Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo III

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02/06/2009, 01:01
Alexander Varsatof

Alexander había estado con las hermanas casi toda ese fatídico día, solo las dejo para ir a cambiarse y asistir de forma presentable al velatorio.
cuando lo volvieron a ver, sus cabellos estaban correctamente peinados y pero esta ves tenia una semblante seria y melancólica. Esta situación, había traído a demonios del pasado de Alexander a que revolotearan nuevamente por su cabeza.
Entro a la iglesia con pasos pesados y se sentó en el primer lugar que vio vació, tardo en ver a quien tenia a su lado y reconocerla, le sonrió pesadamente por un momento y volvió a poner su mirada al frente.
Escucho el discurso de la menor se sorprendió al ver como una mujercita de 15 años, tenia una visión de la vida y la muerte mas madura y coherente que el a sus 20 y tantos.

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04/06/2009, 00:52
Charles Patrick Avon

Avon permanecía allí, silencioso, apostado con la cabeza mirando al suelo e intentando dejar de pensar en lo cruel que podría llegar a ser la vida.

Cuando se enteró de la noticia había corrido de nuevo hasta su casa para darse un baño y comer algo antes de salir. Ahora, llevaba puesto uno de sus maravillosos uniformes de gala del ejercito. Esta vez, el que se utilizaba para ceremonias como aquella. Este era negro por completo, y muy poco adornado, pero no por ello menos elegante...

Mientras se carcomía por dentro. Era una verdadera lástima lo que les había pasado a las pobres hermanas, de hecho él, tambien se encontraba un poco desilusionado, sin duda ese había sido un gran palo para Elizabeth y eso todavía le dolía más, por eso algo en su interior le pedía que tenía que hablar con ella para ayudarla en cierta manera...

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04/06/2009, 01:24
Claire Windsor-Hancock

La verdad es que lo que menos me esperaba era estar en un asunto de este tipo, lo lamentaba mucho por las hermanas pues yo ya sabía lo que se sentía perder a tu madre, aunque por suerte nosotras aún teníamos a papá, aunque más no fuera con la imbécil esa que tenía por mujer. Tomé la mano de mi hermana entre las mías mientras escuchaba al sacerdote y luego a la hija de la difunta. Allí estaban todos los representantes del pueblo y muchas de las personas que había en la fiesta, sin duda era una ironía que dos causas tan distintas reunieran casi a las mismas personas. Me alegré de que al menos no estuvieran solas, lo pasarían, encon trarían la resignación en Dios y la vida seguiría porque si entiendes eso a los 8 años, también lo entenderás a los 16 o más.

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04/06/2009, 01:50
Patrick Collins

Patrick miraba el crucifijo enorme que había detrás del altar, reflexivo. Él no oraba, pues conocía la futilidad de todo rezo. Había visto morir a demasiada gente, virtuosa o vil, de modos tan innobles y oscuros que dudaba que Dios tuviera algo de sentido de la justicia. Se mantuvo en silencio, pensando cuan insignificantes eran los seres humanos y su tránsito por esta existencia, tan sujeto a avatares y desgracias de la más vil casuística.

Miró a las hermanas Cornwell y no pudo evitar fijarse en Susanne. Parecían abatidas, pero especialmente ella. Estaba enferma, y él lo sabía. En el alma, mil espadas punzaban su corazón, de mera impotencia. Deseaba, ansiaba que ella se recuperara, que no recayera en la enfermedad que había dejado solas a aquellas mujeres. Después de todo, se calmó pensando que si estaba allí, es que su estado no era ya tan grave.

Elizabeth dedicó unas palabras, y el irlandés la escuchó con atención. Había sabiduría en las palabras de aquella joven, aunque mezclada con un deje de valentía moral que no sería muy del gusto de las señoras más linajudas y respetables de aquella apacible campiña.

La campiña...

