Partida Rol por web

La elfa lo pensó brevemente y asintió.

Es lo más justo. Al menos hasta que podamos empezar a hacer capillas e iglesias. La gente necesita un lugar de culto, claro... Y aunque no es conveniente ignorar a los dioses, tampoco lo es priorizarlos ante las necesidades más básicas que surgirán, parece una buena solución.

Un grupo bien grande de gente estaba empezando a amontonarse alrededor de alguien, al parecer algo les llamaba poderosamente la atención.

Sonriéndole a la justicar, la Cassalanter nota al mirarla la concentración de gente y frunce suavemente el ceño, no con enfado, sino queriendo saber lo que sucede, así pues dice a la Justicar:

- Perdone, Justicar, pero voy a ver qué sucede... No quisiera empezar con los problemas según desembarcar. -le indica, dedicándole una despedida formal antes de ir hacia la multitud.

- ¡Abran paso! -indica con una voz potente que delata que no necesita sargento ninguno que la preceda para abrirse paso por entre la multitud, confiando en su atronadora voz y presencia para ello.

La gobernadora se abrió paso, a veces de forma bastante brusca entre la gente, hasta llegar al centro del montón de colonos. Alguno que otro pretendió quejarse, al menos mientras no se dio cuenta de que se trataba de la gobernadora Cassalanter

¿A que es espectacular? Mirad qué colores!

Uno de los colonos, contento, tenía en una red un ave de brillantes colores, que piaba e intentaba picar a todos aquellos que intentaban tocarlo.

 ¿Qué comerá? Preguntó una mujer.

 Ni idea, pero estoy seguro de que más de un rico le encantaría tener uno de estos en su casa. Miró a Liliana, que ahora estaba delante. ¿Eh Milady? ¿Qué opina?

Lo cierto es que había montones de 'ricos' y mercaderes que les encantaría tener un ave exótica en su colección, y ésta desde luego lo era...

Feanor vio como se desarrollaba la situación sin poder hacer demasiado por el soldado caído. Por fortuna la semiorca estaba bien. Sopesó las diferentes opciones y empezó a echar de menos la espada que su padre le había enseñado a manejar de niño, o el arco que su madre insistió en que aprendiera. No había preparado gran cantidad de conjuros ofensivos para ese día, por lo que no tenía posibilidad de usar la mayor parte de su magia de combate. Quizá debió haber sido más previsor. En todo caso no tenía remedio y debía apañarse con lo que tenía. 

Examinó a la criatura detenidamente. Por lo que la había visto hacer, era un ser hecho para embestir, como un toro, pero más contundente. Si se movía estaban perdidos.

-Por su morfología esta bestia está acostumbrada a cargar de frente contra las cosas.-Dijo pensando friamente.-Rodeadla para que no pueda moverse y será nuestra. Si permitimos que se mueva escapará o volverá a cargar. Hay que impedirlo. Además, con suerte tendremos carnada para los grifos y alguna otra cosa más que nos puede ser de utilidad.

Dicho esto, echó mano de un par de componentes de conjuro y empezó a articular complicados gestos mágicos. Era consciente de que su poder poco o nada podía hacer para abatir a la bestia, pero algo era algo, y desde luego tenía claro que si su magia le servía para facilitar el proceso, lo haría en la medida de lo posible. 

Una vez hubo terminado de lanzar su conjuro, liberó su poder y dos pequeñas esferas luminosas salieron despedidas de sus dedos para impactar de lleno en la criatura. 

Tressa no había esperado que aquella criatura emergiera con esa fuerza de la espesura del bosque y arremetiera de aquella manera contra el grupo. Sin embargo, las palabras de la encapuchada resonaban en su cabeza "no sabía que fuera una cría". La hacían pensar que había algo más oculto en ese bosque y al cual le estaban arrebatando las posibilidades de sobrevivir al poner fin a aquel ser que había destrozado a dos de sus compañeros.... y mientras todo ocurría, la exploradora se quedó bloqueada, incapaz de reaccionar a tiempo, y posiblemente aquel había sido el error.

