Partida Rol por web

El capitán intentaba manetenerse despierto y consciente, veía a la morena mujer intentar levantarlo pero a pesar de que era muy bajito, era pesado y ella muy delgada; sonrió maliciosamente, al menos si moría, sería al lado de ese bombón. No quiso bajar la mirada pero no sentía las piernas y eso le vaticinaba lo peor, en realidad se lo decía con todas las letras, no en vano llevaba años investigando cosas y descubriendo otras tantas.

-¡Diablos! ¡Winter, me estoy desangrando, carajo!

Gritó pero al mismo tiempo esbozó una sonrisa.

-Gracias, linda, por no decírmelo...

Acarició una mano menos morena que la suya y apretó los ojos, ya no sentía dolor pero si la vida yéndose por sus piernas.

Todo pasó tan de pronto que no alcanzaba a comprender la magnitud de lo ocurrido, mi corazón latía con fuerza y tenía un brazo terriblemente lastimado por una astilla de metal que se había clavado con fuerza en el antebrazo; intenté retirarla pero fue en vano, más no tenía tiempo para ello. Me puse en pie como pude y miré alrededor, todo era pérdida, todo era un baño de carnes, sangre y polvo que daban ganas de vomitar. De nosotros apenas quedamos tres, sin contar que el capitán parece estar a nada de morir. Negué con la cabeza y escuché el grito de Winter, sin duda aquella es la mejor idea pero para ello primero hay que abrir aquella maldita alcantarilla. Sujeté del brazo a la joven y le hice una seña, no quería llevarla por la fuerza pero tampoco podía hablar mucho para decirle que era lo mejor. Cuando abrí la boca decidido por fin, escuché lo que me parecía el sonido de un objeto que cae a gran velocidad, mezclado con el móvil de alguien, buen momento para llamar, pensé pero en cambio levanté la mirada.

-¡No me jodas!

Alcé la mirada, estaba todo muy jodido y cuando la explosión se sucedió, mi corazón dio un vuelco. Pensé que todos íbamos a morir pero no fue así, de inmediato me levanté y vi al capitán de la policía. Estaba bien jodido y dudaba mucho que se salvara, de hecho no entendí muy bien por qué aún estaba con vida. Me acerqué a él y le sujeté una mano, rogando que alguien le ayudara pero había muchos muertos y poca gente que pudiera ayudar en realidad.

Todo eso pensaba, hasta que vi a los cuatro que se levantaban más allá, al menos no estaba sola en ese lío porque ya se veía que la única salida iba a ser la alcantarilla y entonces la voz del capitán resonó en mi cabeza. Nunca había sido buena persona pero tuve la sensación de que con él debía serlo.

-No se preocupe de darme las gracias... Hay algo que quiero hacer por usted.

Lo miré a los ojos, me acerqué mucho como si lo fuera a besar. Saqué mi arma sólo cuando mi cuerpo me cubría y lo besé largamente, para luego disparar en su corazón; con la misma guardé el arma. Estaba sufriendo y me convencía de ello en aquel momento; una lágrima rodó por mi mejilla.

El estruendo del disparo de Seeley, se vio opacado por el estruendo mucho mayor del auto que cayó en el medio; había dentro dos personas al parecer y una de ellas iba armada. Las cosas no estaban como para confiar en todo el mundo, Cairo abre las portezuelas y siento el aire denso, su vista da a la mujer del pelo blanco que está apoyada sobre un pedazo de carne.

-Mejor que bajes el arma... Estamos rodeados de policías, nena.

Dice en voz baja a su amiga.

Lo que Anna puede ver, es al mexicano maltrecho, al policía rubio y a la joven que está junto al otro policía, ni siquiera necesita bajarse del auto para verlos. Cuando Cairo le dice aquello, la verdad es que no parece una buena idea pero hay que reconocer que desde aquí no provinieron los disparos que les hicieron caer. Hay un extraño olor a carne cocida, demasiado, quemada en realidad y la lluvia ácida sigue cayendo como una maldición. Los escombros están por todos lados, de hecho han marcado un boquete en el medio de la calle y todas las salidas están rodeadas en al menos 4 metros de escombros de edificios vecinos al de Mormad. El grupo de personas está a unos 4 metros de ella, los otros, los que están del lado de Cairo están a unos 5 metros. Todo es caos y el olor penetra por las fosas nasales como un veneno tóxico.

