Partida Rol por web

Cada vez, la voz de Irene es mas apagada, ahora está sudando y le cuesta mantenerse despierta.
- Me duele mucho Lampkin - dice sollozando, se toma como puede los anelgésicos, luego se baja un poco el sweter para dejarte ver la herida y que puedas curarla.

Irene te muestra su herida, está limpia y ya no salía sangre. Examinándola un poco mas de cerca puedes ver como los nervios cercanos a las heridas están inflamados y la piel alrededor se esta poniendo cada vez mas pálida e incluso con tonalidades extrañas. Sabias que todo eso superaba tus pocos conocimientos médicos, la cosa se veía muy fea.

Mientras Irene toma los analgésicos, curo la herida como puedo, para al menos dejarla limpia y tapada, lo suficiente hasta que lleguemos a un hospital o centro de salud.

- ¿Crees que podrás montar en bicicleta, Irene? Creo que es el único medio que tenemos para salir de aquí cuanto antes...
Miro a la muchacha tratando de mostrar entereza, pero la herida tiene mala pinta, y parece provocar algún tipo de infección que se extiende por el cuerpo, similar al aspecto que tenía el tipo que nos atacó.

- Voy a por las bicicletas y a ver que más de utilidad puedo encontrar en la habitación.

Irene cada vez respiraba peor, parecía exhausta. Tenía la mirada perdida y los ojos entrecerrados. Empezó a balbucear como si estuviera hablando en sueños. De repente, como si despertará asustada, te agarró fuertemente el brazo y te miró con los ojos completamente abiertos.
- A-Ayu..da..me - dijo mientras te agarraba tan fuerte que te hacía daño.
Tras decir, a duras penas esa palabra, se desmayó.

Veo atónito como Irene cae desmayada. La dejo lo más delicadamente posible en el suelo, y busco de inmediato todas las toallas y ropas que pueda encontrar. Lo peor que puede pasar ahora es que se quede fría.

Tardo unos minutos en acomodar a mi improvisada compañera en el mejor sitio que puedo encontrar en la sala, escondida por si algún tarado más decide entrar, lo que me da tiempo para pensar en que hacer a continuación.

Lo más lógico sería cojer una de las bicicletas e intentar buscar ayuda, bien llegando a algún hospital o comisaría, bien logrando tener cobertura con el móvil de Irene para llamar por ayuda.

Voy a la habitación y, tras sacar la bicicleta que observo más adecuada, busco entre los demás trastos y herramientas cualquier cosa interesante o de utilidad que pudiera encontar.

Dejas a Irene estirada en un banco tapada con toallas y coges una bicicleta que parece en mejor estado que las demás. El móvil de Irene tiene una raya de cobertura, pero no es demasiado estable en esa zona.

De entre las herramientas, cojo un destornillados y un martillo, y los echo a la mochila. ¡Nunca se sabe cuando pueden hacer falta! Meto el botiquín también en la mochila. Miro a Irene. A ella no le harán falta ahora muchas más medicinas, y prefiero estar preparado.

También cojo una libreta y un par de boligrafos. Arranco una hoja, y escribo una nota en ella: "He ido por ayuda".

Me echo la mochila al hombro, cojo la bicicleta, y voy caminando hasta pasar al lado de Irene. Dejo la nota al lado de su mano, esperando que la vea cuando despierte. Toco su frente, para ver si tiene fiebre. Pero esta fría, aunque respirando pausadamente.

Sin perder más tiempo, salgo del edificio, esperando encontrar ayuda pronto.

Sales con la bici, siguiendo el camino que te trajo hasta aquí. Ahora ya es de día y no hay niebla, pero no logras ver a nadie. No oyes ningún ruido de coche. Sigues avanzando un poco mas y pasas un rompeolas que separa la playa turística y el puerto deportivo. Un punto a lo lejos te llama la atención, para que hay un pequeño yate anclado cerca de la playa, lo que también hace que te fijes que hay unas personas en la playa.

Todo parece vacío y la playa está desértica, sin contarlos a ellos.

Miro el móvil, esperando que mejore la cobertura. Pero está visto que hoy las cosas no salen como debieran. Cuando diviso un grupo de personas en la playa, cerca de un pequeño yate, una sonrisa se me dibuja en la cara.

¡Por fin! ¡Gente! Y pedaleo para llegar hasta ellos, esperando encontrar ayuda y respuestas...

A medida que te acercas ves a 2 chicas y a un chico, van vestidos de playa y al verte pasar extienden los brazos y te gritan, llamando tu atención.

Bajo de mi bicicleta, y camino llevándola a mi lado, bajando hasta la playa donde estan los tres muchachos. ¡Al fin veo a personas! Pero inmediatamente me acuerdo de Irene, y del ataque sufrido, y la alegría de ver más gente se torna precaución. Si algo he aprendido en las últimas horas es que no debo confiarme.

Me acerco hasta ellos y saludo: - Hola...

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Cuando conseguís mantener el precario equilibrio empezáis a ganar velocidad dejando atrás a Liz y a Marcos. Vais avanzando por el paseo marítimo y dejáis atrás la playa, veis delante vuestro el rompeolas y al otro lado el puerto deportivo.

Podéis observar como aquel puerto sigue estando vacío y no se ve ni un alma, en uno de los muelles se puede ver un edificio colorido que parece que es hacía dónde se dirige Lampkin.

No tardamos demasiado en llegar al puerto de nuevo. Hace tiempo que no montaba en bicicleta, pero estaba cogiendole el gusto. Además, el clima era agradable, al igual que la compañía... Pero estaban en mitad de una pesadilla. Y no tenían mucho tiempo.