Si tan solo hubiera comprendido... no se trataba más que de un animal asustado. Podría haberlo calmado, hipnotizado o incluso, intentado hablar con él... y sin embargo, ya era tarde para todo aquello por los golpes que estaba recibiendo y la muerte de aquel soldado que pesaría sobre su conciencia... y aquella, como muchas otras ocasiones, sería algo que debía afrontar en soledad. La reacción de Oropher la pilló de sorpresa. El elfo, sin duda, guardaba demasiados secretos. Ponerse al lado de aquella criatura podría considerarse algo temerario... pero él lo hacía sin ningún tipo de miedo ni temor y reaccionando. Esto hizo que Tressa despertara por fin. 

Frustrada y con el rostro algo compungido por cómo se estaba dando la situación, pensó que debían terminar pronto con el sufrimiento de toda esa situación. Sería más un acto de piedad para ambos bandos que otra cosa. Guardó su arco y apretó su hacha con fuerza, casi haciéndose daño, como un recordatorio o quizá, una penitencia. 

Observando desde la distancia, comprendió que para llegar al animal debía colocarse al lado de Urza, por lo que corrió con todas sus fuerzas mientras escuchaba las palabras de Feanor y el griterío de los que intentaban poner fin a la vida de aquel ser. Justo antes de llegar, levantó el hacha e intentó asestar dos golpes contundentes a la criatura, que fracasaron en su empeño de poner fin a la contienda.

- tsss - musitó, indignada, por lo que estaba ocurriendo.

Sólo quería terminar con eso... empatizaba demasiado con el grupo que iba con ella y con la criatura a la que trataban de dar caza. Tressa empezaba a sentir un dolor profundo que no tenía nada que ver con una herida.  

La criatura parece aterrada, no esperaba semejante reacción, si no que huyeran, y ahora se encuentra rodeado y a punto de ser masacrado, así que, viendo que la herida más severa (Con diferencia) venía de parte de Urza, se gira hacia ella, golpeando con el costado espinoso del casco, empleando la longitud de su cuello para coger inercia, y golpea en la cara y pecho de la mestiza, que cae al suelo como un saco, con la nariz rota y numerosas heridas de púa en el pecho. Su hacha tintinea en el suelo al caer. La mestiza, tan gritona y violenta, no articula palabra ni al recibir el golpe ni al golpearse la cabeza contra el suelo.

BRRRRRRRRRRRR!!! Gruñó, buscando el siguiente objetivo. 

Feanor vio volar a la mestiza con una mueca de asombro mezclada con desesperación. No podía permitir que cayeran más miembros de la expedición. Debía protegerlos al precio que fuera. 

-¡No retrocedáis!-Gritó.-¡No flaqueéis ahora, por vuestras vidas! ¡Yo me ocupo de ella y de sus heridas, rematad a la bestia!

 Oropher no se detuvo a compadecerse de Urza, era una semiorca, y si tenía la mitad de genio que Kruth o que Huru, no tenían de que preocuparse. Además, las palabras de Feanor eran especialmente claras, él se ocuparía. En aquel instante la bestia incontrolada estaba mirando cara a cara al elfo solar, con sus kukri en las manos, le mantuvo la mirada.

 - No podías haberte ido. - Pero no obtuvo reproche en la mirada, una mirada que seguramente no estaban compartiendo. ¿Cómo se encontraría él si estuviera en esa situación injusta? Importaba poco...aquel animal había matado, y la justicia de los soldados y quizás del propio grupo exigía el pago de sangre con sangre. Oropher ignoraba la sangre del animal bañando su cuerpo, porque si se parase a pensarlo, le daría tanto asco que iba a desmayarse. Aquel fuerte olor, aquel tacto...era aquello, o disfrutar de la matanza. Urza se animó en ese momento, gritaba victoria, gritaba muerte, y Oropher se contempló por un instante celebrando con ella, mientras una lluvia de aquel viscoso líquido los bañaba a ambos. Mas...no celebró. Colocó las manos en posición, y se lanzó contra el suelo para dar una ágil vuelta por encima del cuerpo de Urza, intentando no entorpecerla, pero sí llamar la atención del animal nuevamente con sus florituras.

