Partida Rol por web

El descenso en el transporte ligero fue rápido y sin problemas. Los miembros de la guardia imperial están acostumbrados a descensos bruscos en cápsulas de desembarco en medio de terrenos hostiles rodeados de enemigos, pero en comparación esto era menos que un paseo.

Tras desembarcar del transporte ligero, observáis cómo rugen sus motores y lo vuelven a elevar hacia el crucero que orbita alrededor del planeta. Cuando ha empequeñecido tanto que lo perdéis de vista, echáis un vistazo a vuestro alrededor. Os encontráis en el campamento de la Guardia Imperial, atestado de decenas de hombres y mujeres de aspecto alicaído, algunos ensangrentados y vendados, todos ellos ataviados con los uniformes grises del 97º Batallón.

El campamento consiste en un mar de tiendas de lona dispuestas alrededor de cráteres humeantes, rejillas de ventilación de vapor que emiten bocanadas de apestosos gases violetas y los vestigios del reciente conflicto. Un chirriante bípode patrulla el perímetro, esquivando los restos destrozados de antiguos edificios y vehículos calcinados. En el centro del campamento se alza un bloque de viviendas de color rojo óxido en cuyo exterior se ha colgado el símbolo del águila del Imperio. Más allá se extiende una cadena de montañas de poca altitud coronadas por una capa de hielo y las extensas instalaciones industriales. Chimeneas que escupen llamas, contenedores de almacenamiento, grandes cubas burbujeantes que rezuman vapores tóxicos y otras construcciones se combinan para conferir a las estructuras el aspecto de inmensos insectos de metal que se arrastran por entre los picos de la escarpada cordillera.

- Chicos, con voz de maestro instructor, según las ordenanzas, lo primero que tenemos que hacer es presentarnos ante el jefe del puesto o unidad, pero recobrando la compostura y siendo más humano, - pero ir a hablar con los jefes de aquí nos hace quedar bien, puede que nos den información de lo sucedido y como está todo actualmente, y si hiciera falta igual nos presten algún apoyo. ¿Os parece si hacemos las cosas bien al principio y luego vamos a investigar y ver que nos "ofrece" ese "agradable" lugar?

Heinrich asiente a lo dicho por su compañero.

-Por supuesto, lo primero debería ser presentarse a los mandos del campamento, ya que ellos han sido quien nos han llamado, y quienes mas datos nos pueden ofrecer sobre lo sucedido. Y a ver si haciendo gala del viejo uniforme nos ceden algo más de material.

Dicho lo cual, espera la aprobación o no de sus compañeros.

- Señores, yo opto por la vía oficial - dijo Hieronymus dirigiéndose hacia sus compañeros - presentarnos al oficial al mando y planificar desde ahí.

- No obstante - hizo una pausa - si alguien prefiere la vía extraoficial e ir dar una vuelta a ver que suena por el campamento, puede ser buena idea.

- ¿Alternativas?

El viaje había sido frenético y desquiciante. Reshi había estado todo el tiempo agarrado al arnés de seguridad con los ojos cerrados y musitando una plegaria al emperador entre dientes. Al salir del mismo no tenía buena cara. Estaba muy pálido y cualquiera diria que le costaba andar recto.

-Transporte... Malo... -Dijo tras dejarse caer sobre una roca y respirar hondo un par de veces. Mientras sus compañeros hablan Reshi permanece en silencio recuperándose, aunque reacciona al oir hablar a Hieroniymus- Se pueden hacer ambas cosas. Id vosotros a hablar con los jefazos y dejadme a mi y a un guardia que investiguemos el campamento. Asi cubriremos ambos campos y si preguntan por los miembros restantes del grupo, les decís que estais buscando un matasanos para aliviar mi mareo.

- Bien dicho hijo.

- Deberías fumar menos lho, no parece que te haga ningún bien - le dijo ayudándole a levantarse esbozando una sincera sonrisa, que destapaba la broma. Se sacó su propio paquete de varillas del abrigo y le ofreció una - Toma - Hieronymus evitó coger otro para sí, por temor a dar una imagen informal ante el mando de la guardia.

- Además un médico debe saber mucho aqui, con todos estos heridos - por último añadió - No os metaís en líos.

