Partida Rol por web

Kanlil cruza por la canaleta ágilmente, sin demasiado esfuerzo.
Al llegar a la alquería kanlil observa como el extraño conjurador no les sigue hasta el cobijo que ofrece el edificio, sino que busca un escondrijo por los alrededores. Un poco preocupado por que pase la noche a la intemperie, Kanlil se acerca despacio donde el conjurador y le hace un gesto con la mano para que le siga, mientras le sonríe amistosamente.

[b]Vamos, amigo, no tengas miedo de compartir con nosotros el refugio. No es buena idea que te quedes aquí fuera…

Forad ojea el terreno buscando algún resquicio donde meter sus huesos. Dubitativo y estorvado por la lluvia no logra ver más que el gesto del joven Kanlil. Su mente está en otro sitio. Pese a la costumbre mecánica de años de experiencia el mantener sus cantos le hace ver todo como entre bruma debido al retraimiento que le exígen.

- El chico parece de fiar, no como el viejo manco. Pero... ¿por qué siento este apego tan familiar hacia el si nunca lo conocí?

Casi sonámbulo, y dirigido por un hilo unido al gesto de Kanlil, Forad comienza a caminar el pequeño cauce. Trastabilla varias veces y, a duras penas, logra mantenerse en pie mientras avanza.

Con las riendas del caballo en mi mano voy subiendo por el extremo del cauce donde el agua va a menos velocidad y es más dificil caerme.

Una vez en la alqueria, espero a que bajen a faldoras y lego llevo al caballo a la caseta que dijo Kanlil.
Una vez en la caseta ato al caballo fuertemente para que no se escape y busco por si hubiera paja o algo de comida para él.

Después le quito las alforjas y me las llevo donde están mis compañeros.

Tras la aparatosa caída de Ankor a mitad de la subida por la canaleta, llegáis a la puerta de la alquería.

Comprobáis todos que la casa, de piedra vista unida con argamasa, tiene una sola planta y chimenea, un horno a unos diez metros en la parte trasera, una caseta de aperos adosada y un corral algo deteriorado por las lluvias a unos 20 metros a la derecha de la casa. Se encuentra en el centro de un campo de un par de hectáreas. El canal pasa cerca del apero, donde Sortien mete al caballo recién adquirido y lo ata por las riendas a un postigo de madera de la pared de la caseta. Sortien, por lo que ves la puerta de la caseta está forzada y supones que vagabundos o los propios vecinos se han llevado todas las herramientas de la granja.

En la primera estancia que hay luego de traspasar la puerta sólo se ve una mesa de madera junto a un par de taburetes rotos de mobiliario. Parece una sala de estar. Dos habitaciones sin puertas se abren al fondo, a la izquierda queda la chimenea y una ventana en buenas condiciones se abre a vuestra izquierda. La puerta de entrada está sacada de sus postigos y apoyada descuidadamente en el hueco de la puerta de la casa. Por la suciedad y los restos de comida que hay desperdigados, diríais que no sois los primeros viajeros en cobijarse aquí.

las otras dos habitaciones menores son un oscuro dormitorio con el suelo de tierra cubierto por paja y otra más pequeña aún con varias estanterías rotas, una especie de alacena, que da a una puerta trasera de la casa bien atrancada. Escucháis a los ratones chillar entre la paja del dormitorio.

Kanlil os presenta a un oscuro grajo que se refugia en las vigas del techo. Os mira en silencio mientras os instaláis bajo sus garras.

Entre Ankor y Sortien depositáis con cuidado a Faldoras cerca de la chimenea.

Forad dirige su mirada al grandullón del grupo. Está empapado y probablemente se resfrie si no entra en calor. Él sabe como hacerlo pero la cabeza le estalla... está tan casado...

Comienza el ciclo de cánticos de cierre mientras observa cual será la mejor estancia para realizar lo que está pensando.

La noche finalmente se abalanza sobre vosotros y os envuelve con un manto de oscuridad y humedad que os cala el alma. El silencio sólo roto por la lluvia que cae como cántaros ahí afuera vence cualquier esfuerzo por comunicaros los unos con los otros. El grajo sigue ahí, silencioso, sin moverse, con los ojos brillantes en la oscuridad. Por la puerta, aparte del repiqueteo de la lluvia, entra una corriente gélida de aire que sale por la ventana, ayudando a enfriar el ambiente de la estancia. Mientras todos dormís en la sala de paja, Kanlil custodia vuestra vigilia. Durante horas lucha con el aburrimiento antes de que decida que es el turno de otro al pie de la ventana.

Después de evaluar la posibilidad de hacer más agradable la estancia Forad decide que no merece la pena el desgaste que le supondría para un beneficio de unos minutos. Si la sala estuviera más cerrada otro gallo cantaría.

Termina sus cánticos y se acerca a Faldoras.

- Ando algo confuso pero me parece que eso es cosa mía y debería terminarlo. - Dice indicando el vendaje provisional que le practicó. - Siento un apego "familiar" con vosotros pero desconozco el origen. - Sus palabras van dirigidas al paciente, pero deja escapar alguna mirada a Ankor y Kanlil.

Después de terminar la cura. Se acurruca en su ricón y comienza de nuevo a murmurar cánticos mientras sus ojos se nublan y entra en una especie de trance onírico.

