Partida Rol por web

Ha sido un combate furioso pero los Compañeros han despachado a la mayoría de los mercenarios. Solamente un par parecen resistir de la docena original. Así que apretando los dientes nuestros heroes saltan una vez más a la refriega en esta larga noche.

Desesperados los matones miran a los heroes frente a ellos. ¿Atacar al montaignes o al castellano que se defienden con dos armas? ¿Al eiseno que los espera pistola en mano? ¿Al castellano que parece malherido?

Finalmente les parece que Rodrigo será una victima más facil y se lanzan contra él. Resulta ser un error pues el de Gallegos para con facilidad sus ataques como quien aparta un insecto molesto.

Caen los últimos mercenarios y empezais a avanzar hacia el pozo cuando os percatais que el ruido de la batalla ha disminuido. El cuado de la Compañía del que os separasteis ha quedado completamente rodeado por los Perros de la Guerra. Pero como mínimo han logrado atraer su atención y nadie parece reparar demasiado en vosotros o algunos pocos rezagados y heridos más.

Veis como contra todo pronóstico vuestro Capitán sigue en pie cubierto de sangre pero agarrando el estoque. Su mirada le traiciona un segundo mientras os mira como deseandoos la mejor ventura. Y en un gesto de supremo sacrificio decide atraer sobre él la atención del enemigo: soltando su espada y extendiendo las manos en señal de muda rendición.

Por un momento hasta vosotros os sentiis tentados de parar ante tal espectaculo. Delgado, demacrado, vencido pero honrado Don Isidro. Corpulento, poderoso y terrible von Lüdlow. Ambas figuras parecen fundirse en un abrazo, la ilusión solo traicionada por el espasmo cuando la espada del eiseno asoma por la espalda de Don Isidro.

Y así, traicionado pero logrando con su muerte daros unos segundos de ventaja, traspasa el siempre noble y valiente Capitán.

Escucho como Schmarre me da la orden de acabar con la vida del hombre, con lo cual paso mi espada por su cuello, acabando de la forma más rápida con su vida.

No lo hacía por la orden, si no por que ese hombre ya estaba muerto y no valía la pena que sufriera, era mejor morir con el honor de haber combatido.

No necesito esas ordenes, sé combatir de sobra.

Digo con un tono sobrio, al tiempo que sigo avanzando contra nuestros siguientes enemigos.

Schmarre sonrie con una sonrisa de dientes picados y amarillentos. Sabía que eras de los nuestros, luego ya volveremos a rebuscarle las muelas de oro. Y haciendo un gesto hacia el pequeño grupo que parece estar escapando dice Vayamos a por esos cuando un soldado le llama la atención sobre lo que ocurre en el centro de la plaza donde von Lüdlow apuñala al que parece ser el mandamás castellano Schmarre se encoje de hombros Bah, todos acabaran igual

Enloquecidos por la sed de sangre el resto de mercenarios rien, casi dirias que ladran, mientras se lanzan a la persecución.

Hans apreta el puño alrededor del mango de la espada y la segunda pistola mientras llega el primero al pozo. Ois todos su grito airado Shaise! La cubierta del pozo está cerrada con una reja sujeta por tres recios candados. El eiseno empieza a forcejear con uno de ellos desesperado.

Gruesos churretones, lagrimas quien sabe si de miedo o tristeza, corren por las mejillas tiznadas del joven rapaz al que escortais. El muchacho no se ha separado de vuestro grupo y os ha seguido con los dientes apretados a través de la carnicería del patio hasta el pozo. Pero cuando ya os creiais a salvo le ois gritar, mitad advertencia mitad terror. Una decena larga de mercenarios se han separado del grupo principal y os persiguen sin haber caido en la última treta de Don Isidro. Junto a ellos corren una recia mujer eisena y un hombre con un inmenso zweihander que parecen ser los que están al mando.

¡Signori! ¡Piu stronzi lá!

Y nervioso el pequeño raterillo se pone frenético a tratar de abrir otra de las cerraduras.

El disparo de Alvaro dió en el candado y aunque lo melló de forma perceptible el duro instrumento de metal siguió en su sitio retenieno la reja que se interponía entre los heroes y la via de escape.

Hans siguió el ejemplo de Alvaro y disparó su última pistola contra el candado que tenía frente a él. Obtuvo unos resultados similares a Alvaro y maldijo por lo bajo descartando el arma ahora ya inutil mientras se volvía para encarar a los eisenos que iban a caer sobre vosotros en breves instantes.

No podia ser que el cruel destino ahora se riese de nosotros, habiamos resuelto todas las tortuosas pruebas que sadicamente habia ido colocando en nuestro camino y cuando estabamos a un paso de la salvacion , tres miseros candados nos frenan de golpe
sort maudit, je crache sur vous saco una de las pistolas que me quedan y apunto a un candado de los dañados y aprieto el gatillo a la vez que de mis labios sale una oracion pidiendo el auxilio de notre Dame
Nunca me cansare del olor de la polvora cuando la enciende la mecha....
Automaticamente suelto la pistola y agarrando de nuevo el main gauche me encaro a los puercos eisenos que vienen a busscar su libra de carne
Venez les chiens qui ont un os en acier pour vous

¡CLANG! suena el candado, ya dañado por Álvaro, al ser golpeado por el disparo certero de Pierre. El disparo del montaignés ha hecho saltar limpiamente el cierre y la pieza de metal cae al suelo con un ruido metálico. Solo dos candados, uno de ellos dañado y el otro con el que se está entreteniendo el pequeño Michellangelo, sujetan ahora ya la reja.

