Negando con la cabeza
- No me traigas nada de cenar Drusilla, acompáñame arriba y ayúdame a desvestirme. Tengo ganas de que se acabe este día cuanto antes.
- Debería comer algo mi señora, la reconfortaría -ante la negativa de Atia, Drusilla no insiste y la ayuda a prepararse para el descanso. Una vez terminado, la joven se despide dirigiéndose a la cocina para ayudar a que todo quede en orden y recogido.
Cuando por fin cae desplomada en su camastro ya es avanzada la noche pero, a pesar del cansancio, no puede conciliar el sueño. Todo lo acontecido ese día la desvela y no deja de pensar en Valeria y lo que pudiera saber y en si Bruto se encontraría a salvo. Cuando por fin consigue dormir, apenas faltan unas horas para el amanecer.
FIN DEL DIA 1
INICIO DEL DIA 2
Pasas la noche llena de pesadillas, duermes pero no descansas.
A la mañana siguiente todavía te asaltan las dudas ¿estarás matando hombres inocentes?
Al poco de despertarme, me miro en mi espejo de alcoba para comprobar que estoy hecha un horror, unas ojeras moradas y unas patas de gallo que acabo de descubrir hoy. Los digustos...
Con una voz llamo a Drusilla para que ayude a vestirme y me traiga el desayuno
- Quiero estar presentable cuanto antes. Hoy va a ser un día largo y duro.
Llamas a Drusilla pero no es ella la que acude en primer lugar.
Unos pasos masculinos mas que familiares se acercan y tu marido abre la puerta, Drusilla aparece a los pocos minutos también.
Dando un salto de alegría
- ¡ Bruto ! ¡ Por todos los Dioses me tenías muy preocupada ! - empieza a llorar- ¿ dónde estabas ?- hace un gesto a Drusilla para que le traiga algo con lo que secarse las lágrimas.
Te mira con dureza
- Cortando el gaznate del hombre que ordenó matarme...
Se mantiene a la entrada
- ...y ahora me pregunto si tendría que cortar también el de su amante: el de mi esposa...
Una vez que se despidió de Valeria, la joven apuró el paso en dirección a los aposentos de sus amos. Llegó justo a tiempo de escuchar el recibimiento de Atia a su marido, pero se paró perpleja a pocos pasos de la entrada al ver la fría reacción de Bruto.
- ¡Oh, dioses! -horrorizada por lo que acababa de escuchar ahogó un grito mientras retrocedía intentando pasar inadvertida.
- Tu - mirando hacia Drusilla - ¿sabías algo de eso?
Un gesto imperativo señalando el interior de la habitación te ordenaba entrar dentro
Incapaz de hacer brotar un sonido de su garganta, Drusilla niega con la cabeza, atreviéndose a clavar su mirada empañada en los ojos de Bruto aún a riesgo de ser recriminada.
- Entra - ordena sin dejar lugar a réplicas
Esa contundencia en su voz, te hizo recordar el día en que sus hombres asaltaron tu aldea, el día en que te capturaron. Pocos osarían contradecirle cuando tenia las ideas tan claras.
Drusilla obedece la orden de Bruto y pasa al interior del cuarto temblando de miedo. A pesar de que siempre se ha portado bien con ella, sabe perfectamente que es capaz de dar la orden de matarla allí mismo si considera que la joven ha estado encubriendo a su mujer.
Con la cabeza baja y retorciéndose las manos nerviosa, sólo espera que todo termine de una vez.
Llorando a moco tendido - ¿¡ Tiberio ?! ¿ ordenó él matarte ? no puedo creerlo... Tiberio es un buen hombre - pero incapaz de negar su relación - es cierto que somos amantes, pero yo siempre te respeté y te quise, y él jamás ordenaría su muerte - dice intentando exculpar a ambos a ojos de Bruto.
- ¿Como te atreves a decir que me respetas cuando afirmas ser su amante? ¡¿COMO?!
Parecía algo fuera de si, aquella afirmación le dolia... le dolia haberlo escuchado de tus labios
No tiene manera de justificarlo
- Bruto por favor... yo te he respetado ... de puertas hacia afuera y te admiro como persona y como hombre... pero... pero... no te quiero... no puedo quererte. Me casé contigo porque era lo que más convenía a mi familia...lo sabes perfectamente.
Te mira encolerizado y desenvaina su gladius
- No traerás el deshonor de nuevo a esta casa....
Horrorizada y chillando
- ¡ No por favor , no me mates Bruto, no me mates !- ni si quiera intenta escapar, pues sabe que su destino está sellado.
- No me dejas otra opción Atia...
Puso una mano en tu hombro y con un golpe de bota tras tus rodillas te obligó a arrodillarte.
- ...tu traición no me deja otra opción...
- ¡ no fui yo quien intentó matarte ! Glabro ayudó a un tal Lucio. Ellos fueron los que intentaron matarte, yo sólo... - no quiso añadir nada más.