Una cosa es segura: Hay que salir pronto de allí.

Estaban pasando cosas, una detrás de otra y sin poder hacer nada, las carreras, las explosiones, los gritos del capitán. Dejo que pase la chica morena, ya tiene quien la proteja, y luego el mejicano, maldito cabrón, aún se resistía a ver la evidencia de la situación, todos estábamos jodidos.

¿Qué estaba haciendo aquella tipa?, ¿acaso la conocía el capitán? No hubo tiempo para pensar, el disparo se escuchó por encima del resto de las cosas, el cabreo fue lo primero que me asaltó, ¡hija de perra!, pero cuando me acerqué me di cuenta de que sólo había sido práctica, clavé mis ojos y mi escopeta en la negra, Podíamos haber hecho algo por él, o por lo menos intentarlo el reproche trataba de esconder la sensación de perdida. Había sido algo parecido a un amigo.

Carraspeé, jodido, A la mierda, esos hijos de puta no hacen distinciones, vosotros mismos y sin pensarlo demasiado, desvié la mirada hacia el manito, parecía peligroso, pero sobre todo me parecía loco, y poco antes de cruzarme con ojos verdes, otro nuevo estruendo, y más invitados a esta jodienda.

Sólo hay está salida me agaché junto al cuerpo de Wayne, y busqué en sus bolsillos placa y pistola, luego cerré sus ojos, ni siquiera un entierro, ese era nuestro destino, lo tuve claro en ese mismo momento. Por fin llegué al verde, no tenía ganas de fijarme en los recién llegados, que más daba morir por un tiro en la espalda que víctima de una explosión.

Empecé a bajar por la boca de la alcantarilla, colocando la escopeta a mi espalda, y guardando el arma de mi superior.

Confusa por lo que está sucediendo miro a mi alrededor desde dentro del coche con el arma todavía en la mano. ¿Qué está pasando? Oigo lo que me dice Cairo... Policias, ¡lo único que me faltaba esta noche! Escondo mi arma de nuevo bajo mi largo abrigo negro.

Antes de salir del coche, observo la escena de fuera, todo está destruido, aquello parece la guerra. Sigo sin lograr adivinar quien nos ha disparado, aunque parece evidente que las personas que se encuentran alli cerca no han sigo las causantes de nuestra caida. Cuando Cairo abre las puertas del coche siento el aire cargado del exterior que casi no me deja respirar.

Tenemos que largarnos de aquí Cairo, hemos caido en medio de toda la mierda. Lo miro un segundo. Mantente cerca. Antes de que mi amigo pueda responderme, salgo del coche y me quedo de pie al lado de la puerta atenta a todo lo que ocurre a mi alrededor... no me gustaría acabar con una bala en la cabeza.

Con la mirada recorro la calle en busca de una manera de escapar de aquel lugar, pero todas las salidas se encuentran cubiertas de escombros. Vuelvo la vista hacia las tres personas que quedan más cerca de mi, parece que el policia ha encontrado una salida. Sin pensarlo dos veces, me acerco hasta el lugar donde se encuentran; quizas consiga que me maten, pero si no hago nada acabaré muriendo en este sitio de todos modos.

Miro al mejicano y a la chica. ¡¿Qué cojones pasa aquí?! Alguien nos ha disparado... Desvio la vista hacia el policia que se adentra en las alcantarillas. ¿Eso es una salida?

Me giro al poli que acaba de salvarme, para ayudarlo a andar, normal, joder, como para no sentirse mal de verlo sangrar, pero parece que se maneja bien sólito, así que una cosa menos por ahora. En cuanto estemos a salvo, intentaré hacerle un apaño, en la herida, claro.