Patrick escuchó a través de la puerta de la Iglesia, al ser abierta por un parroquiano, como los pajarillos piaban, ajenos a todo. La naturaleza siempre permanecía inmutable a los pesares del hombre, lenta e inexorable. A veces, intentábamos dominarla, segarla de raíz, como enfadados por su capacidad de invadir todo lo que consideramos como sagrado a inviolable. Pero aquello era así: ley de vida.

Aquello era extrapolable a las palabras de aquella joven, a su actitud. Era su naturaleza, la verdadera naturaleza femenina, por muy cortapisada y soterrada que pudiera estar socialmente, reconducida hacia los mansos cauces del conformismo y la tradición. Bravo, pensó. Al fin he encontrado personas que piensen como yo, en un mundo lleno de hipócritas y falsas apariencias, donde los modales y el saber mentir pesan más que todas las buenas obras del mundo.

El sacerdote volvió a ocupar su lugar, y Patrick salió de sus pensamientos, fingiendo una devoción cristiana a prueba de artillería. Después de todo, y por mucho que le pesara, su imagen no era solo cosa suya, sino que se reflejaba en su señor. Y nada le dolería más que poner en entredicho los modales y la caballerosidad de aquel que le amparaba y protegía: su amigo y compañero.

Luego, recordó la carta, y de repente la duda le hizo parpadear. ¿La habría leído ella? ¿Le volvería a dirigir la palabra? Solo había una forma de comprobarlo, pero había que esperar al término de aquella ceremonia para poder despejar la incógnita.

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04/06/2009, 06:20
Susanne Cornwell

Susanne no despegó la vista de Liz, la miraba con ternura y tristeza a la vez. Como siempre ella se mostraba la más fuerte, pero Sue sabía que esa fuerza no era más que apariencia, las tres se conocían demasiado bien. Cuando Liz regresó con ellas, Sue quiso ponerse de pie, pero Anabel se lo impidió, no de modo violento sino con una cálida y leve presión sobre una de sus manos. Asintió y apoyó la cabeza en el hombro de su hermana mayor, buscando en su interior esa fortaleza y dominio que poseía la menor.

El Padre Thomas continuó con la misa, invitando a que otros, además de las hijas, se acercaran al podio y dijesen algunas palabras. Sue miró a Anabel, suplicante y le pidió la dejase ir.

-Hermana, por favor -le susurró-, acompáñame, pero déjame hablar... quiero hacerlo... necesito hacerlo.

A fuerza de súplicas consiguió que su hermana accediera. Susanne tomó a Anabel de la mano y se aferró a ella y no se la soltaría hasta que volvieran a sentarse.

-Grande es el dolor de tener que estar aquí hoy -comenzó a decir con voz temblorosa-, porque muchos son los recuerdos que mis hermanas y yo poseemos. Hace unos años tuvimos que despedir a nuestro padre... Nos quedamos solas, una madre y tres mujercitas que en ese entonces apenas eran unas niñas, pero aprendimos a ser fuertes, nuestra madre nos enseñó a serlo y lo hizo pese a ese inmenso dolor de la pérdida que la acompañó hasta el último de sus días... Nuestro amor de hermanas, de hijas y su amor de madre nos mantuvo en pie y nos hizo las mujeres que ahora ven...

Llegado ese momento Sue comenzó a hablar como si hablara con ella, con su madre.

-Madre, te quiero dar las gracias -parecía que en cualquier momento se echaría a llorar, estaba emocionada-... Gracias porque tus brazos siempre se abrieron cuando necesitamos de un abrazo. Gracias por intentar comprendernos, gracias por querernos, por las veces en que tus sensibles ojos se endurecieron para enseñarnos una lección. Tu fuerza y tu amor nos dirigieron por la vida, aún cuando desde la muerte de nuestro padre ya no lo parecía...

Sue respiró profundo, a ratos las piernas le temblaban, pero Anabel estaba ahí y la sujetaba, al mismo tiempo que Susanne se sujetaba firme del podio obligándose a permanecer de pie... y a no llorar.

-Ni todas las palabras del mundo serán capaces de devolverte la vida, no importa cuánto te llore, no importa cuánto te lloremos, no vas a volver, pero aunque ya no estés entre nosotros seguirás viva, porque vivirás a través de nosotras... porque tu recuerdo seguirá vivo en nuestros corazones... porque te amamos, mamá.

