Partida Rol por web

Un gran temblor sacudió la tierra hace menos de dos lunas, es difícil decirlo cuando la cognisciencia no se encuentra suficientemente desarrollada. Las montañas se retorcieron y los ríos anegaron vastos campos, los prados se convirtieron en lechos de tierra rocosa y yerma, y los ríos se escondieron bajo tierra para no volver a ser vistos. Los últimos tres miembros de tu tribu tuvo que marcharse, encontrar un nuevo hogar. Atravesasteis los límites del territorio conocido esperando que un nuevo hogar surgiera en el camino, para estar todos a salvo. Todos. Pues la tribu debía ser tribu. Uno solo es vulnerable, pero la tribu es fuerte

Avanzaban por una cordillera. Un valle prometedor se extendía hasta casi el próximo horizonte ribeteado de escarpadas montañas. Los homínidos pensaron que tal vez hubiera algun lugar por el que se pudiera acceder con seguridad., y perseguían esta posibilidad cuando se produjo un deslizamiento y los homínidos cayeron cordillera abajo siendo enterrados en tierra y gravilla.

Al despertar Takkar desconocía el tiempo que había ocurrido. Sus labios estaban secos y llenos de polvo, con dificultad y dolor pudo sacar toda la gravilla y tierra de sus orificios hasta dejar de sentir el entumecimiento de su zona occipital. ¿Donde estaban todos? ¿Qué había ocurrido? A su alrededor solo habían enormes piedras pero él había conseguido escurrirse entre ellas

El sol estaba ya muy arriba. Afinó el oído para oír el trino de un zorzal al levantar el vuelo desde una roca cercana, apenas había nada que le indicara qué había a su alrededor. Olisqueó la tierra seca, se encontraba en una ladera de cornisas y aristas escarpadas que caía en pendiente hacia el valle, verde y exuberante tal y como la mitad de la primavera solía prometer.

El sol brillaba en un cielo azul donde se dibujaban la lejana silueta de los buitres que sobrevolaban la región en la que se encontraba. El viento cortaba sus mejillas en aquel lugar rocoso. No había lugar a dudas que su tribu ya no seguía con vida. No había rastro alguno a su alrededor y la soledad le prometía una muerte inminente. 

La cordillera se extendía basta y escarpada, y allá abajo el espesor del follaje prometía varias jornadas hasta la próxima cordillera. Un enorme valle probablemente plagado de vida, tanto o más como aquellas montañas en las que se encontraba.

Aquel lugar le era extraño y desconocido, pero no había otra que superar los miedos que la seguridad de una tribu era capaz de paliar: el miedo a la muerte. Hambre, frío, sueño, enfermedad y depredadores estarían esperando a que el homínido de cabeza llana, sobresalientes arcos ciliares, mandíbula pronunciada y extremidades gruesas bajara la guardia.

La larga marcha a través de las cordilleras era dura, ya que las fuentes de alimento en esa zona eran escasas pero Takkar y los otros tres miembros supervivientes de su tribu, había hecho el acopio suficiente para poder atravesarlas y llegar a una nueva zona donde asentarse: un valle, frondosos bosques, un río lo dividía en dos, una vista digna des de lo alto de la cordillera. 

Takkar estaba al frente del grupo cuando un corrimiento de tierra arrastró a los cuatro cordillera abajo, enterrándolos bajo la montaña. El guerrero despertó sobresaltado, tenía la lanza aferrada en la mano derecha, no la había soltado puesto que la había utilizado para que Kro, el recolector de su tribu se agarrara a él pero no lo consiguió. Takkar olfateó, buscó indicios de Kro y el resto pero no encontró nada, lo más probable es que estuvieran bajo varios metros de piedra y gravilla por lo que Takkar se había quedado solo en esa montaña:-Shhhh-Shu-Shhhh.-emitió para despedirse de su tribu al final. Esos tres sonidos los había aprendido de sus padres y de los mayores de la tribu cuando fallecía algún miembro de la tribu. Se despedían reuniéndose alrededor del fallecido y emitían al unísono esos tres sonidos para despedirse. Takkar lo hizo apoyando las manos en el suelo dado que era el último de su tribu y ahora era su misión el llegar al valle lo más pronto posible. 