El sonido del móvil es totalmente irreal, lo escucho incrédula, es más, lo noto vibrar en el bolsillo, sabiendo quién tiene que ser, quien quiero que sea… pero pararme aquí a cogerlo es una idea que no parece demasiado inteligente ahora mismo.

Paso al lado de la tipa canosa que se ha ventilado al poli sin parpadear, mi nivel de flipar está rebosando ya, pero no seré yo la que le toque los huevos (u ovarios) con un comentario, su pistolita quita cualquier intención de charlarle. Que se encargué algún poli, que para eso les pagan.

Y entonces, la guinda del pastel, un ruido que no presagia nada bueno, uno que hace que eleves la mirada al puto cielo, reaccionando con estupor en los ojos a lo que se viene, abiertos de par en par es poco para describirlos.

Así es imposible que se le quite el dolor de cabeza a una.

¡Joder!- Mas y mejor de lo mismo. Me aparto a toda leche de la puta trayectoria que lleva el vólido de los huevos, respirando entrecortadamente, mojada, casi congelada… y con unos nervios que casi no dejan pensar, más bien seguir adelante sin controlar nada. Ala, más invitados a esta fiesta particular, y de los peligrosos, porque de lo primero que se ponen es a hablar de armas. Cojonudo.

Eso parece….- Ese es el saludo a la nueva, para el otro no hay, mientras hablo escuetamente me dispongo a bajar detrás del calificado en su momento como buenorro. Si no he contestado al teléfono, mucho menos me voy a quedar aquí haciendo amigas nuevas.

¿Llueven autos del cielo?. Ciertamente.
¿Chingan a un poli de puro balazo?. Como hay Dios que lo hizo.
¿La gente habla blablabla creyéndose que esto es una puta fogata de boy-scouts?. Con toda seguridad.

Machete, cuatro años atrás, le habría metido una patada en el pecho (41 de número con suela reforzada de placas) a la putilla que aparece pidiendo explicaciones. En verdad odia ese tipo de actitud: niñata malcriada sin media hostia que se cree Juanita Calamidad por haberse cepillado a cuatro viejas, a lo sumo.
Qué bien le vendría a la gilipollas un revientapulmón con puño americano,...o dos semanas en el campo sembrando papas. Qué tiempos. Papas...

Max bufa una sonrisa cuando escucha el "eso parece" de la otra muchacha, sin duda más discreta y sensata. Vivirá más. A la otra ni la mira: ni a ella ni al maromo que tiene detrás con pinta de maricón fumeta jamaicano. Por Machete como si a todos les toca la lotería o son víctimas de la combustión espontánea. TODOS, incluído el poli muerto: perder el tiempo con ellos no ayuda a...

1. Conseguir la custodia compartida de los niños.
y
2. Pagar las jodidas facturas.

Shotgun Boy ha bajado. Machete mira la abertura, siempre en silencio, y escupe al suelo un gargajo de considerables dimensiones dedicado a los recién llegados. El mejicano es el segundo en bajar, y por el ruido metálico que se percibe bajo el guardapolvos...cualquiera diría que el robusto machote Machete lleva una puta herrería encima.

La reaccion del tio y la tia a los que me he dirigido no me sorprende en absoluto, no esperaba precisamente fuegos artificiales. ¡De puta madre! La noche promete... Esta claro que ni a ellos ni a mi nos apetece "conocernos"; mejor, ya tengo suficientes problemas por ahora. Miro al mejicano que nos ha dedicado un escupitajo... ¡Maldito mejicano cabrón!

Los veo bajar por la alcantarilla,  dentro de mis planes no está el continuar mucho rato con esa gente, pero por ahora seguirlos parece el único modo de alejarse de los tiros. Estoy cabreada... nos han acribillado a balazos y hemos caido en el peor sitio de toda la ciudad esta noche... y para colmo esta jodida lluvia y el olor a carne chamuscada...

Sin ganas de seguir más rato en el mismo lugar, miro a Cairo. Bajemos por ahí, parece la única salida de este infierno. Antes de adentrarme por el agujero de la alcantarilla, hecho un último vistazo a los edificios medio destruidos en busca de algún indicio de los cabrones que nos han disparado.

