Partida Rol por web

—Sucio y viejo Marqués, no podrás destruirnos a todos— pronunció con una voz profunda e intimidante que os reforzó la sensación de inhumanidad que habíais sentido por parte de la líder antes. Luego, se dio el tiempo de reír roncamanete, para ahogarse en los fluidos de las heridas en su rostro, y aún de espaldas a la calle, encaró a su enemigo —Nuestro juego apenas comienza, y para cuando termine, te quedarás sólo en las calles de Londres...—

Los ojos grises del marqués se fijaron en Capi y no dijeron nada, pero su mano derecha se tensó en lo que podéis preveer será la estocada final sobre su adversario.

[Post para las sombras]

Ahora, tan cerca, es clara la verdadera naturaleza de Capi y de este extraño ser que se le oponía. Capi era uno de los vuestros, un carcomido por la sombra, un Wraith que había perdido la batalla y había logrado mantener su posición y su disfraz fingiendo que su psique estaba todavía a cargo. Y este Marqués... este Marqués era un Wraith, pero había algo extraño en él, algo atractivo y huevo a su vez, algo que os infundía miedo incluso a vosotros, los fragmentos del olvido residentes en todos los Wraiths del Inframundo.

Tu decisión de escapar tuvo un compañero inesperado. Amelia dudó unos segundos, probablemente esperando a que tomaras una decisión, y al verte correr hacia los andenes, decidió ir en tu dirección. Por un momento parece que el caos juega a vuestro favor, pero los números en vuestra contra.

Los trenes, desde donde estáis, parecen viejos y oxidados, y de ellos emanan toda suerte de exhalaciones metálicas de fatiga, como si el metal de los mismos se estuviera venciendo una y otra vez en un ciclo constante de decaimiento. No parece que ninguno fuese a salir pronto y la oscuridad de las plataformas no revelan ninguna criatura viviente por allí. Pero no se podía decir lo mismo de los sin descanso.

—¡Hey! ¡Se escapa la cosecha!— vocifera alguien cerca y volteas a ver para notar a uno de los mercenarios sin máscara que ha decidio tambien venir en esta dirección. Hay tres de ellos, suficientemente cerca y miran hacia atrás. La figura aterradora del Marqués ha desaparecido, pero también cualquier apariencia de orden. Entonces uno de ellos toma una decisión y se lanza contra Amelia que va justo detrás de ti.

Hay un golpe fuerte en el suelo y puedes escuchar claramente —¡¡¡Peter!!!—. Amelia está reducida en el suelo, sobre ella, uno de los mercenarios, y junto a ella, otro de ellos ha desenvainado lo que parece un machete mientras se acerca con negras intenciones. La mano de la punk se estira hacia ti, como pidiendo ayuda, con sus ojos fijos en tu reacción.

—No te muevas tío, o tu amiga va a pagarlo...—dice el soldado del machete, deteniendo por escasos instantes la idea que se formaba en su mente. El tercero te observa muy atentamente, como midiendo tu respuesta para reaccionar él mismo. No empuña armas en ninguna de sus manos, pero sostiene frente a sí sus puños cerrados mirándote fijamente. Se encuentra a suficiente distancia para que te sientas a salvo de un ataque cuerpo a cuerpo, pero no tan lejos como para que estés seguro de que no intentaría algo extraño.

—Pasa, pasa de ella —dice esa voz dentro de tu mente—. Si te quedas a ayudarla te van a encadenar. Tenemos que escapar de aquí para buscar a Sophie. 

Hace una pausa antes de hablar de nuevo, desperezándose.

—Yo podría ayudarte, si me lo pides.

—Puedes llamarme Hael —responde, en un tono que parece dibujar una sonrisa cálida.

Pero antes de que llegue a decir nada más todo se vuelve un poco loco con la aparición del Marqués y cuando habla de nuevo ya estás corriendo. 

—Corre, nena, corre todo lo que puedas —dice, animándote—. Ese Marqués no puede ser bueno. ¿Pero seguro que quieres ir por ahí? Si ves algún camino por el que escabullirte podría ser la oportunidad de librarte de ellos. Si necesitas correr más que nadie, yo te ayudaré.

—¡Amelia!  No... no, no, ¡no!