- Falta poco para llegar, Isabel, y así podras ver por ti misma como está Irene - noto como me da un vuelco el corazón al pensar en mi amiga herida. - El... zombi ese... la mordio en el hombro... No tengo ni idea de medicina, pero no tenía buena pinta.

Acelero el ritmo para llegar cuanto veo el puertoy el edificio donde deje a Irene. - Ya hemos llegado - digo mientras freno y dejo aparcada la bicicleta.

A pesar que había decidido acompañar a Marcos, no dejaba de pensar y preocuparme por mis dos amigos. Una parte de mi corazón se había quedado con ellos.

El puerto, al fin habíamos llegado y un escalofrío recorrió mi espalda al ver la soledad del lugar. Tantas veces que deseaba estar sola, disfrutar de la soledad y al verme en ésta situación, pensaba en como pude desear aquello. El silencio era lo que más me atormentaba, debíamos reunirnos cuanto antes con Liz y Marcos, pero primero debía intentar mejorar el estado de salud de Irene.

Me bajo de la bicicleta, apoyándome en los hombros de Romo y sonríendole como agradecimiento de traerme sana y salva. Suspiro al ver el lugar; mi corazón latía con fuerza y los nervios de apoderaban cada vez mas y más de mi.

-Daré lo mejor de mi, Romo- mi sonrisa es mas amplia y mis manos acomodan la mochila que cargaba -espero que esto no sea como en las películas, que una mordida de esas criaturas...- muerdo mi labio inferior -en fin, miremos que tal se encuentra- comienzo a mirar alrededor en busca del lugar donde se encontraba su amiga -¿Donde se encuentra?

- Está en el edificio del club naútico. Estaba agotada, y apenas podía moverse, por eso no puede traerla conmigo, - me quedo unos segundos pensativo, recordando lo ocurrido hace solo unas horas - espero que esté bien.

Dejo la bicicleta aparcada contra la pared del edificio, y me dirijo con Isabel hasta la puerta. Me fijo en ella mientras caminamos, ya que hasta ahora, apenas si había tenido en cuenta nada más que el objetivo de encontrar ayuda. Es entonces cuando me sorprendo al darme cuenta de que aun lleva sólo el traje de baño. - Por favor, coje mi chaqueta... ¡te vas a helar! - digo quitándome la chaqueta y poniéndosela sobre los hombros. - Creo recordar que en este almacén también había algo de ropa, pero fue todo muy apresurado, no estoy seguro.

Al llegar a la puerta, encontramos el cadaver del tipo... del zombi que atacó a Irene. - Estábamos durmiendo - empiezo a contarle a Isabel en voz queda, - cuando esta...cosa empezó a golpear la puerta para pasar. Por suerte, yo me quede durmiendo apoyado contra ella, asi que me despertó al primer golpe. - Me detengo unos segundos a mirar los restos. - Cuando salimos a explorar, se abalanzó sobre Irene, mordiéndola en el cuello. Logré apartarle, golpeándole con ese palo de escoba - digo señalando los restos ensangrentados de la vara de plástico - pero no se detuvo hasta que le atravesé la cabeza con él.

Recordar lo sucecido hace que el estomago se me rebele... además, llevo casi un día sin probar bocado. Me llevo la mano a las tripas para disimular los leves rugidos de mi cuerpo.

- Luego, volvimos aquí dentro, la ayude en lo que pude, y salí en busca de ayuda. - Miro la puerta medio rota de la entrada al edificio. - ¿Entramos, Isabel?

Cuando llegáis al puerto, podéis ver el cadáver que había descrito Romo en su historia, ilustrando la veracidad de sus palabras. Sin duda se podía apreciar que aquel hombre se encontraba en avanzado estado de descomposición, pues desprendía un asqueroso olor penetrante a muerte.

Entráis al pequeño edificio de una planta, que hay al final del muelle, hasta dónde habíais llegado en bicicleta. La puerta esta bastante rota y entreabierta. Dentro parece haber unos vestuarios..

- ¿Irene? Soy yo, Romo... Traigo ayuda... - entro con cuidado, al ver que la puerta estaba entreabierta (recuerdo haberla dejado cerrada, aunque al estar rota, el viento bien pudo haberla abierto).

Observo como pone su chaqueta encima de mis hombros. Le sonrío como agradecimiento a su gesto -pero solo por un momento, no quiero que pases tú frío- mi sonrisa se amplía más.

Llevo una mano a la nariz al sentir un olor desagradable. Mis ojos se fijan en la criatura que yacía en el suelo, en estado de descomposición. Sentí un poco de nauseas ante aquella escena desagradable, aunque sabía que en mi futura profesión me encontraría con casos difíciles, extremos, pero aún me costaba acostumbrarme a ello.

-Marchemos cuanto antes hacia adentro. Recuerda el medicamento- le digo a Romo al tiempo que comienzo a caminar hacia la puerta. Me sorprendí un poco al ver la puerta abierta -¿La dejaste en éste estado?- mi corazón da un vuelvo, tenía una corazónada, un mal presentimiento.

Pongo un pie dentro del lugar y miro por todo éste, en busca de Irene, pero lo único que veía era ropa en el suelo -¿En que parte exactamente dejaste a Irene, Romo?

- Irene se quedó descansando sobre unos bancos en aquella sala, escondida por si algo ocurría - un mal presentimiento comienza a apoderarse de mi - pero la puerta la deje cerrada, aunque su estado no era muy bueno.

Camino, con Isabel detrás de mi, hasta el lugar donde deje a Irene descansando. - ¿Irene? ¿Estás bien?...