Al bajar por la alcantarilla, el poli puede notar que algo no está bien, es como si todo fuera muy surreal, además, la temperatura que allí debajo debía ser mucho mayor dado el infierno de arriba, es desconcertantemente agradable y no huele a carne asada. Hay una ligera brisa, si, una ligera brisa que parece de mar para los que conocen eso y una brisa fresca para los que no. Caminan algunos metros en una profunda obscuridad, 5 o 6 metros. Winter va por delante, luego están Max y Zoe. Unos pasos detrás de ella está Viktor y Seeley, tras ellos, la última pareja en colarse a la fiesta. No se escuchan ruidos, nada se mueve, excepto una luz al final de aquel pasillo que debe tener de ancho unos 4 metros; continúan caminando y entonces hacia abajo hay unas escaleras que al no verlas de primera mano, podrían llegar a caer pero no lo hacen y la luz es tenue y el silencio sigue igual. Sólo cortado por las respiraciones de los recién llegados.

Entré justo después que el policía flacucho y alto que me echó una mirada de pocos amigos, seguramente piensa que soy una hija de puta y pude notar como alguien venía tras de mí. Claro, no quedaría nadie tan estúpido como para esperar a ver qué sucedía. Mi mente iba divagando en otras cosas, no es que fuera la primera vez que mataba pero quizás sí la primera que lo hacía por mera compasión. Ante mí, la vista fue una muy distinta. Mi corazón dio un vuelco y sin embargo, el lugar me parecía vagamente familiar. Cuando miro hacia el frente, veo un lugar conocido pero al mismo tiempo distinto, aquel olor no es el de siempre y hay un camino que no creo reconocer; es evidente que aquí no hay rastro alguno de drogas, ni de computadoras, la gente no está aquí al parecer. Miro hacia el techo buscando la alcantarilla de salida pero no la consigo ver. Quizás la movieron, aunque yo debería saber eso.

-Atravesando este lugar, debe haber una salida, quizás todos están allí...-musité.

-Esto no tiene salida, nena...-musitó Cairo acercándose mucho a Anna, casi rozándola.-Pero nadie quiere ver más que lo que tiene al frente.

Tomó un frasco de droga verde de la chaqueta, uno con aguja incluida y se la inyectó en el costado del cuerpo, esbozó un ligero quejido, aquello era doloroso pero lo que venía a continuación, la paz de saberse a salvo, era indescriptible y a Cairo le gustaba, aunque generalmente lo ponía tan idiota que terminaba haciendo alguna tontería de las risibles.

-Verás que no me equivoco, McMord sabía todo esto-nuevamente respiró en el oído de su amiga.

Aquel sitio era jodidamente extraño, no tenía ni puta idea de donde me encontraba, bueno, si, debajo de aquel edificio, pero no imaginé que fuera de esta manera, me recordaba demasiado a esas películas de catástrofes donde la gente queda atrapada en sitios extraños. Siempre moría mucha gente.

Tengo que centrarme, maldita sea, detengo mis pasos, y me giro para dirigirme a los que tengo detrás. Parad un momento no es una orden, el tono es el de una petición, no es cuestión de poner más nerviosos a algunos.

No sé donde estamos, ni nada de este lugar, sólo el nombre del dueño, y no es que me guste demasiado la escopeta apunta al suelo en mi mano derecha, Pero tengo intención de salir de aquí con vida, así que, agradecería que si alguien tiene algún dato sobre este sitio, lo compartiera con el resto es en estos casos donde ser poli únicamente sirve para que te miren mal, bueno, en realidad son pocos los casos en los que te miran bien.

Mis ojos van en primer lugar hacia la del pelo blanco, ella parece saber de lo que habla, pero no me detengo demasiado, voy observando uno a uno a los presentes, el mejicano cada vez pinta peor, y ojos verdes parece no saber de qué va todo esto, seguramente estaba en el lugar equivocado, mala suerte guapa, podíamos habernos conocido en otras circunstancias. La amiga del negro parece alterada y de mala leche, eso no es nada bueno, y el puto tipo se pone a drogarse, de puta madre.

