Partida Rol por web

Era primavera y vuestro escuadrón, compuesto por seis personas, avanzaba por el camino de tierra y grava dirección al pueblo sobre el que habíais recibido los informes. Era media tarde y faltaban un par de horas para llegar a vuestro destino. Vuestros caballos, como solo habían sido empleados para avanzar tranquilamente, estaban frescos.

La delantera del grupo la llevaba vuestro comandante, Damael, era un hombre que no llegaba a los cuarenta años y que, pese a haberse hecho una carrera en el ejército y tener buenas menciones políticas, debido a el nuevo proyecto de formación de futuros "pacificadores" ahora se encontraba comandando un grupo tan pequeño hacia lo que él pensaba sería un simple rumor sin relación mágica.

Hacía años que se habían aprobado leyes para legalizar lo sobrenatural, se habían empleado para usos agrícolas o de construcción. Actualmente, debido a los posibles recelos de mal uso de la magia, se estaba intentando aumentar el numero de pacificadores, personas capaces de detener a aquellos que hicieran mal uso de lo sobrenatural. Esto se estaba intentando conseguir a partir de tropas del ejercito para tardar menos en su entrenamiento y poder estar listos en caso de que se les necesitara. Esa era la teoría, la realidad era que vuestro grupo, lejos de enfrentarse al mal uso de lo sobrenatural, había estado viajando de pueblo en pueblo por rumores que muchas veces ni si quiera tenían origen mágico.

Los integrantes del grupo, dejando de lado al comandante, eran cuatro soldados y una recluta. En su diversa indumentaria, lo único exactamente igual era la pequeña condecoración la parte superior derecha de vuestro pecho, una pequeña aspa roja con nueve estrellas negras en su interior. En todos era así salvo en el caso de la recluta del grupo, donde la cruz no estaba coronada por ninguna estrella a espera de su ascenso.

La recluta, escudera, o novata, como solían llamarla algunos, con diecisiete era una joven de casi metro setenta y cabellos dorados sin recoger. El rasgo que más llamaba la atención al verla era la heterocromia de sus ojos, dando lugar a que uno de sus iris fuera de color azulado y el otro verdoso, esto hacia que sus ojos, mirando al sol como hacían en ese momento, brillaran si de un zafiro y esmeralda se tratara… hecho que por desgracia, al ir en último lugar en aquella comitiva, sus compañeros no habían apreciado. Sobre su cuerpo,  por encima de su uniforme, se podía distinguir una armadura de piezas relucientes de acero. Sobre la cual se posicionaba la cruz ya mencionada junto con otro emblema, el de su línea familiar. Pese a ser la recluta, en su espalda se podía distinguir un arma que mucho distaba del de una novata, una espada bastarda de metal refinado y adornos cristalinos que despedía ligeros brillos azules.

A su lado, con veintiséis años, cabalgaba la otra mujer del grupo. A diferencia del azul de sus compañeros, su uniforme era de color diferente, un rojo granate que hacia juego con el color de su cabello y ojos rosado. El color distintivo de su uniforme tenía una razón en concreto, aunque poseía aptitudes de combate al igual que el resto que bien explicaba su rodela y espada corta, ella se especializaba en curar a los heridos. No solo los sanaba de la manera convencional pues, aunque no hiciera falta decirlo ella era una CHR o, en otras palabras, una "Ciudadana Hechicera Registrada". Sus manos enguantadas sujetaban las riendas de su corcel mientras su miraba se enfocaba al frente, en la espalda de uno de sus compañeros.

Al frente de la joven, con veintiún años de edad, estaba el más disciplinado del escuadrón. Su uniforme inmaculado y sin una arruga daba fe de ello. Su piel claramente más oscura que las de sus dos compañeras pálidas hacia destacar su pelo corto y color de ojos en su rostro. En su cintura moviéndose a cada paso de su montura, podían distinguirse sus armas, una espada larga en un lado, y una pistola con su correspondientes recargas a la derecha.  En su espalda, bajo el escudo, se dejaba asomar la boquilla de su arcabuz, al cual se le había añadido una cuchilla en el caso de combate cercano.

