Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo III

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11/04/2009, 23:15
Anabel Cornwell

-No estoy segura que ése beso fuera del modo que describe...- no insiste más en el tema, pues es evidente que no le agrada y de hecho le incomoda bastante. Además sería absurdo entablar una discusión con alguien que no tiene la culpa ni es capaz de verlo desde su punto de vista.

-¿Un accidente con un gato?- le mira algo sorprendida pero el invitado acaba consiguiendo lo que quería, una sonrisa sincera aunque la risa apenas resulta audible dado que se contiene -Está claro que necesita descansar. Se le ve agotado- recibe de nuevo la toalla y le ayuda a secarse algo mejor antes de retirarse para volver al cabo de poco con un cepillo.

-¿No tiene hambre?- pregunta entonces mirando de reojo el plato de caldo todavía lleno, esperando que con eso logre convencerle de probarlo mientras le peina un poco, sin esmerarse demasiado por no resultar molesta.

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12/04/2009, 05:36
Alexander Varsatof

-Si, con un gato... así tan raro como suena
Luego, de un momento, a otro, pierde la mirada en la nada por el cansancio, mientras bosteza, tapándose la boca con la mano, sacude un poco su cabeza y mira a Anabel
-En mi país las mujeres mas hermosas son las mujeres fuertes y de ser necesario que se pueden valer por sigo mismas... perdón por mi exceso de confianza, pero es tan hermosa y misteriosa como una Matrioska, cada ves que se abre una, se ve una mas pequeña, delicada y trabajada dentro... e visto la Matrioska mas grande que se ve en sociedad y ahora la que se encuentra en su interior de esas, la que se muestra únicamente en su casa y con invitados... me pregunto que tan perfecta sera la siguiente que vea.
Si tengo la suerte de que entre en confianza conmigo para poder mostrarmela, claro esta.

Ríe amistosamente, mientras agarra la cuchara y toma una cucharada de sopa para luego volver a levantar la cabeza hacia Anabel

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12/04/2009, 18:59
Elizabeth Cornwell

La joven Liz sonríe, amable. Su gesto es dulce, le parece entender cómo se ha sentido el caballero.

-No se preocupe... No debe disculparse porque los recuerdos se apoderen de usted... Aunque espero, al menos, que lo hagan de forma grata...-Vuelve a sonreír, a la par que arregla algunas cosas en el mostrador. Pese a hablar con los recién llegados, su mente no deja de preguntarse cómo estarán en casa: le preocupa que la situación empeore... Y encima, la lluvia no parece hoy tener piedad...

Durante algunos escasos segundos, una sombra oscurece su faz, atenta al exterior, pero casi al instante, se recupera y vuelve a centrar toda su atención a los caballeros allí presentes:

-¿Deseabais alguna cosa en especial?

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12/04/2009, 20:34
Jean Antoine Lésdiguièrs

Notas de juego

¿De que es la tienda?, no lo tengo demasiado claro, XDDDD

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12/04/2009, 21:21
Elizabeth Cornwell

Notas de juego

Una boutique... Creo.. Es la primera vez que me toca atenderla sola, xDDD

Cintas, ropa (diría yo), y demás, xDD

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13/04/2009, 11:13
Anabel Cornwell

En cuanto el sr. Varsatof empieza a hablar, el cepillo que Anabel estaba usando se detiene en su cabello hasta acabar por apartarse, observando bastante perpleja a su interlocutor sin comprender demasiado el concepto de "matrisca", pero todo lo demás está bastante claro y un ligero rubor inunda sus mejillas antes de que se gire en redondo para acercarse a la cazuela y removerla distraidamente.

-Señor... no sé qué decir- admite con cierto nerviosismo, pues en los días actuales los agasajos y halagos habían dejado de significar demasiado para ella después de lo ocurrido con Collins. ¿Estaría también tomándole el pelo para intentar acercarse a Elisabeth? Para ser sinceros es una estrategia que no comprende, pero supone que sencillamente no entiende a los hombres, tampoco vale la pena darle muchas vueltas.

-¿Se siente mejor?, ¿ha entrado en calor?- pregunta finalmente con expresión más tranquila y afable al cambiar de tema.

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14/04/2009, 06:31
Alexander Varsatof

Sonríe para si al ver que sus palabras fueron lo suficientemente buenas como para sonrojarla, luego la mira extrañada
-Por Favor llámame Alexander o cualquier diminutivo si así lo desea... pero no señor, que me hace sentir viejo
Una leve carcajada surge de sus labios riéndose de su manía
-La verdad tendré que serle sincero, desde que usted me abrió la puerta, no e dejado de sentirme mejor y con la acogedora forma que me a tratado es imposible no sentir calor
Toma otro sorbo sin sacar los ojos de la espalda de Anabel

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14/04/2009, 18:44
Susanne Cornwell
Sólo para el director

Los sonidos de la tormenta la despertaron. Abrió los ojos y observó por la ventana que estaba justo frente a la cama. Vio cómo el cielo se iluminaba a lo lejos y luego oyó el tronar en el cielo. No sabía qué hora era, mucho menos cuánto tiempo había dormido, de lo único que estaba consciente era de que se sentía bastante mejor, más lúcida, aunque debilitada.