Termino en el otro poli, buscando quizás algo de apoyo, aunque nunca he caído demasiado bien entre mis colegas.

Los andares de Machete son peculiares: en aquellos gráficos de la evolución desde el mono al hombre, el rudo mejicano habría quedado encasillado dentro del perfil Neanderthal. Camina ligeramente encorvado, ceñudo como un espalda plateada hasta los huevos de comer plátanos, basculando a los lados y pisando fuerte.

La mano izquierda se cierra en puño...y con la derecha sujeta algo: lo sacó al bajar, abriéndose un poco el guardapolvos. Es un machete, pero no uno normal: es grande. Grande de cojones. Tres palmos de jugador de baloncesto, aproximadamente. Ancho también. Corta con mirarlo...y no había que ser muy listo para saber que Max lo había usado antes.

-Tijuana...- dijo entre dientes al mirar su mágica hoja. Mágica, si...porque, a su contacto, la carne humana parecía convertirse en manteca.

A Machete no le gusta llevar a nadie detrás, pero tampoco le acomoda tener gente delante. De todas formas, dada la anchura del pasillo, no hay más cojones que la fila. Varios vistazos hacia atrás más tarde, Max advierte un ambiente que esperaba viciado. Apenas tiene algo de espacio, coloca la espalda contra la pared y escucha al poli con los ojos puestos en los alrededores.

-Hace calor fuera.- masculla con la voz gutural que tiene desde los catorce. Con el mentón señala hacia la luz. A la brisa fresca que le trae recuerdos casi perdidos.- Por allí no se sale...

Camino al lado de Cairo todavía alterada. La oscuridad no ayuda a que me relaje, pero por lo menos aquí se puede respirar, algo extraño considerando el infierno que hay arriba. Mientras andamos, observo como Cairo se inyecta una droga... ¡Joder Cairo! Ahora no... Miro a mi amigo con reproche, aunque no le digo nada, él lo necesita, no es la primera vez que lo veo, pero por experiencia sé que las drogas de Cairo nunca nos conducen a nada bueno.

Pasados unos metros vemos una tenue luz y unas escaleras, no sé donde cojones estamos, McMord nunca me había hablado de este sitio y ni de lejos me había imaginado que existiera.

La del pelo blanco dice algo que no tiene sentido para mi, pero por sus palabras deduzco que sabe algo de este lugar... parece que puede sernos útil su compañía...

Antes de que pueda pensar en nada más, Cairo me susurra algo al oido. No llego a comprender lo que me dice, podría estar delirando por las drogas, pero conociendo a mi amigo opto por dar credibilidad a lo que dice, después de todo no he podido hablar con él tranquilamente sobre lo sucedido. Me acerco a él y le hablo al oido. ¿qué sabes de todo esto?... ¿y que cojones dices de McMord?

De repente el poli rubio se pone a hablar interrumpiendo mis palabras. ¡Estupendo! El poli bueno... Una mueca de disgusto recorre mi rostro. Tras sus palabras me quedo en silencio observando a los demás, yo no sé nada de donde estamos, así que dejo que hablen ellos; mientras dirijo mi atención hacia Cairo, todavía tiene que responder a mis preguntas.

La expresión de la cara es de mosqueo, como para que no lo sea: Aquí, empapada, y con un frío de la leche por la brisita marina de los huevos, encima casi no se ve una mierda. Que tranquilizador, una luz a lo lejos... justo lo que dicen que ves cuando la palmas…

El susurro de un sitio en el que estuve hace ya tiempo me hace volverme al compi de pasillo, abriendo los ojos de par en par, eso es un cuchillo y lo demás son tonterías. Frunzo el ceño mirándolo a los ojos…. quizás hubiese sido más cabal ir con el buenorro de delante, que parece algo sensato.

Pero no es ese el motivo de pararme en seco, de flipar lo que acabo de oír, un nombre aparentemente inofensivo. La primera vez creí que era una equivocación, una mala vocalización del drogata, pero dos, no, va a ser que entonces no….