 Era un movimiento arriesgado, pero no dejaba de ser terriblemente elegante. Consiguiese o no que aquella criatura se girase, esperaba contar con el tiempo suficiente como para golpear a los puntos débiles que todo ser vivo posee, cortes directos a dónde han de estar las arterias principales, o introducir el filo hasta el corazón para empalarlo. Cualquiera de los objetivos era adecuado, sin tiempo para pensar, dejó que el instinto de lucha guiase su mano.

 - estate.....¡quieto! - le exigió, mascullándolo.

 Si tan solo no hubieses matado a ese hombre. Se lamentó.

 Sería el primer trofeo de alguien, el honor de otro, los lamentos de unos pocos. Maztica les daba la bienvenida de la forma más salvaje.

 No debían volver a confiarse.

 Con el ceño aún fruncido, comenzó a tomar una expresión más relajada. No dudaba de su eficacia, pero no había reparado en el contundente golpe que había recibido al moverse con aquella voltereta, la criatura se contoneaba constantemente, y atacaba frente al movimiento, ahora, cuando se relajó un instante, lo notaba.

 Acabaría frente a la bestia, a punto de arrodillarse por el impacto.

La gobernadora esperaba bastante más facilidad para abrirse paso entre la gente, habida cuenta de su voz de mando, pero los campesinos estaban ensimismados y apenas le prestaban atención, obligándola incluso a apartar a algunos con sus propias manos.

Al ver la causa del tumulto, la gobernadora mira con atención a la criatura, bastante sorprendida. No recordaba haber visto un ave de colores tan brillantes... Bueno, nunca.

- Hala... Qué preciosidad. -menciona, quedándose mirándola por unos instantes mientras los aldeanos preguntan- Opino... Que no te falta razón, puede valer un buen dinero, pero antes de tomar ninguna iniciativa, recomiendo consultar con los eruditos... Ellos tendrán mejor idea sobre si se puede transportar, qué hacer para descubrir su alimentación y demás. -le responde simplemente- Estamos en un nuevo mundo, con mucho por conocer. Quizás sea una criatura que no puede ser domesticada y que se moriría en una jaula normal, en cuyo caso su valor será nulo hasta descubrir sus necesidades. -plantea tranquilamente, antes de dedicarle una bella sonrisa al hombre- Buena captura... Y sed todos bienvenidos a Maztica. -concluye extendiendo la sonrisa a todos, antes de dejarlos estar con el pájaro.

Menudo revuelo se había montado por esa criatura, cuando existían docenas de cosas que no habían visto nunca alrededor.

La criatura dio un golpe a Oropher mientras intentaba colocarse de nuevo a su lado. Instintivo y rápido, pero el corte de una de las púas fue inevitable, limpio, y razonablemente profundo.

El corte que fue letal fue el que logró realizar Oropher en la base del cuello de la criatura. Como un cerdo sacrificado, empezó a chorrear sangre en un grueso y grotesco caudal. Alarmado, intentó huir, pero los trompicones y la debilidad que arrastraba no le permitieron alcanzar la jungla... 

Enseguida cayó al suelo, y poco después, estaba muerto.

 ¡Maldita sea! Gritó el sargento viendo, ahora más tranquilamente, a su compañero muerto. 

Por su parte, Feanor lanzó un hechizo sobre la semiorca, que restauró muchas de sus heridas. Urza despertó, sorprendida de ver un elfo solar molestándose en curarla, y musitó un sorprendido 'Gracias'

 Aredhel se acercó al animal, comenzando a examinarlo, y empezando por la dentadura. Vaaaya.... Dijo sorprendida. Es herbívoro. Dijo mirando a los demás. No quería comernos. Aclaró para los menos avispados.

 Uno de los soldados, rabioso y aún sin soltar la espada, (No porque quisiera hacerle nada, en principio, si no porque aún no la había envainado) miró a la mujer encapuchada y se acercó a grandes zancadas ¿Qué narices ha pasado? ¿Eh? ¿Qué has hecho, señorita cara secreta!?

 Kruth se puso en el camino del soldado, y le detuvo dándole un empujón con la palma de la mano en el pecho. Relajadito, tú, que ella no ha matado a tu colega!