Era mediodía, los buitres estaban dando vueltas en lo alto del cielo azul y Takkar sabía que debía ponerse en marcha. Recogió la lanza del suelo, vio que tenía el cuchillo de piedra de su padre y la bolsa de piel de su madre, ambos objetos los había recibido de sus progenitores cuando alcanzó la edad adulta. Se levantó, dio unos pasos y se giró hacia donde estaban enterrados Kro y el resto, se quedó un instante quieto y acto seguido volvió a girar para empezar el descenso hacia el valle. 

La escarpada ladera de la montaña resulta agradablemente familiar, los pies sienten la seguridad del terreno duro, firme y frío; en resquicios y grietas se esconden musgos, líquenes y lagartos que puedes recolectar, con suerte Takka podría encontrar arándanos entre los arbustos espinosos que aquí abundan aunque sean poco fructíferos

Takkar decide no obstante abandonar la larga cordillera de la montaña que rodea el valle para descender varias horas por una ladera que rebosa de arbustos altos y algunos árboles bajos que se encuentran en flor. Avellanos y almendros repartidos por la rocosa dejan paso a gruesos robles de baja altura entre nogales. Un corzo se escurre entre los árboles de madroño cuando apenas has podido adivinar su presencia.

Podría ser relativamente fácil seguirle el rastro, no obstante el corzo advertiría su presencia antes de tener oportunidad de caer sobre él y darle la mortal lanzada. Un animal así podría proporcionarle mucha comida y un buen cuero con el que protegerse del frío. Las sombras se alargan en el bosque que parece acechar a Takkar, sin duda hay varios ojos sobre el ruidoso y extraño forastero.

Una criatura de tamaño pequeño se escurre entre las ramas de los árboles desapareciendo en el follaje, esa clase de alimañas podían ser presa más fácil pero eran criaturas astutas que se escurrirían. La mente cazadora de Takkar buscaba la opción más fácil para alimentarse sin detenerse a pensar aún que en aquel bosque oscuro y sombrío, la presa probablemente era él.

Olía a excrementos entre aquella tierra húmeda cubierta de hojarasca y empezaba a refrescar la brisa que se escurría por el bosque. Un aullido muy lejano sonó en la ladera cuando el sol amenazó con desaparecer por la alta y escarpada cordillera. Takkar llegó a un estanque alimentado por los riachuelos de las montañas que había dejado atrás y se refrescó sacándose el polvo de la garganta, parecía un lugar ideal para dedicarse a rastrear presas de cualquier tipo, su mente no podía asimilar el pensamiento futuro de preparar una trampa a una criatura que viniera a beber. Reconoció huellas de lobos, corzos, ciervos, jabalíes y excrementos de animales más pequeños.

A medida que desciende por la escarpada y cómoda montaña, Takkar recoge un par de lagartos pequeños, les rompe el cuello y los guarda en la bolsa. Unos metros más adelante se acerca a unos arbustos pequeños para recoger arándanos con los que se alimentaría esa noche. 

A medida que avanzaba, el día hacía lo mismo. Atravesó un grupo de avellanos y almendros por los que se movía animales medianos, corzos y ciervos, hasta que llegó hasta un estanque en el que pudo beber agua, descansar un poco y tal vez rastrear y cazar algún animal del que alimentarse. Takkar observó el cielo y sabía que no faltaba mucho tiempo para que anocheciera. Lo primero que debía hacer era buscar un lugar donde poder descansar. Caminó alrededor del estanque y vio una pared natural con forma circular la podría aprovechar para montar un pequeño fuego con el que cocinar los dos lagartos y tendría algo caliente que comer. Recogió unas ramas, cortándolas con el cuchillo, no era igual que si tuviera un hacha por lo que tardó un poco más. Recogió también un poco de musgo, hierba seca y un trozo de corteza de almendro para hacer de cojín para la fogata. 

Con todos esos objetos para su improvisado campamento, Takkar empezó a rastrear qué animales habían en ese bosque. Encontró huellas de lobos, corzos, ciervos, algún jabalí y otros animales pequeños como conejos y ardillas. Takkar sabía que intentar cazar un animal grande él sólo podía no salir como él esperaba pero los beneficios superaban los riesgos en algunas ocasiones y en este caso se decidió por intentar dar caza a un lobo, tal vez la presa más peligrosa a la que se había enfrentado pero el pelaje del lobo le serviría para protegerse del frío mejor que si lo intentara con un corzo o un ciervo. La carne del lobo no sería igual de sabrosa que los otros dos animales pero le serviría igual. 

