Partida Rol por web

Cita del día:

La esperanza es el primer paso hacia la decepción.

Se encuentran en una fría sala de piedra, recién llegados a la impresionante fortaleza de piedra y acero que los Dientes de Sable llaman hogar, en el planeta Inanna IV.

Apenas comienzan a perder la timidez y a observar a su alrededor, tal vez intercambiando un par de recelosos saludos, cuando por la única puerta de madera y acero entra un hombre, de tez oscura, que los dobla en altura y triplica en ancho de hombros. Viste una larga túnica blanca con el Tigre bordado en negro en la espalda.

En sus labios hay una perpetua mueca y su voz hace doler los tímpanos al retumbar en las paredes.

- Firmes, desechos de Pusch! Veo que esta vez me han traído escoria en lugar de guerreros, el Emperador los maldiga por el resto de sus vidas! Que serán cortas, os lo digo! Cortas y dolorosas!

Arroja al suelo una bolsa de arpillera.

- Quitaos esos harapos, para hoy! Vamos, vamos! Pónganse las túnicas, son su única posesión, el resto se queda en esta habitación!

Se cambian rápidamente, aunque por como insulta el Hermano Iah pareciera que se están tomando un siglo completo para hacerlo.

- Vamos, a carrera! Veinte kilómetros o no hay cena, por el Emperador! Escoria! Basura! Medio-humanos, debería exterminarlos en lugar de mimarlos con veinte kilómetros, mierda!

Bienvenidos, Neófitos.
 

Un par de pasos separado de los demas, Czorf observa a los otros reclutas. Muchos tienen toda la talla de auténticos guerreros con brazos como ramas de árboles. Él tampoco es que sea escuálido, de hecho saca un palmo a alguno de ellos, pero su actitud es mucho mas taciturna. Principalmente por el desconocimiento de que habría otros agraciados con esta oportunidad.

La llegada del enorme Hermano-Sargento Iah le hace retroceder instintivamente pero se controla. Debe ser el cuarto o quinto Astartes que ve y aún no está acostumbrado a su avasalladora presencia.

- Lareath... - Murmura por lo bajo, osbervando la espectacular figura. No, eso fue en el pasado. Ahora sabes quienes son, qué son y a quien sirven. Astartes... Piensa tras sacudir la cabeza.

Se desprende de las ropas, abandonándolas sin preocupación alguna, pues era una secilla toga, la única prenda que vestía en el apothecarium y en las arduas sesiones bajo la supervisión del Hermano Aectus. En todas y cada una de ellas, en los últimos meses, Czorf se jugaba la vida. Una respuesta incorrecta, una duda, una tentación o cualquier signo de influencia le habrían significado la muerte.

Con la túnica de neófito ya puesta comenzó a correr, acelerando desde un trote suave.

Muchas serían las pruebas, mayores los sacrificios y sufrimientos pero el honor final no tendría comparación con nada en la galaxia.

Loado sea el Emperador de Terra.

Me quito la ropa y me pongo la túnica, con unos dejes mil veces practicados, pero este gigante tiene una urgencia en la voz de como si nos estuviera cayendo encima una incursión entera de orcos. Una vez colocados los pertrechos, me aseguro de tener todo bien atado, y ayudo a algunos a poner sus cosas, entre antes empecemos antes terminaremos.

Después de los  5 primeros kilómetros los primeros síntomas del cansancio se hacen plausibles, la nueva atmósfera, o el turbio viaje por la disformidad, han echo que algunos perdamos un poco la forma, poco a poco todos empezamos a flaquear ligeramente, al acercarnos a los 10 kilómetros, o eso es lo que a mi me parece. El gigante sigue cantando alabanzas al emperador las cuales tenemos que repetir, este ni siquiera esta sudando, y parece como si acabara de unirse al grupo, como algo tan grande puede moverse ha esa velocidad.

Tiro de algunos para que aguante el ritmo, pero el gigante con símbolos en el hombro de Sargento, me echa una mirada de reojo y lo que es para mi un profundo grito, que se me clava en el tímpano, dice:

-Ni se te ocurra ayudarlo, basurilla espacial! quien no pueda terminar esta misera prueba, no tendrá el honor a pertenecer a mi orgulloso capitulo.

