Partida Rol por web

«Lo que haya hecho en vida no vale una mierda aquí», repito para mí. Eso tiene cierto interés, porque lo que se dice hacer, no he hecho absolutamente nada en vida que pueda considerarse como remarcable. Juno parece que realmente sí desea llegar a un acuerdo, a pesar de nuestras formas, o mejor dicho de las formas de ellos, ha preferido realizar otra oferta que no requiere del dinero de los muertos. A mí se me ocurren más preguntas, lo que no sé es si es el momento adecuado para hacerlas; aunque visto lo visto, no creo que eso llegue a pasar nunca. Hago un pequeño gesto para llamar su atención después de la conversación en la que he preferido estar en un segundo plano.

—Disculpe señora —comienzo dubitativa—. ¿De verdad se puede quitar el rostro a la gente? —Mis ojos se mueven, intentando mirar a mis espaldas—. Parece como si fuera un asesino en serie. ¿Es algo así?

Más bien creo que podría ser el espectro que buscamos, aquel llamado «el Marqués», pero como para ella la información no es gratis, pues mejor intentar forzar a que se le escape. Sigo atendiendo y me da cierta curiosidad eso de «aclarar la mente», me suscita muchas preguntas y como no parece que ninguno este dispuesto a aceptar su propuesta, creo que me atreveré yo.

—Yo. —Doy un paso hacia ella—. Me presento voluntaria a eso de aclarar la mente. Creo que puede venirme bien —añado, esta vez sin tanta confianza. 

—Puta mierda... — gruñó Eric.

Debía admitirlo: se había tirado un farol, y se lo habían visto. Y ahora tocaba joderse. No era un gran problema: no era alguien orgulloso. Meneó la cabeza: la puta tenía la sartén por el mango, y él no.

—Está bien, joder. Perdona si te he ofendido. No tenemos una puta mierda, y necesitamos que nos ayudes, ¿vale?  Gracias por el consejo: ya me voy dando cuenta...

Miró a Doug.

—De ti depende.

Si el presidiario aceptaba ser el gorila de Juno, quizá (y sólo quizá) consiguieran averiguar algo más. Si no le convencían, tendrían que tocar otra puerta; o intentarlo por las malas (aún más).

La última oferta de Juno, sin embargo, hizo que Eric abandonara su rictus desagradable: no se podría decir por qué, pero su actitud era muy distinta... y se presentó voluntario.

—Yo mismo. Si no te importa, claro.

—¿Satisfacer deseos?  Yo deseo encontrar a mi hija. El resto me la suda: no quiero ni drogas, ni sexo, ni éxito... ¿Puedes hacer eso, Juno? — pensó Eric, al tiempo que miraba a la prostituta con anhelo.

—No me iré sin preguntar — se dijo — ¿Tú tienes tu agenda, no, hijo de puta?  Pues la mía es Lucy.

Doug sacudió la cabeza. Joder, si no había pillado una venérea en vida, no pensaba hacerlo después de muerto. Iba a tener que andarse con cuidado. Pero, ¿de verdad se lo estaba planteando? ¿De verdad podía convertirse en un chuloputas de la noche a la mañana? Claro que no había dicho eso: había dicho que quería protección, y nada más. «¿Y qué te crees que hace un chulo, idiota?». Su voz resonó hiriente en su cabeza, sin que el grandullón pudiera descifrar si el autor del pensamiento había sido Bull o él mismo. 

Era evidente para todos que tenía sentimientos encontrados con respecto a Juno. Por un lado, le asqueaba y no se fiaba un pelo de ella, pero por otro... parecía que sabía moverse. Pero no era solo eso. El general, aun con todas sus ¿buenas? intenciones era alguien a quien no entendía, mientras que ella... ella hablaba el mismo lenguaje que él. El inglés corrompido y maltrecho de los callejones, los burdeles y las casas de apuestas. 

Además, había dicho que no juzgaba. De repente, se puso tenso. 

—Tengo mis propios planes —contestó, entre dientes, en un tono de lo más diplomático, especialmente tratándose de él—. Si me echas un cable con ellos, trato hecho. Eso sí, no cuentes conmigo para... —y señaló a la pareja de voluntarios— para lo que sea que vayáis a hacer. 

Vaya, pues parecía que después de todo sí que iban a ser testigos de las habilidades de la extraña prostituta... por lo menos algo sacarían de la visita, no le había quedado claro si les daría la información a cambio de la ayuda de Doug. 