Encontró unas huellas de lobo que se iban y venían del estanque y parecían recientes por lo que el lobo era posible que hubiera estado allí antes de que llegara Takkar. Buscó un poco más y vio el sendero por el que se movía el lupino y decidió esperar, tenía alimento para esa noche y sabía que el lobo se acercaría en cuanto oliera la carne caliente de los lagartos. Sería en ese momento en el que intentaría matar al lobo para conseguir su pelaje. Sabía en la dirección en la que se encontraba el animal así que cuando encendiera el fuego pondría los lagartos en la dirección del viento para atraer al lobo. 

La temperatura cayó en picado cuando la cordillera privó al valle de la luz del sol, el viento era abanicado por las copas de los árboles provocando mayor frío sobre el estanque. No podía verse nada a través del techo arbóreo, apenas se adivinaba la luz de alguna estrella, el bosque privaba de cualquier luz nocturna y hacía sentir a Takkar desorientado e incómodo.

Las huellas del lobo no eran recientes y por la cantidad de riachuelos y la facilidad de encontrar agua era muy probable que ese lobo pudiera estar en cualquier lado. Una serie de aullidos segaron la noche, por supuesto, no había solo un lobo. Debía ser todo un clan y esa noche iban de caza.

El cuchillo resultó muy útil para atrapar lagartos verdes y jugosos, algunas bayas arrancadas de los espinos y un hámster que se resistía a salir de su pequeña madriguera. Había rellenado su bolsa con varias alimañas y bayas para comer.

Takkar siguió el rastro al clan de lobos, un solo lobo requería de una lanzada muy certera para ser abatido y solo un cazador de músculos potentes podía acabar con él. Había que ahuyentar a la manada y dejarle solo para rodearle y agostarle, Takkar estaba solo pero era posible hacerlo y en su desesperada situación pensó que no le quedaba otra que apostarlo todo, o tal vez pudiera rastrear en busca de presas más pequeñas

Aún y así la noche no era adecuada para los neanderthales, la noche pertenecía al lobo. Criaturas invisibles se movían aquí y allá escurriéndose de la vista de Takkar, el bosque protegía a sus hijos con sombras y tragándose los sonidos, en las laderas montañosas solo vencía el músculo y el sudor.

Demasiado tarde para volver a las faldas de la montaña, debía estar a más de diez leguas de donde despertó. Tras la búsqueda infructuosa de los lobos pero con una bolsa de comida llena debía descansar o forzar su cuerpo toda la noche para perseguir aquel codiciado trofeo. Era ya hasta demasiado tarde para encender un buen fuego que durara toda la noche, tendría que dormir al raso o seguir en busca de un lugar mejor.

La noche llego antes de lo que Takkar hubiera querido. El rastro de la manada de lobos y pensó que podría darles caza y lograr su objetivo pero su instinto le decía que no era el momento. Entró en conflicto un instante, lo suficiente para que la noche se le echara encima. Volvió a su pequeño refugio improvisado y encendió una pequeña fogata para calentar los lagartos y comer algo caliente dado que la noche era fría y estaría caliente lo que durara la fogata. 

Mientras comía pensó en el por qué eligió el lobo. Su tribu creía en la fuerza de la naturaleza y pensó que el lobo era un animal magnífico, tanto en solitario como en manada. Al cazar al lobo adquiriría su fuerza y su energía para ser un mejor Guerrero y un mejor cazador. 

Allí se encontraba Takkar, en una zona nueva llena de vida y de nuevas experiencias. El bosque era vida y muerte al mismo tiempo, le ofrecía el sustento necesario aunque no cazara una criatura de gran tamaño pero también podía ser un lugar despiadado, aunque no le atacara un animal. La oscuridad del bosque engullía toda luz, al menos en la zona en la que se encontraba. Al menos la tenue luz de la llamas de la improvisada fogata le ofrecía calor y consuelo. La fogata le evocaba recuerdos recientemente perdidos de su tribu. Su tribu, su familia había sido eliminada por un ataque de dientes de sable y por eso tuvieron que huir de las montañas y Takkar acabo en ese nuevo lugar. 

