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La Tormenta del Caos

Todos os habéis criado escuchando las historias sobre la Gran Guerra contra el Caos. El relato de Magnus el Piadoso y su victoria sobre los ejércitos del Caos es bien conocida. Aunque ha habido otras guerras y amenazas en los doscientos años que han trascurrido, nunca se produjo nada a tal escala. Hasta ahora. Este año Archaón, el señor del Caos, invadió el Imperio con cinco poderosos ejércitos. Sus filas integradas por guerreros mutantes, monstruos de pesadilla y hechiceros enloquecidos por el poder lo arrasaban todo a su paso desde los Desiertos del Caos. Los flagelantes y demás profetas apocalípticos afirmaron que se trataba del Fin de los Tiempos. Y conforme estos ejércitos, saqueaban y quemaban todo lo que encontraban a su paso a través de las provincias septentrionales del Imperio, sus afirmaciones cada vez parecían más acertadas.

Habéis oído incontables historias en los últimos dos meses. Dicen que Sigmar camina de nuevo sobre la tierra. Dicen que un ejército de lobos atacó la ciudad kislevita de Erengrado. Dicen que los muertos se levantan de sus tumbas para defender al Imperio. Dicen que en Middenheim se obtuvo una importante victoria. Dicen que una plaga ha llenado las calles de Talabheim de cadáveres tumefactos.

Vosotros tan sólo creéis lo que ven vuestros ojos. Estáis en el pueblo de Untergard, situado en el bosque de Drakwald. En él se ha librado una batalla de nueve días: unos hombres bestia intentaron abrirse paso por el gran puente del pueblo. Fueron rechazados, pero con un alto precio. El pueblo yace en ruinas y los ciudadanos que quedan luchan por sobrevivir. Hace mucho que el ejército imperial partió de Untergard, dejando atrás tan sólo a los caídos. Habéis oído historias acerca de más batallas al norte, pero la guerra parece hacer acabado. O al menos, así lo esperáis.

Lleváis varios días en Untergard, pues al Drakwald ha estado salvajemente azorado por un temporal de una ferocidad impresionante. Cuando os despertáis os encontráis con dos cosas: el chaparrón ha cesado, y una gran conmoción en la Ackerplatz cercana

La mayoría de los 75 supervivientes de Untergard ya se han congregado en la decrépita plaza del pueblo, y murmuran los unos a los otros sin cesar. Muchos aún lucen heridas de guerra, y otros son claramente demasiado viejos o jóvenes para haber participado en la batalla. Todos están pálidos y harapientos, y es evidente que algunos saben muy bien lo que es el hambre

Lambert se acercó curioso a la multitud que se arremolinaba en la Ackerplatz y intentó sin éxito enterarse de lo que estaba ocurriendo.

La vida era muy dura en aquel lugar, y el bretoniano lamentaba que sus huesos hubieran acabado en Untergard. La gente que estaba a su alrededor vivían sin esperanza, día a día, y los que llevaban armas o estaban heridos por la reciente batalla o eran tan estúpidos como él.

Continuó acercándose al centro de la plaza, pero varios hombres corpulentos le cerraron el paso entre gruñidos, Lambert les preguntó y no se enteró de nada, es más se alejó un poco, ya que aquellos ``señores´´ le empezaron a mirar como si fuera un escaparate andante.

Sus ojos calculaban que valdría lo que llevaba encima: mochila, espada, camisa de malla...

El bretoniano al alejarse, volvió a preguntar a los que tenía cerca.

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué hay tanta gente aquí?- preguntó una y otra vez.

La gente le respondía levantando los hombros, al igual que él, estaban muy lejos para enterarse de algo.

GRUK estaba profundamente dormido sobre un buen montón de paja en su improvisada vivienda y es que pocas veces había disfrutado de semejantes comodidades en toda su vida. Era la mascota de Untergard, sí, pero era respetado por su fuerza y por lo que suponía para el pueblo. Durante los nueve días de pesadilla contra los hombres bestia, el enorme pico del ogro no cesó de blandirse de un lado a otro repartiendo muerte y dolor entre las filas del Caos y, cuando estas se retiraron, no paró de limpiar escombros, reparar murallas y cavar zanjas; y así, hasta hoy. 

Tras una jornada agotadora una buena cena y un barril de cerveza algo aguada el sueño pesado del ogro estaba garantizado por lo que a Hans, uno de los mozalbetes de la zona, le costó despertar al gigante dormido.