Sintió sed, tenía la boca seca seguramente a causa de la fiebre. Al mirar hacia un lado vió que sobre la mesita había una jarra con agua y un vaso, así que se incorporó para servirse un poco y beber. Entonces se percató de que sobre la mesita había una carta, por un instante pareció no saber de qué se trataba pero pronto recordó. Terminó de beber el agua y cogió la carta para leerla. Sabía qué decía, Anabel se la había leído, pero quizás porque deseaba comprobar con sus propios ojos lo que ésta decía fue que decidió darle lectura.

Cuando terminó de leerla sonrió y se llevó la misiva al pecho, como si estuviera abrazando algo o alguien, contenta, emocionada. Volvió a poner la carta en el sobre y dejarla sobre la mesita para luego con mucho cuidado bajarse de la cama. Los colores lentamente parecían estar volviéndole al rostro, aunque no había que confiarse, sin embargo y pese a que esa mejoría pudiera ser momentánea, disponía de las fuerzas y lucidez necesaria para poder redactar una respuesta, cosa que hizo.

"Respetado señor:

Antes que todo le pido disculpas si he tardado en responder, le aseguro que no ha sido porque no deseara hacerlo, sino por razones ajenas a mi voluntad. Desconozco cuánto tiempo ha pasado, se que debe parecerle extraño lo que escribo, pero le ruego no impaciente que enseguida le explico el por qué.

Como le decía desconozco cuánto tiempo ha pasado desde que mi familia y yo abandonamos Skyland Mannor. Como bien recuerda abandonamos la mansión en medio de un agüacero, agüacero que afectó la salud de mi madre y la mía. Ha sido mi hermana Anabel quien me hizo entrega de la carta que usted me envió y ella ha sido también quién me la leyó puesto que a causa de la fiebre no conseguía distinguir lo escrito. Tras la lectura de mi hermana volví a dormirme y no ha sido hasta que el retumbar de los truenos de la tormenta que por mi ventana veo cae con fuerza, que he podido escapar de los brazos de Morfeo, leer nuevamente y a solas la carta que me envió y responder.

Todavía me siento débil y algo aturdida, cosa que ruego tenga en cuenta y sepa disculpar si mi redacción no es todo lo correcta y pulcra que debiera.

Mi estimado señor Collins, permítame compartir esa culpa que siente porque si se ha cometido una falta o no hemos sido ambos quienes la cometimos. Posiblemente sea impropio para una señorita como yo decirlo, pero en mi corazón siento que decirlo es lo correcto y haré caso al corazón, no a la razón. Usted me besó, es cierto, pero yo consentí que lo hiciera y desde el momento que lo permití es porque lo deseaba. Usted se siente culpable por los inconvenientes que pueda haberme causado y yo me siento igualmente culpable por los que pudiera haberle causado a usted y a Lord Heddington, en especial si éstos han afectado la relación y confianza que tiene él en usted. Nunca podría perdonarme si algo así ocurriera, máxime después de saber de su propia boca cuan unidos están ambos en afecto.

No le mentiré diciendo que no temo por lo que pueda pasar de ahora en adelante. El temor que siento no es por mí, sino por mi familia. Anabel me recriminó bastante esa noche debido a ello y aunque en parte creo exagera no puedo desconocer la razón que no deja de tener. Será una prueba difícil, como todas las que he debido afrontar desde la muerte de mi padre, pero de la que se saldré victoriosa, en especial si cuento con el apoyo de aquellos quienes me importan. Ellos me dan fuerza para hacer frente a la adversidad, ellos y ahora usted.

Patrick, yo se que lo que me dijo es sincero, firme y nada frívolo, lo se porque lo ví en sus ojos y del mismo modo que usted me lo reitera por escrito se lo reitero yo. Dice usted que mis hermanas y yo nos merecemos un hombre que nos ofrezca un porvenir y futuro que usted no es capaz de ofrecer, palabras de las que discrepo en su totalidad. Es cierto que antaño gozamos de una posición social privilegiada, pero aquello se perdió y personalmente he de decir que de aquello es poco y nada lo que añoro. He tenido ocasión de conocer las dos caras de la moneda y por ello es que puedo decir que más que una vida de lujos y comodidades lo que deseo es una vida feliz junto a las personas que amo y me aman. La felicidad, señor Collins, no la da el dinero sino una vida tranquila y el amor.

