Partida Rol por web

  Estoy en la habitación de piedra donde me han dejado junto a unos cuantos jóvenes mas, parecen de diferente sitios, algunos salvajes, quizás incultos y sin conocimiento, pero buenos guerreros sin duda ya que están aquí, otros mas civilizados, de mundos mineros, un abanico de hombres de diferentes lugares que si sobreviven serán una familia un puño para el emperador, el dedo que se meterá en la llaga del Caos y la corrupción.  Recuerdo en mi hogar cuando mi mayor esperanza era comer al día siguiente, y estoy aquí para probar que soy digno del Emperador y ser el dedo que ayude a la mano a empuñar la espada que acabe con su enemigo.

  En ese momento entra un ser enorme que grita como un poseso, insultando sin ningún miramiento y tratándonos como lo que somos, autenticas mierdas, escoria que no sirve ni para limpiar letrinas, pero al fin y al cavo con la esperanza de ser algún día algo mas que los improperios que el sargento suelta por la boca.

Sin esperar me cambio rápidamente, poniéndome la prenda y dejando las miás en al habitación, no soy  ni el primero ni el ultimo pues la vida me ha enseñado que no suele ser bueno destacar, ya que sueles acabar muerto, tirado en un callejón entre la basura. Salgo a correr esos 20 Km que me separan de quizás, mi destino, y esas historias que me contaban los mercaderes sobre lugares hermosos y riquezas, por fin respiro aire sin vapores de azufre, es diferente raro, pero me cansa, quizás el azufre no era tan malo, o sera que los 20 km ahogan? en una ocasión casi me caigo y en 2 segundos tenia al sargento al lado Gritando como un poseso diciendo:

-Escoria humana, desecho, piltrafilla, requejo, escuálido, me vas a hacer perder el tiempo como los demás reclutas patosos? Sera mejor que te retires pq no vas a acabar el día Vivooooo!!!!!!

-No señor, no le haré perder el tiempo Señor, Por el emperador daré mi vida si es necesario en el día de hoy o en los siguientes si es deseo de el.

Y sin mas desapareció.

al final el suplicio termino, mis piernas temblaban y pese a que les ordenaba que se mantuvieran quieras no me obedecían, se nos ordeno ducharnos y fue lo que hice, las gotas caían fuertes y te golpeaban sin compasión cada centímetro de la piel, pero a mi se supieron a gloria después de los 20Km.

al acabo de un rato después de que dos tipos del Capitulo nos escanearan el sargento con  "agradables" nos llevo a una capilla, en la cual al parecer un personaje importante del capitulo indico que nos acercáramos de uno en uno. Siguiendo mi experiencia deje que se acercaran algunos de mis compañeros de carrera y luego marche decidido a ver que me decía.

Apenas he hablado desde que llegado, exceptuando todas y cada una de las preguntas hechas por cualquier miembro del Capítulo. Aún proveniendo de un planeta helado e inhóspito, el rigor y la dureza que se respira aquí no deja de asombrarme.

Nada más empezar, tras dejar cualquier cosa atrás y vestirnos con la túnica de novicios, nos ponen una carrera de veinte kilómetros. Durante la misma, intentando aguantar el resuello todo lo posible y mantener el frenético ritmo, no dejo de pensar

Es difícil de creer... alguien como yo intentando unirse a una hermandad que en la tribu tiene el status de leyenda....

Tras acabar el 'paseo' y la ducha espartana, en la cual nos analizan, somos conducidos a una nueva habitación, en esta ocasión una capilla. Allí, una vez haya terminado Litilus, me acerco al hombre de la armadura puesto que no tengo miedo de que pueda depararme el futuro.

Temán Hideus:

 Te acercas, te arrodillas e inclinas la cabeza con reverencia. Aectus parece divertido con el solemne gesto, pues se tensan las arrugas en las comisuras de sus labios.

Aparentemente de la nada, se materializa una ornamentada carta, con un fiero orco, los ojos como ascuas, atravesado de heridas pero desafiante. Cuando vez la carta a duras penas puedes controlar tu sorpresa, recordando los hechos de poco tiempo atrás. El Bibliotecario te mira serio, con su mirada que, supones, puede perforar el plastiacero.