Si eso no funcionaba estaba pensando preguntarle directamente por el marqués, pues si su casa se parecía en algo a los burdeles del mundo de los vivos allí también se aflojarían las lenguas y tal vez habría escuchando rumores... quizás incluso sus temores se referían también a la presencia del espectro.

Observó a la chica, sin decir nada, expectante ante lo que se disponía a hacer.

La mujer asiente a la pregunta de Leah. —Sí eres un bárbaro maniaco, sí. Nuestro Corpus es maleable y más flexible. Te pueden quitar el rostro, no te morirás nuevamente por ello, pero no será una experiencia agradable— puntualiza. Luego asiente. —No sabes la cantidad de tíos raros que hay de este lado. Sea quien sea, es un gilipollas retorcido y no quisiera encontrármelo ni por accidente— añade mirando hacia otro lado.

La disculpa de Eric le recompone un poco la sonrisa. —¿Ves? Podemos llevarnos mejor si somos amables. No sé si el acto de tío duro te ha servido hasta ahora, pero como no dejéis de aparentar ser tan verdes, no vais a intimidar a nadie que no se halla muerto ayer— se encoge de hombros ante las dos ofertas y finalmente, dirigiéndose a Eric dice —Si no te importa, dado que tengo dos voluntarios, elegiré a vuestra amiga— sonríe amablemente. Parece que Leah le ha caído en gracia, al menos más que el resto.

—Por supuesto. Si estás dispuesto os ayudaré. No te preocupes grandote, respeto tus límites si vosotros respetáis los míos. Por eso no puedo andar revelándoos cosas sobre mis clientes. Pero si os puedo ayudar con otras cosas, adelante.— su sonrisa se ensancha, parece satisfecha con la respuesta afirmativa de Doug. Luego se queda pensando un momento. —Vais a tener que darme un nombre. Tú ya conoces el mío, pero lo justo es que te llame como prefieras que te llame eh?—

Hace una pausa —Hay Algo más. Lo que haré con vuestra amiga es una muestra gratis, pero si os decidís por alguna de mis habilidades más especiales, vosotros debéis cubrir la energía emocional. La usaré para lo que pidáis, y no os pediré ni un poco más. En otros tratos suelo incluir un poco más si mi cliente no tiene Óbolos y ningún servicio especial que ofrecerme. No es vuestro caso, pero vamos, se nota a leguas que estáis necesitando lecciones de economía Estigia— añade amablemente.

—Bien, cariño, acompáñame un momento. No tomará más de unos minutos. Vosotros esperadnos aquí. No vamos muy lejos, sólo al pasillo. Trabajo mejor en la intimidad, tête-à-tête. ¿Vale? Si escucháis algo raro no os tomará nada salir a ver, pero mientras tanto, sentíos cómodos.— dice y espera con suavidad a que Leah se mueva para caminar tras ella.

—Tú ve pensando que harás cuando acabéis vuestros negocios, guapo— le dice guiñándole un ojo a Peter y saliendo con vuestra compañera al pasillo, con un contoneo rítmico de sus caderas y un mejor humor que el que tenía hace unos instantes.

Caminaron hacia el pasillo. Es algo más oscuro y menos acogedor que la sala en donde estábais, pero la compañía de Juno parece llenar aquel espacio de cierta tranquilidad musical.

—Bien corazón, ¿cómo te llamas?— dice con un tono amable y casi maternal.

—Leah*, es un lindo nombre. Bien, Leah, no nos tomará más que un momento. Sólo quiero demostrarte a ti y a tus compañeros lo que puedo hacer. Cierra los ojos un instante para concentrarnos. No tomará más de unos segundos...— dice. No hay nada en ella que te haga sospechar de segundas intenciones, o de alguna trampa, por el contrario, parece entusiasta con la idea de mostrarte lo que puede hacer, quizás ante la perspectiva de hacerse con nuevos clientes.

—Ya está. Puedo sentir que lo que más deseas es asegurarte que alguien muy cercano a ti no está relacionado con tu reciente muerte. ¿Quizás un familiar? ¿Tu madre? ¿Una pareja? ¿Una hermana?... Sí, alguien con quien tienes una conexión fuerte de este lado. Uno de tus Grilletes— dice finalmente. Se acerca un poco bajando la voz.

