Partida Rol por web

Pronto el grupo resolvió volver andando, no estaba yo muy convencido de hacerlo siendo ya tan tarde, pero no podíamos perder tiempo en discusiones ya que la noche se acercaba. Mire la maderada del rio con añoranza, pensando que sería un camino más rápido dejarnos llevar por la corriente, más después de ver que el resto no sabía nadar cuando Amelia cayó al agua entiendia su proceder.

Más no podíamos comenzar el viaje cuando la noche nos iba a alcanzar sin prepararnos un poco.

- Antes de partir debemos preparar unas antorchas, para poder encenderlas antes de que caiga la noche - les digo al resto recordando el último ataque de los lobos en la oscuridad mientras me aferro con fuerza a mi palo

- Credo que aunque tengamos prisa, et non podamos dar sepultura al curandero, debiéramos dejar su cuerpo en la cabaña donde no puedan tocarlo las alimañas. Ya daremos aviso en el pueblo para que lo entierren – me dirijo hacia la cabeza para volver a llevarla a la cabaña y dejarla allí.

-Como veáis-. Respondió totalmente complaciente la joven, forastera entre aquellos homnes de diferentes lugares. Ella por su parte se veía más reacia ante aquel plan prefiriendo dar sepultura a los restos mortales de aquel que fue amigo del pueblo. Y por ese pueblo lo habían matado. Estaba segura de ello.

Escucho con sorpresa las palabras de Tancredo, mas creo que podremos obtener información del herrero.....pese a la suya mudez. Asiento a las palabras de Tancredo con determinación. -​Non comprendo lo de la figura, espero el herrero pueda explicarse.....de alguna manera.

​Tengo antorchas en el mío jamelgo-respondo a la petición de Nuño-​mas non nos vendrían mal un par más. Respecto a la cabeza et el cuerpo estoy con vos, si non podemos darle sepultura, al menos dejarle en la cabaña. ¡Pablo, presto, trae la cabeza!-​ordeno al muchacho a mi servicio que con remilgos acata la mía orden.

Non parescía de buenos cristianos el dejar el cuerpo allí, mas poco más que desjarlo en la choza podíamos fazer. 

Dejáis de ver a los halcones, que revoloteaban sobre los árboles donde yacía la cabeza y el cuerpo. Oís un revuelo, y veis como uno de ellos arrastra a saltos la cabeza con sus garras hasta dejarla frente a vosotros otra vez. Pablo la recoge entonces a la orden de Arturo y la mete en la cabaña. Cerrando la puerta al salir. 
Partís de vuelta todos, y aunque agotados, marcáis un ritmo fuerte. Nadie se queja, pues el que no quiere alejarse de la cabaña, quiere llegar al pueblo cuanto antes. Pronto alcanzáis la encrucijada con la estela, donde Tancredo y Orosia dicen haberse topado con el Buitre. 
La estela, cuya espiral brilla manchada con sangre negra, está rodeada de los cuerpos tumbados e inertes de tres animales: una oveja, una cabra y un caballo, al cual ni siquiera han quitado la silla de montar. Al pie de la estela hay un guante de cuero... con una mano dentro. La mano está abierta, ya no empuña un coltell.
 

Miro acongojado la escena et los tres animales muertos et pienso en brujerías-¿Recordáis algo de aquesto Orosia, Tancredo?-pregunto para saber si los cuerpor de los animales ya estában aquí antes o han aparecido por arte de magia después de que marcharan.

Después preguntome a que clase de ritual puede pertenecer todo aquesto et los fines que puede tener, creo recordar algo......non, es sólo una ilusión.

Veo a los halcones acercar la cabeza del curandero y entiendo la afirmación de antes de Zacarias de que los pájaros se estaban comportando de forma extraña. No puedo evitar persignarme al verlo, esto tiene que ser obra del demonio, bestias que no se comportan como bestias, fantasmas...

Partimos raudos después de coger algunas ramas que nos valgan como antorchas improvisadas sino conseguimos llegar al pueblo antes de que anochezca, pero cuando llegamos a la encrucijada nos encontramos una escena dantesca, alguien había degollado unos animales pareciendo casi un sacrificio.

- Prosigamos, non se de que tratase esto, más non quiero encontrarme con quien lo ha hecho - digo bastante nervioso

Amelia aún sentíase incómoda y durante las marchas forzadas ráscose con suma intensidad en las piernas. Aquello parecía más vicio que algo de causa alguna más algo tenía a la joven agitada e inquieta. Fuese lo que fuese la motivó en las marchas forzadas que abrió el Señor de Fuenfría et mantuvo el ritmo sin abrir la boca para protestar.