- No te preocupes, muchacho, pues tu alma es pura. No, el Orco significa otra cosa. Significa no rendirse. Significa seguir, aún cuando todo parece perdido. Es tu destino luchar aún cuando todos caigan a tu alrededor. * 

Litilus:

Cuando Temán Hideus se levanta, con la cabeza gacha y considerando las palabras del sabio Astartes, avanzas hasta colocarse frente a él. Los primeros pasos fueron seguros, confiados... pero a medida que te acercas, notas como el aire vibra a su alrededor, como si motas de polvo iluminaran el lugar interceptando la luz que se desprende de los vitrales tras el atrio.

Aectus se señala que te arrodilles, pues sin darte cuenta has permanecido un par de segundos perdido en la contemplación del fenómeno.

- Dame una mano, así, muy bien, te guía. Le das mano, y Aectus desliza la suya sobre las numerosas cartas antes de dudar, retroceder y tomar una. En ella se ve a un Guardia Imperial, gritando y esquivando unos monstruos de pesadillas, con tentáculos por brazos y afiladas cuchillas por dientes.

- En tu vida has tenido temor. Tu exterior es solo una máscara para convencer al mundo de lo contrario, pero el Emperador es sabio, todo lo ve, y sabe que albergas temor. Tienes que nutrirte de él, oírlo, hacer que el miedo sea tu compañero para poder decir, entonces, que solo te temes a tí mismo. *

Graven:

Aectus frente a tí, te parece que no dudara un segundo sino que su mano vuela hacia una carta en el centro de la mesa. Con un movimiento de dedos queda su cara expuesta, y puedes admirar un Marine, un Astartes en armadura negra ricamente decorada. Detrás de él incontables Astartes lo siguen.

- Hijo, en tu alma no hay dudas. Si el Emperador lo quiere serás un líder de Hermanos, un guerrero asombroso, pero recuerda siempre esto: solitario puedes fallar. Con tus Hermanos a tu lado, la victoria siempre es para el Emperador. *

Por el rabillo del ojo, crees observar que incluso el Sargento Iah se permite un cabeceo asintiendo.

Ha dejado pasar al resto de miembros del grupo en silencio, sin importarle quedar para la última posición. El crepitar contenido de la energía psíquica era inaudible, pero Czorf lo sentía en el cosquilleo de su piel. Sin duda la baraja del Tarot Imperial era un fuerte foco para la manifestación de la Voluntad del Emperador. Su Mirada se volvía hacia ellos y la misma alma quedaba desnuda, a la espera de juicio.

Se reclinó y mantuvo los brazos cruzados sobre el pecho, con la respiración regulada y su mente repitiendo uno de los muchos himnos de su mundo de origen, un himno de alabazan y humilde entrega al Supremo Guardian de Tiarra. Czorf le había introducido ligeros cambios para ajustarlo a la verdad y, ahora, a quien se ofrecía humildemente era al Dios-Emperador de la Humanidad.

 Czorf:

Con sorpresa descubres que Aectus, por lo bajo, acompaña tu himno. Comienzas a sospechar que todo en la Galaxia, probablemente, está entrelazado. Si bien las palabras del Bibliotecario son inentendibles para tu oído, el sonsonete es el mismo. 

Tu vista se nubla un segundo y ves destellos en las manos de Aectus sobre la mesa. Pequeñas descargas incandescentes recorren sus manos y tantean la mesa, mientras los pelillos de tu nuca se erizan. 

Las descargas se agolpan en una carta, y tu mirada se fija en ella. Instintivamente estiras la mano, pero Aectus te detiene con una palmada que te sacude los huesos.

- La curiosidad es el camino a la Perdición. Recuérdalo, muchacho... acto seguido da vuelta la carta. Es la de un Flagelante, un hombre piadoso aplicándose castigos corporales para conseguir la iluminación.

- Veo que tu Fé es grande. No fallarás en el campo de batalla mientras tu Fé en el Dios-Emperador se mantenga. *

Avergonzado por su error, mas aún cuando segundos antes Aectus le honró acompañando su quedo canto, Czorf inclina la cabeza.