Comentando vuestras posibilidades lanzáis una mirada alrededor alrededor. La mayoría de los guardias imperiales se han quedado mirándoos, algunos con curiosidad, y otros con evidente mala cara.

No pasan más de unos segundos hasta que veis a un guardia uniformado corriendo como un gamo en vuestra dirección, para detenerse frente a vosotros resollando y apoyándose en las rodillas de cansancio.

En cuanto se acerca veis que es un muchacho joven aproximadamente de 18 años. Su brillante cabello pelirrojo asoma por debajo de su casco, y tiene la piel pálida y llena de pecas.

¡Caballeros… eh... señores… bienvenidos a la mina Gorgónida! Han venido para ayudarnos, ¿verdad?… Lo supe en cuanto les vi… - hace otra pausa para respirar.

Les dije a todos que vendría alguien. ¿Quién de ustedes es el inquisidor? ¿Quieren hablar con el comisario?

¡Jurtz ¿Otra vez ha vuelto a abandonar su puesto?!.

Una voz atronadora suena tras vosotros antes de que tengáis tiempo de responder al recluta.

El que habla es un hombre feo y rechoncho de mandíbula cuadrada, y un tatuaje color azul oscuro en el cráneo. Viste el mismo uniforme gris que los demás guardias imperiales, pero los galones de su manga indican que es un oficial de rango. Encajado en el muñón donde debería estar su brazo derecho hay una larga barra metálica provista de una inquietante diversidad de accesorios.

el recluta farfulla algo parecido a una disculpa, aunque lo que dice es prácticamente indistinguible

Pues vaya tirando. A paso ligero. En cuanto a ustedes… menudo hatajo de inútiles. ¿Quién se supone que son? Está claro que ninguno es el inquisidor que había solicitado.

¿Y bien? ¡Hablen de una vez, no pienso permitir que armen ningún revuelo en mi campamento!

- Me temo que el Inquisidor tenía asuntos más importantes que atender, así que nos ha enviado a nosotros. De cualquier modo, nuestra tarea es la misma. Y usted debe, por devoción al Emperador y en consecuencia a la Inquisición, facilitarnos la tarea. - El tono del oficial le había semblado al del arbitrador, y aquellos arranques de autoridad solían disgustarle. Sin embargo, no se fijaba mucho en sus palabras ya que se encontraba más atento en el brazo mecánico improvisado que llevaba el hombre. Aunque no parecía una gran pieza, podía ser interesante, así que trató de recordar detalles sobre ella mientras le pasaba el relevo a otro. - Amigo Hieronymus, a usted le gusta mucho hablar, ¿nos ofrecerá un concurso de labia explicandole al amable soldado el qué ocurre aquí?

El Soldado de Primera Stig se presenta con el protocolo por delante  - Soldado de Primera 45. .... pero mientras rezaba todo eso, y en posición de firmes, pensaba: - Tremendo Hijodeputa. Si no le meten sus soldados un tiro en la nuca, me pienso reservar ese placer y en lugar de uno, le daré un cargador completo.

Al terminar le señalo, sin perder la posición de firmes, al edificio de la bandera. - Tenemos orden de presentarnos directamente y sin intermediarios al Jefe Militar del lugar. Todo esto en voz en grito, como un guerrero orgullos y que menosprecia al sargento metiche.

A Hieronymus no le había desagradado demasiado el planeta, a pesar de aspecto salvaje, ni le había llamado la atención el desordenado aspecto de las tiendas y el, llamémoslo así, edificio de mando. No era peor que cualquier suburbio en una ciudad colmena.

Pero ahora le estaba empezando a hervir la sangre. El individuo que acaba de presentarse lo hacía con retraso, con un aspecto deprorable y de malas maneras. Esto debía ser vergonzoso en cualquier soldado mucho más en un oficial. El arbitrador imagino que aquel impresentable sería el oficial al mando, al oir que fue el quien llamó al inquisidor. El adepto no parecía ayudar, con su tono que podía ser jocoso, de burla o vaya uno a ser qué, no sabía que le molestaba más, si el agudo tono metálico de su voz o sus agudas palabras.

- A un inquisidor no se le llama, la Inquisición, sargento - hizo hincapié en estas palabras, pues esperaba que sonaran a insulto al degradar verbalmente a alguien de seguro un grado superior - no es un perro.