Sue miró entonces a su hermana y algo muy parecido a una sonrisa se le dibujó en el rostro. No le dijo nada, pero en sus ojos se veía gratitud y es que le agradecía el haberla dejado ir hasta el podio, le agradecía el haberla sostenido, le agradecía el estar ahí.

Parpadeó despacio y sin soltarse del brazo de Anabel regresó hasta su asiento. Mientras caminaban en dirección a éste la mirada de Susanne se desvió hacia el lugar en que Lord Heddington y Patrick se encontraban. Fue algo fugaz, pero sus ojos se encontraron con los de él, mas todavía estaba débil y tuvo que sentarse.

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04/06/2009, 10:23
Mary Ann Windsor-Hancock

Mi corazón estaba tan triste que apenas latía, no era solo el hecho de que los funerales me rasgaran el alma recordándome la muerte de mi amada madre, sino este en concreto... la noche en que muriera... ¿por qué lo soñé? ¿qué ocurrió en mí para saber antes lo ocurrido?

Me aferraba fuertemente a la mano de mi hermana pensando que si me soltaba caería al vacío sin remedio. Mi palidez y me falta de aliento asi lo certificaban, aún así insistí en acudir...

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04/06/2009, 15:24
Patrick Collins

Patrick vió como ella se levantaba. Pudo ver como le costaba caminar, lo mal que estaba. Sin embargo, parecía que la fuerza de su voluntad estaba por encima de cualquier otra consideración. La observó en silencio, escuchando sus arrebatadoras palabras.

Entonces, recordó a su madre en Irlanda, el día que a su padre le detuvieron por oponerse a la ocupación inglesa participando en el asalto a una fábrica textil. Los yeomen entraron en su casa cuando solo era un niño, y golpearon y maltrataron a su madre, amenazando con violarla si no conseguía el dinero necesario para poner en libertad a su marido. Ella también lo había dado todo por su familia, hasta el punto de tener de trabajar en algo poco digno, que le ocultó, y que jamás le dijo. Poco importó, pues Patrick no se quedó en la isla para ver sufrir a su familia, para resultar una carga al tener otra boca que alimentar. Tuvo que escapar de su casa, pues su madre jamás le habría dejado marchar.

Parpadeó cuando Sue terminó de hablar, y se sorprendió cuando descubrió que sus ojos se habían humedecido y que una lágrima rebelde se le escapaba. Él, que no había llorado ni ante las muertes más horribles, ahora se conmovía por palabras de aquella joven. Sacó un pañueño de su bolsillo y se limpió, discreto.

Sin embargo, sus miradas se cruzaron cuando iba a sentarse, y ella pudo ver y entender que él había llorado por su madre y por ella, de modo sincero.

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08/06/2009, 15:00

El sacerdote asentía a cada palabra de Elizabeth y luego, con enorme emoción, vió cómo su hermana, incluso en el estado en el que se hallaba, no perdió la oportunidad de hablar sobre su madre. Cuando notó que nadie tenía más nada que decir, se acercó nuevamente al púlpito y con expresión seria y compungida, dijo a los presentes...

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08/06/2009, 15:02
Padre Thomas

-Hijos míos, creo que ya no queda más que decir y, como representante de nuestro Señor, os pido amor entre vosotros en este momento de dolor. Que el Señor traiga a Windfield la esperanza de una cura pronta, que la señora Cronwell ahora descanse en paz, junto con los ángeles ya que forma parte de ellos, como bien lo han dicho sus hijas, siempre ha formado parte de las criaturas de la luz que Dios ha esparcido sobre la tierra. Ahora, hemos de velarla unas horas, aquí, en la Iglesia del pueblo. Luego de ello será trasladada al cementerio local donde se procederá a hacer el sepelio. A vuestras queridas niñas os digo que no os preocupeís por los costes, un amigo mío se ha encargado de cubrirlos todos. Sólo aprovechad estas horas para daros fuerzas y, a los demás, sé que no es necesario que os diga que acompañéis a estas niñas en un momento tan aciago.