- Lo recordaré. - Responde con firmeza y convicción.

Se retira tres pasos sin darle la espalda, luego se gira y vuelve a su sitio, dejando el lugar libre para el siguiente recluta.

Larkin queda solo en el lado izquierdo de la habitación, habiendo pasado todos sus compañeros frente a Aectus, y ante la dura mirada del Hermano Iah, se adelanta e inclina ante el viejo Marine. 

La ducha fria, no me importo, habia tenido ese castigo tantas veces, que casi llegaba a gustarme uno se quedaba claro y despejado, mientras todos mis compañeros pasan delante del canoso personaje, yo me dedico ha hacer unas plegarias al loado emperador, esto es grande, algo muy grande como para fallar, como para fallarme, como para fallarle...

Me acerco con cierta parsimonia, casi para probocarlos, y cojo una carta, y miro a los ojos al personaje, casi diciendole, dime algo que no sepa, ya he visto mil amateur leiendo cartas, manos, pies, farsantes todos, esto no sera diferente.

Larkin:

La ducha fría no me importó, había tenido ese castigo tantas veces, que casi llegaba a gustarme uno se quedaba claro y despejado, mientras todos mis compañeros pasan delante del canoso personaje, yo me dedico ha hacer unas plegarias al loado emperador, esto es grande, algo muy grande como para fallar, como para fallarme, como para fallarle...

Me acerco con cierta parsimonia, casi para provocarlos, e intento cojer una carta, mirando a los ojos al personaje, casi diciéndole, dime algo que no sepa, ya he visto mil amateurs leyendo cartas, manos, pies, farsantes todos, esto no sera diferente...

Sin embargo la mano quedó a mitad de camino, los ojos relampagueantes de Aectus de repente como ascuas, y el dolor, ¡oh Emperador el dolor! Como si un cuchillo caliente estuviera intentando partir mi cerebro en dos.

Cuando intento reaccionar estoy en el suelo, con el brazo del Sargento en mi garganta, y Aectus parado a mi lado. Por el rabillo del ojo veo a los otros reclutas entre asombrados, temerosos y divertidos. La he cagado, pienso.

Aectus se inclina y me dice, con voz encolerizada: - Nunca, NUNCA, oses intentar tocar mi Tarot. Estas son cartas genuinas, no esas de feria en las que estás pensando. Bendecidas frente a SU Trono para guiar al Capítulo a la victoria. 

Frente a tus ojos levita una carta. En ella, sobre una mesa, un hombre se retuerce mientras es sacrificado. - Darás tu vida a la lucha del Emperador, pues solo en él tu alma encontrará perdón y consuelo. Da cada golpe como el último, pues bien podría serlo. *

Y con esta última frase, Aectus levanta las palmas y las cartas se acomodan en sus grandes manos como mariposas presurosas que se preparan para el descanso. El Bibliotecario gira sobre sus talones y sale con grandes pasos de la capilla.

El Sargento levanta a Larkin y lo arroja sin miramientos hacia los demás reclutas.

- ¡Ahora sí estoy enfadado, faltarle el respeto así al Hermano Aectus! En qué estabas pensando?

Señala la gran puerta hacia el exterior, y con sus acostumbrados insultos los hace salir, y trotar nuevamente unos 5 kilómetros hasta una construcción baja, de piedra y madera. En el interior encuentran 10 mantas dispuestas en el suelo, un lavamanos, y las paredes desnudas. Al poco de llegar dos servidores llegan con una gran olla y ocho cuencos, les sirven una pasta marrón y les entregan unas gastadas cucharas.

- Cenen, descansen,- dice el Sargento intentando imitar un falsete. Mañana, antes de la salida del sol, vendré a buscarlos.

Ya en la puerta, como si fuera algo sin importancia, se gira y les dice: Bienvenidos a su hogar. Bienvenidos a los Dientes de Sable.

Y por primera vez, parece haber una cierta suavidad en sus palabras.

Aun con un dolor en el brazo y con una sensación en mi cuerpo, como si me hubieran violado pero sin tocarme, esto es realmente extraño y ahora tengo algo nuevo a lo que temer.