Ahora tenía una nueva oportunidad de formar una tribu o formar parte de una nueva si encontraba a alguien más en ese bosque. La noche iba pasando y Takkar decidió dormir para recuperar energías y a la mañana siguiente seguiría su marcha. Si tenía oportunidad daría caza a su presa en su camino. 

Takkar dedicó varios días a conocer la zona en la que se había asentado. Era un bosque húmedo, varios riachuelos caían de la montaña y confluían en multitud de fuentes, manantiales y estanques de varios tamaños enterrados en la frondosidad de aquel bosque. El bosque estaba lleno de vida: frutos, pequeños animales, raíces, huevos. Para Takkar fue fácil alimentarse durante unos pocos días, pero los ruidos le tenían en constante tensión aunque se había ido acostumbrando, identificando ya el andar huidizo de los jabalíes al verse sorprendidos por el homínido en sus tareas de recolección.

No obstante las noches eran frías y muy húmedas. La leña siempre se apagaba. Se despertaba con picaduras de araña por las mañanas. Había encontrado un lugar cerca del manantial donde, a pesar de haber más telarañas, aquel tipo de arañas no bajaba nunca y mantenían apartados a los mosquitos. De no ser por la humedad y la soledad aquel bosque podía terminar convirtiéndose en su hogar.

Había encontrado rastros de varias presas en aquel bosque: tejones, garduñas, martas y ginetas, pequeños mamíferos abundaban y en menor medida había encontrado el rastro de una piara de jabalíes que podían ser una buena presa si tenía suerte de no tener un desgraciado accidente.

El rastro de los lobos se dirigía hacia el este, había encontrado aquellos días diversos rastros que le guiaban en esa dirección donde el bosque se hacía muy disperso de olivos y encinas que se repartían por altas colinas, aunque no había llegado a explorarlas puesto que siempre llegaba hasta ellas cansado y hambriento.

A cinco leguas al norte se encontraba la montaña de la que había descendido, quizá hubiera encontrado una cueva más confortable que el lecho del bosque pero seguro que no hubiera sido tan rica en recursos. Unas cuatro leguas hacia el sur el bosque desaparecía e iniciaba una vasta llanura que se perdía en cambios de altura de pequeñas lomas y densos zarzales. Y por último hacia el oeste el bosque se hacía más frondoso y los riachuelos se unían siguiendo aquella dirección.

Antes de que el brillo del sol ilumine el cielo, justo cuando las estrellas ya se desdibujan en el cielo es cuando se intensifican los quejidos y gruñidos de las últimas alimañas nocturnas retirándose a sus madrigueras y cubiles, huyendo de la luz del sol. La mañana resulta extraordinariamente prometedora.

El gorjeo de los mirlos en un zarzal cercano aviva los sentidos que se entumecen de nuevo al ver el cielo aún oscuro. Clarea despacio, el viento sopla fuerte, ha estado soplando en los últimos días empeorando el confort del valle. Cuando el sol ya roza con su rayo la cordillera de las montañas Takkar decide ponerse en marcha aquel nuevo día, en que todo podría ser diferente

Los días transcurren lentos mientras Takkar se adapta a su nuevo territorio. La recolección de víveres no supone mucha dificultad para el homínido excepto por, tal vez, el huir de los jabalíes y otros animales al verle y destruir todo a su paso. Takkar encontró un buen sitio para montar su pequeño campamento y a pesar de los insectos dormía la mayor parte de las noches. 

Seguía rastreando a la manada de lobos y todo parecía indicar que iban al este y Takkar se planteaba ir en su búsqueda. Al norte, su antigua vida le observaba des de lo alto de la montaña. Al sur un nuevo mundo por explorar y tal vez descubrir más cómo él. La noche anterior fue fría y, junto a la humedad, los fuegos que Takkar encendía se apagaban poco después de dormirse y pasaba mucho frío. Con la mañana del nuevo día, acompañada de un viento bastante fuerte, Takkar se alimentó de lo que había reservado antes de volver a llenar su bolsa con lo que pueda encontrar y tomar la decisión de rastrear una presa algo más fácil y cercana para obtener pieles con las que protegerse del frío del bosque. Decide ir en busca de un jabalí y además podría obtener una buena fuente de alimento. 

