Partida Rol por web

La nave de guerra Sulaco cruzaba el espacio silencioso rumbo a su destino: el planetoide LV-426. En su interior todo estaba en silencio excepto alguna puerta de armario que algún apresurado marine se había dejado sin cerrar. En la bodega de carga, los dos cazas de descenso descansaban plácidamente junto a las cajas de proyectiles, misiles balísticos de largo alcance y armas cortas antipersonales. En la cubierta principal, las unidades de hibernación permanecían funcionando activamente. Entonces, un ordenador se activó de pronto generando datos a toda velocidad. El protocolo de reanimación empezó a ejecutarse y las luces se encendieron en las cápsulas. Al unísono, se abrieron todas a la vez mientras los sistemas empezaban a despertar a sus ocupantes.

El sargento Apone fue uno de los primeros en despertarse. Lo siguiente que hizo fue llevarse uno de sus puros a la boca mientras se incorporaba. A su alrededor, sus chicos empezaban a desperezarse. Era hora de ponerse a trabajar.

-¡Muy bien, nenes! -dijo mientras abandonaba la cápsula-. ¿¡Qué estais esperando, el desayuno en la cama!? Otro glorioso día. Un día en el cuerpo de marines es como un día en el campo. Cada comida es un banquete. Cada paga una fortuna. Cada formación un desfile, ¡me encanta el cuerpo!

Me desperte con el sonido de la voz del sargento. En momentos como estos es cuando mas me alegro de estar en el sector privado.

Me levante de la capsula y me dirigi al vestuario para asearme y arreglarme. Habia sustituido mi habitual traje por un conjunto mas... "campestre", camisa de cuadros, chaleco y unos pantalones marrones muy comodos.

- Como detesto el hipersueño... -pensé con una mano en la sien mientras me incorporaba de la cápsula ante la voz de mando de Apone. Había que hacer un trabajo y mi cometido como cabo era estar al tanto, respaldandole.
Me levanté de un salto y comencé a pasar por las cápsulas dándoles un toque a los muchachos para que acabaran de espabilarse. Era un trabajo sucio despertarse entumecido y con ganas de mear y tener que ver las feas caras de aquellos capullos que eran mi familia. Les conocía a todos desde había mucho tiempo y eran más que mis amigos: eran mis compañeros de armas.
Pero eso no significaba que no olieran rematadamente mal después de tanto tiempo encerrados en sus capsulas.
- Dios..., me muero por un café...

La dulce voz del sargento despertó a Drake, que se frotó el cuello mientras intentaba aclarar la vista. Otra mierda de viaje en otra mierda de nave para otra mierda de misión.

-No nos pagan lo suficiente por esto, chicos -fue su saludo al ver a Hicks pasar-. Hola Hicks, por tu aspecto debes sentirte tan mal como yo.

-No lo suficiente para despertarse viendo tu cara, Drake -comentó Dietrich desde la cápsula adyacente a la de Drake. 

Bishop se incorporo sin mucho esfuerzo de la cabina que la había servido de lugar de reposo durante el viaje. Miro a su alrededor, observando a sus compañeros marines. Si bien él no era como ellos, el tiempo pasado junto a ellos le hacían considerarlos como si propia familia.

Sin perder un segundo, Bishop se dirigió a su taquilla para vestirse con el uniforme de trabajo. El sargento Apone era un buen hombre, pero estricto y poco paciente con los gandules o insubordinados.

Mientras se vestía, observo a los hombres y la mujer que les acompañaban en esta misión.

-Menudo dolor de cabeza.- Como siempre me pasa en cada hipersueño, el despertar viene aderezado con una dichosa jaqueca que ya me durara todo el día. Me incorporo en la capsula y oteo a mi alrededor, viendo a mis compañeros levantarse y al sargento dandonos unos calurosos buenos dias. Me llevo la mano a la cabeza y me remuevo el pelo locamente, como si eso fuera a expulsar el dolor mágicamente. -Bueno, aguanta, no te queda nada para terminar esta mierda.-

Finalmente me pongo en pie dispuesto a ir a los vestuarios y empezar la faena. Pero algo me frena en el sitio, el suelo está condenadamente frio.

-¡Joder sargento! El suelo está helado-

El frio me ha recorrido el cuerpo y me agito frotándome con los brazos para hacerme volver a entrar en calor

El sargento contemplaba como sus muchachos se ponían en pie con sus habituales quejidos. En particular Hudson, que siempre se estaba pasando de listo. Aún con todas esas quejas, el marine era un excelente técnico de sistemas aparte de un buen combatiente. De todas maneras Apone se acercó hasta él chupando del puro y con el ceño fruncido.