Dios esté con vosotros...

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08/06/2009, 15:07

Dicha estas palabras, el sacerdote se retiró a una de las bancas de la Iglesia, dejando que los presentes hicieran lo que deseasen: tanto salir de la Iglesia como acompañar a las muchachas, o acercarse hasta el ataúd, de madera castaña clara, en el cual descansaba la mujer. El mismo se encontraba cerrado, debido al aspecto que la enfermedad había dejado en la dulce mujer. Flores diversas lo rodeaban y la luz de las velas, que llenaban la Iglesia, daban al aire un aspecto melancólico pero también bello, como si la señora Cronwell hubiera mandado algo de su luz para iluminar el lugar.

Afuera, la tormenta seguía implacable, atacando los campos y a las personas del lugar.

Notas de juego

Pueden interactuar entre ustedes hasta nuevo aviso.

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07/06/2009, 23:27
Grégoire Byrne

Con un serio semblante asisto al velatorio y las palabras del sacerdote, volviendo enseguida a la mirada baja, bastante perdido en mis pensamientos, pensamientos poco agradables, bastante deprimentes, un viaje, en busca de otra cosa, distinta a la que teniamos, y cuando encontramos un sitio prometedor, la muerte parece abatirse sobre el, sobre la gente que habia ofrecido un trabajo, algo donde empezar

El padre pide unas palabras, pero no, no podria, no diria nada apropiado, es mi primo y no yo quien tiene facilidad para la palabra, solo sigo sentado, bastante afectado, con la mirada baja

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08/06/2009, 23:41
Elizabeth Cornwell

Elizabeth escuchó con atención el discurso de su hermana.
Una sonrisa se dibujó en sus labios al hacerlo. Cuando ésta acabó y volvió, Liz le ofreció un abrazo cariñoso, y aunque realmente la había emocionado, se negaba rotundamente a llorar... Aún...

Pronto el padre culminó el servicio, y aunque sus palabras sonaron vacías, algo llamó a la realidad a la pequeña de las Cornwell: Alguien había pagado los costes de todo...

Liz frunció el ceño... ¿Quién lo habría hecho?
Sabía que ellas estaban mal... Pero... Al menos deberían ser capaces de hacer algo ellas...

Estaba agradecida, por supuesto, pero a la vez se sentía avergonzada...

Quizás su mayor defecto fuera el orgullo...

Entonces mira a Anabel, susurrando leve:

-Sabías... ¿Algo de esto...?
-refiriéndose a lo del pago...

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09/06/2009, 00:25
Charles Patrick Avon

Chales avanza lentamente aunque decidido hacia donde se encuentren las hermanas Cornwell. Se dirige, en primera estancia hacia Elizabeth.

- Lo siento mucho de verdad...en la fiesta pude ver como vuestra relación con vuesta madre es excelente... Supongo que ahora la vida será más dificil. Lamento no haber podido asistir antes, pero estaba preparando todo lo necesario para el té que teníamos esta tarde...

Avon coje su mano y la besa tiernamente

- Veo que los gastos están todos pagados...pero si aún así puedo hacer algo por vosotras sólo teneis que pedirlo...

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09/06/2009, 00:47
Elizabeth Cornwell

La respuesta de Anabel no se sucedió, debido a que Avon se acercó a ellas entonces.

Elizabeth le sonrió tenuemente, agradecida:

-Supongo que... Si una vez logramos salir adelante... Ésta no será diferente... Le agradezco su sinceridad, Cha...-Se interrumpe cuando él le pilla la mano y se la besa... Definitivamente, no estaba acostumbrada a tales cosas... Se sintió un poco rara, sin saber por qué, como si hiciese algo de calor, pese a la tormenta... Aún así, tampoco se le notó demasiado...-Eh... Yo... Nosotras... No se preocupe por nosotras... Sabremos seguir...-Sonrió. Aunque su sonrisa parecía algo forzada, quizás vacía...