Takkar recorrió el bosque conocido. Daba por bueno el lugar del manantial que había escogido y sabía que abundaban los huevos de pájaro así que se dedicó a recorrer los nidos. Pero los depredadores nocturnos también merodeaban por allí y un nido que no estuviera lo suficientemente escondido era presa también fácil. Los nidos a los que acudía Takkar estaban más que desvalijados y ni siquiera los pajarillos que anteriormente hubieran cuidado de ellos se encontraban ya allí.

Dos veces se cruzó Takkar con un ciervo, aunque bien sabía que debían ser toda una manada. Pero tan solo conseguía verles la sombra y siempre le detectaban antes de que él pudiera verles, tan solo alcanzaba a escuchar el trote de las pezuñas y los arbustos escurrirse.

Las mejores hierbas y bayas ya estaban arrancadas, encontró en un par de árboles las garras de un glotón y los excrementos de garduña. Seguro que no le sería difícil encontrar una madriguera de una de estas pequeñas alimañas y arrancarla de la seguridad de su hogar con su lanza. Pero ¿Qué conseguiría? Carne, como mínimo.

Entre el acebo de la región norte rebuscó el excremento seco, y hacia el oeste las zonas más enfangadas junto a los manantiales revelaban la presencia de jabalíes. Ya había pasado días viendo rastros de aquellas bestias. Eran duras y peligrosas, no solían huir si recibían la primera herida y arremetían con fiereza y fuerza letal. Pero un solo ejemplar representaba mucha carne, muchísima carne. Podría alimentarse sobradamente y hacer espetos para llevar comida.

Si podía curtir la piel podría protegerse del frío aún sin fuego, del pellejo podía sacar grasa para lámparas, se consumía rápido pero podía ayudarle a encender una hoguera si luego tenía leña suficiente para mantenerla encendida, e incluso sus huesos estaban llenos de tuétano grasiento.

El viento soplaba cada vez más fuerte y las copas de los nogales se mecían allí junto al arroyo donde Takkar se había detenido a descansar y refrescarse. No había conseguido comida, pero conocía el lugar donde se encontraban esos jabalíes. Las raíces desenterradas que él debía haber consumido delataban a los porcinos muy muy cerca.

El rastreo de las presas era una tarea fácil para el guerrero Takkar pero la caza era otro cantar para él. Tras unas horas de rastreo y avanzar por el frondoso bosque, se cruzó con algún ciervo y cada vez que veía la sombra de la manada, lo siguiente que escuchaba era el trota de los mismos al huir de Takkar.

La zona en la que se encontraba estaba repleta de pequeños animales que le proporcionarían la comida que necesitaba pero su objetivo, el jabalí le proporcionaría el pelaje que necesitaba para protegerse del frío nocturno bosque cuando la fogata se apagara. 

Pasado un tiempo encontró el rastro de su presa, unos excrementos de jabalíes, al menos una pareja y algunos jabatos, por las huellas que habían alrededor de los excrementos. El sol estaba alcanzando el punto más alto lo que indicaba que el mediodía había llegado y debía arriesgarse un poco para alcanzar a los jabalíes. Siguió observando i vio las marcas de los colmillos de los jabalíes y raíces desenterradas lo que le indicaban a Takkar que los jabalíes estaban muy cerca. 

Agachó su postura y avanzó lentamente hasta que vio a los jabalíes y se preparó con la lanza en mano pero en el momento en que se preparó partió una rama con el pie, en ese momento Takkar se quedó totalmente inmóvil y esperó a ver la reacción de los jabalíes que por el momento permanecían allí, observando el bosque. Takkar sabía que tenía una o dos oportunidades de dar alcance a los jabalíes y tal vez asestar un golpe mortal a uno de ellos y cumplir con su objetivo. 

Tal vez fuera por entusiasmo, ansiedad, cansancio pero al emprender el primer asalto contra los jabalíes, éstos salieron corriendo al ver al guerrero, por lo que Takkar se esforzó en intentar darles alcance una segunda vez pero con el mismo resultado que la primera vez. Tras ese segundo intento y ver correr a lo jabalíes, Takkar entendió que ese día no obtendría lo que quería. 

Takkar sintió bastante regocijo al encontrar a los jabalíes y al mismo tiempo observó sus carencias cuando éstos huyeron. Aún habiendo sido suficientemente sigiloso o suficientemente atlético, ¿Podría haber conseguido ser rival si uno de ellos se hubiera encarado? Tal como él pensaba aquella piel gruesa, grasa y robusta le podía proporcionar buena protección. No es que estuviera falto de alimento, y por eso era que Takkar buscaba una presa con la que obtener buena piel para protegerse.

