Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo V

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17/01/2010, 16:23
Susanne Cornwell

Sue meneó la cabeza de un modo prácticamente imperceptible. El señor Banks la había malinterpretado pero no estaba de ánimos para discutirle. Si bien es cierto había estado preocupada por Patrick, esa preocupación prácticamente desapareció en el minuto mismo que oyó, de boca de Francis, que esos eran los carruajes que él había enviado. El señor Spencer se mostraba tranquilo, si algo malo hubiere ocurrido a Patrick ya se sabría.

Los temores de Sue iban por otro lado. Los temores de Sue eran por el bienestar tanto de ella como de sus hermanas. Temía que ese alejarse de aquella casa, su casa, significara irremediablemente perderla. Habían conseguido acostumbrarse a vivir en una casa pequeña, humilde, a vivir con lo justo, a ser felices con lo que tenían. Los lazos con ese lugar eran demasiado fuertes y no quería perderlos. Era su casa, era su hogar, era el sitio al que pertenecía y temía que, si los temores albergados por Collins se cumplían, ese hogar fuera destruído y que la separaran de sus hermanas.

¿Cómo podría seguir adelante si eso ocurría? Desde que tenía uso de razón siempre habían estado juntas. Nació y ya contaba con una hermana mayor a la cual querer parecerse, misma que más tarde la ayudó a dar sus primeros pasos, mismos que enseñaron a Liz cuando llegó su turno.

Siempre juntas, siempre unidas, siempre apoyándose la una a la otra. ¿Cómo no iba a temer por lo que el mañana les deparaba?

Respiró profundo, llenándose los pulmones de aire y obligándose a borrar de su rostro todo gesto de preocupación. Anabel ya se estaba ocupando de organizarlo todo, pero no era justo dejarla haciendo todo sola.

-Vamos Liz -dijo acercándose a ésta-, tenemos cosas que empacar...

Notas de juego

Vale, hasta aquí lo dejo y ya me espero al nuevo turno que de lo contrario no paro xDD

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17/01/2010, 18:04
Francis P. Spencer

Sir Francis permaneció junto a los carruajes a la espera de que la comitiva estuviera preparada, limitándose a contemplar los sutiles intercambios de impresiones entre los demás. La descnfianza general era obvia, natural e incontestable, pero no intervino en las conversaciones. Al fin y al cabo, estaba ahí para garantizar la seguridad, no la esperanza, ni tampoco para ganarse simpatías.

También supuso que hasta que Patrick apareciera no se tranquilizarían del todo, por claro que se tuviera el hecho de tratarse de un hombre que sin duda se sabía cuidar. De nevo, algo natural.

De modo que simplemente esperó a que todo estuviera listo, reflexionando sobre el futuro inmediato, sintiendo un comienzo de presión. Si no conseguía proteger a estas personas en sus propiedades, habría una gran decepción general.

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17/01/2010, 18:29
Anabel Cornwell

-Bueno, con Liz la cosa es más complicada, siempre ha sido un tanto más revoltosa de lo habitual así que nunca puedes estar seguro de lo que piensa... Pero sí, creo que puedo afirmar que algo hay aunque ni ella misma sepa el qué- tras admitir esto, se puso un dedo sobre los labios indicándole a Banks que esa información no podía salir de esas cuatro paredes y fue entonces cuando empezó a distinguir más pasos dirigiéndose a los pisos superiores. Al parecer sus hermanas habían decidido empaquetar sus cosas ellas mismas así que tendió sus escasos pertrechos a Edmund y dejó que la sirvienta se encargara de ayudar a sus hermanas menores.

-Aunque a ellas tampoco les haga demasiada gracia, sé que tienen motivos de peso para que el hecho de mudarse les resulte cuanto menos interesante- y con eso hacía referencia nuevamente a la compañía de esos dos varones. De hecho Sue ya tendría que acostumbrarse a vivir fuera de casa de manera definitiva -Yo en cambio no tengo ningún incentivo para moverme de aquí. Es dónde nací y me crié, por muy pequeña y humilde que sea me gusta, es nuestro hogar... pero lo hago por ellas, como siempre- se encogió de hombros queriendo restarle algo de importancia al asunto. No le apetecía nada atormentar a Banks, que sólo había querido ser amable, con sus preocupaciones. Lo cierto es que parecía un buen hombre pero no se conocían demasiado como para abusar de algunas confianzas así que tampoco quería incomodarle.