Eric contempló impotente cómo la joven se marchaba en otra dirección... ¿equivocada?  Al menos, estaba con el tal Peter, y "El Marqués" no les había seguido.

Hubiera querido que la joven les siguiera, pero tampoco podía hacer otra cosa, estando encadenado a Leto. Ya la buscaría más adelante para preguntar por Lucy... o encontraría a alguien como ella a la que pudiera interrogar. Al fin y al cabo, chicas como ella morían continuamente. Quizá Lucy también estuviera muerta...

Me quedo pensando en el nombre que me ha dicho; es árabe, pero lo que indudablemente sé, es que está conformado por las mismas letras que el mío y que si lo leo al revés, obtengo mi propio nombre. No es una coincidencia, pero si siempre ha estado a mi lado, quizás así se había hecho llamar. Es una sensación agradable, tener a alguien así a tu lado. No tengo tiempo a decirle nada directamente, pues tengo que correr movida por el más absoluto miedo. No paro de hacerlo mientras la escucho animarme.

Al ver el cuerpo de ese hombre golpear contra pared, casi suelto un grito de terror. Me quedo paralizada, y si no es por la voz de mi cabeza, no sabría qué hacer. Miro a los lados, quizás debería ayudarlo, pero me veo totalmente incapaz. Tampoco entiendo nada de lo que dice la mujer que se lleva a los otros dos encadenados; y solo consigue que sienta más temor por todo lo que está ocurriendo, no quiero estar con nadie más.

«No, Hael. Tengo miedo. No sé qué hacer. Estoy perdida», le digo. «Yo me largo», añado con más seguridad tras escuchar su sugerencia. Vuelvo a mirar a los lados, buscando cómo alejarme del Marqués y del resto. Quiero esconderme hasta que todo esto termine y, me gustaría decir que volver a casa, pero estando muerta no sé si será posible. «Me esconderé hasta que todo pase. Ni siquiera creo que fueran a ayudarme si me atacara a mí», admito volviendo a correr de nuevo a la espera de encontrar el momento para despistarlos a todos, o al menos a los que nos han venido a buscar al hospital.

«¿Cómo me vas a ayudar?» pregunto extrañada a mi propia cabeza. Ser consciente de ese hecho hace que piense en la posibilidad de haberme vuelto loca tras mi muerte. Quizás por eso hablo conmigo misma o con Hael, quizás es mi propia alma o una especie de espíritu protector que habita dentro de mí. «Oye...» me digo antes de que mi mente se quede en blanco mientras sigo corriendo. En un nuevo momento en que mi raciocinio vuelve a tomar el control, añado: «¿Eres un espíritu, un Dybbuk?»

La imagen que se alza de Londres ante mí es como si hubiera viajado al pasado, a uno muy oscuro, pero no me puedo detener a contemplar la ciudad por muy extraña que pueda ser. Siento la presión en el pecho propia de cuando has hecho alguna travesura, pero esta vez, acrecentada por el miedo. Tengo que seguir corriendo, tengo que huir.

Al ver el cuerpo de ese hombre golpear contra pared, casi suelto un grito de terror. Me quedo paralizada. Miro a los lados, quizás debería ayudarlo, pero me veo totalmente incapaz. Tampoco entiendo nada de lo que dice la mujer que se lleva a los otros dos encadenados; y solo consigue que sienta más temor por todo lo que está ocurriendo, no quiero estar con nadie más.

Después de una leve pausa en la que parece que soy incapaz de moverme, empiezo a correr buscando la forma de alejarme del Marqués y, si puede ser, del resto. Me surgen nuevas preguntas, demasiadas, pero su respuesta es tan absurda que no alcanzo a imaginarla: «¿Se puede morir una vez muerta? ¿Qué hay después de esa nueva muerte?»

No estoy segura de que pueda ser peor, pero prefiero no comprobarlo. Todo el mundo huye, yo también. Es lo lógico, es lo obvio. 

Eric decidió que aquella no era su guerra: si todos los mercenarios de Capi habían escapado, no iba a ser él el que diese la cara por ella. Además, había podido ver cómo "el Marqués" despachaba a un guerrero armado; Eric no tenía su arma, y además tenía las manos encadenadas: no tenía ni una posibilidad. Intentar cualquier hazaña sólo perjudicaría a Leto, que no había soltado sus grilletes, y a Caroline, que le seguía.