De hecho, hasta su mirada parecía de la misma guisa...
No era la misma Elizabeth de hacía unos días, de hacía unas horas...
Sus ojos casi carecían de vida, a la par que todos sus movimientos parecían previamente ideados...

-Estoy segura que, en tiempos mejores, podremos aceptar su invitación... Lamento que hoy no podamos acudir...

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09/06/2009, 01:13
Charles Patrick Avon

- No te preocupes por la tarde de té...supongo que se enfriará en la mesa, pero cuando estén preparadas para venir siempre se puede hacer más...no hay problema. Entiendo por lo que estás pasando, y esa no es la mejor de las soluciones para remediarlo. Así, que no hay problema alguno, la invitación queda abierta para cuando tengan la energía y las ganas suficientes para acudir...

Avon la miró a los ojos. En verdad, aquellos no eran los mismos que la noche anterior le habían dejado practicamente mudo. Ahora lucían mucho más vidriosos y sin vida, pero Avon, sabía que tras ese camuflaje teñido de tristeza e impotencia, seguía oculta aquella mirada que había hecho tembar su mundo por unos instantes.

- Supongo que la situación no le permitirá pedir favor alguno, pero creame, sinceramente que mi ofrecimiento es totalmente verdadero. Cualquier cosa que necesite no dude en pedirla, yo lo aceptaré encantado...De hecho, y si me premite decirlo, me tomaría de mala forma que no acudiera a mí ante cualquier problema que se le planteé.

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09/06/2009, 07:01
Susanne Cornwell

Desde que volviera a sentarse había permanecido con los ojos cerrados, sosteniendo la mano de Anabel, o mejor dicho ella sostenía la suya. Las palabras del Padre Thomas a ratos le parecieron lejanas, le oía referirse a ellas como niñas y, muy probable era que, de no estar atravesando por ese duro momento, le habría hecho ver que ninguna de ellas era ninguna niña, porque las tres, Anabel más que ninguna, habían tenido que madurar casi de un día a otro y enfrentarse a una vida que no era la que estaban acostumbradas vivir, pero lo habían hecho y lo habían hecho bien. No, ninguna de ellas era una niña, la vida se había encargado de hacer que dejaran de serlo.

Demoró en asimilar lo próximo que había oído. Alguien se había hecho cargo de todos los gastos, pero su mente, débil aún, tanto como lo estaba su cuerpo, no atinaba a dar con ese secreto benefactor, si es que así podía llamársele. Entonces pensó que sus hermanas podían saberlo, pero Elizabeth pronto echó por tierra esa idea porque se mostraba tan ignorante como ella. Miró a Anabel, confiando en que ella podía tener la respuesta y es que Sue consideraba necesario saber quién lo había hecho, primero porque debían darle las gracias y segundo porque, les tomara el tiempo que les tomara, tenían que devolver ese dinero.

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09/06/2009, 21:20
Elizabeth Cornwell

Una pequeña sonrisa se escapó de entre los labios de Elizabeth:

-De acuerdo, Charles... Le estamos agradecidas por su apoyo...-Realiza una breve pausa-Aunque... De momento estaremos... Bien... No se preocupe...-Vuelve a sonreírle levemente, para luego ofrecerle una pequeña reverencia.

En su fuero interno sigue preguntándose quién habrá sido el que ha pagado la ceremonia...

¿Estaría allí entre los presentes?
Se moría de ganas de volver a preguntárselo a Anabel... Pero se contuvo...
Se preguntó también cómo se discurrirían los hechos a partir de ahora...

Desde luego, para ella, era un verdadero misterio...

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10/06/2009, 15:10
Anabel Cornwell

Anabel consiguió disimular maravillosamente su consternación ante las palabras del párroco Thomas acerca de quién había cargado con los gastos. ¿Quién haría algo así...?
Pronto le vinieron a la mente varias imágenes de los hombres que pretendían a sus hermanas, pero probablemente sólo uno de ellos podría permitirse algo así... ¿y amigo del Padre? No parecía cuadrar demasiado, pero cosas más extrañas se habían visto.