-Tal vez debería hablar con Lord Heddington. Tiene múltiples propiedades y territorios, quizá encuentre un empleo para usted...- propuso mirándole de reojo mientras se dirigían de nuevo al exterior de la casa.

Notas de juego

Voy a postear para todos porque ha quedado claro que si no nos liamos, hehe! (casi partimos a Banks en dos xD)

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17/01/2010, 22:26
Edmund Banks

Edmund escucha atentamente a Anabel, asintiendo levemente mientras ella habla. Con suavidad le pregunta:

- ¿Es usted la mayor, verdad? Se nota que está acostumbrada a llevarlo todo. Entiendo que no quieran dejar su casa. Pero es temporal. Para algunas, supongo - sonrie haciendo alusión velada a Susanne. Mira fijamente a Anabel antes de continuar: - Las motivaciones siempre son peculiares. Usted puede encontrar .... hace un gesto ambiguo con las manos, tratando de cubrir el hecho de que había estado a punto de hablar de amores con una mujer con la que no tiene confianza. - Usted sabe a qué me refiero.

Escuchando el movimiento en las demás habitaciones acompaña a Anabel hacia la salida con sus cosas, cuando ella sugiere lo de pedir trabajo...

- Quizás, pero no me gustaría que pensara que trato de aprovecharme de esta situación. Trataré de hablar a solas con él cuando pueda.

Notas de juego

Nada, se sale al paso y ya esta.

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18/01/2010, 15:54
Anabel Cornwell

-Oh, no se crea... por suerte mis hermanas siempre me han ayudado mucho, estamos acostumbradas a trabajar desde pequeñas. Aunque supongo que es inevitable sentirse un poco más responsable y sobreprotectora cuando eres la mayor- explicó a Banks mientras se detenían junto a uno de los carruajes. Tampoco quería que pensara que sus hermanas le suponían una carga o algo similar, no le gustaría que se llevara una idea errónea de ellas... pero por lo que había podido observar no era así. De hecho incluso quedaba claro que ya se había fijado mucho en Liz, lástima que la menor de las Cornwell tuviera tantos pájaros en la cabeza y no supiera ver a un buen hombre cuando lo tenía delante.

Banks:

- Usted sabe a qué me refiero.


Tras esa afirmación, Anabel se limitó a dedicarle una amable sonrisa dejando claro que en realidad no, no sabía a lo que se refería pero tampoco iba a importunarle con preguntas inquisitivas así que tendió el equipaje al cochero y éste se encargó de cargarlo.
-No se preocupe por eso. Dudo mucho que el Lord sea el tipo de hombre que acepta a un empleado por compromiso o educación, si lo hace es porque de verdad le interesará. Sólo tiene que parecer muy seguro de sí mismo y de sus capacidades, ¿de acuerdo?
- le aconsejó mientras le sacudía un poco la arrugada chaqueta para que ofreciera un aspecto un poco más presentable. Después le colocó bien el cuello de la misma y se limitó a dedicarle una sonrisa de ánimo para después quedarse esperando.

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18/01/2010, 16:46
Edmund Banks

Edmund la miró profundamente a los ojos, sonriendo.

- Me está cuidando a mi también. Es una sensación agradable. Hablaré con él, señorita Anabel. Muchísimas gracias.

Desvia la mirada un momento en dirección a Elizabeth y vuelve a hablarle a Anabel:

- Su hermana pequeña parece un colibrí inquieto. Confieso que en un primer momento me sentí atraido por esa impulsividad. Pero necesita volar. ¿Me permite que la ayude a subir al coche?

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18/01/2010, 18:45

Dos criadas había entrado a lo de las Cornwell a buscar las cosas para ir colocándolas, de a poco, en los carruajes; aunque como dijo una de las hermanas: no había demasiado que trasladar. Francis terminó de hablar con el cochero quien le informó ciertos pormenores que lo llenaron de gozo, el tema era que no debían preocuparse más por la bestia. Al menos parecía que su amenaza había cesado, aunque el cochero no sabía mucho más del tema, pero la noticia era muy buena.

Alexander salió un poco al ver tanto tumulto. Seguido por el padre Thomas, que ya había despertado.

- Oh, mi buen Señor ha querido que vea el nuevo día con todos a salvo. -dijo el sacerdote con alegría.