- Por otro lado - he hizo una pausa para encender la varilla de lho que antes había descartado - despreciar a los siervos de un inquisidor, es herejía - Usted no es un hereje, ¿verdad sargento? - hizo de nuevo hincapié al final de la frase.

- Espero que no. Sin duda será usted un fiel siervo del Trono ¿me equivoco? - dió una profunda calada y mirando por primera vez a los ojos al oficial dijo - Ahora, si es tan amable ¿podría conducirnos a un sitio más apropiado para explicarnos que hacemos aqui?

Tras coger la vara que le ofrecía el arbitres apareció un soldado con malos modos increpando y exigiendo. A Reshi no le gustan que le mangoneen y menos aun que le desprecien de modo que ni corto ni perezoso se enciende la vara de Lho y se queda mirando al soldado fijamente.

-Gracias Arbitres Hieronymus.- Dice sin mirar al que amblemente le habia dado la vara.- Recuerdame una cosa... ¿En la escala de mando imperial que está por encima? ¿Un Sargento de segunda de un pelotón que a faltado a su deber de morir luchando por el Imperator amado por todos? -Dije mientras exalaba el humo directamente a la cara del sargento.- ¿O un grupo de acólitos inquisitoriales en plenas facultades bajo el amparo de un inquisidor de rango elevado quien con una sola palabra puede poner al pelotón en la cola de lobotomización para convertirse en servidores?

Dicho lo propio procedí a coger mi mochila y echármela al hombro.

-Espero que se haya dado cuenta, sargento Raynard, del batallón nº 97 de la guardia imperial que si espera la ayuda de la santa inquisición no empieza usted muy bien.

A Heinrich tampoco le sentaron bien las palabras del Sargento, pero tampoco las de sus compañeros de la inquisición. Por mucha inquisición que fuesen, estaban en medio de un batallón de soldados de la guardia imperial, y desairando tan fuertemente al sargento...igual aumentaban el porcentaje de sufrir un accidente mortal...TODOS.

-Eh venga, chicos, calmemos los ánimos, seguro que el sargento está tenso por lo sucedido estos días, y su intención no es la que reflejan sus palabras. Si no le importa, llévenos ante el oficial de mas rango para ponernos al día y planificar la misión que se nos ha encomendado. Así todos podremos dedicarnos a lo que nos urge.

Stig relaja la postura y empieza a caminar pensando: Con lo fácil que hubiera sido ir directamente, sin niñeras al edificio ese y si acaso allí ya nos dirían donde ir. Habrá que enseñar a estos hermanos guerreros algo de carácter.

Ante la retahíla de respuestas recibidas el rostro se contrae mientras las venas de la frente y la sien se le hinchan y palpitan en evidente furia. Da un paso hacia vosotros, en concreto hacia Reshi, mirándolo cara a cara a apenas un palmo de distancia.

Sin embargo, aunque parece que todo va a terminar en un conflicto directo con el sargento, este se aparta soltando un bufido y comienza a caminar de lado a lado.

Entonces el inquisidor no piensa venir. - No era una pregunta

Supongo que debería informar al comisario de su presencia… caballeros.

Una vez dicho esto se dispone a marcharse, pero justo al darse la vuelta su tosco brazo cibernético empieza a sacudirse mientras los accesorios giran, chasquean y cortan el aire, produciendo un terrible estrépito. Raynard profiere una maldición, recorre la barra de metal con la mano, musita una plegaria, pulsa un par de botones y da un golpe contra la base del artefacto, que se detiene de inmediato. A continuación, emprende el camino hacia el bloque de viviendas. Mientras le véis marcharse podéis oír risas nerviosas y algo estrambóticas procedentes de una tienda de lona cercana.

<Director> Aparte del enfado que ha dejado patente el sargento no eres capaz de distinguir nada más en su actitud.

Una vez que el sargento se ha dado la vuelta, Hieronymus susurró

- Reshi, ¿por qué no echas un vistazo en esa tienda? Sé rápido y sé silencioso.

Inclinó levemente la cabeza hacia la espalda del sargento - Vuelve antes de que éste te eche en falta. Si te retrasas, te buscaremos en el puesto sanitario.

De nuevo en voz alta, que pudiera ser oida por el sargento, dijo - ahora, sigamos a este razonable suboficial.