Partida Rol por web

No se como Amelia a conseguido pasar entre los lobos y llegar a la cueva y trayendo  con ella tal inquietantes noticias,  tendremos problemas en la aldea cuando lleguemos. Mas creo que los problemas mejor de uno en uno y prefiero salir cuanto antes de la cueva

- Compadres, salgamos de aquí cuanto antes et busquemos a Orosia et Froilan - no estoy de acuerdo con lo que comenta Arturo sobre Froilan, el salutador parece mas bien haber quedado atrapado en este lio como nosotros mas mas ser el causante.

Miro la estatuilla que parecía haber convocado al lobo y pregunto mientras la señalo - ¿Debiéramos destruirla antes de irnos?-

Ante los gritos de Tancredo, me doy cuenta que su lucha contra el lobo le hirió gravemente, debiéramos entonces llegar a la aldea cuanto antes para poder tratarle, mas con lo poco que aprendí en el barco de tratar heridas puedo intentar ayudarle un poco, así que me acerco a el para ver su herida

—Vermudo habló de aqueste ídolo. Es causa de todo mal relacionado con los lobos—Avisó entonces Amelia sin saber qué facer mientras la señalaba—. Antes la guardaba el viejo Vermudo, pero por eso lo mataron...

Me dirijo hacia quien se ha llevado la peor parte en la lucha contra el demoníaco lobo.

—Don Tancredo, lo peor ya ha pasado. ¿Os puedo ayudar en algo? —Añado dirigiéndome a Nuño y Tiago en su asistencia al brazo del caballero.

Miro a Amelia, tras su sorprendente aparición.

—Amelia, sigo preguntándome cómo has llegado aquí. ¿Podríamos usar ese "sitio seguro" del que hablas para volver?

—La verdad... —Contestó mientras pensaba en escoger sus palabras con mucho tiento—. La dama del lago me ayudó, un conxuro fizo que pudiese moverme por el agua como si fuese un pez. —Una vez soltó la parte inicial las explicaciones eran más sencillas—. Al otro lado de aquesta grieta que ven hay una oquedad y una charca la cual comunica con el río.

Discutís en la penumbra. Ya no se oye a los lobos arañar la roca con sus patas, ni pisar charcos, cada vez más cerca. Pero oís ladridos, que rebotan en las paredes hasta donde estáis. Os reconforta muy ligeramente oir sonidos más propios de perros confundidos que de lobos cazando, aunque signifiquen que estos no han salido de la cueva

Los lobos, que se agolpaban para lanzarse al interior de la cueva, ahora se dispersan.
Tras unos instantes de duda, coges un flecha con una mano y te das la vuelta. Levantas el arco y lo tensas, apuntando a la Dama del Lago.
Pero, la mujer se zambulle con tranquilidad, y sus cabellos negros flotan por un instante hasta desaparecer. Sólo ves ahora las ondulaciones en el agua.
Frustrada, tiras el arco. Y te diriges hacia la cueva. Hablas a los lobos con las manos como en trance, haciendo gestos.

El marinero Nuño, paisano gallego como yo, le quita de las manos los improvisados vendajes a mi buen Tiago, y consigue detener la sangría e incluso calmar mi dolor al asegurar con fuerza la herida.

-- Gracias, hijo mío, que Dios te lo pague-- le digo con agradecimiento mientras me pregunto para mis adentros qué merced podría concederle en pago de su importante servicio.

La conversación de los demás y los ladridos de los lobos me sacan de mi embeleso. Al oír las palabras de la hermosa Amelia se me vuelven a revolver las tripas. ¿Qué dama del lago es esa de la que habla? Estoy convencido de que Amelia es moza de corazón recto, y no me cabe duda de que su presencia aquí nos ha ayudado a salir con vida, pero temo que los engaños del maligno estén profundamente enraizados en su corazón, como en todos los de este pueblo, por otra parte.