Por el miedo que me entra, dejo de ayudar a los compañeros y me concentro solo en poner un paso enfrente del otro, nuevamente el miedo se apodera de mi, pero mis labios hacen una plegaria, este solo es un pequeño paso, pero servir al emperador, sera el mas grande de todos los pasos, derrepente el gigante vuelve con una nueva tonadilla.

-Vuestro señor es el dios Emperador ¿Quien es vuestro señor?

A lo que todos respondemos, -Nuestro señor es el dios emperador!-

-Vuestra lealtad es solo con el capitulo  y el dios emperador ¿donde esta vuestra lealtad?

A lo que todos respondemos, - Nuestra lealtad es solo con el capitulo y el dios emperador!-

-Sois estiércol para los insectos ¿qué sois?

A lo que todos respondemos, -Somos estiércol para los insectos!

Así durante otros 10 kilómetros interminables, algunos cuando pararon empezaron a vomitar, de puro nervio y de tanta energía derrochada, yo di algunas arcadas, pero no me salia nada, la desorientación se apodero de mi unos segundos, antes de escuchar la atronadora voz del Sargento.

-Sucia escoria, creo que ninguno llegara a nada, habéis venido a hacer perder el tiempo del cabrón!! de Iah, bastardos!, vergüenza os debería dar.

Tras Despojarme de mis veijas prendas, que ahun conservan el hollín de las minas de mi anterior hogar, me coloco la tunica y empiezo a correr.

Me encojo de hombros mientras me pongo las ropas. Nunca imagine que nuestros dioses serian así, y aun menos tras la breve conversación con el bibliotecario.

Bibliotecario, que rápido nos adaptamos a los nuevos términos.

La carrera no es nada que no haya pasado antes, en lugares muchos mas accidentados. Tal vez sea el mas resistente de todos los reclutas, pero que pasara si de nuevo…

¡Por fin ha llegado el día! Hace más de seis años que espero este momento, no puedo creer que me hayan reclutado. El sargento Iah nos grita para meternos el miedo en la piel, pero ya lo he visto muchas veces tratando con cuerpos de reclutas y sé que sólo busca extraer lo mejor de nosotros. Si no, moriremos.

Con celeridad, cambio mis antiguas ropas de sirviente por la túnica que nos ha entregado y cuando nos da la órden de correr, soy uno de los primeros en partir. Sé que los 20 kilómetros no serán fáciles. No soy un hombre robusto, vaya, ya puedo considerarme un hombre y la carrera va a costarme. Pero sé que voy a llegar al final. El Hermano Marcus tiene mucha fe en que puedo lograrlo y no voy a defraudarlo. Honraré a cada momento de este mortal entrenamiento, el día que me eligieron para venir aquí. ¡Por el Emperador!

Extraño lugar es este, las costumbres son nuevas, algunos parecen sacados de mi mismo planeta otros demasiado bajos, pero ...-sus pensamientos son interrumpidos por una voz potente, que lo devuelve a un proposito, el estar aqui convertirse en algo más que el cazador que era, lo poco que ha podido aprender es que esto trata de una prueba más una que Vilker pasó tiempo atrás.
Sigue las ordenes que impreca con despotismo el sargento Iah y cambia sus ropas por las nuevas, no sin tener ciertos reparos en dejar su trofeo en una habitación.
Y empieza una jornada de la vida dura entrenamiento, un entrenamiento que para el no es tan duro, su peso es algo menor aqui que en casa. ¿Volveré algún día al poblado y con ese pensamiento se sumerge en los ejercicios...

El Hermano Iah los está esperando cerca de una baja estructura de hormigón. A pesar de haber corrido con ustedes todo el camino, incluso yendo y viniendo entre ustedes para aplicar un empujón aquí y un insulto allá sin perder el aliento, como si estuviera caminando, no denota una pizca de cansancio.

Llegais, algunos con el último aliento, temblorosos sobre las piernas agotadas y con el aliento ardiendo. Lo único que los mantiene en pie es el miedo, el miedo de fallar, el miedo a los ojos del Sargento Iah.