Lamentablemente las dos escuadras de eisenos y sus amenazadores lideres están a punto de caeros encima.

Al llegar al pozo y ver la reja Rodrigo no puede evitar maldecir por lo bajo.

Demasiado bien iban las cosas.

No había uno, si no tres, tres malditos candados cerrandoles el paso hacia su salvación y futura venganza. Mientras sus compañeros de armas morian para darles una oportunidad. Sus hermanos disparaban contra los candados tratando de abrirlos, aunque parecian de buena calidad ya que sólo lograban mellarlos.  Y mientras esos perros eisenos, con perdón de Hans, volvían a la carga contra ellos.

Rodrigo desenfundó su pistola. Miró a los candados que quedaban y apuntó.

Uno menos no va a ser ninguna diferencia si el mocoso no logra abrir el suyo.

Se giró al grupo de eisenos y apuntó al que parecia el lider.

Aunque mate a uno no va ser ninguna diferencia, y podemos con ellos.

Se giró de nuevo y apuntó al comandante de los Hunde von Krieg. El cual acababa de matar a su propio capitán el cual se había rendido, dejando de lado su honor de muerte en batalla sólo para darles una oportunidad de salir de allí. El comandante eiseno que había matado como a un perro a uno de los mejores hombres que había conocido nunca.
Estiró el cuello a los lados un poco mientras apuntaba.

Es el tiro que menos nos sirve. Pero es el único que pienso hacer hideputa.

No obstante el disparo tan sólo sirvió para rozarle la armadura. Ya que no fue al corazón que quería alcanzar. Así que afianzó los pies, aferró con más fuerza su espada, y esperó el embite de los eisenos.

Venga. Venid a ver como mueren los valientes si tenéis cojones.

En pie, como los heroes de antaño, así es como recibiis con las espaldas contra el pozo la carga eisena. Solo Michellangelo permanece de espaldas quien sabe si concentrandose en el candado para despejar el miedo.

Frente a nuestros heroes una turba de mercenarios de los Perros de la Guerra capitaneados por dos figuras que destacan sobre el resto. Una alta eisena armada con uno de esos brutales guanteletes que llaman panzerhand. A su lado un hombre de villanesco aspecto con el rostro surcado de cicatrices y que porta un inmenso zweihander, mientras se acerca veis como vocifera ordenes soltando un chorro de saliva y lo que parecen insultos mientras sujeta el espadón hacia atrás como si se dispusiera a barreros con él.

Durante un momento el mundo parece contener el aliento y el tiempo ralentizarse, ambos bandos se estudian mientras se abalanzan unos contra otros arma en mano. 

Tal calma apenas dura un segundo.

Empieza la batalla.

aqui estamos otra vez, preparados para recibir el envite de estos traidores eisenos y sin saber si podremos aguantarlo o sobrevivir, pero eso no significa que no les plantemos cara o les demostremos como nos las gastamos en la compañia Toison y lo que tenemos claro es que lo van a lamentar y sufrir

amis là-bas la mort vient et me veut danser. Je pense recevoir un câlin et un sourire, partenaire et je prendrai quelques-uns de ces cochons, dites-vous?*

en mi cara aparece una amplia sonrisa, al ver como mis tres hermanos  asienten con la cabeza, hoy va a ser un dia glorioso y sera recordada, asi que tomamos posiciones mientras vemos como cargar con sus enormes espadas, observo como tanto Alvaro como Rodrigo se ponen en posicion defensiva, esperando la acometida inicial, asi que por mi cabeza se cocina una ides, me pongo tambien en posicion defensiva, creando asi la ilusion que el golpe inicial de los eisenos va aser facil y esa es mi intencion.

cuan el espadon empieza a descender sobre mi, veo como el maton relaja su guardia por que no espera reaccion alguna por mi parte y eso es su perdicion, con un movimiento rapido con el main gauche, le hago un profundo corte en la altura del sobaco que hace que no pueda sujetar con fuerza su arma y en ese momento le clavo la espada en el pecho, para acabar con su deleznable vida

puede que el infierno nos reclame esta noche, pero mientras haya luz pienso disfrutar de este alegre y concurrido cotillon, quien quiere bailar conmigo?

El primer matón que dió un paso hacia adelante para atacar fue recibido por Pierre. La invitación a bailer el minué del montaignés acabó con el mercenario eiseno retornciendose en el suelo. Aún así esto no hace si no encender la furia de sus camaradas quienes han visto ya como los heroes despachaban sin piedad a una docena larga de los Perros de la Guerra. Con inmensa furia caen sobre el montaignes. Las cinco espadas buscan su corazón y desesperado Pierre desvia la primera con su daga, esquiva con un paso lateral la segunda y trata de levantar la espada frente a la tercera....

El otro grupo de mercenarios se abalanza sobre Rodrigo sus golpes son también furiosos pero el castellano, entrenado en una de las mejores escuelas de esgrima de su tierra salta a la defensa.