Las hermanas Cornwell conversaban, Edmund también; había mucho que acordar. Entonces... a lo lejos... se sintieron unos cascos.

El galope disminuye a medida que el jinete se acerca a la casa, y no es nadie más ni menos que Patrick Collins, viniendo con aire triunfal. Un criado lo acompaña en otro corcel cercano. En cinco minutos ya ha llegado hasta la entrada de las Cornwell, detenido a su montura y bajado al suelo. La felicidad irradia su mirada y las chicas se encuentran más que aliviadas de verlo bien.

Ciertos caballeros como el ruso y Edmund, ahora deben pensar cuál será su próximo movimiento. ¿Partirán hacia sus respectivas viviendas, acompañarán a los señores lejos de Windfield?

Por su parte el cura se despide...

Avon sale del interior de la casa de las hermanas justo cuando el sacerdote da sus últimas palabras, antes de retirarse.

Notas de juego

Chicos posteo hoy porque se viene una tormentota mal y si me quedo sin internet justo mañana me mato =PPPP

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18/01/2010, 19:03
Padre Thomas

- Mis queridos amigos, debo retirarme a mi capilla. Sea cual sea el final que decida para mí la reina, de así serlo, lo aceptaré de buen grado. Pero mis fieles me necesitan, ya he sido demasiado cobarde. Además, quisiera saber si el otro grupo ha tenido tanta suerte como nosotros mismos. Que Dios les acompañe, y nunca olvidaré lo que nos ha pasado, lamento mi falta de valor, pero he aprendido de tal experiencia. Señores, adiós.

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18/01/2010, 19:12

Las chaperonas ayudaron a las criadas a traer algo de comer, un poco de vino y luego se retiraron, para sorpresa de las hermanas Hancock. Louisa dijo:

-Después de lo que estos caballeros han hecho por vosotras, no tiene sentido que mostremos algo menos que absoluta confianza. Claire, Mary Anne, buenas noches. Recordad que mañana por la tarde vuestro padre llega a Windfield. Señores, simplemente os quedaremos en deuda de por vida.

Y dicho ésto ambas chaperonas se fueron. Los cuatro presentes vieron que la mesa había sido puesta de manera más que completa: unos bollos de pan decoraban el centro, junto con fruta en un bowl para el postre. Luego, delante de cada uno de ellos, había un plato de porcelana fina en el que se había colocado un poco de carne de ternera, con algo de puré de patatas y una salsa oscura, posiblemente receta familiar, que residía en una salserita al costado.

Había suficiente agua y dos botellas de uno de los mejores vinos de la mansión. Solamente estaba Beth, una de las criadas, que de vez en cuando venía a ver si debía llenar alguna copa, o traer el segundo plato, o atender cualquier requerimiento especial. Las velas iluminaban la habitación.

Notas de juego

Chicos posteo hoy porque se viene una tormentota y temo quedarme sin internet =PPPPPPPPPPPPPP

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18/01/2010, 20:12
Mary Ann Windsor-Hancock

Mary Ann estaba agotada, agotada física y mentalmente, el abrazo de la chaperona al menos la hizo sonreír, estaba en casa, ya nada malo podría pasar y podía relajarse y descansar... estaba tan agotada...

Más cuando iba a pedir humildes disculpas por ausentarse de la agradable velada que se presentaba, sintió el cosquilleo de una respiración en su nuca, al volverse vio a Jean Antoine sonriente. Su susurro despertó en ella las ganas de continuar y dejar atrás el cansancio. Le sonrió divertida disimulando que miraba a otra parte.

Cuando las chaperonas se fueron su cansancio pasó casi por completo a sorpresa, pues no se esperaba aquello por nada del mundo. Eso la hizo sonreír de nuevo muy pícara a su interlocutor: ¿Está seguro que lo que me ha mostrado eran sus defectos? Torpe de mí, alabándolos estaba. rió despacio y suavemente para que solo él pudiera escucharla.

El delicioso olor a bollos recién hechos despertó un apetito que muy profundamente olvidado.

- Señores, dijo señalando la mesa, cuando gusten... Hermana. Por favor, tú primero. En señal de agradecimiento y amor hacia ella le mandó un beso con la mano. Parecía un gesto algo infantil, pero era la forma que tenía su madre de decirles que las quería.

