tierra que cubrió su cara y le hizo saborear la tierra logró apartar el madero a un lado y empezó a arañar la tierra.

Tratando de no pensar en que no tenía ni idea de la profundidad a la que se hallaba enterrado arrancó pedazos de tierra rodeados de diminutas raices probablemente de algún árbol cercano. A medida que se iba desprendiendo la tierra que lo aprisionaba su espacio para moverse iba diminuyendo progresivamente teniendo que empujar la tierra hacia sus pies para poder seguir. Pronto se quedaría sin espacio. La sensación de ahogo cada vez era más apremiante y en un par de ocasiones pequeños derrumbamientos de tierra amenazaron con acabar o que había empezado aquella cosa de la capucha. Perdida la noción del tiempo lo único que recordaba al cazarrecompensa que seguía vivo era la apremiante sensación de sed y el dolor que sentía en los dedos de uñas rotas y ensangrentadas pues ya nada quedaba de los guantes.

La madre tierra le aprisonaba en todas direcciones y llegó el momento en el que se preguntó si en realidad excavaba en dirección correcta o se hundía más en las entrañas de la oscuridad. A pesar de que su mente seguía luchando su cuerpo se rindió, los brazos no podían levantarse y las pocas fuerzas que le quedaban se desvanecieron. Quedó con los ojos muy abiertos mirando la oscuridad completa que le envolvía como un sudario. Su sudario.