Me parece que con todo lo que escrito ya he respondido a la principal de sus interrogantes, pero por si aún no le ha quedado lo suficientemente claro y requiere que mi respuesta sea más específica y no deje lugar a dudas, entonces se lo diré de forma directa: No deseo dejar de verlo y mucho menos que se aparte de mi vida.


Afectuosamente suya:

Susanne Cornwel"

Susanne, una vez redactada su respuesta, metió la carta en un sobre que luego selló cuidadosamente y escribió en éste, con bella y pulcra caligrafía, el nombre de Patrick Collins. Dejó la carta sobre la mesita, en lugar visible para que cuando su hermana regresara a la habitación y en caso que ella estuviera dormida, la viera y pudiera hacerla llegar a él.

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15/04/2009, 23:18

Anabel deja apenas unos momentos a Alexander para ver cómo sigue su hermana y su madre. Primero se acerca a su madre, ya que teme por su edad que la gripe le haga peor. Abre la puerta y la ve durmiendo, se acerca, coloca una mano sobre la frente y entonces ve que está ardiendo, literalmente.

-¿Mamá? -dice Anabel con mucha preocupación.

-¡Mamá! -repite y nadie le contesta excepto Susan que la llama desde la otra habitación.

Anabel corre hacia allí y ve a la chica llena de sudor, apenas logra moverse para señalar una carta que ha dejado sobre la mesa de luz. Anabel la toma y se la guarda en el bolsillo. La leerá luego, lo único que atina a hacer es decir:

-¿Susanne? ¿Me oyes, cómo te sientes?

La hermana no contesta, la realidad es que el cuerpo le duele mucho y no tiene fuerzas para hablar. Su querida Anabel se ve borrosa ante sus ojos, de pronto la imagen cambia y es Collins, pero luego vuelve a ser Anabel. Entonces Susanne trata de hablar, cree que podrá decir algo, aunque su cabeza le vuelve a dar vueltas. La cara de Anabel se dibuja y desdibuja con una increíble facilidad.

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15/04/2009, 23:29

Elizabeth y Jean siguen la conversación mientras Grégoire mira un poco mejor la tienda: no sólo hay variada cantidad de telas, cintos, gasa sino también alguno que otro mueble para la venta. Es un lugar pequeño pero sumamente cálido, uno se siente bien en semejante sitio. Grégoire va a interrumpir un poco a su primo para no quedar tan afuera cuando la puerta se abre de golpe. Es una criada, se le ve la cara pálida y desencajada. Pide unas cintas a Elizabeth, algo para hacer una especie de vendaje casero.

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15/04/2009, 23:34
Beth

-Es para un vendaje para mi señorita Claire. Tiene el tobillo muy hinchado, el doctor Robins ha ido a verla. Pero ella no es la que me preocupa. Hay una enfermedad en el pueblo, el doctor dice que no es algo que haya visto antes. A.. aparece co.. mo una gripe pero, pero es otra cosa.

Beth seca una lágrima y continúa.

-Ayer murió alguien y creo, me temo decir pero creo que Mary Ann tiene lo mismo.

-El doctor Robins ya ha visitado a varias familias pero, no sé. No sé que va a pasar. Tengo tanto miedo, ¿sabe? No, no me he enfrentado a algo así nunca.

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15/04/2009, 23:39

Mary Ann acompaña al doctor hasta la salida, saludando cortésmente a Avon y agradeciendo su gran ayuda. En ese momento el piso se mueve para ella, siente un dolor enorme en los huesos y la cabeza parece que está ardiendo. En menos de un minuto se ve desfallecer. Avon la sujeta antes de que caiga al suelo. El doctor se alarma. Dice: 

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15/04/2009, 23:41
Dr. Robins

-Santo Dios... es la enfermedad. ¡Rápido, señor necesito que me ayude a recostarla y traiga un paño embebido en agua. Pidále al servicio que le asista. No puedo creerlo, no puedo atender a tantos casos, he enviado una carta a Londres solicitando asistencia. Sólo espero que lleguen a tiempo. Nunca he visto nada igual. Ayúdeme a llevarla, es muy probable que en unos momentos pierda el conocimiento.

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15/04/2009, 23:44

Francis y su señor llegaron bastante puntualmente a la cita con unos viejos amigos del padre de Lord Heddington. El hombre mayor llamado Spencer los recibió con un cortés saludo e hizo que los mozos llevaran los caballos al establo que había en un costado de la hermosa casa campestre. Luego, el señor los invitó a pasar, se sentaron en el enorme living, lleno de muebles de estilo victoriano. Retraros pendían de las paredes, muchos recordando al padre de Francis, a quien la familia apreciaba mucho.