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18/01/2010, 21:28
Susanne Cornwell

Ya estaba todo listo, nada más esperaban que Lord Heddington diese la orden para subir a los carruajes y partir cuando el sonido de cascos llegó a sus oídos. No se imaginó quién podía ser, mejor dicho no imaginó que se tratase de Patrick, por lo mismo se tensó un poco temiendo que se tratase de algún soldado, sin embargo toda tensión desapareció al saberle de regreso.

Fue hasta el portal de la puerta, haciendo acopio de una increíble fuerza de voluntad para no correr a su encuentro. Se detuvo en la entrada, dejando que los demás la adelantaran y desde allí lo observó con una sonrisa, que aunque no jubilosa dadas las circunstancias, no dejaba de ser alegre.

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18/01/2010, 21:51
Edmund Banks

Edmund se alegra realmente de ver al señor Collins, sobre todo por Susanne. Pero ha llegado el momento de de tomar una decisión. Se aproxima a Lord Heddington en voz baja pero segura:

- Disculpe, ¿habría algún trabajo disponible en sus tierras? De hecho había venido a la ciudad en busca de trabajo cuando sucedió todo esto.

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18/01/2010, 22:16
Anabel Cornwell

Anabel se mostró un tanto turbada tras la mirada de Banks. Hacía mucho tiempo que no la miraban así, ya casi lo había olvidado así que apenas supo cómo reaccionar pero tampoco parecía molesta, simplemente un tanto sorprendida.
Miró de reojo a Liz y se alegró de poder hacerlo. Al parecer el caballero había desistido con relativa rapidez aunque cabía suponer que era relativamente normal, la menor de las hermanas siempre llama la atención por uno u otro motivo pero para algunos su compañía prolongada resulta demasiado... imprevisible. Eso no gusta a todo el mundo.

-Claro, se lo agradezco- dijo ante la educada invitación para ayudarla a subir al carro, pero dicho movimiento no se llevó a cabo dado que un corcel irrumpió en la escena captando la atención de todo el mundo.
Cuando volvió a mirar alrededor Banks ya no estaba pero le alegró comprobar que aprovechaba el momento para hablar con Heddington mientras Sue permanecía inmóvil, quizá demasiado consternada como para reaccionar de manera inmediata.

-Sr. Collins... ha ido todo bien, según parece. Me alegro- saludó al recién llegado y dejó que bajara de su caballo para recibir a su hermana. Estaba convencida de que era lo que más deseaba en ese momento y no iba a impedírselo.

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18/01/2010, 23:07
Patrick Collins

Sentía alegría, alegría por ver que estaban bien y ya habían preparado la evacuación. Por un momento, llegó a pensar que otras personas pudieron haber llegado antes, personas malvadas como el finado doctor. Se acercó con un trote más corto, menos intimidante, hacia los que estaban en el porche de la casa, preparados para subir a los carruajes.

Sus ojos se encontraron rápidamente con los de ella, y le confortó muchísimo verla bien, sin rastros de aquella enfermedad que la tuvo postrada en la cama. Sonrió levemente, y entonces unas palabras le sacaron de su ensinismamiento. Había detenido al caballo a unos diez pasos de los allí presentes, y bajó lentamente de él cuando la señorita Anabel le habló.

-Así es. El problema de naturaleza "sobrenatural" ha sido resuelto ya. Además, les gustará saber que las hermanas Windsord-Handcock se encuentran bien, junto al resto del otro grupo. Solo algo asustados y magullados. La mayoría ha ido a la mansión de los Windsord, aunque creo que tomarán mi consejo de marcharse de aquí. La mansión de mi señor ha sido ya evacuada con presteza, y los criados tienen órden de pasar una temporada en el anonimato.

Miró al resto de los presentes, mientras afirmaba las riendas del caballo a un árbol del patio. Omitió toda mención a su papel en aquello, y a la identidad del "hombre lobo". No gustaba de echarse muchas flores, y tampoco quería dar datos alegremente. Si capturaban a alguno de ellos... en fin. Hay verdugos que saben sacar muy bien ese tipo de confesiones, con los medios apropiados. Y en esos casos, es mejor no saber algo a tener que ocultarlo.