Para cazar al ciervo debía ser mucho más sigiloso que el lobo, para el jabalí debía ser fuerte como el oso, y para los grandes depredadores debía estar dispuesto a morir si es que pretendía cazar él solo. Podía volver a intentarlo, no había estado tan lejos de cazar uno de esos porcinos pero sí había gastado bastantes leguas de viaje. 

Quizá podría aprovechar y viajar más allá del bosque que había conocido. Aunque aquel bosque ya se le antojaba agradablemente familiar, era del todo improbable que su soledad se aliviara solo con quedarse allí. Con el atardecer montones de murciélagos bajaron de las cuevas de las montañas en busca de los insectos del bosque, la luz se estaba yendo aunque aún quedaban varias horas de claridad que podía aprovechar para diversos menesteres.

El bosque estaba relativamente en silencio y las flores de luna se abrían dejando que un agradable aroma embriagara la tierra algo reseca. Las flores y plantas se abrían a la noche, era probable que la siguiente semana lloviera, será entonces un mal momento para cazar pero no valía la pena pensar en la dicha del mañana habiendo tantas cosas que hacer aún en el día de hoy.

Tras ver que capturar un jabalí iba a ser imposible, Takkar decidió intentar conseguir algo de comer antes de que la noche llegara pero hoy no era su día. La zona en la que se encontraba no había nada que llevarse a la boca y no podía ver si aparecería otra oportunidad contra los jabalíes. Así que emprendió el camino de regreso a su refugio y al menos pasaría la noche en un lugar conocido. 

Durante el camino pudo observar cómo las flores de luna se habrían a medida que se acercaba el anochecer así que le quedaba poco tiempo antes de que la noche lo alcanzara. 

La noche cae de forma brusca y rápida con un descenso brutal de la temperatura a la que nada ayuda aquel viento inclemente. Las estrellas no pueden verse pero a pesar que el cielo no está tan despejado y hay muchísima menos luz, la sombra de los árboles y el ruido al mecerse el viento no resulta tan amenazador como pudiera parecerle al principio. No obstante y aunque reconocía ya la mayor parte de los sonidos del bosque no podía evitar mantenerse en alerta y tensión en cada uno de sus movimientos. Estaba cansado y hambriento, hacía frío y estaba solo. Si al menos pudiera haber atrapado ese jabalí ahora podría cubrirse con sus pieles, comer su abundante carne y empezar a deshacer su grasa para tener lámparas y antorchas fáciles de encender con un poco de leña

Takkar se arremolinó junto al manantial que encontrara la vez primera. Los aullidos de los lobos se escuchaban muy cerca, la manada de lobos debía estar en el bosque. Aquello era una mala señal, si le encontraban sin duda lo tendría muy pero que muy mal para sobrevivir a un ataque. Se acuclilló en su nido de musgo y hojas secas, esperando que la noche pasara rápido y su cuerpo se encontrara revitalizado, ajeno a que uno de los lupinos había bajado al manantial a beber encontrando aquel bocadito de carne temblorosa y desnuda encogida entre las raíces de un árbol.

El lobo se agazapó, seguro de sí mismo de no necesitar a la manada para dar muerte a aquel bichito, era enorme, un metro de altura hasta la cruz lo cual resultaba descomunal para el pequeño, enjuto aunque desproporcionadamente musculoso homínido. La sorpresa fue enorme cuando justo entre sus pieles ajadas notó unos colmillos morderle arrastrándole fuera de su cubil.

El enorme lobo tiraba de Takkar con fiereza, lanzando dentelladas que se clavaban en su carne y sus brazos, sin respiro ni piedad aquel lobo había venido a matar a Takkar. La sangre ya podía olerse aunque eran solo rasguños y heridas superficiales, en aquel momento los instintos más primarios de Takkar se despertaban y todos sus ancestros se reunieron en su memoria para sobrevivir a aquel ataque.