A su lado, quizá avanzaba el más grande de los seis integrantes, con veinte años de edad un joven de pelo oscuro y casi dos metros de altura se encontraba con la espalda recta mirando al frente. Aunque portaba su uniforme, este distaba mucho de estar en las mismas condiciones que el de su compañero. Aunque le habían dado la talla mas grande, la musculatura del joven había hecho que el uniforme quedara completamente ajustado, obligándole a ni siquiera cerrarlo del todo. Aquel aspecto de "mastodonte" acompañado por las dos enormes hachas que en ese momento cargaba en los lomos del caballo y el hablar poco, habían conseguido que muchos en el cuerpo lo consideraran como una simple masa de músculos aunque la realidad difiriera.

Finalmente, junto al capitán, caminaba el último miembro del escuadrón, con veinticinco años, un joven de pelo castaño y complexión media intentaba ocultar su rostro de aburrimiento ante lo que parecía otra investigación poco fructífera. El joven portaba en su espalda las armas reglamentarias mientras que su uniforme quedaba oculto por una armadura metálica mate. Sobre su hombro, portaba una tela del mismo color que el uniforme con el distintivo de la bandera de vuestro país dibujado en grande. Básicamente informaba a todo aquel con el que os cruzaseis que erais miembros del ejército de Espheria.

Por último, en la parte delantera izquierda de la formación se encontraba vuestro comandante. Su uniforme ligeramente más oscuro que el vuestro denotaba su rango junto con las numerosas condecoraciones colgadas sobre este. Visibles, únicamente portaba una espada larga colgada a su cintura, aunque esta tenía una exquisita manufactura que ya sin desenfundarla se identificaba como un arma excelente.

Os encontrabais bajando por un camino de poca pendiente, a vuestra izquierda había una ladera descendente que muy a lo lejos, a varios kilómetros, acababa en un valle arbolado con posiblemente un rio. A vuestra derecha, se extendía un bosque no muy espeso cuyos arboles ya habían echado hojas.

Poco a poco, vuestro comandante bajo el ritmo del trote de su corcel y hablo.- Hay algo en el suelo del camino.- Pronuncio alertando del posible peligro sin apartar la mirada del camino. No había sido el primero en avistar aquel bulto en el camino colina abajo en el que estabais. Casi a la vez que el capitán, los soldados Bryan y Michael también habían visto aquello diferente en el camino. Parecía algún tipo de tela color crema y algo mas, aun estabais demasiado lejos para distinguir que era exactamente aquello.

No os era poco habitual, el que en algunos caminos secundarios hubiera bandidos, pues después de todo habíais desmantelado algún grupo de estos y teníais experiencia. Era posible que aquella tela ocultase algún tipo de trampa en el suelo pero visto desde allí aprecia demasiado obvia, y demasiado pequeña, pues no llegaba siquiera al metro de longitud.

A diferencia de tus compañeros, quizá por ser más grande y poder ver en cierta perspectiva aquel objeto, o quizá porque simplemente habías relacionado lo que veías con un objeto en concreto. No tardaste en distinguir exactamente que era lo que estabas viendo. Lo que había en el suelo no era otra cosa que un pequeño chaleco de color crema, color que resaltaba algunas manchas rojizas en este. Aquello no era una trampa, aquello era probablemente la prenda de alguien desafortunado que podía haber caído en una. En el suelo se podía ver un pequeño reguero muy leve de sangre hacia un lado del camino.

Posiblemente quien fuera el propietario de aquella prenda estaba malherido y cerca del camino, pero actualmente no a la vista.

Con mi habitual cara de bruto y sin mediar palabra, pues no tenía claro si mis suposiciones eran ciertas y quería confirmarlo antes de abrir la bocaza y que todos me miraran mal por decir las cosas sin pensar, acelero el paso en dirección a la tela en el suelo (a fin de cuentas si es una trampa era el más indicado para hacerles salir y que el grupo pudiera contraatacar).

Al llegar, bajo del caballo intentando ver a donde me lleva el rastro y así poder evaluar la situación para que el comandante decida qué hacer...

Saliendo de la formación el soldado Bryan hizo que su caballo aumentara a trote hasta llegar a aquella tela en el camino. Una vez en ella freno su montura y desmonto para empezar a buscar algo por los alrededores. Sus compañeros llegaron poco después y vieron lo que había en el suelo, un chaleco de color crema  con algunas manchas rojizas de lo que bien podíais identificar como sangre.