Al despertar GRUK lo primero que ve es a Hanz y sonríe, mostrando sus colmillos. Le cae bien el chaval, parece un halfling aunque más canijo, claro, y a veces juega con él y otros niños a lanzar la piedra más lejos o a tirarse el pedo más fuerte. Buenos juegos, buenas risas. Al ogro le gustan los niños humanos, son más como él, simples y directos, no tan retorcidos y difíciles de entender como sus versiones adultas.

Las manitas del niño zarandean al ogro: Vamos, GRUK, están todos en la plaza, date prisa que nos lo vamos a perder.

Tras desperezarse, el ogro se incorpora y, para deleite del niño, lo agarra y lo sienta sobre uno de sus hombros a unos tres metros de altura del suelo y se dirige a la plaza del pueblo donde están congregados la mayoría de los habitantes de éste. Al acercarse al círculo de personas algunas se apartan, temerosas, de la impresionante mole del ogro que, sin entender muy bien que está pasando se queda observando mientras se rasca, meditativo, si es que eso es posible para un ogro, la prominente panza.

¿Qué pasar aquí? Mas nadie le contesta, todos atentos al centro de la plaza...

A pesar de vuestras preguntas nadie os responde. Entonces un murmullo recorre la multitud cuando llega el capitán Schiller. Uno de sus vigilantes coloca una caja en el suelo, y el capitán se sube a ella con bastante agilidad para un hombre de su edad. Aunque tiene el uniforme rajado y la armadura abollada, el capitán Schiller aún controla el respeto de la muchedumbre. Le basta con un único gesto para silenciar a toda la multitud.

-Pueblo de Untergard -comienza-, éste es un glorioso día. He recibido una carta del Conde Todbringer de Middenheim. ¡El viejo lobo aún vive y la ciudad de Middenheim resiste con brío! 

La multitud aclama, y una vez más Schiller se ve obligado a pedir silencio.

-El Conde Todbringer envía sus agradecimientos a todo Untergard por haber rechazado a los invasores. Dice, y cito textualmente, que "la batalla por el puente de Untergard pasará a la historia como una de la más gloriosas de la historia de Middenland". ¡Enorgulleceos, pueblo, pues nuestro sacrificio no ha sido en vano!

Cuando los vítores disminuyen, Schiller prosigue.

-En gratitud por vuestro valor, el Conde nos ha enviado una muestra de aprecio -el capitán rebusca en una bolsa y saca de ella una barra de pan y una botella de vino-. Nos ha concedido el honor de recibir treinta barras de pan y una docenas de botellas de vino, directamente desde Middenheim.

La multitud enloquece al ver la generosidad del Conde, sus hambrientos ojos fijos en la barra de pan que sostiene el capitán en sus manos.

-¡Larga vida al Conde! ¡Larga vida al Conde! -entonan los pueblerinos. Schiller sostiene en alto el pan y el vino mientras los endurecidos supervivientes de Untergard gritan hasta quedar roncos.

De repente se produce un fuerte estallido y la botella se rompe, regando a Schiller y al pan de cristales y de vino. Cunde el caos y la multitud se dispersa presa del pánico.

Lambert levantó la mirada de las barras de pan al ver que se rompía la botella de vino y acostumbrado como estaba,a los peligros que acechaban por los caminos, se agachó ligeramente y se llevó la mano a la espada mientras la gente empezaba a correr en todas direcciones. Tenso como un gato antes de efectuar un salto, sus ojos no paraban de moverse atentos a cualquier amenaza.

Miro a mi alrededor tras mi oscura máscara, la verdad es que no es lo mejor para enterarse de lo que sucede, pero ayuda a que no te adapten por los caminos. Evidentemente lo acontecido no ha ocurrido al alcance de mi vista, por lo que sin más mediación se ajusta los guantes y me preparo para un enfrentamiento
Espero que sea fácil, no tengo ganas de hacer ejercicio

La botella estalla como por arte de magia... ¡Problemas!

GRUK deposita con cuidado al niño en el suelo y se hiergue mirando alrededor buscando el origen de la amenaza, mientras descuelga su enorme pico del cinturón, apretándolo con fuerza.

¡DA LA CARA! ¡DA LA CARA Y GRUK TE LA PARTIRÁ!

Veis a cuatro mutantes horribles que vienen por el puente. Uno tiene tentáculos en vez de brazos, el segundo tiene cuernos y un grueso pelaje, el tercero tiene un morro parecido al de un cerdo, y el cuarto tiene un tercer ojo en la frente. Están vestidos con sucios harapos y armados con clavas. Según se acercan, podéis ver el odio que arde en sus miradas.