La noche alcanza el bosque y Takkar tiene dificultades para llegar a su refugio al lado del manantial. El guerrero se lamentaba de no haber podido cazar el jabalí por que esa noche le iría muy bien. soledad, frío, hambruna, un terreno hinóspito y en medio de la oscuridad, Takkar empezaba a preguntarse si no debería haber muerto con el resto de su tribu en la ladera de la montaña. así al menos no estaría solo. 

el guerrero homínido alcanzó su refugio y se arrebujó en él con la esperanza de dormir un poco y que la noche pasara veloz apara que el calor del sol le ayudara pero a Takkar esa noche no iba a dormirla y menos aún pasarla tranquila. Poco después de que Takkar llegara a su refugio un lobo se acercó al manantial a beber, alejado de su manada, y encontró al guerrero en su refugio. El lupino animal se acercó a Takkar, lentamente, las garras implacables como el acero, el pelo como el azabache, los ojos ensangrentados. El lobo olfatea saboreando el olor del inminente bocado y se acerca cada vez más pero Takkar se mantiene tranquilo.

No le sobrecoge el temor, simplemente es más consciente de todo cuanto le rodea, el frío llenando sus pulmones, los arboles, mecidos por el viento, se estrellan contra la apremiante noche. El lobo tantea a su presa con pequeños mordiscos y tirones para intentar sacar a Takkar de su guarida. La sangre empieza a fluir por las heridas en la pierna del guerrero y entonces Takkar tomó la iniciativa. Desde donde se encontraba, siendo arrastrado por el lobo, intentó una lanzada para atravesar el costado del lobo pero erró el ataque con lo que dejó al descubierto su flanco, dando una oportunidad al lobo para abalanzarse sobre él. 

El lobo se echa hacia atrás. Ladra fieramente mientras Takkar se pone en pie y  el lobo salta sobre sus patas traseras tratando de intimidar al neandertal al comprender que, pese a lo letal de su mordisco no ha sido capaz de herir al pequeño cachorro de hombre que Takkar es. Será un hueso más duro de roer de lo que él se pensaba.

Lanza varios aullidos y gruñidos, y por fin desde algún lugar del bosque es respondido. El resto de lobos persigue el ruido de la cacería de este oscuro e impávido lobo que en uno de los aspavientos de Takkar con la lanza, se arroja temerario contra el brazo del aspirante a guerrero, pero pese a llevarse algún mordisco, Takkar le mantiene raya con varios pinchazos dolorosos que le hacen aullar una y otra vez retirándose cada vez más, dejando terreno al armado neandertal

Puede que Takkar tenga alguna ventaja dado que los aullidos de los lobos se escuchan lejanos, por ahora el combate se sigue desarrollando entre el animal y él. Si consigue acabar rápido con el depredador, tal vez pueda apartarse a un lugar seguro y reclamar su presa por la mañana cuando los lobos se hayan ido.

Ahora Takkar empezaba a impacientarse, si el enfrentamiento contra el lobo se alargaba, el resto de la manada los alcanzaría a ambos y entonces Takkar si estaría en graves problemas. El oscuro animal lanzaba dentelladas a diestro  siniestro pero la piel curtida de Takkar impedía que los daños fueran peores pero era cuestión de tiempo que empezara a sufrir graves heridas. 

Takkar empezóa  gruñir y mostrar sus dientes hacia el lobo, era un gesto que bien podría haber sido fatídico de no ser por la presencia de la lanza que al menos, mantenía alejada a la bestia. El guerrero volvió a intentar atacar al lupino animal pero éste era más rápido que el homínido y veía mejor que él en la oscuridad por lo que pudo esquivarle a tiempo. 

Mientras el lobo sigue ladrando y aullando los sonidos de maleza cada vez suenan más cercanos, la sorpresa es especialmente mayor para Takkar quien tiene que retroceder un par de pasos asustado por la aparición de un hombre con una piedra gorda entre sus manos, balanceándola torpe frente a su cabeza y lanzándose contra el lobo.

Lobo y hombre caen al suelo cuando éste último intenta golpear al lobo con la piedra, se produce un quejido animal mientras el hombre se levanta con un gañido recuperando exactamente la misma piedra que se le ha resbalado entre las manos. No parece tener nada peculiar, de hecho no está ni afilada, solo un montón de aristas de haberla picado en un intento fallido de torpe talla.

Sin embargo la embestida ha tenido efecto, y el lobo se levanta renqueante y cojeando de una pata. Enseña sus dientes, un poco menos dispuesto a atacar. Lanza un largo aullido y se acuclilla mientras, ahora en inferioridad numérica, solo puede ver como es asaltado una y otra vez por los dos hombres.