Sortien es el que ahora se hace cargo de la ventana. Deja transcurrir las horas enfrascado en gratos recuerdos de cuando su familia era la protectora de Sietevalles, de cuando su primo prendió una chispa de esperanza en los valleses, de cuando el mundo parecía una aventura constante, mucho más simple y hermoso, de cuando él era el mejor de una tradición milenaria de espadachines.

Las horas transcurren volando, la lluvia cesa cerca del amanacer, y el viejo manco se sorprende viendo el sol salir por encima de las Cisondas. Seguramente, el descanso adicional que ha dado a Ankor le ayudará a superar su resfriado.

Faldoras
Te encuentras mucho mejor al despertar. Además, te obligas a sobreponerte al dolor y sorprendes a todos tus compañeros al levantarte por tu propio pie trastabilleando y asomarte, junto a Kanlil, por la ventana. Lo que más te duele es saber que el gran pellejo de vino se ha quedado junto con Mordido. Las jaquecas ya te amenazan con aparecer.

Kanlil y Faldoras
Ambos veis con el nublado amanecer cómo una caravana de seis carromatos tirados por dos bueyes cada uno y cargados de sacos, cajas y barriles está ahora cruzando por el camino dirección sur, hacia Puenterriba. Delante y detrás de la caravana, ocho jinetes vigilan celosamente el camino y los alrededores. A la cabeza marcha el Exaltado que conocisteis ayer como Amil Vurong, el que estuvo a punto de decapitar a Faldoras. De momento, pasan de largo ignorándoos.

Sortien
Sospechas que el movimiento de pertrecho y abastos se debe al traslado del cuartel de los Exaltados más al Sur. En tu opinión, a pesar de ser una de las compañías más grandes de Valleverde, su estructura poco jerarquizada, sus recientes bajas y su poca flexibilidad a la hora de enfrentarse a problemas con los lugareños les impedirá a la larga mantener Esquina de Gunjen y Puenterriba en su poder. Su líder, Fel Garadras, debe haber llegado a la misma conclusión que tú y estará terminando de exprimir lo que quede de este territorio antes de abandonarlo.

Todos
La caravana se aleja lo suficiente como para que podáis respirar tranquilos.
Ankor intenta encontrar un rayo de sol en el que secar sus ropas, pero el cielo encapotado no le da ninguna oportunidad. Un sonoro trueno pone fin a las esperanzas de Ankor de secar su ropa. La mañana avanza entre chaparrones y fugaces momentos sin lluvia.
Faldoras respira intranquilo, tanto por la falta de "combustible" como por la posibilidad de que sus agresores escapen inermes.
Kanlil pone al caballero al día respecto a lo que pasó desde que fue dejado inconsciente por el tajo de Amil.
Hoy Forad parece más relajado que ayer. Todavía no os habéis terminado de acostumbrar a su olor acre y a sus intermitentes miradas, ora vacías como los fuertes de los Tigres, ora más penetrantes que el estoque del viejo manco.
Y el grajo sigue acurrucado en las vigas del techo, contemplando vuestras idas y venidas, rascándose ocasionalmente el plumaje, notario involuntario de vuestro encierro.

El murmullo de Forad es brúscamente interrumpido por un rugido que le recuerda cuanto tiempo lleva sin comer algo.

Está bien! busco un buen sitio para descansar

Kanlil, tras comer una de sus raciones de viaje, llena las cantimploras tal como le dice Sortien. Preparado par seguir con el viaje, Kanlil se acerca donde sus compañeros.
Tras revisar su mochila comprueba como perdió unas cuantas flechas en el combate con los exaltados, y no cree conveniente adentrarse en el paso sin una buena cantidad de proyectiles.
[b]Aparte de comprar algo de comida, me gustaría reponer mis flechas en Caminocorto.

Kanlil
Tu Maestro ha mudado de expresión, y debe tener uno de esos dias difíciles, en los que hombres de su alta posición se preocupan por temas demasiado grandes para ellos y se agobian por cuestiones para las que no hay respuestas. Es el momento de invitarle a que te dé una clase de esgrima para llevar su mente a otros derroteros.
Tú sabes bien que se puede ser feliz en la vida sin reparar en esas cuestiones, por eso a veces compadeces al Maestro, tan ocupado en elevadas materias que no es capaz de disfrutar de lo que os rodea, del verde de los helechos, del sol apartando las nubes en el cielo, del canto de las libélulas en su deambular, de las aguas cristalinas de esta poza donde rellenas las cantimploras, de..., de..., ¿qué es eso que hay en el fondo de la poza? Brilla como si fuera metálico...

Kanlil
La poza es de unos seis metros de diámetro, pero parece profunda. Con el brazo no llegas a alcanzar el objeto metálico, que parece una placa o algo así, enterrado entre piedras en el fondo. Crees que con la lanza de Forad Molid podrías llegar sin necesidad de meterte en el agua helada de la poza.

Viendo que no hay intención de partir inmediatamente, tras terminar de afilar la espada, Ankor vuelve a pensar en lo que les espera en el Paso. Ogros... voy a necesitar estar lo mejor posible, es solo un rasguño pero bueno. Ankor se acerca al estanque y comienza a lavarse la herida del día anterior, con cuidado para evitar que vuelva a abrirse. Tras eso se arranca una tira de la camisa, la enjuaga en el estanque, la estruja y finalmente verte parte de su propia saliva sobre ella para despues anudarla alrededor de su muslo.