Vuelvo a comprobar la excepcional cura que me ha hecho Nuño y agarro mis armas. Enfundo la espada y aferro el escudo con la mano izquierda, la buena.

-- Tiago, acompáñame con esa luz.

Me acerco hasta el corro que observa el maldito ídolo pagano. Me arrodillo junto a él. Levanto mi escudo (con la cruz de Santiago dibujada en él) y lo golpeo con todas mis fuerzas y rezo al Altísimo para que me ayude a destruirla.

Mientras don Tancredo trata de destruir el ídolo yo , como non podía ser de otra forma, presto atención a Amelia-¡La Dama del Lago decís? ¡grandes prodigios se suceden en aquesta aventura! ¡Vayamos pues et encomendemonos a Ella et que nos guíe hasta el castillo.! Mas, antes de fazer cualquier cosa, digo yo de buscar a la buena de Orosia. Que salió a perseguir al falso salutador et preocupado me tiene. ¿Vamos pues en la suya búsqueda et después a probar los prodigios de los que habla la bella Amelia?

Empiezas a hablar. Es una sensación inquietante, pues te oyes a tí misma, pero a la vez oyes a un extraño. Esta vez se dirige a tí. Las palabras surgen de un hilo de voz monótono separadas por silencios que se alargan para separar las frases de la letanía.

— Al principio, los lobos sólo mirábanme, después respondían.. Yo podía falarles,. Acabé viviendo en el bosque, sólo, pues casi renuncié a tratos con omnes... E aquestos non lo perdonaron, e acusándome de embrujos con lobos, prendiéronme e sacrificáronme con tormentos.
Los dioses de los omnes abandonáronme, e fui condenado a vagar sin reposo. alrededor de mis restos.

Non son hermanos míos los lobos... Ellos se sirven de mi e yo de ellos. Yo invoco a sus dioses... pues sus dioses les devuelven el territorio arrebatado por los omnes...

Más los lobos negro e rojo también son servidores del inframundo e guardianes de su entrada. Cuando se hayan presentes, la puerta se abre... Si mis huesos atravesaren el umbral... Mi alma hayará reposo...

Mas non lo permitirá la mentirosa del lago...
pues su voto es castigar mi alma...
e mantener mis huesos sumergidos.
E si non fiziéralo, fuere castigada o cayera fulminada.

Casi no había acabado el vendaje del caballero cuando este se levanto raudo a intentar destruir el ídolo, sería una preocupación menos si los lobos dejaban estar controlados y volvieran a ser meros animales.

- Vayamos a buscarles - le respondo a Arturo mientras pienso no muy convencido en la sugerencia que hizo Amelia de volver por el agua. Con lo que me costo antes sacarlos del río antes no los veo muy capaces de nadar largo rato y ya no quiero ni pensar en mas intervenciones sobrenaturales.

La resolución por ir a buscar a Orosía estaba clara más por las palabras dichas parecía que la entrada más evidente no era buena opción.

—Denme un segundo vuesas mercedes que voy a ver si soy capaz de volver de la misma forma. No sé si tendrá a bien obrar el mismo sortilegio con el que me honró en la ida.

Parece que el grupo ignora la sugerencia de Amelia; puede que sea porque volver andando por la cueva a oscuras parezca menos peligroso que hacerlo nadando también a oscuras, ahora que no se oyen lobos. O bien por la mención a una Dama del Lago, que convierte la segunda opción en algo aún más incierto. El grupo echa a andar por la cueva a oscuras, mientras Amelia se queda atrás.
Pablo se lamenta durante el breve trayecto, aún más que Tancredo, pues ha resultado abrasado por las llamas del lobo Rojo.

—¡Un segundo! —avisó Amelia ante la perspectiva de quedarse sola. No la agradaba la idea de salir por la boca de la cueva, especialmente después de haber visto multitud de lobos encarando la misma, sin embargo la compañía convertía aquella opción en una candidata mas halagüeña.