-¿Qué quieres que haga? -preguntó con amabilidad fingida- ¿Que te ponga las zapatillas?

Cuando Apone suelta su ironía, mejor estar lejos de él. Es un buen sargento, pero Hudson es... Hudson... Sacaría de quicio las puertas del infierno con lo bocazas que és. Quizás por eso es mi hijoputa favorito. Apone se alejó tras una mirada asesina y se fue a increparle a otro.
- Deja de hacer el capullo y venga... -le dije a mi colega dándole un puñetazo amistoso mientras le dedicaba una media sonrisa al pasar a su lado.
Tras asegurarme que les había dado un cachete despertardor a todos los rezagados, me dirigí a mi taquilla a sacar mis cosas. Me vendría bien una ducha antes del café...

 Me levanto de la cápsula casi instantáneamente, luego de oír quejarse a Hudson le suelto un brusco y simple -Nenaza, que hasta Bishop es más hombre que tú-Mientras digo esto me coloco mi pañuelo rojo en la cabeza, y comienzo a hacer dominadas en una barra colocada en los vestuarios, contando mentalmente para mi, cuando me percato de la presencia de Ripley con nosotros-Vaya y quien es esa damisela que está con nosotros?-Digo apenas sin esfuerzo aún haciendo las dominadas.

-Se supone que es una especie de consejera -dijo la piloto Ferro mientras se abrochaba un mono de vuelo que había sacado de una taquilla junto a Vásquez-. Ella y ese otro, el tal Dallas. Parece que los dos vieron una vez un extraterrestre.

Entumecido pero agradecido de despertar siendo aun joven, me pongo a hacer un par estiramientos antes de que la propia Vasquez empiece con su show.

Sin perder un segundo asomo la cabeza por el lateral de ella aun mientras levanta su cuerpo una y otra vez, clavando mi mirada en sus pechos.
-Una mujer echa y derecha Vasquez, ¿Estas segura que tu también lo eres?-Le pregunto con una sonrisa de oreja a oreja.

 Sin lugar a dudas, mi pregunta es ¿Lo eres tú?-Digo con una carcajada mientras dejo de hacer dominadas y me preparo para darme una ducha, yéndome directamente hacia ellas, una relajante y tranquila ducha.

Cierro la boca y la miro con los ojos entrecortados antes de verla marchar.
-Bueno déjame responderte en la ducha Vasquez, los echos no mienten-Me carcajeo mientras la sigo a los baños mixtos.

 Señalando un cuchillo que llevo siempre a mano-De acuerdo, demuéstramelo-Digo soltando yo la carcajada al terminar, mientras me desvisto para ducharme.

Sonriente y con las manos en la cintura niego con la cabeza.
-Supongo ¿Que prefieres algo con menos color, he? ¿Verdad Drake?-Me giro para mirarlo mientras me alejo del baño para terminar mis estiramientos y mientras vuelvo a la rutina pregunto al sargento.

-Señor que sabemos de los civiles.

 Me despierto y levanto entumecido, inquieto y desorientado. Los recuerdos van volviendo a mi progresivamente y finalmente comprendo que estoy embarcado de nuevo en la Pesadilla. Al menos esta vez vamos armados hasta los dientes. Observo las risas y chanzas de los marines al levantarse, y no puedo sino evitar pensar

¿Cuántos de ellos no volverán...? ¿Volveré yo...?

Con la mirada busco la cápsula de Ripley en un intento subconsciente de aferrarme a algo conocido, o seguro. Ambos habíamos sobrevivido la otra vez. Parecía absurdo, pero su presencia me daba más confianza que la de los marines. Al fin y al cabo los dos sabíamos a lo que nos enfrentabamos. Ya lo habíamos visto, y vivimos para contarlo, aunque no nos creyesen.

Los marines nos nombran, casi como si no estuviesemos aquí.

Menudo despertar...

Me levanto en silencio, y aguantando el frío y las incomodidades típicas del despertar, me dirijo a las duchas para asearme y vestirme.

Que empiece la fiesta...

Al escuchar la contestación del sargento, una parte de mi me pide que me calle. Sin embargo, como siempre me pasa en estas situaciones, otra parte de mi siente la imperiosa necesidad de contestar. Al cuerno si eso supone otro arresto.

¿Lo haría sargento? Me gustaría mucho

Mis compañeros ponen rumbo a los vestuarios, pero yo debo esperar a que el sargento no me patee el culo antes de ir para allá.

El sargento se llevó un dedo a la cara. A veces hasta el cabrón de Hudson era gracioso, nunca se callaba.

-Mírame a los ojos -después se volvió a todos- ¡A vuestros puestos chicos! ¡Vamos, Crowe, Wierzbosky... tú también Skye, levanta!