—Verás, Leah. Me especializo en ayudar con deseos. Puedo distraer tu mente de aquello por un rato, darte ganas de algo diferente. Quizás que te distraigas con alguno de tus amigos y que él se distraiga contigo. O en cualquier otra cosa. Tu amigo ha aceptado, así que lo que dispongáis puedo proveerlo.— añade con una sonrisa.

—Tus deseos son órdenes— susurra con un aire provocador y guiña un ojo de forma cómplice.

«Estamos perdiendo el tiempo, cariño», suena la voz de Hael cuando Juno termina de hablar, «Quiere distraerte de las cosas importantes. ¿Esto es lo que quieres hacer en lugar de asegurarte de que tu hermana esté bien? ¿Andar con una fulana? ¿Qué crees que haría Dalila en tu lugar? —Suspira, con el tono cálido con el que un adulto intenta enseñar a un niño a su cuidado—. En vida no hiciste nada remarcable, pero ahora me tienes a mí. Estoy aquí para ayudarte, pero te dejas arrastrar por esos brutos a estas tonterías».

Doug se cruzó de brazos y enarcó una ceja mientras miraba a Leah y a Juno desaparecer por el pasillo. No entendía por qué la prostituta se mostraba tan espléndida con ellos, aunque en realidad era bastante posible que esa generosidad no fuera más que una trola. Ella misma lo había dicho, estaban muy verdes, y podía estar usando esa falsa sinceridad para aprovecharse de ellos. Y encima se negaba a decir nada de Frankie. Menuda mierda. 

—Estáis puto enfermos si os vais a meter ahí dentro con ella —dijo, sacudiendo la cabeza, a Eric y a Peter. y apenas podía creerse que Leah se hubiera ofrecido voluntaria—. No solo no le vamos a sacar nada a... a esta, sino que encima va a hacer el agosto con nosotros... así que id pensando un plan nuevo, porque estamos perdiendo el tiempo. 

Le doy unas vueltas a lo que dice sobre quitar el rostro, ciertamente no resulta para nada agradable y me lo imagino como algo realmente doloroso. No sé si la realidad superará a la ficción, pero prefiero no comprobarlo. Y como salgo elegida para su demostración, pues me decido a ir con ella. Ni siquiera sé que estoy haciendo o por qué voy, pero es que ando realmente perdida en este lugar y todo resulta tan aterrador que la promesa de un remanso de paz me parece el paraíso. El sitio es feo, pero como todo en este lugar, así que no me esperaba mucho más.

Quizás estoy un poco distraída porque la pregunta que acaba de hacerme se queda en el aire hasta que me doy cuenta de que es para mí.

—Leah. Soy Leah —digo, buscando sus ojos y dejando de mirar a mi alrededor.

Sigo esperando a ver qué pasa, o si siento algo distinto, pero no es así, simplemente noto una breve pausa y entonces vuelve a hablar de nuevo. Es, indudablemente, sobre mi hermana. Le doy algunas vueltas a lo que dice, supongo que es un alivio saber que debía estar en cualquier otro lado y que no le ha pasado nada. «¿Me puedo fiar?», me pregunto, pero realmente lo que no tengo son muchas más opciones. Además, ha dicho lo mismo que la otra: es mi Grillete. 

Sigo escuchando y cuando termina, lejos de lanzarme a contestar, lo que me atrae es la voz de Hael. La escucho. «Lo sé...» pienso apesadumbrada. «Ha dicho que no estaba, que no tiene nada que ver. Está bien». Hago una pausa. «No, no quiero estar con ninguno de ellos, pero no tengo otra opción. No puedo dejar que hagan lo que sea que puedan hacer a mi hermana o que me atrapen y me torturen. Tengo que intentar saber más cosas del Marqués para evitarlo». Creo que llevo demasiado tiempo sin hablarle a Juno, así que dejo aparcada esta conversación y me decido a ir a la que está fuera de mi cabeza.

—Gracias. Ahora no necesito distraerme —le respondo—, tampoco quiero distraerme con mis “amigos” ni que se distraigan conmigo. —Muevo los ojos hacia atrás, asqueada—. Eh… Has sido muy amable. —Guardo silencio—. Una cosa. Ese ser que roba caras, ¿sabes por qué lo hace, o es porque sí? Da un miedo que flipas, aunque todo da miedo por aquí, ¿has visto esa Tormenta? —pregunto antes de volver a lo que realmente me interesa—. ¿Es lo que llaman espectro o es otra cosa? Es que todo el mundo habla tan raro que no me entero de la mitad de lo que dicen.

Quizás puedo sacarle algo.

