Partida Rol por web

Con ayuda del manojo de llaves, el pícaro Calimero abre la celda donde se encuentra encadenado el tahedorán Amorgos. Está semidesnuda y podeis observar las sutiles curvas de su feminidad*. En la celda no hay más que un pequeño cuenco con agua.

En tu celda aparte de Calimero y Kiwn, tu aprendiz. Entra otro tipo con una armadura de cuero extraña (igual que la de Kiwn) y un saco con algo dentro.

Lejos de alegrarme por ver a mi aprendiz vivo, y aparentemente fuera de peligro, siento una vergüenza tal que en este momento no me importaría estar muerta. Sin fuerzas, tanto por haber perdido en unos segundos la identidad tras la que me protegía, como por el cautiverio, el hambre y la sed, dejo caer la cabeza, escondiéndo mi cara de las miradas de los recién llegados.

Sin embargo, a pesar de todo, en una esquina de mi mente, algo murmura: "ya sabía yo que ese desconocido no era trigo limpio".

A medida que Kiwn se acerca a la reja de la celda empieza a entrever la figura de una mujer, lo cual extraña bastante al muchacho. Creo que aún me dura el susto de las catacumbas...
Se acerca un poco más hasta quedar delante de las cerradura, mientras introduce la llave para liberar al hasta entonces duro y respetado maestro, no puede apartar la mirada de la mujer que desvia su mirada y esconde su rostro. ¿Por qué lo ha ocultado?...Hay mujeres muy fuertes en la orden, como aquella amazona de la que alguna vez han contado historias...
Un resorte suena y la cerradura se abre...
Toma -le dice en voz baja a Calimero, a la vez que le entrega las llaves- dame un par de minutos y empieza con tu espectáculo. Despues, entra en la celda.

Es curioso, pero es como si su autoridad hubiese desaparecido -piensa el joven recordando el duro entrenamiento al que era sometido por Tah Amorgos. Sin embargo, el aprendiz es consciente que la fuerza de un tahedorán no reside en si es hombre o mujer, sino en su espíritu de guerrero, y ese espíritu, es el que Kiwn y sus compañeros necesitan.

Maestro... -dice suavemente, intentando poner la voz más madura que su juventud e inexperiencia le permiten- no tengo una espada digna de su puño, pero le aseguró que encontraré una. Todo tahedorán debe tenerla...y nosotros tenemos mucho uso que darle esta noche. Termina diciendo mientras tiende una mano a la mujer. Vamos maestro

Las palabras de Kiwn me alivian en parte. Pensé que me echaría en cara haber usurpado un puesto que no me corresponde en razón de mi sexo, o que quizá se burlaría de mí. Sin embargo, me trata con suavidad y respeto, mientras me libera de los grilletes.

Sin saber qué decir ni que preguntar, le sonrío con agradecimiento y musito:

- Dame un momento...

Después cojo el tazón de agua y alivio por fin la sed, bebiendo lentamente para no hacerme daño. Nunca tuvo mejor sabor un trago, ni aunque hubiese sido del vino más selecto. Una vez que he apurado hasta la última gota, miro de nuevo a mi aprendiz, indicándole sin palabras que ya estoy listo... digo... lista, para seguirle.

No me pregunto donde me llevan, ni tampoco me importa mucho. Mi carrera en la escuela ha terminado, y eso es como dar por acabada mi vida.

Una vez liberada Amorgos, avanza hacia vosotros el tercer hombre (con un saco a la espalda), lo reconoces de la Academia.

-Estais bien señora? No tenemos tiempo que perder... Estamos en el castillo de Lord Eik y Lord Vordomant, en él creemos que está preso el Gran Maestre y La espada de fuego, nosotros tres nos hemos infiltrado en el castillo y nuestro cometido es volar con esta dinamita - Señala su saco - La puerta principal para que puedan entrar nuestro pequeño ejercito, liderado por el Zemalnit. - Contempla la cara atónita de Amorgos .- Sí, el Zemalnit en persona estará codo con codo por nosotros para luchar por Tramórea!

Luego desenfunda su espada y se la tiende a la mujer.

-Toma... tu brazalete de ocho estrias le dará un mejor uso a mi espada...

Salis de la celda de Amorgos y contemplais un pasillo muy largo, sin guardias, pero lleno de celdas, en algunas hay aún hombres vivos, aunque muy debilitados.

Al fondo hay una puerta.

Rapidamente, digo- Vamos, seguidme, iré abriendo las puertas, vosotros solo tenéis que poneros detrás mías. Si viene alguien, haremos como que nos estabais encerrando a la Señorita y a mí. Venga, cuantos más seamos, mejor. No hay tiempo que perder.

Dicho esto, empiezo a abrir las jaulas, para liberar a todos los prisioneros que aún estén vivos.