-Ustedes deberían hacer lo mismo, caballeros. Si yo fuera la reina, enviaría aquí más tropas para averiguar que ha sucedido con su cuarentena. Y no creo que le guste ver que los que la han "violado" siguen por aquí campando a sus anchas. Creo que es mejor que a partir de ahora nadie conozca a nadie, y mucho menos su ubicación actual. Creo que tenemos motivos para sospechar que esa extraña enfermedad era el menor de nuestros males.

Saludó a los presentes con una inclinación de cabeza, al cabo. Su falta de pericia en cuestiones de protocolo a veces le jugaba malas pasadas. Se acercó un momento a su señor, y le dijo en voz audible para todos.

-Milord, creo que sería conveniente que nos moviéramos ya. Habrá tiempo para más explicaciones cuando estemos en ruta.

Se preguntó como se las habría arreglado para convencer a las hermanas de abandonar su casa durante una temporada. Antes de partir, Anabel había mostrado sus reservas en torno al particular. Luego, se volvió un momento para mirar en dirección a Susanne.

-Milord, si me disculpa...

Se giró de nuevo para inclinar el rostro. Después, se acercó despacio a Susanne, sintiendo que todos le miraban. Pero en ese momento, a él le dió exacta y completamente igual. Lo que pasó a continuación, fue bastante surrealista, incluso para lo vivido por los allí presentes. Se acercó a abrazarla fuerte, y anduvo así durante casi un minuto, en silencio. Su respiración se notaba agitada, como si estuviera experimentando un alivio manifiesto para un fuerte dolor en su corazón.

-Gracias a Dios -dijo- Gracias a Dios.

Luego, la miró al rostro con una sonrisa, y al cabo parpadeó, como acordándose de algo. Se separó un momento, y ante la incredulidad de los presentes, hincó una rodilla en uno de los escalones del porche, mirándola desde abajo.

-Señorita Susanne -dijo en voz alta- Se que he hecho mucho para avergonzarla, y por ello le pido disculpas. Pido disculpas a usted y a sus hermanas por mi comportamiento en aquel baile en casa de mi señor. Pero quiero decir, y quiero que todos sean testigos de ello, que yo la aprecio a usted y a sus hermanas, como he apreciado a pocas personas a lo largo de mi vida. Y por ello, he hecho y haré todo lo posible para que estén seguras, y para que sean felices. Pero, debo añadir...

Hizo una pausa, parpadeando.

-He de añadir que la fuerza que me ha movido a hacerlo, no es solo la del respeto y la admiración. Durante toda mi vida, no he sabido cual era realmente mi norte. He luchado por una patria que a veces pensé que me era ajena, como un mercenario, y solo el servicio a un amigo, más que a un señor, me mantuvo cuerdo. Salí esta misma noche con un intenso dolor en el corazón, un dolor por abandonarla en un momento así, aunque fuera con un buen fin. Caminé solo por la dehesa temiendo un encuentro al que yo mismo acudí, en rescate de quien lo necesitaba. Fundí las balas, llamé a los criados y acudí. Sabía que debía hacerlo, y eso lo sabía porque...

Miró al suelo un momento.

-Porque me has hecho mejor persona, Susanne. Tu amor me ha salvado, y me ha dado una luz, una dirección. Te amo con toda la fuerza de la que soy capaz. Y por ello...

La miró a ella a los ojos.

-Por ello no quiero separarme más de ti durante el resto de mi vida. Se que solo soy un irlandés de baja cuna y algo falto de maneras, y que te mereces a alguien mucho mejor que yo. Pero no podría morir agusto cuando sea un anciano, o cuando el Señor diga que ha llegado mi hora, sin preguntarte esto.

Respiró hondo, tomando fuerzas.

-Susanne Cornwell. ¿Quieres casarte conmigo?

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19/01/2010, 15:30
Francis P. Spencer

Sir Francis se vio forzado a ignorar la pregunta del señor Banks ante el saludo de Collins, cuya llegada había supuesto una verdadera revolución. Cuando se dirigió a él le dedicó un sonrisa amistosa como única respuesta, y se mantuvo atento desde su posición neutral a las palabras dedicadas a la señorita. No pudo evitar toser y reír a la vez de alegría cuando Collins le pidió la mano.

Unos pedían trabajo y otros matrimonio. Lord Heddington encontró formidable la capacidad que aquellas personas mostraban al sobreponerse a acontecimientos de tan insólita naturaleza. Entre el estupor y la alegría por su amigo, quedó en silencio, como todo el mundo, a la espera de la respuesta de la dama. Ya habría tiempo de hablar de negocios en el camino.