«No sé que haría Dalila. Supongo que hacer lo que le han dicho y hacerlo bien, Lila siempre es así. Perfecta», le respondo a Hael. «Creo que estoy intentando hacerlo, asegurarme que está bien. Y sí, tienes razón, esos brutos no piensan».

El presidiario había demostrado, por fin, algo de flexibilidad. No era lo que Eric esperaba: le había sorprendido positivamente.

Escuchó a Juno con atención, tomando nota mental de todo lo que decía. Economía estigia... empezaba a entender que aquel mundo al que habían sido arrojados tenía sus propias normas no escritas. Si querían salir adelante, tendrían que entenderlas.

—Eric Kutner — se presentó ante Juno.

Cuando Leah y Juno se retiraron, respondió a Doug.

—Ya, pinta mal que te cagas. Pero yo también tengo mis propios planes, y si tengo que jugármela, lo haré. De momento, si la acompañas para que no la jodan, quizá nos eche una mano. Las putas conocen a mucha gente: si conseguimos que hable, a lo mejor nos cuenta algo sobre el hijoputa de la máscara.

-Esperemos a ver qué cuenta Leah cuando salga... - Peter se morirá de ganas de saber que es lo que Juno ofrecía, y no podía disimular la inquietud que la había producido que se decidiera a hacerlo en la intimidad. 

-Estoy con Eric - dijo volviendo al tema que les había llevado allí - creo que la única opción que tenemos de sacarle algo es que hagas de guardaespaldas. Por lo que ha dicho podría ser al mismo marqués al que teme... ha hablado de un tipo retorcido. Y aunque no se refiera a él, seguro que conoce lo que se dice entre la gente. De momento no tenemos nada más, si no nos va a ayudar a encontrar a Frank, al menos podemos intentar que nos dé más detalles de ese tipo del que quiere protegerse, y de ahí intentar averiguar algo más sobre el marqués.

La mujer te mira te arriba abajo y la sonrisa amable de su rostro se borra rápidamente. —Cariño, no morí ayer, ¿sabes?. Me doy cuenta que no estáis aquí buscando mis servicios, pero tampoco estáis siendo sinceros con lo que buscáis realmente. Por lo que dijo tu amigo, el poli, alguien os ha mandado, y a juzgar por lo que siento de ti, os tiene por los ovarios— dice con franqueza.

—Y dudo que alguien quiera invertir tanto para echarle el guante a Frank. No lo vale, lo sé yo, lo saben sus amigos y sus enemigos, pero vosotros aparentemente no. Así que vamos a hablar honestamente. Mi tiempo vale, y si no queréis nada a cambio de que vuestro amigo haga de guardaespaldas, está bien, no iré a rogaros. A veces mi vena caritativa me puede más— dice y da un paso hacia adelante. Cerró los ojos un instante, tomó aire profundamente, aunque seguramente no lo necesitaba y volvió a modular su voz.

—Así que dime, cariño. ¿Vas a contarme qué estáis buscando realmente o vamos a seguir pretendiendo que no me entero de nada, y os paso la factura por hacer el tonto al final del día? Tú decides— parecía que había perdido un poco la paciencia, pero su última intervención parecía contenerse un poco más. Te miraba fijamente y ya no parecía tan abierta como al principio. 

Provenientes del corredor sólo escucháis algunos cuchicheos, ambas mujeres parecen estar hablando todavía, pero no dan señales de volver por el momento. Afuera, el viento sopla con cierta rudeza, pero la estructura en la que estáis parece responder de forma diferente al hostil clima exterior. Algunas de las cosas parecen vibrar con una extraña e imperceptible, mientras que otras parecen oscilar en un estado en el que se os antojan menos sólidas.

Aquella casona tiene rezagos de extrañas emociones, cálidas, que parecen flotar en el aire como un vaporoso recuerdo de otras charlas, de negocios antiguos y de deseos adquiridos, reforzando la misma oferta de Juno. Sería imposible discernir los detalles de dichos elementos, pero al igual que un olor impregnado en las paredes, o una sensación del propósito de un lugar, igualmente esta morada poseía las señales inequívocas de lo que la mujer hablaba.

Doug se estremeció voluntariamente, como si pretendiera sacudirse de encima el pringue que el trabajo de Juno había dejado en aquel salón. Nunca había sabido gestionar bien sus emociones y siempre había considerado las de los demás como un engorro, por lo que el sentirlas como en vida podría haber sentido el frío no le terminaba de gustar. Pese a ello, el desdén que profesaba a Eric por su profesión hizo que sus palabras no le pasaran desapercibidas. El grandullón le escuchó sin mirarle directamente.

