Todos los sirvientes de la hacienda sintieron un duro golpe con la muerte de Trevor Deadfate. Además de ser alguien muy cercano, demostraba que sus palabras no habían sido una amenaza infundada. Alguien dentro de la hacienda trabajaba para el enemigo.

Los sirvientes leales, deberían hacer todo lo posible para encontrar a esos infiltrados y evitar que abriesen las puertas de la hacienda desde dentro para que las tropas de Lord Umpostuh tomasen el lugar.

Pero, de momento, había que mantener la hacienda viva, tal y como había dicho el Senescal. Y para ese fin, todos tenían una lista de tareas que realizar.

Claire ayudó a Elisabeth a amortajar a nuestro querido senescal con el mantel, rezando por su alma piadosa. - Descanse en paz.

Después inició sus tareas matinales, como el resto de sirvientes. Enjugándose las lágrimas con las mangas de su ropaje verde claro, salió del comedor llevándose platos sucios hacia las cocinas.

La señora Patamás seguía tremendamente disgustada lo que no traslucía a su gesto era si el disgusto era más por el destino del Senescal que por el desprecio a su trabajo que habían hecho alguno de los habitantes de cuello blanco del castillo.

Recogió platos y vasos haciendo más ruido que de costumbre junto a Claire y anunció que se iba a cocinas a continuar preparando venenos al horno.

- A ver si después de un día de labor se atreven a rechazar la próxima comida esos dos pazguatos - repetía por lo bajini sin parar.

Aún seguía procesando lo que había sucedido, el pobre Senescal ahora estaba muerto y no teníamos ningún indicio de como había sucedido, pues si habían sido las viandas todos debíamos haber fallecido.

Respiré hondo intentando calmarme y me centré mis tareas, la Hacienda debía seguir atendida y yo tenía bastante que hacer aquel día, así que las repasé mentalmente para decidir por donde empezar mientras miraba de reojo como se ocupaban del cadáver.

Finalmente decidí que lo primero que haría sería lavar la túnica del Clérigo Mayor, no quería que se enfadase si tardaba en hacerlo, era una tarea sencillita así que podía ponerme con ello al instante y sin perder el tiempo, además estaría distraída y no pensaría en todo lo que estaba sucediendo.

No dije nada, tampoco había mucho que decir, simplemente salí por la puerta en dirección al lavadero, por allí debía empezar.

Mientras el Consejero de la Moneda analizaba los rostros de los presentes con detenimiento, buscando cualquier indicio de culpabilidad o de satisfacción, no pudo más que escuchar atento las acusaciones que ya empezaban a lanzarse algunos de los presentes, sin ton ni son, cuando todavía no habían podido analizar en profundidad la escena del crimen o las causas que habían desencadenado la muerte por envenenamiento del senescal. 

Rudeus Greyrat se acercó silenciosamente hasta el borde de la mesa, justo al lado de la silla en la cual se hallaba el cuerpo inerte y sin vida del anciano, para con extremada prudencia contemplar el contenido del plato, todavía sin tocar.

- Lo que sospechaba... El contenido del plato del senescal está todavía intacto, sin si quiera estar manchado cubierto alguno... - reveló al resto de presentes hablando consigo mismo, quienes quizá no habían reparado en aquel hecho indiscutible - Además, y corregidme si me equivoco,... creo recordar si mi memoria no me falla que el rostro de nuestro senescal ya estaba de antemano pálido, sus ojos amoratados y su piel perlada en sudor, incluso antes de que finalizase su discurso previo al desayuno. ¿Me equivoco? - lanzó la pregunta al aire para captar la atención de los presentes, aunque  no precisare realmente de confirmación alguna a lo que estaba mentando. Inicialmente lo asocié a que podría estar preocupado y que apenas hubiese pegado ojo esta noche por los recientes acontecimientos pero... ¿No podría haber sido envenenado de antemano, antes de llegar al gran comedor?

Tomando la copa del vejestorio, aún sin terminar, hizo girar el contenido un par de veces con suavidad y analizó si podría haber algún poso en el fondo, descartando la posibilidad en el proceso... También acercó la copa a su nariz y olió el vino, aunque no se atrevió a sorber el contenido por simple precaución a su integridad.