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19/01/2010, 16:45
Elizabeth Cornwell

Algo al margen de la conmoción del momento, Elizabeth observaba ya con añoranza la casa...

No quería irse...
No quería irse de ningún modo...
Y ahora, de repente, tampoco quería ir a la casa a la que, a la vista estaba, les estaba predestinada...

Suspiró, sintiéndose sin fuerzas de ir a empaquetar nada...

Entonces, se oyeron unos cascos, y el Sr. Collins apareció. Cuando bajó y comenzó a contar lo sucedido, Liz le escuchó interesada, pensando en posibles conclusiones al respecto...
Pero luego...

Su cadena de razonamientos fue interrumpida por la declaración del caballero hacia su hermana...

La joven se quedó casi boquiabierta, sintiéndose sumamente feliz por ella, pero a la vez, triste, puesto que sabía que eso quería decir... Que entonces ella también se iría...

Se esforzó por sonreír. No tenía derecho a ser tan egoísta. Sue se merecía eso y más, y más le valía a ese Patrick que la tratase como si de la mismísima Reina se tratase.
Pensó entonces en Anabel...

¿Encontraría ella también alguien que cuidase de ella pronto?
Eso sería algo maravilloso, teniendo en cuenta de que también se lo merecía, después de tanto tiempo de encargarse de todo...

Evitó un suspiro, y no pudo evadir la posibilidad de pensar en su propio futuro...
Miró a quienes le rodeaban, y sin querer, su vista se posó en Lord Heddington...

Estaba claro que era un hombre ocupado, y que lo del baile tan sólo había sido una artimaña para... Para simplemente actuar como "los hombres ricos actúan": consiguiendo lo que siempre quieren.
Se sintió entonces frustrada y enfurecida al darse cuenta de ello, y se reprendió a sí misma por haber caído en la trampa, y estar dándose cuenta de ello ahora...

"Olvidar será el mejor camino..."

Volvió a esforzarse por continuar mostrándose alegre, y observó cómo Charles y Alexander salían fuera.
Tenía ganas de preguntarles cómo se encontraban, al primero por haber estado herido, y al segundo por parecer demasiado cansado...

Mas, finalmente, se quedó dónde estaba...

A medio camino entre el Todo y la Nada...
Deseando fervientemente muchas cosas y ninguna... Y a la vez, que Sue dijera "sí" rápidamente para poder ir a abrazarla...

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19/01/2010, 17:06
Edmund Banks

Edmund se quedó totalmente mudo, interrumpido en su intento de ayudar a subir a Anabel al carruaje, por la llegada del señor Collins, y en su intento de solicitar trabajo por la declaración del joven, impetuosa.

Sonrió mirando hacia Susanne, esperando que la joven respondiese. Todo el mundo se había quedado como congelado mirando a la chica.

Edmund no pudo evitar pensar que el joven había sido demasiado efusivo, que él en su lugar habría buscado la tranquilidad de un sitio a solas, y no aquél ir y venir de gente. Pero claro... él no tenía la posición ni el aplomo del señor Collins.

Miró en dirección a Anabel, mirando cómo se había tomado la joven aquella declaración hacia su hermana.

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19/01/2010, 18:12
Claire Windsor-Hancock

Sonreí a mi hermana y le devolví el gesto, aquella antigua y venerada acción de mi madre cuando estaba en un salón enorme y quería decirnos lo que sentía por nosotros. Mi cabeza dio vueltas en ese momento a los años en que éramos felices. No quise ahondar más en esos pensamientos pues sabía que la tristeza se notaría en mi casa y sí, estaba feliz porque nuestro padre llegaría pero no lo estaba tanto por llegaría junto a esa mujer.

Observé nuevamente a mi hermana, parecía renovada y entonces caí en la cuenta de que quizás era por Jean, le eché una mirada a él de incredulidad y si hubiera podido le habría advertido que se comportara bien con Mary Anne que no era tan cabezadura como yo. Luego miré a Byron, estaba como ausente, no sé, quizás de pronto estaba totalmente arrepentido, no sólo de haberse quedado a desayunar. Traté de no pensar en ello, comí un trozo de carne seca y bebí un poco de vino, pero no me sentía bien. Quizás era el cansancio de la noche o ver de pronto en todas direcciones y pensar que a pesar de la compañía, estás sola.