Vamos!!

- ¿El Zemalnit todavía está vivo? - la buena noticia, así como el tener un objetivo, y el hecho de que nadie haya hecho ningún comentario respecto a mi secreto, hacen que me sienta algo más animada. Este no es el momento de dejarme llevar por la melancolía, así que mis problemas tendrán que esperar.

El comentario del desconocido me hace suponer que, al fin y al cabo, no tiene relación alguna con los que han atacado la escuela.

- Liberar a todo el mundo ahora no tiene por qué ser una buena idea. Cuanto más tiempo pasemos abriendo puertas, más probabiledades hay de que nos cojan. Y dejar en libertad a personas que no saben luchar, es ponerles en peligro. Creo que es mejor que vayamos directamente a volar la puerta para que pueda entrar el ejército. Luego, cuando ya no dependa de nosotros, y aprovechando la confusión, sí que podemos regresar y liberar al resto de los cautivos.

Parece que estoy dando demasiadas órdenes para alguien a quién acaban de liberar de una celda, así que, un poco avergonzada, hago una pausa y añado:

- Si os parece bien, claro.

Cuando de acaba de hablar Amorgos, Calimero ya había abierto una de las celdas. De ella sale un tipo bastante hecho polvo pero animado al ver que no lo vais a torturar hasta la muerte.

Habeis venido a salvarme! Mil gracias! -Luego empieza a besar la mano de Calimero con unos labios secos como mohamas.

Será mejor que nos demos prisa -dice a los compañeros. Luego, se dirige al hombre que acaba de salir de la celda:
No te entusiasmes amigo y ayudanos a sacar a la gente. Y si te ves con fuerza de luchar, busca algo con lo que defenderte.

Por cierto Maestro, como es posible que nos derrotaran...es decir...estabais practicamente los mejores guerreros a aun así...nos vencieron... -termina de comentar algo afligido-.

- Yo tampoco pensé que fuese tan fácil hacer caer a Udafiun... Estaba el Zemalnith, el gran Maestre, y casi todos los tahedoranes e ibhatantes... Aunque ellos eran muchos. De todos modos, no creo que se tratase de una simple cuestión de número de atacantes, debe haber algo más.

El compungido hombre coje las llaves de las celdas y empieza a abrirlas a toda prisa. -Estamos salvados amigos! Larguémonos de aquí!- Otros hombres más empiezan a salir de las celdas, algunos eran guerreros de la Academia, bastante buenos, pero estaban en pobres condiciones fisicas. Despues de deliberar unos segundos os dice uno:

-Perdonad, pero no creo que seamos muy útiles ahora en estos momentos, no tenemos armas y estamos muy cansados, a algunos de nosotros nos han torturado... Necesitamos comer algo y descansar... por donde habeis entrado al castillo? podriamos recorrer el camino inverso para huir?

Me encojo de hombros ante la pregunta del hombre. Yo tampoco sé por donde debemos ir ahora. Lo que sí sé es que con todo este ruido nos van a oir más temprano que tarde, así que, dirigiéndome a los dos hombres que acompañaban a Kiwn, digo:

- Creo que vosotros sois los únicos que conocéis esto bien. Por favor, guiadnos hasta la puerta antes de que empiecen a llegar los guardias... Deprisa.

Kiwn mira a Calimero y al portador de la dinamita y asiente. En marcha, Será mejor que nos movamos con prudencia, en cuanto descubran que los prisioneros han escapado habra mucho revuelo.

Bueno... No se yo que será más peligroso, si ir a buscar a la guardia directamente, o que vayáis por donde hemos venido. Digamos que el lugar por el que hemos venido no es una opción muy buena, ya que por ahí hay un lagarto gigante, con muy mala leche por cierto. Si os véis muy cansados, os recomendaría que permaneciéseis aquí, y, cuando venga un guardia, lo aplastéis con lo primero que tengáis. O eso, o demostrar que sois autenticos guerreros, y motar una revuelta épica. Nuestra misión se basa en el sigilo, por lo que debemos ir pocos. Creo que vuestra mejor opción es permanecer aquí, así podréis descansar. O también podéis ir a la sala de tortura por la que hemos entrado, aunque si los guardias no os ven, es muy posible que den la voz de alarma. Vosotros veréis, pero depende de lo que hagáis, podéis hacer que nuestra misión fracase o no.

Tras la pequeña charla, digo a los demás- ¿Qué opináis vosotros?

CAlimero tiene razon. Nos hemos tenido que llenar de agua de cloaca hasta la cintura para llegar hasta aqui sin que nos descubran... -Kiwn medita sus palabras siguientes y se dirige al dinamitero- He amigo, quizás tu podrías sacar a esta gente de aqui mientras nos encargamos de la puerta