- Bueno, un paseo de niñas, y apenas pueden hacerlo! Mierdas, al baño, ahora! Y cuiden esas túnicas, porque será su única posesión por los próximos años ó hasta que mueran, lo que pase primero!

Se acerca a la pared de la estructura, desatando una lluvia de agua helada que cae desde varios metros de altura, golpeándolos duramente con gruesas gotas.

Mientras se desnudan y limpian, dos Astartes silenciosos se acercan y los observan cuidadosamente. En las mangas de sus túnicas llevan bordado un cáliz con copa en forma de calavera, con la base rodeada por espinos. 

Con extraños aparatos parecen escanearlos, incluso los obligan a salir momentáneamente de la fría ducha para tomar muestras con agujas portadas por un servo-cráneo.

Al rato le hacen una seña críptica al Sargento, quien los saluda y despide con una inclinación de cabeza.

- Vamos mierdas, van a estar en la lujosa ducha el resto de sus vidas? Que no tenemos tiempos de esperarlos! Vamos, vamos, vamos!

Con gritos e insultos, Iah los hace vestirse nuevamente y los guía a una puerta, muy ornamentada con un águila bicéfala de oro en el centro.

Una vez dentro, descubren que es una capilla. En el fondo de la misma, sentado de espaldas al atrio, un hermano enfundando en una armadura negra y azul, entrecano y con incontables arrugas en la cara, los invita a acercarse uno por uno. Frente a él, en una sencilla mesa de madera, se encuentran esparcidas las cartas del Tarot Imperial.

Arnulf reconoce en él al Lexicanum Aectus, bibliotecario de los Dientes de Sable.

Parece una prueba…Veamos si la corrupción que hubo en mi sigue estando, no puedo soportar la espera.

Me acerco silenciosamente al hermano, y hago una inclinación de cabeza, esperando sus instrucciones.

Rennard sigue los pasos de otro de los chicos que parece adelantarsele.

Veo como dos reclutas ya han tomado posición para ser examinados. Antes de que se adelante algún otro, sigo los pasos del segundo.

Me olvidé de decirles, tiren 1d100 por favor!

Arnulf:

 Aectus te sonríe, apaciguando tus miedos, y te señala el reclinario* frente a él. Cierra los ojos, toma tu mano derecha en su izquierda y con su diestra, vuela sobre las cartas puestas boca abajo en la mesa.

Sientes el poder de su mente tocarte por un breve instante, y toma una carta.

- El Inquisidor. Estás destinado a llevar fuego y redención a las almas impuras. Tus balas estarán destinadas a golpear guiadas por la voluntad del Emperador. No le falles.** 

Luego te indica que te hagas a un lado, para que pase el próximo.

Rennard:

Ocupas el lugar de Arnulf frente a Aectus, quien repite su rutina. Da vuelta el Mundo Partido.

- En tu futuro hay muerte, muerte a tu alrededor. Aprende de ella, conviértela en tu experiencia, hazla tu aliada, pues solo así sobrevivirás para gloria del Emperador. *

Micah:

Cuando te presentas ante Aectus, no puedes evitar recordar las proezas que le has visto realizar mientras eras un mero sirviente. Estar frente a él, sentir el reconocimiento en su mirada, hace que bajes la cabeza.

Sin embargo, él toma tu barbilla con una mano que podría destrozar tu craneo con solo desearlo, levanta tu cara y te mira profundamente, taladrando tu mente. Sin dejar de observar tus ojos, toma una carta.

- La Espada, la venganza, la castigadora de la Herejía. Tu cuerpo será el arma que castigue los pecados. * 

veo a mis compañeros sentarse y ser evaluados el lexicarium . No conocia su función, pero enseguida comprendo su papel en el entresijo del capitulo, al verlo leerles el tarot a los reclutas que ya han sido evaluados. 

sin ningun temor en el corazón soy el siguiente en avanzar hacia la mesa y sentarme respetuosamente frente al Tarot. Un ardor calido recorre mi cuerpo...

Estoy a punto de conocer mi destino.