Sus hermanas cuchichearon por lo bajo al respecto, no les hacia demasiada gracia deber un favor tan grande a pesar de que se agradeciera, pero no pudo pronunciarse al respecto porque uno de los pretendientes recordado segundos antes hacia acto de presencia fente al banco de las hermanas.

-Gracias por haber asistido- añado a las últimas palabras de Liz con una sonrisa de agradecimiento al soldado. Al menos parecía bastante amable y atento, quizá fuera un buen partido para la pequeña ahora que los recursos podían empezar a escasear...

Dió unos golpecitos cariñosos sobre la mano de Sue y se inclinó hacia ella para que Charles no pudiera oírla.
-Eso limita nuestra lista de ángeles de la guarda, ¿verdad?- comentó con cierto tono más distendido. El lugar y el momento eran demasiado tristes como para incentivar ese sentimieto.

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10/06/2009, 19:01
Jean Antoine Lésdiguièrs

Mentiría si dijera que me encontraba profundamente afectado por la muerte de aquella mujer a la que ni siquiera conocía, había asistido a aquel velatorio debido a la empatía que sentía hacia las jóvenes Cornwell que había conocido.

El tiempo no había sido benévolo durante el último día, y eso tampoco ayudaba a serenar los ánimos, bastante calado por la lluvia, permanezco en un rincón de la capilla, de pie, con pequeñas gotitas de agua resbalando por mi vestimenta, mi mejor traje se estaba yendo al garete. Las palabras del sacerdote no hacen sino confirma la sensación opresiva que he sentido desde que entré en la iglesia, nunca fueron mis preferidos estos santos edificios, y es complicado que esa tendencia llegue a variar con el paso del tiempo.

Las palabras de la pequeña Cornwell son lo único que me distraen del sopor que se apodera implacablemente de mi, la teoría del carpe diem era expuesta con la sencillez e inocencia de una jovencita de quince años, debo admitir que me sorprende, sin importar si la ha estudiado o ha sido pura improvisación. La sigo con la mirada hasta que es acogida por su hermana, la desconocida para mi, ninguna estaba carente de belleza, eso debía admitirse aún en tan pesarosas circunstancias.

Empecé a revisar a los allí presentes con la discreción que me confería mi casi total anonimato, y vi la espalda de las señoritas Windsor, su presencia allí me alegró, puesto que significaba que se encontraban bien, tal vez mas tarde pudiera interesarme por el estado de salud de Claire, pero ahora era de nuevo momento de callar ante la nueva exaltación de la difunta que realizaba la jardinera Cornwell, conmovedoras sin duda, debió ser duro crecer en un hogar sin padre.

La ceremonia termina, y respetando la devota actitud de Gregoire, me separo aún más de la multitud, no me considero con la autoridad moral suficiente para expresar mi dolor con las más allegadas, ya me gustaría a mí saber cuáles de esos pésames son sinceros, y cuáles van estrechamente unidos a las faldas de las jovencitas. Agacho la cabeza para ocultar la breve sonrisa. Mujeres.

Notas de juego

Ya estoy de vuelta.

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11/06/2009, 05:05
Alexander Varsatof

Una ves que el padre termina, Alexander se queda sentado unos minutos, mirando hacia el vitro que esta detrás del ataúd.
Luego los bancos comienzan a quejarse cuando el caballero se levanta, camina con pasos cortos asta el ataúd y deja sobre este una roza roja.
Sus labios se ven que dicen algo, pero no se llega a escuchar, luego se voltea y desde que dejo a las Cronwell para ir a cambiarse las vuelve a ver a las caras, se acerca a la mayor y se la queda viendo directo a sus tristes ojos, cuando abre la boca para decir algo, ninguna palabras sale de ella, pero si cierra los ojos y agita un poco la cabeza, mientras se ve que comienza a tambalearse, sus ojos se ponen blancos y los casi 100 Kilos de hombre, se rinde ante la gravedad, cayendo de espaldas.