No obstante, dejaba atrás algo que también le preocupaba: la joven, Amelia, había corrido en otra dirección, junto a Peter. Mientras corría siguiendo a Leto, no pudo evitar mirar atrás con expresión angustiada.

—Te ayudaré a correr más —responde la voz, con seguridad en lo que dice—. O a esconderte si consigues perderlos de vista. Para eso estoy aquí, corazón. Tenemos que mantenerte a salvo, del Marqués y de las cadenas.

Luego espera con cierta expectación por la pregunta que queda en el aire, hasta que la formulas, y se ríe con suavidad. 

—No, claro que no. No soy ningún espíritu. Soy parte de ti, nena, un trocito de tu alma dedicada a cuidarte. Ahora que puedes oírme todo será más fácil. Pero ahora... tienes que correr.

«Quizá Lucy también esté muerta», ese pensamiento reverbera en tu mente, se mezcla con los otros y se repite otra vez, abriendo esa posibilidad, «¿Y si lo está? Hay que averiguarlo».

Una pausa y el siguiente pensamiento que se desprende del resto parece más decidido, lleno de determinación.

«Tenemos que encontrar a Lucy, en un lado o... en el otro». 

El puente de Londres que se alzaba ante ellos chocaba de frente con el recuerdo que Doug guardaba de él. No llevaba tanto tiempo en la cárcel como para que hubiera cambiado tanto, y a medida que se acercaba empezó a aceptar que tal vez había cosas en aquel sitio que no se correspondían con las que había dejado atrás en el mundo de los vivos. 

El concepto del "mundo de los vivos" todavía se le hacía jodidamente extraño. ¿De verdad había un "otro lado"? Su escepticismo se reñía con aquella tangible imposibilidad, que corría a su lado como un perseguidor incómodo al que no lograba dar el esquinazo. Al final, fue gracias a Peter y Amelia que lo dejó atrás. Por el rabillo del ojo los vio escabullirse de todo y de todos, aprovechando una oportunidad que debería haber sido suya, y sintió envidia y rabia. «La culpa es del poli, y del desagüe que tiene por boca», se dijo. «Si no me hubiera estado jodiendo desde el primer minuto, ya estaría bien lejos de aquí». Un golpe seco le hizo volver la cabeza justo a tiempo de ver al marqués acercándose a dar el golpe de gracia a Caraquemada, y aunque intentó plantarse en el sitio para poder ver la escena con todo lujo de detalles, las cadenas le obligaron a seguir corriendo.

«Uno menos», sentenció, satisfecho. 

-Mierda...- pienso al escuchar la voz de uno de los mercenarios. Parece que el plan de huida ha sido un fiasco, esa insidiosa voz en mi cabeza me ha llevado a un callejón sin salida, pues me da la impresión de que ninguno de esos trenes va a llevarme a ninguna parte. Ni a mí ni a la pobre punky, que ha decido acompañarme en la huída... Su grito me hiela la sangre, en sentido figurado, no creo que en el estado en que me encuentro -muerto- siga corriendo por mis venas.

Dedico un segundo a analizar mis opciones, son dos contra uno, si descartamos al tipo en que ha reducido a la chica. Tres, en cuanto el del machete la ejecute y esta deje de ser algo en lo que preocuparse. Podría intentar impedirlo, lanzarme con contra el tipo que la amenaza e intentar salvarla, o abandonarla... Siento pena por ella, confiaba en mí, y en cierto modo me siento responsable de su suerte. 

Entonces la voz vuelve a atronar en mi mente aconsejándome lo segundo. -¿Quién cojones eres y que haces en mi cabeza?- me digo a mí mismo - te hice caso antes y me has engañando, está claro que ninguno de esos trenes va a salir del andén... así que dime. ¿Cómo diablos piensas “ayudarme” esta vez?

—Tsk. No seas corto de miras —responde, con cierto desdén—. No te he engañado: tenías que correr y tienes que seguir haciéndolo. Si no se mueven los trenes, pues corre con las piernas, capullo. Por las vías o por donde sea. Pero si te paras a ayudar a esa puta yonki os van a coger a los dos. Eso no la ayuda a ella, ni te ayuda a ti, ni ayuda a Sophie. Y Sophie te necesita. Sin ti a saber cómo acabará. Así que decide qué culo te importa más. 