La señora pronto trajo el té, con algo de miel para endulzarlo y lo sirvió ella misma, aunque no eran los modos la esposa de Spencer tenía una manía por servir ella su té, preparado con una receta especial de hierbas dada por su madre.

Una vez todos sentados y con un fuego ardiendo levemente en la chimenea, Spencer preguntó:

-¿Novedades Sir Francis? ¿Cómo le ha asentado la visita al área rural de Inglaterra?

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16/04/2009, 00:00

Claire se recostó. Seguía estando triste, el tobillo le dolía algo menos pero no su orgullo. Sabía que Beth iba a buscar algo de tela para improvisar una venda, ya que el doctor le había dicho que quizá con el sostén adecuado pudiera caminar al menos un poco por la casa. Pero eso no aliviaba la tristeza que sentía en estos momentos. Eran las once de la mañana pero no había luz en la habitación, la tormenta había retomado sus fuerzas y los cristales estaban llenos de humedad y frío.

Entonces vió entrar a una criada, no era Beth sino otra persona, detrás iba Louisa con cara angustiada.

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16/04/2009, 00:05
Louisa

-Oh, ¡Santo cielo! ¡Mary Ann! Mary Ann... tiene la enfermedad ... se ha desmayado... Oh Dios, oh dios. ¡Oh Dios! El doctor está con ella pero pero, oh señorita que terrible noticia, que terrible.

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16/04/2009, 00:07

Anabel le pide un momento a Alexander para ir a controlar a su hermana y madre, ya que ambas han caído enfermas y el doctor aún no ha llegado. El joven espera pacientemente, sorbiendo unas cucharadas del delicioso caldo que la jovencita a preparado. Afuera, la tormenta se ha intensificado más y se sienten truenos cercanos. Pasan varios minutos y la chica no vuelve, entonces el ruso siente un grito.

- ¡Mamá!

Se levanta y va en busca de la fuente del sonido. Encuentra que Anabel está pálida, junto a su hermana, está de espaldas a él y no lo ve pero le dice algo a la otra chica, algo de que la madre está mal. Le pregunta como se siente. La hermana prácticamente no se mueve. Algo malo está pasando con esas dos mujeres, la familia de Anabel se está desmoronando por algo que parece ser más que una simple gripe.

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16/04/2009, 00:45
Elizabeth Cornwell

El rostro de la joven palidece... Cuando la mujer habla, Elizabeth no puede menos que pensar en su madre y su hermana...
Apenas logra buscar lo que le piden, y se lo tiende, con los ojos muy abiertos...

-Aquí... Tiene...-Murmura...-¿Muerto, ha dicho? Ha.. muerto alguien por... Esa enfermedad?-Pregunta, preocupada...

Ruega fervientemente que nada malo pase en su casa...

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16/04/2009, 00:42
Alexander Varsatof

Al ver la escena desde la puerta, Alexander no lo piensa ni un segundo
-Voy por el medico!
Se da media vuelta y corre hacia la puerta de entrada, cada paso que hace retumba un poco en el piso, luego hacia el establo y se sube a su caballo de un salto, los cascos del caballo chocar contra los adoquines se van haciendo mas inaudibles hasta desaparecer

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16/04/2009, 15:39
Anabel Cornwell

-Dios Santo...- murmuró apenas con un hilo de voz quebrada al percatarse del estado de su madre. ¿Cómo podía haber empeorado tanto en tan poco tiempo? No se lo explicaba pero probablemente era culpa suya por no haberle prestado la atención y los cuidados necesarios así que enseguida cambió el paño de su frente y corrió hasta la habitación de su hermana cómo una exhalación y con los ojos aguados.

Sue parecía haberse contagiado de la misma fiebre alta, la enfermedad no estaba dispuesta a dar tregua a la mayor de las Cornwell así que se pasó la mano pro la cara para secarse las lágrimas con rapidez y también cambió el trapo de su hermana dejando la carta a un lado, pues ahora mismo poco o nada le importaba eso.
-¡Gracias...!- se limitó a decir ante el ofrecimiento de Alexander, esperanzada ante la idea de que el doctor le hiciera más caso al ostentar una mayor influencia que ella. Si hubiera venido cuando lo solicitó...

-Venga Susie... ¿No le quieres tanto? Entonces tienes que aguantar...- dijo a su hermana con tremenda preocupación, aliviada por el hecho de que Liz no tuviera que presenciar ése espectáculo.
Y así se inició una pequeña carrera en la que Anabel no cesaba de alternar entre ambas enfermas para mojarles el rostro y partes de su cuerpo intentando así refrescarlas y conseguir menguar sus fiebres.