La tensión podía escalar rápidamente...

El grupo siguió admirando el pájaro un rato. Mientras Amber, la sacerdotisa de Umberlí, se acercaba a darle la brasa de nuevo a Liliana, el grupo de elfos marinos que habían estado explorando el río se juntaron a intercambiar impresiones. Alguno parecía más o menos alterado.

Los doscientos o trescientos civiles que estaban ya en tierra estaban custodiados por unos cuarenta o cincuenta soldados, aunque muchos más habían bajado, antes para asegurar el terreno, no eran necesarios muchos más que esos 40-50 para mantener el orden. Aún seguían bajando más gente a tierra más desde los barcos. Se distribuían más o menos en grupos, aunque había numerosos civiles que estaban por su cuenta, y por supuesto, otros cuantos que a pesar de las advertencias, se habían internado a la sombrita de los árboles, algunos unos pocos metros, otros al parecer algo más.

La calma del lugar se vio desgarrada por unos gritos de terror provenientes de la jungla. Parece que alguien había dado con algo que no podía meter en una red de pesca...

Tressa lo vio todo como a cámara lenta. Aquella pobre criatura se giró hacia su compañera y arremetió contra ella. A pesar de encontrarse justo a su lado, no pudo hacer nada por evitarlo... ni siquiera pudo hacer nada para que no cayese de esa forma, siendo golpeada también contra el suelo. 

Había sangre por todos lados, incapaz de reaccionar, apenas pudo ver como Oropher terminaba con la vida de aquel ser y este caía como Urza lo había hecho un momento antes. Soltó su hacha, que provocó un sonido sordo al caer y se arrodilló junto a Urza bastante nerviosa y preocupada. 

- No, no, no, no, no... - era lo único que alcanzaba a murmura - ¡oye! ¡OYE! 

Apenas escuchó las palabras de Feanor aunque pudo ver cómo este la reanimaba con un hechizo, curando gran parte de sus heridas. Tressa quedó de piedra y cuando su amiga empezó a moverse levemente y musitó aquel gracias, la chica no pudo aguantar más la presión, cayó de rodillas y se echó para atrás, dejando sitio a Urza, mientras las lágrimas se derramaban por sus mejillas. Echó la vista a un lado, para intentar ocultar lo que bien podría interpretarse como debilidad y vio la herida sangrante de Oropher. La imagen volvió a hacer que su corazón pareciera que se detuviese. Abrió mucho los ojos y se precipitó hacia donde se encontraba. 

- ¿Estás bien? - preguntó acobardada por la posible respuesta que le diera el elfo. 

Quería curarle, pero no había previsto que pudieran encontrarse con aquello y los movimientos que hacía eran muy torpes. Tressa, lejos de calmarse, cada vez se encontraba más nerviosa. Negó con la cabeza. 

- No puedo hacer nada... - sollozó finalmente ante Oropher. 

Al escuchar los gritos del soldado hacia la chica encapuchada recordó algo. Se levantó de un salto, casi mareándose por aquel movimiento y por la ansiedad del momento. La respiración de Tressa se veía de nuevo comprometida y alterada. El soldado estaba increpando a la chica de la capucha, pero su atención se dirigió hacia la propia espesura, de donde habían surgido Lena y aquella extraña muchacha. 

Tressa se colocó frente al bosque y utilizó el hechizo detectar criatura, concentrándose en aquella que acababan de matar... Tenía un terrible presentimiento, ya que una de las dos chicas había pronunciado la palabra cría. Si había un espécimen indefenso ahí, Tressa se haría cargo de él, como pago y recordatorio de lo que acababa de ocurrir. 

Tressa, tras unos 20 segundos concentrándose, logra discernir que hay otras cinco criaturas de su especie, no heridas ni enfermas (aunque no puede saber si son crías o adultas) a unos 80 metros bosque adentro.

Tras un momento, Tressa recibió parte de la información de su hechizo. La muchacha suspiró en parte aliviada, pero le temblaban las piernas por la incipiente amenaza que acababa de percibir.