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19/01/2010, 23:37
Charles Patrick Avon

Avon seguía aturdido, quizá fuera por la pésima noche anterior, o más seguramente por un dolor de cabeza constante que le había acompañado durante bastante tiempo.

En verdad seguía fuera de sí, fue incapaz de articular palabra alguna y sus movimientos eran, a todas luces, inatos.

Su aturdimiento cesó cuando salió a la calle y pudo contemplar el sol con todo su esplendor. Demasiada gente, y demasiados acontecimientos en tan poco tiempo.

Se me pasará - Pensó el bueno de Charles mientras se secaba el incipiente sudor de su cara con un pañuelo que siempre llevaba guardado.

Pero otro acontecimiento le volvió a sorprender, al escuchar las palabras de Patrick, le envidió por tener las cosas tan claras, y por eso, esperaba con todo su corazón que la menor de las Cornwell diera su visto bueno, al fin y al cabo sería algo bueno por fín.

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20/01/2010, 03:23
Ethan Byron

 Byron era un hombre que había nacido en los brazos del protocolo, y no solo en aquel aspecto había sido huérfano, nunca le habría resultado entreñable una mujer, ni hubiese mostrado compasión por el desamparado, no habría dado algo a cambio de nada, no hubiese prestado atención al valor mundano de los sentimientos, rechazando las emociones como algo de lo más banal. Cristiano, había dudado innumerables veces de la existencia de un Dios, aunque las apariencias siempre fueran algo diferente.

  - En... - pensaba, y sin embargo hablaba - un mundo de apariencias, no creí jamás que hubiese lugar para algo tan puro. - Susurró tan distante como Claire, y cualquiera de los presentes pudiese haberle encontrado durante el desayuno. Él mismo se debía a su apariencia, y ahora, su perfecto traje, su váculo de brillante y pulida madera, incluso su elegante sombrero para depende que ocasión, no estaban o se encontraban desaliñados como nunca ante el trajín de una noche horrible y por otra parte única y poderosa, poderosa por los sentimientos que entrañaba.

 Permaneciendo en aquella velada matinal con los ojos bajos, en una mirada discreta que jamás se alzó más allá del mantel, ahora, con vigor renovado parecía cobrar fuerza con un brillo que sólo los que se declaran en estado de enamoramiento pueden presentar, y sólo al observar, al objeto de su ferviente deseo.

  Byron sintió en su vida numerosas veces el deseo de tomar algo como suyo, la posesión de bienes, de valores, de principios, e incluso de ciertas cosas que no van más allá de la ilusión, y tras todo ello siempre había una sombra, que no era sino la sombra de la avaricia o el capricho, sin embargo ahora, la idea le turbaba, y relajaba su rostro para conformar un semblante de inocencia que nunca había observado en su reflejo, ahora, algo distorsionado en la cubertería. Aquel deseo era puro, y se sentía muriendo, si ahora sentía aquello como se sentiría lejos de la diva de su sueño.

 - Me gustaría, si no fuese demasiado osado o inconveniente, conocer a vuestro Padre, si eso fuera posible.

 Su mirada ascendió entonces por completo hasta contemplar los luceros que Claire portaba en su rostro, sus dulces y deseables labios y el inocente semblante que le hacía desesperar en su fuero más interno.

 Fugazmente quiso compartir una mirada con la hermana de Claire, no había intercambiado palabras con Mary Ann, pero suponía que debería mostrar respeto por su padre y más aún ante la intención de cortejo para con la menor de las Hancock.

 - No es ningún secreto que esta noche...ha sido la peor que jamás se podría imaginar en muchos aspectos, y lejos de querer recordar algo así, no puedo sino manifestar que aún, en esas circunstancias, me alegro de que haya sucedido...pues...de otra forma, jamás la hubiese conocido, señorita Hancock.

 Su mirada estaba fija en Claire, profunda, penetraba en ella en busca de su psique, ahondando en su interior con la pupilas dilatadas para no perder detalle de aquella obra divina que era esa mujer.

  No se escuchó, pues si hubiese oido, o visto desde otro lugar su actuación hubiese enrojecido de vergüenza ajena, aquel ya no era el Byron cruel que entró a regañadientes en la iglesia, aquel era un Byron dispuesto a buscar algo más que una mujer para concebir un hijo, era un Byron entregado a la más bella de las ninfas.