- Todavía es muy temprano para lanzar acusaciones a diestra y siniestra, sin investigar más en profundidad todo este asunto que nos concierne... - afirmó con cierto recelo y cautela, no deseando que se tomasen decisiones apresuradas - Por lo pronto y por mi parte, voy a acercarme a las cocinas para seguir investigando con más detalle la posible causa del envenenamiento del senescal, al tiempo que me cercioro de que la comida para el mediodía será servida a los presentes sin que debamos estar desconfiando de posible veneno en ella... - y tras sus palabras, lanzó una mirada divertida e irónica a la señora Patamás, tras su arisco comentario, dándole a entender que en verdad no desconfiaba de sus personas en cuanto a haber envenenado la comida del senescal.

- Lady Merygold, la acompañaré parte del trayecto si no es inconveniente... - le mencionó con exquisita educación, cediéndole un brazo con cortesía para que se abrazase a él si así lo deseaba. Posiblemente intercambiaría unas palabras con la joven doncella antes de separar caminos.

Negó con la cabeza mientras se santiguaba (más por costumbre que por otra cosa) y observaba el cadáver del Senescal. Pobre hombre, de todos los lameposaderas era el único que se salvaba...

Puso los ojos en blanco ante el monólogo de Greyrat, que si bien no le faltaba razón, en su opinión cualquiera habría reparado en todo lo que él había dicho. Madame Bavard siempre había creído que le al consejero de la moneda le gustaba mucho, quizás demasiado, escuchar su propia voz.

- Voy a ayudarla -dijo, dirigiéndose a la señora Patamás-. Que tristemente la comida no va a hacerse sola.

Y sin más, abandonó la estancia en dirección a las cocinas.

Mary se sentía abatida y triste, además de por la muerte del senescal, por haber actuado como lo hizo. Antes de que la señora Patamás se fuese a la cocina, pudo decirle, abochornada:

-Querida señora, lamento haber actuado con su comida como lo hice, fue un acto sin pensar. Por supuesto que no la acuso de nada, fue usted muy amable conmigo. Siento mucho lo de los pasteles...

Pero ella se fue, enfadada. Tenía toda la razón.

Con un suspiro, Mary se dirigió a cumplir con sus quehaceres, el paseo iba a tener que esperar. Eso sí, con cuidado.

Dando mordisquitos a la onza de pan como si fuera un ratoncito, Armand escucha en silencio lo que dice el consejero de la moneda. Bueno... a decir verdad, el esclavo pierde la concentración y se descubre observando ensimismado cómo se le mueve el bigote al hablar, teniendo que obligarse a sí mismo a centrarse en comer y escuchar, aunque de nuevo acaba distrayéndose, incapaz de seguir tantas palabras juntas.

Al final, la tarea de encontrar a los intrusos debería recaer sobre aquellos que tienen más autoridad, así que Armand guarda el cuarto de onza de pan sobrante en el enorme bolsillo de su desgastada ropa y, tras santiguarse y rezar una simple plegaria por el alma del senescal, el esclavo abandona en silencio el Comedor para iniciar sus tareas.

El comedor bulle de actividad y todos pueden ver como, nada más ponerse en movimiento, unos y otros salen por distintas puertas del mismo.

Casi todo el servicio parece elegir la puerta Sur. Por esa puerta salen todos excepto Angus Urquhart, Jack O Lantern y Mary Reilly. El primero de los tres atraviesa la puerta Suroeste, el segundo la Norte y la tercera, la puerta Noroeste.

No queda nadie en el Comedor.

El escribano se sentía avergonzado. No solo se había precipitado en emitir un juicio, sino que lo hizo con muy poco tacto y sin haber comprobado mínimamente cualquier indicio. Por tanto, cuando luego el señor Greyrat llamó la atención sobre lo “virgen” que estaba el plato del senescal, la vergüenza de Urquhart creció más… y más.

Debería haber dejado la boca cerrada. Era lo que sabia hacer. Permanecer callado y dejar que hablaran las letras manuscritas. Esa era su vida. Lo otro eran solo “juegos” de los hombres.

Decidió que lo único que podía hacer era seguir con su rutina. Completar con diligencia las tareas que el senescal, que dios todopoderoso lo tenga en su gloria, le había asignado y desenterrar el buen juicio que siempre había tenido para no actuar con precipitación como hizo hacía unos segundos.