- Hay más de ellos... - dijo en voz baja, en dirección a Feanor y Oropher - a unos 80 metros... esperad... 

Tressa siguió manteniendo el hechizo, concentrándose en ver si podía detectar a alguna cría solitaria que hubiese quedado desvalida al acabar con la vida de la criatura que ahora yacía tan solo a unos metros de ella. En cualquier caso, Tressa dedujo que esas criaturas iban en grupo, por lo que posiblemente si había alguna cría allí no estaría desamparada. Eso alivió un poco el nudo en la garganta que tenía la muchacha y le permitió lanzar un leve suspiro que reflejaba en parte alivio y en parte dolor por lo que había ocurrido. 

Feanor salió como alma que lleva el diablo en dirección a la semiorca. No iba a permitir una sola pérdida más. Su corazón latía a mil por hora mientras un único pensamiento recorría su mente.-Aguanta.-Se repetía para sí mismo.-Por lo que más quieras, aguanta.

Al llegar junto a la semiorca colocó una mano sobre su estómago y agarró con la otra el símbolo sagrado que colgaba de su cuello al tiempo que cerraba los ojos y musitaba una plegaria.

-Dama de los misterios, señora de las artes arcanas, manantial del que fluyen lo arcano y lo divino, te suplico que atiendas mi plegaria. Que sus heridas se cierren por tu divina gracia y sus ojos se abran de nuevo para ver la luz que encarnas. 

Dicho esto, su mano se iluminó sobre el estómago de la semiorca y sus ojos se abrieron. 

-No hay de qué.-Respondió quitando importancia al hecho.-Era lo menos que podía hacer después de lo que has hecho por nosotros. Descansa ahora, haré lo que pueda por atender mejor tus heridas en un momento. 

Al ver la escalada de tensión entre los guardias y el semiorco, Feanor se acercó.

-Creo que deberíamos centrarnos en asegurar la zona antes de empezar a discutir.-Sentenció con sencilez.-Os propongo una cosa. Podemos echar un vistazo a esas criaturas y, si son crías, llevarlas con nosotros al campamento. Al menos que salga algo bueno de todo esto. 

Aredhel, ¿te importaría hacer un retrato como los de la otra criatura, si hay tiempo? Estudiar la fauna local nos vendría de perlas. 

Mientras la sacerdotisa se acerca, Lilianna se aproxima a uno de los oficiales de mayor rango presentes en la zona y le va explicando:

- Hay que mantener tanto la zona como los barcos seguros. Que se establezcan turnos rotativos para que los marineros también puedan gozar de un tiempo en tierra. Apuntamos a permanecer al menos hoy y mañana en tierra. -le va explicando.

Nota tanto la aproximación de la sacerdotisa como la charla de los elfos marinos, que parecían tener algún problema, pero antes de que ninguna de esas dos cosas pasen a primer plano, un grito desgarra el silencio. Por suerte había decidido desembarcar con su armadura para ser reconocible por el personal militar mientras se organizaban, de tal manera que no tiene que demorarse para tomar la decisión.

- Vosotros, conmigo. Creo que eso debe de ser uno de nuestros grupos de exploración. -intuye, dado que sería raro que un local se hubiese metido en líos como para soltar un grito así.

El grupo al que señala es un grupo de veinte soldados a pie, incluidos un par de magos, por sus vestimentas. Los guerreros parecen razonablemente curtidos, aunque es imposible saberlo sobre los magos.

- ¡Vosotros, venid también! -indica a dos exploradores- ¡Sephos, conmigo! -añade al clérigo, comenzando entonces a avanzar en dirección al grito, atenta a que la sigan, mientras prepara su arma y su escudo.

 Oropher reaccionó con un gesto de dolor disfrazado con una sonrisa prudente frente a Tressa, que se convirtió en un asentimiento. No pasa nada. No era la primera vez que una herida le dejaría una buena cicatriz, ni la primera vez que podría perder el conocimiento por falta de sangre, y estaba convencido de que tampoco sería la última. Sangran abiertamente no es del agrado de nadie, y mantener la calma en una situación así es tan difícil como preocuparse por los demás cuando tu misma vida está en riesgo. No puedo evitar seguir con la mirada a la mercader, evidentemente nerviosa, quizás por hacerse responsable de lo que ha pasado. Va de un lado a otro. Feanor, casi a mi lado, saca fuera de peligro a Urza. Si te vieran...hermano. Pensó fugazmente, al ver como reanimaba a la semiorca. Para algunos aquel gesto sería una vergüenza, pero hoy, era motivo de orgullo.

