Partida Rol por web

La llave parecía bien encajada desde el otro lado de la puerta. Eso significaba que, evidentemente, alguien esperaba dentro. No quiso jugársela y se dirigió hacia la otrra habitación, en el otro extremo del pasillo. Si de todas formas veía que su tesoro no era lo suficientemente potente, podría intentar acceder desde la ventana de la otra habitación.

Con la seguridad de al menos saber cómo estaba orientado, fue pisando suavemente la alfombra hasta la otra habitación que todavía no se había ni acercado. Alfombra que imaginaba sería roja, por lo que recordaba de la decoración. Ya llevaba un buen tiempo husmeando en la casa, y se acercaba la hora de salir con su buen botín.

No hace falta ser un experto ladrón para determinar que estás ante el dormitorio principal de la mansión. La puerta, hecha de madera de hierro con cierres de mithril, vale más que los ingresos de una familia por un año. 

Evidentemente, tiene la llave echada por dentro.

En la oscuridad, frente a esa impresionante obra de arte, Zakary intentó tirar de la suerte y ver si alguna de las llaves que llevaba el guardia. Al ver que no funcionaba, se puso a trabajar afanosamente sobre aquella monumental puerta. Aunque dudaba que sus ganzúas pudieran con tal portento, había que intentarlo.

Zakary no tiene mucho éxito en sus tentativas de buscar trampas y menos cuando intenta forzar la entrada. La cerradura se resiste y además está el agravante de que la llave está echada por el otro lado.

Lo que sí detecta sin problemas es la pesada respiración de alguien en el interior. Los sonoros ronquidos son una buena prueba de que alguien duerme como un bebé dentro de esta enorme estancia.

Dos de las principales habitaciones de la casa son inaccesibles. Mi botín, jugoso pero aún pequeño. Y una habitación, con una ventana, con la oscuridad de la noche fuera. Es una locura. Pero hay que intentarlo.

Zakary se dirigió hacia la habitación abierta, en la que no había nadie. Se asoma a la ventana, mirando si hay guardias haciendo la ronda y si hay cornisa sobre la que desplazarse, intentando así llegar a la habitación de al lado.

Por suerte, una pequeña cornisa rodeaba al edificio. Amparado por las sombras, fue desplazándose con cuidado y tranquilidad. Ya lo más probable es que los perros estuvieran despiertos de nuevo, poco podía hacer excepto maximizar su botín y esperar a una buena oportunidad para escapar.
 

Llegas a la ventana de la segunda habitación del lado Este (la gemela a aquella desde la que has accedido a la cornisa). Aunque un grueso cortinaje impide ver el interior, compruebas que las contraventanas de madera no son difíciles de forzar.

Las ganzuas, ya rayadas en varias partes por el continuado uso, consiguen abrir sin dificultad alguna las contraventanas. Una cortina tapaba todo lo de detrás. ¿Habría alguien durmiendo? Y lo más peligroso, ¿habría alguien que no estuviese dormido?. Aguzó el oído, esperando escuchar latidos o respiración, mientras corría un par de dedos el cortinaje, esperando por esa rendija ver el interior de la sala.

Al abrir la ventana, un delicado pero intenso perfume floral invade las fosas nasales de Zakary...

El ladrón oye perfectamente el rítmico y suave sonido de una respiración que viene del elegante lecho, al fondo del cuarto. Sobre él, puede entrever las redondeadas formas de lo que parece una mujer...
...Desnuda...

Al lado de la cama,hay una silla con ropa y un mueble-tocador con diferentes frascos y cajitas y objetos como cepillos, peines, etc. En la pared hay un gran espejo con un magnífico marco labrado y a los pies de la opulenta cama, una especie de baúl de madera tallada, reforzado con bandas de metal. Al otro lado del cuarto se alza un imponente armario ropero de tres cuerpos hecho de madera maciza.

Desde el alfeizar, Zakary desciende poco a poco. Con pasos más lentos y cuidados. Sus sentidos, abotargados. Sus fosas nasales se encuentran aborrecidas de las esencias silvestres y exóticas. No menos exótica es la imagen, que le cuesta apartar de su mente. Esas líneas definidas, curvas. Un imán letal que podría distraerle, y que en efecto parasitaba una cierta parte de su atención. Dejó volar un poco su imaginación, pensar en la suavidad de esas caderas que se recortaban sobre el cortinaje, y pasar a aparcar el tema. Creo que si paso algún tiempo más en este poblado, podriamos llegar a cruzarnos de nuevo, cómo los extraños que somos... ¿Nos reconoceríamos? Pero hoy mi objetivo es otro, siento despedirme. Se dijo.

El cofre engalardonado con bonitos relieves y ornamentas, parecía lo más interesante de la habitación, así que pasó a examinarlo.

Tal vez distraído por la despampanante visión de la mujer desnuda sobre el mullido lecho, el ladrón se descuida y falla. La cerradura se resiste y el cerrojo cruje y chirría.

La mujer (puedes distinguir que es joven, morena y hermosa) se remueve en sueños. Al darse la vuelta para cambiar de postura te ofrece involuntariamente una desimpedida visión de sus senos turgentes y morenos...

La imagen fue lo último que terminó por romper el suave equilibrio que se había producido. Retiró la ganzúa sin dejar de observar esos melocotoncitos maduros, haciendo lo suficiente ruido como para notar un cambio en la respiración de la muchacha.

Esta vez, no he de cagarla.

Saltó rápidamente sobre aquella muchacha, intentando taparla la boca y evitando que le reconociera subiéndose su pañuelo. La situación era crítica, y aunque bonita, no podía volver a dejar un reguero de sangre. Esperaba no hacer demasiado ruido.

La adormilada mujer se despierta de golpe para encontrarse con una mano que le tapa totalmente la boca y otra que la sujeta inmovilizándola. A pocos centímetros de su cara, el rostro enmascarado de un extraño clava sus duros y fríos ojos en los de ella.

El shock es demasiado para la joven. Sus ojos se ponen en blanco y pierde el conocimiento. Puedes sentir como su cuerpo se relaja mientras se desmaya. Una humedad caliente avanza por las sábanas y empapa la parte de tu ropa que está en contacto con su cuerpo.

¡Joder, se meó, qué asco!. Qué poco erótico. Los juglares dicen demasiadas sandeces creo yo.

- No te preocupes, jovencita, no has de temer nada. No te voy a hacer nada que tú antes no me hayas dicho que quieras. - dice, guiñándole un ojo.  - Te podría dejar inconsciente de una buena ostia en la cabeza, pero voy a ser más agradable. Pero al primer atisbo que tenga de cualquier posible intento de escape o de gritar... Digamos que no seré tan agradable. -

Apresándola con las piernas, intentó amarrarla de pies y brazos con sus propias sábanas y taparla la boca como una mordaza.

Atas y amordazas a conciencia a la pobre muchacha (no tendrá mucho más de veinte años) sin miramientos, como si fuese una morcilla y no una preciosa dama.

Te preguntas quién puede ser...