La Ackerplatz está llena de niños berreando y padres desesperados, por lo que el constante movimiento de la muchedumbre huyendo os impide que podáis correr

Aparte de los mutantes en el puente, más allá, de éste, escondido entre un carruaje destruido, ves a un mutante con una pistola, es el que ha efectuado el tiro

Desenfundo la espada y avanzo caminando hasta el principio del puente sin entrar en el, después me quedo parado y contemplo los alrededores, la botella ha debido ser un francotirador, y me dedico a buscarlo por las casas, concretamente en las ventanas de las casas del otro lado del puente.

La gente corría, de lado a lado, presa del pánico. Lambert miró hacía el puente de donde provenían gritos, cuatro mutantes gigantes se acercaban desde la otra parte del río. Los pocos que se quedaron dispuestos a defender el puente miraron con miedo hacía el otro lado, unos cansados de tanto combatir, otros porque temían a todo lo que proveniera de aquella parte de la ciudad.

Ni tras la reciente victoria imperial, los engendros del Caos daban tregua, aquel pueblo estaba perdido puesto que estaba infectado por la marca de los cuatro Dioses del Norte.

Pero, algo le llamó más la atención, un quinto mutante se escondía detrás de un carro. Él era quién había efectuado el disparo a la botella de vino. Todavía tenia tiempo para actuar, muy pocos se habían dado cuenta del peligro y corrían de vuelta a sus casas, sin saber de qué o de quién escapaban.

- !Hay un quinto mutante escondido en un carro más allá! Cuidado con sus disparos- gritó señalando el carro mientras esquivaba a varias personas.

El bretoniano corrió hacía el centro del puente, por suerte, tenía la pistola cargada y disparó hacía uno de los mutantes, tuvo mala suerte, ya que no logró que la bala alcanzara a su objetivo.

Lamentándose de lo ocurrido y esperando ayuda, sacó el escudo, adoptó una postura defensiva y se preparó para la llegada de aquellos desgraciados.

Por fin aparece algo a lo que se le puede aporrear, un grupito de mutantes que quieren tener éxito donde un ejército no pudo. Hoy tampoco será ese día... Con una sonrisa lobuna, me lanzo en línea recta, con decisión, a grandes zancadas incrementando mi velocidad con la intención de aplastar al mutante de los tentáculos con mi pico, lanzando un terrible golpe con la cabeza de mi mortífera herramienta...

Magnus llegaba tarde, sabía que ese día el capitán de la guardia tenía que dar una noticia, pero había trabajado hasta tarde la noche anterior y el cansancio había podido con él. Corrió hacia la plaza, vio a las personas allí reunidas, pero algo hizo que se parase en seco, un disparo. Entonces vio a cuatro mutantes acercándose por el puente.

Tres hombres habían ido a enfrentarse a los mutantes, un humano armado con una pistola se acercó hasta quedar a mitad del puente, entonces el mutante con hocico se acercó hasta posicionarse a su lado, lo golpeó con una clava en la cabeza, dejando gravemente herido a Lambert, la pistola del joven se le disparó al recibir el golpe, impactando en el suelo.

El mutante del cuerno había llegado hasta Aracsám, con su clava golpeó el cuerpo del desprotegido aprendiz de hechicero, causandole un gran dolor, impidiendo que viese nada en su búsqueda del mutante escondido.

El mutante de los tentáculos se dirigió hacia donde estaba Lambert y el otro mutante, con sus tentáculos inmovilizó al joven impidiendo que pudiese moverse. En ese momento, Gruk ataca con su pico en el cuerpo del mutante, allí donde estaba su corazón, acabando con la vida del mutante y liberando de la presa a Lambert.

El mutante de los tres ojos ataca a Gruk, pero éste consigue para con el pico su ataque.

Comienzo a intentar atacar con mi espada al mutante que me golpeó, pero no logro encontrar ningun hueco en su defensa, entonces suelto un leve.

- Maldición -

Entonces realizo un gesto extraño con la mano que me queda libre.

"En serio ¿otra vez?" Pienso para mis adentros

Sangraba profundamente, aquellas criaturas lo habían cogido por sorpresa.
Tuvo suerte de que apareciera el Ogro en escena, le salvó de una muerte segura.

Medio aturdido, lanzó un tajo hacia adelante y levantó el escudo en busca de defender su vida.
Oyó rugir al monstruo, estaba seguro que le había hecho daño.

Con un gruñido de satisfacción arranco el pico del cuerpo del mutante que estaba agarrando con sus tentáculos a uno de los humanos que también salieron a defender el puente. Valientes, débiles pero valientes. GRUK respeta.

GRUK deja de pensar tanto porque le distrae del combate y alzando otra vez su pico empieza a repartir amor otro sobre las cabezas de los mutantes que viéndolo venir consiguen apartarse de la trayectoria de sus ataques.

¡Maldición, demasiado pensar!