 Con las manos en las armas caminó con la ayuda de su rodilla izquierda y su pie derecho, casi arrastrándose, hacia la criatura. Kruth lo tiene controlado. Se dijo, y al ver como Feanor mediaba, no vio sentido alguno en intervenir. La encapuchada no tenía culpa, ¿qué era? ¿una civil? Vio un animal, y quiso investigar. Imprudente, tal vez, pero no por eso una homicida. Seguro que el elfo solar tenía la diplomacia suficiente como para calmar los ánimo. Busqué con la mirada el rostro de la joven encapuchada ante el comentario del soldado. ¿Cara secreta...? Y los ojos de Oropher brillaron en el mismo color templado con el que había acabado con el animal.

 Se colocó la mano en la herida, frente a la criatura, que quizás pudiese seguir siendo peligrosa en sus últimos momentos. Miró la mezcla de sus sangres, reconociendo la propia porque brotaba sin pausa, y se apretó tratando de no empeorar las cosas. Tsk...esta noche va a ser difícil ninguna clase de baile.

 Se apoyó con el codo en el animal, y buscó con las pupilas inquietas el mejor punto para atravesarle el corazón. Quería terminar el trabajo, que no hiciese más ruido y, sobre todo, que no sufriera más. Miró primero a Tressa, las noticias parecían preocupantes, pero se podía confiar en sus capacidades. Luego a Aredhel, si no estuviera cubierto de sangre de animal y de su propia sangre, se diría que su semblante y su pose, animaban a una conversación cercana...quizás íntima.

 - Es musculosa. - describió, y pudo parecer lascivo, quien sabe a que se estaba refiriendo. 

 - Se ve fibrosa. - continuó - esos cuernos, como dientes en el cráneo. - expuso - son muy... - contuvo el dolor con una mueca - afilados. 

 ¿Para qué pueden necesitarlos si son herb...... - negó, se negaba a pensarlo. no...No, no. ¿Hay algo más grande de lo que defenderse? Le venía a la mente el dragón, pero debía de ser algo más pequeño, más grande que estos y menos letral que el propio dragón. 

 Negó. No quería mearse en la armadura. - no se parecen a... un ciervo...- comparó, sin dejar de mirar el rostro de Aredhel. No pretendía molestarla, pero mientras se desangraba, le apetecía tontear un poco, aunque fuese investigando el animal.

 Cerró los ojos, intentando notar como se apagaba la vida del animal, sólo para estar tranquilo. Y susurró algo, quizás un agradecimiento a un dios de la caza, o a algún propósito más oscuro.

 Tal vez podamos usar la carne. Llevaría horas cocinar algo tan duro. Pero puede ser sabroso.

 Un momento de debilidad le llevó a mirar a Aether, le vendría bien un poco de apoyo, y no quería molestar a Feanor en ese momento. Continuaba mirando a Aredhel, mientras se sujetaba la herida, y se apoyaba sobre la criatura. No sin antes hacer un gesto hacia el grupo de gente, quizás a uno de los soldados o a uno de los civiles, posiblemente lo segundo.

 Que ayude a Huru. Es lo importante ahora mismo.

- He debido de cortar la aorta del animal - comparó, basándose en lo poco que sabía. - Por la cantidad de sangre....¿es un animal de sangre caliente? - interrogó a la elfa, tratando de indagar en algo de forma común, aunque quizás sólo fuese una estrategia para interesarse por ella y "conectar", y otra de olvidar que tenía una raja enorme en el vientre.

 - ¿serviría de algo tomar una muestra? 

Terminó por apartarse un poco, sentarse y sujetarse el abdomen, no sin antes intentar limpiar el filo de las hojas de sus armas y envainarlas.