-Ay mi madre...- Contestó la joven ante la imagen dantesca más propia de un ritual del averno que de algo pío et divino. Una de sus manos se cerró en un puño en torno a su colgante como si buscase fuerzas de algún recuerdo lejano.

- Escuché balidos de cabra desesperados antes de acercarme, más luego será por los lobos que me rodearon no me percaté de los animales pero había escuchado en la lejanía sus gemidos desesperados. Í está el guantelete del buitre pero ya no porta su arma, un coltell. El jamelgo tiene que ser del Buitre, y la cabra y la oveja estarían allí antes no sé con qué fin, más ahora si el arma ha desaparecido es porque el Buitre escapó de los lobos, y se llevó su arma. Dicho esto Tancredo miró a su escudero Tiago: - Tiago toma el guantelete con su mano y guárdala. Le ordenó a su escudero para que aquel guante fuese la prueba palpable de su ataque al Buitre. - e toma también su silla de montar, que es una herramienta cara para dejarla tirada aquí. 

- Sí mi señor, digo Tiago que anteriormente lo tenía en un pedestal a su señor, por haber ido solo por aquestos lugares para rescatar o encontrar a Orosia. Más ahora se veía otra vez como un siervo que acepta los mandatos de su señor, pero que su labor no era más que tomar lo que nadie soportaría cargar. El guante lo tomó mirándolo con suma repugnancia, y la silla de montar se la cargó al hombro. 

Cuando yo me lo encontré estaba atando unas ovejas a aquel poste. No recuerdo la cabra mas fue todo muy rápido y salve la vida gracias a que el caballero llego presto en mi ayuda. El caballo debe ser del Buitre asi como su mano. La reconozco pues me tuvo presa con ella.

No se que puede haber ocurrido con estos animales?

Me pregunto si esto es algún tipo de ritual mágico mas no quiero que el resto de mis compañeros sepan algo sobre mis conocimientos

Todos los acontecimientos estaban sucediendo demasiado rápido y apenas me da tiempo a reaccionar.

El buitre... ya me había causado mala espina cuando nos lo encontramos por primera vez. No me sorprendió en nada lo que contaba Tancredo y Orosia.

—Sí, tiene pinta de brujería —digo mirando los cadáveres de los animales—. Rápido, sigamos. Ya sabéis lo rápido que puede caer la noche y las bestias demoníacas que encierran estos lares.

Aún hay gentes que hacen ofrendas en piedras grabadas con símbolos antiguos, que permanecen en sus sitios inmutables. Para pedir pequeños favores con pequeños exvotos, como hizo Flora, o cuando se manchan con sangre de animales, para solicitar la intervención de...algo. Aquí se ha ofrendado hasta una mano.

Aquesto apunta a ritual pagano. Paresce que después de que lo fazieseis huir ofrendó aquestos animales et la suya mano con algún fín. Lograr la ayuda de algo misterioso et obscuro seguro. Puede que lo acaecido con los pájaros sea cosa del buitre, mas temo que lo que venga pueda ser mucho peor. Faríamos bien en andar con cuidado et extremar  las precauciones.-digo aquesto con rostro apesadumbrado pero convencido que algo puede acaecer.

Llevo al jamelgo de la brida et Pabo monta en el. Desenvaino la espada para sentirme seguro et de aquesta guisa sigo el camino de vuelta, atento a lo que pueda acaecer.

La sangre de los animales ha resbalado resaltando los surcos de la espiral grabada en la estela. La matanza alrededor de la piedra ha atraído vuestra miradas y cuando las volvéis a levantar, notáis que la luz ha disminuido. Pareciera que el bosque es más frondoso hasta el punto de que casi no se ve el cielo. Pero tampoco se ven ya las sendas que partían de la estela... ni el camino por el que veníais. Sólo pinos y maleza, rodeando la espiral negruzca. Con un caballo muerto a su derecha, los restos de una cabra a su izquierda y los despojos de una oveja a la izquierda.
 

La escuridad terminó por poner nerviosa a la joven quién sin nada mejor que facer se agarró al hombretón que tenía más próxima et con su otra mano la cerró en puño en torno a su medallón. Sentía cómo le sudaba la palma de la mano al tiempo que el vello se erizaba en su nunca.

-¿Y aquestas tinieblas?

El bosque parece más frondoso, pero todavía es de día. No veis senda o camino alguno.