Intentas huir de la escena, pero no puedes evitar darle un último vistazo a lo que sucede. El marqués hace un corte a la altura de la garganta con la espada, lo que ahoga la risa de Capi en un gorgoteo mientras su cuerpo mismo se derrite y desvanece lentamente, deshaciéndose sobre el pavimiento hasta no quedar rastro del que fuese el líder. Miras hacia adelante y notas que el puente está más cerca, y más cerca todavía, está la esquina de la estación por la que podrías girar y emprender la huida. Miras hacia atrás y del Marqués y de su víctima ya no queda ni la más mínima evidencia de su existencia, sólo la soledad de la calle y el terror de los recuerdos.

Era el momento de la verdad y aunque había otros mercenarios cerca, había una sensación de permura por llegar al punto de encuentro cuánto antes, ignorando incluso los peligros alrededor. Es entonces cuando llama poderosamente tu atención como los alrededors del puente hierven de actividad, hay bastante más gente con el mismo aspecto pálido y oscuro que has aprendido a reconocer como de otros muertos. Soldados, personas como vosotros parecen verse allí también. La esquina está a unos metros. Y antes de poder detallar algo más, sientes una mano posarse suavemente sobre tu hombro.

—Es una mala idea, Leah— dice una voz suave. Victor, el anciano que también hacía parte de la cosecha te observa con gesto grave. Luego niega con la cabeza y baja la voz. —Si decides irte, no diré nada. Pero es una mala idea— resalta nuevamente. No parece juzgarte especialmente, pero sí parece haber notado tu expectativa. De cerca, la expresión de Victor es de una mezcla de fatiga y parsimonía. Sus rasgos son delgados y sus ojos pequeños se mueven despacio. Incluso cuando habla, pareciera que su boca vocalizase en cámara lenta. De él emana un olor a alcohol antiséptico y suero fisiológico que te recuerda algun fragmento de tu memoria de alguna visita al médico en tu niñez.

—Para comenzar, hay más soldados allí. —y señala discretamente hacia el grupo de otros wraiths en las cercanías del puente. Tienen todos uniformes similares a los de los mercenarios y armas de las mismas características—Te verán correr y podrán encontrarte pronto y acabarás igual que esos dos bueyes.— dice y con la cabeza señala hacia Eric y Doug que están siendo conducidos, o mejor dicho, halados hasta el puente. —Y además, no conocemos nada de este... mundo. Has visto lo que le ha pasado al líder estando en grupos. No sabré mucho de fantasmas y estas mierdas, pero sí sé que yo no quisiera encontrarme al tal Marqués a solas... o a cualquier cosa que se le parezca. En los números hay algo más de seguridad— dice tranquilamente.

—También tengo una voz en mi cabeza empujándome a correr. Pero en estas circunstancias prima más mi sentido común— dice señalando su sien, y quita la mano de tu hombro. Se detiene un momento, como si esperara a que tomaras una decisión.

Un último vistazo a la escena revela que el Marqués acaba con su enemigo de un corte certero en el cuello. Desde donde estáis podéis ver como Leah, Caroline y Victor caminan con rapidez, las dos primeras con una expresión de pánico y el último con un gesto de premura. El cuerpo de Capi se disuelve lentamente sobre el pavimento en la nada, no dejando rastros de sí, y la sombra del Marqués desaparece atravesando uno de los muros de la estación nuevamente.

Cruzáis la calle y os acercáis con mayor rapidez al Puente, en donde sus alrededores hierven de actividad. Soldados parecen guardar las entradas, y os rodean a medida que os acercáis a la entrada. También civiles transitan y observan con curiosidad la rota procesión, en especial a vosotros los encadenados. Y sobre una de las esquinas, hay una figura que evoca la autoridad y el porte que sólo podéis achacar a un líder militar. Está de pie, junto a un corcel de gran tamaño y musculatura, negro como la noche misma, con rasgos humeantes y un aspecto que lo delata como no del mundo normal, pues sus ojos son agujeros aún más oscuros que su piel, y su respiración emana bocanadas de vapor. En vida jamás habíais visto un caballo como ese y ahora en la muerte no estáis seguros de que en realidad fuese un caballo y no alguna criatura salida de una pesadilla. Y sin embargo, el hombre ataviado con elegancia no parece perturbado por esta bestia a su lado.