 La mirada de Oropher hacia Halia es clara, si le busca ante los problemas debe saber que está ahí, pero que ahora mismo la protege más manteniéndose al margen. En su mirada no hay posibilidad de castigo, sólo comprensión, si necesita acercarse y preocuparse por la herida del elfo, tal vez le de un abrazo. Pero no deben suponer que es la debilidad del elfo, de lo contrario, si alguien quiere hacerle daño, iran a por ella sin cuartel.

 Kruth hace un buen trabajo, y Feanor lo cubre, pero él está ahí. Al margen, esperando. Le duele más no darle un puñezato a aquel bocazas que la herida abierta que se sujeta, y eso Halia debe verlo en su mirada. Sino, tal vez deban hablar luego. Oropher siente que puede confundirse.  No estás sola. Piensa, mientras disimula tratando de camelarse a esa elfa del círculo de Feanor. Es guapa. Aunque no te llegue a la suela de las botas. Se dijo, como anestesia.

 Mientras hablaban le hace un gesto a Tifón. No quiere molestar a Aether si está cuidando de Huru, el puede aguantar. Es un gesto que quizás haya olvidado después de tanto tiempo, pero lo ha visto antes  en situaciones completamente diferentes. Quiere que limpie la escena, que ayude a los soldados o lo proponga con su seriedad y su ceño fruncido, aquel hombre hecho añicos debe ser enterrado, fulminado, u ocultado. Lo mejor sería que decidieses los propios guardias, pero alguien tenía que tomar la iniciativa, y Oropher confiaba en que alguien serio, como Tifón, podría ser el empujoncito que necesitaban. Que asco...

 Terminó por decirse, pues ya había derrochado todo lo bello que podía ver en aquel contorsionismo.

 Centrado en el animal y en la elfa, calculó que porciones podrían llevarse para cenar aquella noche. Y si podía, se llevaría un recuerdo, a ser posible una de las garras del animal. Sino, si le permitían despiezarlo luego, intentaría hacerse con una o un par como recuerdo.

Sephos acompañó a Liliana a toda prisa, y Senira estaba también de camino. Los civiles se fueron retirando (La mayoría, al menos, pues unos cuantos aún esperaban, cotillas, a ver qué estaba pasando) y los militares se reunían aprisa junto al bosque para contener el problema que fuese a llegar.

Cuando Liliana estaba a apenas veinte metros del linde, cuatro soldados salieron corriendo, algunos hasta habían abandonado sus armas, huyendo despavoridos. Tras ellos salió un enorme felino, de unos cuatro metros de largo y casi dos de altura, de colores negro y verde con una gran melena blanca, que se detuvo al ver a tantos humanos amenazándole.

Enseñó los colmillos ensangrentados en un gruñido felino gutural y poderoso, dudando si acatar o retroceder.

Feanor le pidió que dibujase a la criatura, y Aredhel asintió.

Claro, pero prefiero examinarlo primero por si debemos salir corriendo Dijo mientras continuaba con el examen. Oropher se unió a ella y la remató, entablando conversación también con la elfa solar.

Para defenderse, sin duda. O para demostrar ser el más fuerte de la manada. Miró un momento hacia el bosque, pensativa. Una muestra estaría bien, si puedes tomarla. Le dijo a Oropher, y asintió. Y una cría viva estaría aún mejor, y sería bastante más fácil de manejar.

Continuó con el examen. 
Ovíparo. Murmuró para sí misma, más confirmando lo que sospechaba por su aspecto reptiliano, sin sorprenderse. Y hembra.

Aether se acercó a hacer una de sus curaciones ilmaterinas a la orca que aún estaba bastante vapuleada en el suelo, mientras la discusión continuaba.

Feanor también comentó incluso antes que Aredhel con los soldados que podrían tratar de capturar a algunas crías.
 El sargento, que ya estaba controlando a sus hombres para que no iniciasen una pelea con el semiorco, escuchó al sacerdote y asintió. Vale, pero si nos la vamos a jugar de nuevo, de ésas crías nosotros también nos llevamos una parte... Que el sueldo no da como para exponerse de ésa manera. Si esa es la hembra, a saber cómo es el macho.