Los compañeros van y bienen, estamos cansados y doloridos, despues de un viaje espacial, una carrerita, una ducha, y media paliza, nos meten en un verdadero hotel de 5 estrellas, creo que esto es lo mas parecido a decir gracias. O quizas solo nos dan tiempo para que nos achiquemos, no lo se, pero mañana va ha ser un dia mucho mas duro, y de eso si que estoy muy seguro.

Mirando a uno de los nuevos reclutas que traga la comida al igual que yo(Czorf es a ti), estiendo una mano a modo de saludo:

-Soy Larkin, y sere uno de tus compañeros en este pequeño infierno- digo con una media sonrisa -ese Iah es un cabrón-

El temblor psíquico de la baraja del Tarot de Aectus no le pasó desapercibido, realmente el conjunto era especial. Pero, sin duda, la furia contenida de Aectus fue lo que mas le sobrecogió. Por un momento notó en la boca, en el ambiente el fugaz rastro de ozono quemado. No dudaba, obviamente, que el Hermano Aectus pudiese perder el control o desatar su poder, pero sentir tan cerca el latente poder psíquico, entrenado, moldeado para la guerra, fue una impresión que tardaría en desaparecer.

Tras la nueva marcha, corta pero igualmente agotadora, la humilde cabaña era un palacio para él.

- Yo soy Czorf. - Respondió a Larkin. No entendió el gesto de la mano extendida y saludó a su forma, llevando las manos extendidas a los hombros contrarios, cruzando los brazos sobre el pecho y después se separan para quedar las manos juntas, superpuestas a un palmo de su pecho. - No creo que esto se pueda llamar así, hay otras muchas cosas que tienen mas derecho a serlo. El Hermano-Sargento Iah hace su deber, tiene que ser duro para que nosotros podamos llegar a ser Astartes. Muy duro.

Rennard se fija en que el lugar para descansar parece apropiado, es extraño este mundo nuevo y por lo que le acaban de decir tiene mucho que aprender. Observa a los demás miembros y encuentra que quizas un par sean de un mundo como el suyo. Al ver que varios empiezan las presentaciones se acerca para decir:
Hola soy Rennard.

Mirando el baile de Czorf, recojo mi mano y me la paso por la afeitada cabeza, mientras esbozo una sonrisa.

-Si, puedes pintarlo como quieras, chico de las praderas, pero la realidad es esa, el nos odia y nosotros terminaremos odiandolo a él- digo metiendome una nueva cucharada de comida en la boca y hablando tal cual - el resultado de nosotros mismo, es otra discución bien distinta- echo una mirada a los demas "compañeros" a ver si alguno tiene algo mas que opinar, una mirada casi de advertencia.

- Saludos, Rennard. - Saludó al nuevo interlocutor, con el mismo gesto elaborado de antes. Luego miró de nuevo a Larkin. - Odiarnos? No lo creo. Estará molesto, como siempre pasa con los homrbes que tienen que instruir a otros. En mi hogar ocurría lo mismo con los maestros de armas. O en el primer contacto afirmas tu posición o tu papel como maestro no sirve de nada.

Levanto la cabeza del plato y hago un asentimiento a Rennard, miro de reojo a Czorf:  -tú que estudiaste Psicologia, ¿o que?- sigo comiendo como si tal cosa -es un cabrón!, y punto, que luego quiera hacernos una gran favor con el todo poderodo - señalando hacia el cielo con el dedo- es otro cantar, pero cuando te estes retorciendo de dolor, porque ya no puedas mas, lo veras ha él con sus implantes riendose en tú cara, como si tal cosa, eso tenlo por seguro- me vuelvo a mi plato, para terminarmelo.

Rennard devuelve el saludo a Larkin tambien con la cabeza, viendo que el de Czorf parece más un ritual se lleva el puño al pecho y luego señala a Czorf.
A mi me recuerda a mi abuelo...enseñandome a base de castigos.- se encoge de hombros al hablar de psicologia sea lo que eso sea.
Yo he sido cazador o lo soy...