Me vuelvo a la tipa nueva y su pinchaito, con ojos como platos, ese nombre me altera, me pone de una mala leche difícil de controlar, Si hay alguien a quien no soporte de este mundo, es el cabrón del que creo que están hablando. ¿Hasta este puto túnel me va a perseguir?... Como lo vea, le pido a Machete Man que me preste su juguete.

¿McMord?- Joder, juré no volver a nombrarlo en voz alta… Escupo el nombre completo, sólo para asegurarme -¿Os referis al hijo de puta de Louise McMord?- Di que no, di que no… -¿Qué mierda pinta ese en esta movida?- Rabia contenida en la cara. Pero veremos por cuánto tiempo…

Keith. Mierda. No, no puede estar con él, ni metido en sus movidas, sabe lo que significa para mí…. Cabrón, llama otra vez, que verás como sea verdad...

La morena de ojos verdes se gira hacia nosotros con la mala ostia pintada en el rostro. Si me ha molestado que el poli se ponga a dirigir el cotarro, todavía me molesta más que una tia que no conozco de nada se meta en mis asuntos y encima me pida explicaciones.

La miro con indiferencia, no tengo por qué contarle mi vida.  Lo único que pinta aquí McMord es que la corporación hecha mierda que hay encima de nuestras cabezas es la suya. Me quedo mirándola unos segundos, no sé qué esperaba que le dijera. 

Vuelvo la vista de nuevo a Cairo, pero parece afectado por las drogas, así que esperare a otro momento para hacerle más preguntas.

Cabreada y cansada de todo esto me apoyo contra la pared. McMord, McMord, McMord... ¡es que no voy a poder quitarme ese maldito nombre hoy de la cabeza! Emito un breve suspiro. ¿qué cojones pinta aquí? ¡eso quisiera saber yo!... y Richard... una mueca de dolor cruza brevemente por mi cara.

De pronto y antes de que nadie pueda volver a decir nada, tras la respuesta de Anna, una tremendo estruendo se escucha arriba y detrás, quizás sea por donde entraron y si pudieran alumbrar un poco, notarían un polvillo caer por la abertura de la alcantarilla. Adentro los pisos cimbran pero apenas unos segundos, nada más parece moverse, ni siquiera las construcciones de metal que hay bajando las escaleras; el aire que respiran sigue siendo fresco y sólo hay un camino a seguir.

Un nuevo sonido pero esta vez es uno muy distinto, suave y acompañado de un ligero movimiento como el que puede sentirse en un elevador, dura apenas unos tres minutos pero estando todos allí dentro, aquello es una eternidad. Seeley baja las escaleras aprisa cuando siente que el movimiento ha cesado y desde abajo se vuelve para ver a los demás, son un grupo bastante grande, es como para que ya los hubieran escuchado si es que hay alguien allí como ella cree. Machete logra reconocer, ubicarse, incluso cuando sienten el movimiento, podría ir por cada rincón de ese lugar y ubicar la calle arriba pero de nada les sirve en ese momento.

Bajé las escaleras algo fastidiada, evidentemente desde mi última visita a aquel lugar hacía unos 15 días, las cosas habían cambiado mucho y McMord no me lo había dicho. Lo estaba puteando de lo lindo en mi interior, pensando si seguir o intentar volver a la abertura de la alcantarilla, aunque claro, con ese nuevo estruendo, lo más probable fuera que ahora estuviéramos verdaderamente enterrados pero también, vi que las cosas no iban a funcionar si seguíamos creyendo que solos podríamos movernos, así que decidí ser la primera.

-Señores, señoras... Soy Seeley Rambler, agente técnica del área Digital de McMord y asociados. ¡Antes que digan nada, dejénme hablar! Solía haber aquí una especie de refugio, para estos casos precisamente... Ahora creo que lo han ¿movido? Sí, esa es la palabra, así que tendremos que caminar bastante si queremos salir. Pensé que los trabajadores podían estar aquí pero ya vemos que estamos solos, así que sugiero que nos unamos hasta salir y luego nos matemos. ¿Qué dicen?

Aguardé en silencio, estudiando cuidadosamente las miradas y con la mano en el arma por si las dudas.