Estaba en juego algo más que el amor propio de una cocinera.

Nota mental, Angus, pídele disculpas sinceras a la señora Patamás.

Mary Reilly entra de vuelta en el Comedor.

A través de la ventana, Mary establece contacto visual con Jack O Lantern que se encuentra en el Pasillo I y ambos se reconocen.

Mary hace un gesto de saludo a Jack, pero sigue con sus tareas. Por desgracia, no van a hacerse solas. 

La vida en semejante casa siempre daba cosas que hacer, y aunque ella estaba a gusto, no dejaba de ser un incordio tener una tarea tras otra.

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Se acerca a una de las paredes, y, comprobando que nadie parece verla, tantea a ver si encuentra el dispositivo que hace que una pequeña puerta se abra en ella. Si los planos encontrados en su cuarto no le fallan, así podrá llegar antes a hacer todas sus tareas.

Fase 7

Estancia/Sección:

Comedor

Miembros del Servicio:

Mery Reilly

Breve Narración

Mery Reilly está muy atenta a la ventana que da al pasillo Este y a los pasos de Jack O Lantern en dirección Sur. Tan pronto como ve que este sale del pasillo en dirección al pasillo Sur, acciona el dispositivo que abre el pasaje secreto y se cuela en su interior. Desde allí observa el Comedor. Nadie ha entrado en la estancia a tiempo de ver el pasaje cerrarse, pero desde el interior del pasaje Mery no tiene visibilidad del Pasillo I, así que no tiene forma de saber si alguien puede haberle visto a través de la ventana.

Movimientos

Visibilidad

Un nuevo día amanecía sobre la Hacienda de Aimons Gueuse.

La interrupción del día anterior en las tareas había traído retrasos e incertidumbres a partes iguales, por lo que ahora era necesario retomar las actividades con energía y disposición: La Haicenda no se iba a cuidar sola.

Las tareas repartidas por el Senescal antes de su trágico fallecimiento seguían pendientes de ser resueltas y todos tenían su listado. 

Como cada día, el servicio se reunió en el Comedor, aunque las suspicacias estaban a la orden del día.

Se iniciaba un nuevo día.

Era evidente que uno de los que podrían haber votado por la susodicha Brujasma había sido Bermejo Russus, que aún en aquella zona, parecía estar ligeramente nervioso con la presencia de la mujer que decían que podía atravesar paredes, o pasadizos secretos, que para el caso era lo mismo.

-Tuvimos que haberla echado... -Comentó por lo bajo- Ahora el Castillo está encantado...

Y con esto, el muchacho se marchó, temeroso de que la presencia de una Brujasma pudiera hacer más complicado el trabajo que tenía por delante.

Recibir un voto entraba dentro de las posibilidades, seguramente de aquella persona a la que acuso, por lo que no necesitaba conocer la razón. Aunque ver que el gentío estaba tan dividido le hizo dudar y pensar en cual de los dos bandos estaban aquellos asesinos del senescal. -Hmmm...

Pero podía seguir pensando en ello mientras caminaba y volvía a su trabajo, después de todo aun había muchas tareas que cumplir. Aunque ¿Quien era al final quien seguiría a Mary? Una duda aun en el aire.

- ¡Bueno! ¡Pues a trabajar! - dijo la señora Patamás incorporando su rotundo cuerpo de un salto - Veo que el señor Rudeus ha tenido un ataque de sordera ante la sugerencia de seguir a la joven Mary. ¡Qué sorpresa!

Se acercó a la muchacha.

- Voy al claustro y de ahí al Salón principal. Si me sigues yo te seguiré después a tus tareas para que puedas limpiar tu nombre chiquilla.

Y sin esperar a que respondiese, cogió las velas y se dirigió al Claustro.

El joven Bermejo Russus ya estaba huyendo del comedor, por lo que lo único que podía hacer era gritar a la Señora Patamás, esperando que esta lo escuchara, o al menos el resto. Pues más valía estar lo más lejos posible de la gente que atraviesa paredes, eso no es algo cristiano.

-¡Sordera no!. -Exclamó- ¡Sortilegio!. Me refiero... que no quiero que me encandile con sus magias de Brujasma.