«¿Jugártela? ¿O jugárnosla?», pensó, cuando reiteró su intención de contratar a Juno, y la respuesta que Peter dio justo después le dejó a él como el único que no pensaba hacerlo. Dejó pasar el tema y lanzar al sargento la misma pregunta que ya le había hecho a Peter. Su opinión personal no le importaba un bledo, pero no dejaba de ser un policía.

—¿Tú crees que Frank trabaja con el Marqués?

Es evidente, nos ha pillado. Mi rostro lo dice todo; la boca entreabierta y la incapacidad de mirarla directamente a la cara, avergonzada por lo mal que debo mentir a alguien que «no murió ayer» y quizás debería preguntarme: ¿Cuánto tiempo puede vivir una persona aquí? Sería una pregunta interesante si no tuviera un objetivo al que estoy obligada, y ella lo sabe muy bien.

—Tiene razón. Disculpe señora —concedo con un delgado hilillo de voz, entrelazando mis manos frente a mí y agachando la cabeza, poniendo la cara de alguien que nunca ha roto un plato—. Estamos buscando información sobre algo que unos hombres llaman espectro. No sabemos nada, solo que necesitamos saber más sobre lo que quiera que sea exactamente, si va a hacer algo o simplemente no sigue criterio alguno —confieso, torciendo el gesto—. Y sí, me tienen pillada. Creo que o joden a mi hermana o a mí, y por eso estamos aquí. —Hago un gesto con la mano hacia atrás, donde se encuentran los otros tres—. A ellos también, pero los acabo de conocer y me dan un poco de mal rollo. Sé lo mismo que tú, casi casi.

Suspiro. Dudo si decirle algo más, pero total, lo peor que puede pasarme es acabar convertida en unos zapatos después de una larga tortura y eso pasará si no hacemos nada, no si hablo con esta mujer.

—He averiguado un nombre, se llama el Marqués —le explico—, y estuve preguntando sobre las máscaras que llevan algunos de los que viven por ahí, por si salía algo, parece que llevaba una máscara rollo Venecia. —Me encojo de hombros—. Supongo que eso y no tener ni idea es casi lo mismo. Estoy perdida, realmente lo estamos, pero me molesta estarlo yo. —Aprieto los labios—. Disculpe de nuevo, no quería molestarla.

Eric asintió a Peter. La posibilidad de que fuera el mismo Marqués el que fuera por ahí arrancando caras, como si fueran trofeos, no era ninguna locura. Debían explorarla también, aunque eso le daría a Juno la información sobre su verdadero objetivo.

Torció la boca al escuchar a Doug, pero le respondió sin dudar.

—No. No lo creo, ni de coña. Si el Marqués es una especie de... insurgente, un tipo como Frank... Hemos visto que es un oportunista y un cobarde: no se comprometería con una causa, y menos con una que implicaría arriesgar su asqueroso pellejo. Ahora, que hubiera escuchado algo y decidiera aprovecharse, o que alguien le ofreciera un pequeño soborno por enviar en esa dirección a algún incauto como distracción...

En su fuero interno, Eric no podía evitar comparar al Marqués con Frank. Uno había demostrado valentía, incluso en una emboscada: el otro era una rata cobarde, un abusón y un corrupto... Que parecía encajar perfectamente en el sistema al que servía. En el sistema que el Marqués parecía combatir.

Si Eric tuviera que elegir bando...

– Si eso es así confirmaría que el espectro tiene un plan, como piensa el general – dijo Peter ante las palabras de Eric – Aunque tal vez deberíamos buscar un bar, como sugirió Doug en un principio, a ver si ahí escuchamos algo más. No podemos jugarnos todo a una sola carta… una carta que ni siquiera sabemos si está en nuestra mano.

Entonces se distrajo con las sensaciones que impregnaban el ambiente… su “sabor” le daba un regusto a los deseos que había podido paladear, primero con los mercenarios y después con el general. El truco del brillo verde en el ojo izquierdo... eso le recordó que había dicho a sus compañeros que les hablaría de ello.

– Quería probar algo con vosotros, si me lo permitís. – les dijo – No os haré ningún daño, pero necesito aprender como funciona. Antes me preguntaste por ello, Eric, el truco del brillo en el ojo.