Cuando apartaron la mirada de aquella prenda de ropa pudieron ver como Bryan, siguiendo un pequeño rastro de sangre había ido hacia la izquierda del camino, la zona arbolada y como apoyado junto a un árbol había un joven, de unos diecisiete o dieciocho años. Vestía una camiseta corta de color verde, unos pantalones crema y unas zapatillas de cuero todas ellas parecían en pésimas condiciones, no por antigüedad, si no por los evidentes signos de lucha. Quizá, su ropa no era precisamente lo que más llamaba la atención pues el cuerpo del joven también parecía salido de una buena trifulca.

Tenía arañazos en brazos, torso y pantorrillas, un corte longitudinal en el pecho así como muchos cardenales por la superficie de su cuerpo. Su piel tener un tono ligeramente rojizo, como cuando alguien tiene fiebre. Un pequeño hilillo de sangre recorría la comisura de su boca. Pero sus ojos y la mirada que os dirigió, aún estaban vivas. Aunque maltratado, aún no había muerto. A su lado había un pequeño arco corto, en su cintura una espada corta y un pequeño petate.

El joven al ver al soldado alargo la mano como si pidiera ayuda. A…yuda.- Su voz sonó quebrada, reseca debido a la sequedad de su boca.

Dejando de lado el resto de las heridas hay una que os llama la atención, en su pierna izquierda, en el tobillo podéis distinguir una herida poco corriente, la marca de un mordisco clavado junto a su gemelo. No parece una herida de animal, si no que coincide mas bien con la de una boca humana.

Aunque todas las heridas pueden tener que ver, al examinarlo puedes ver como su rodilla izquierda esta bastante inchada, posiblemente fracturada o dislocada. Puedes achacar a ello el hecho de que el joven haya detenido su camino hacia donde quisiera realizarse pues, en aquel lugar no parece haber signos de lucha.

Un suspiro salió de Cornelia en el momento que Bryan salió de la formación. No era la primera vez que se acercaba a una posible trampa en solitario y sin decir una sola palabra, le había reprendido tantas veces y aun así no aprendía. A estas alturas lo único que podía hacer por era vigilar desde atrás y actuar en caso de que hubiera algún problema.

Al llegar al lugar sin que hubiera habido ningún problema, Cornelia estaba lista para regañar a Bryan por su imprudencia, no obstante al ver al herido no pudo evitar actuar por instinto. Saltó del caballo a toda prisa y corrió hasta arrodillarse al lado del joven. Observando rápidamente su estado no podía arriesgarse a aplicar medicina convencional.

-No hables, te vas a poner bien- Colocando la mano él, aquellos con la capacidad de ver magia observaban cómo un aura esmeralda surgía de su mano y se introducía en él.Mientras el hechizo hacia efecto Cornelia estudiaba las heridas y el estado del joven.

—Ay pobre... —me acerco también a la situación, pero sin bajarme del caballo, no sea cosa de que sea una trampa y haya que pelear.

—Tengan cuidado, puede ser una trampa.

Aunque dudo, los bandidos no te dejan esas heridas, son arañazos como de... oso? un oso puede dejarte así con facilidad, sí. —Habrá sido un oso? —Estoy acostumbrada a que no me hagan mucho caso, pero eso nunca me va a impedir que siga tirando mis opiniones cuando se me ocurren, de vez en cuando le acierto.

Me quedo pensando en las heridas del joven y en lo extraño que son las circunstancias en las que se encuentra.

Cuando Gale llega a escena mi mente se calma. Tras comenzar con su curación, decido darme la vuelta sin decir nada, tomar una de las hachas de mi caballo e intentar seguir el rastro de vuelta que ha dejado a su paso el herido. *

"En su estado, el lugar donde le ha sucedido esto no debe haber sido muy lejos. Quizás podamos encontrar pistas de qué ha pasado realmente. Esa marca me intriga."

Cuando tu magia empezó a introducirse en él, nada más posar tu mano sobre su cuerpo, notaste pequeños rastros residuales de algún tipo de hechizo aunque ahora era demasiado leve y no podías identificar su origen o naturaleza notabas que no era nada beneficioso para él. Mientras ibas curándole ibas examinando las heridas que tenía. Su rodilla estaba dislocada y bastante hinchada, posiblemente era la razón por la que había dejado de caminar hacia cual fuera su ritmo, simplemente no habría podido con la pierna así.

También descubriste algunas heridas más, muchos de los cortes habían sido provocados por garras y en su cuerpo también había algunos mordiscos. Tu sorpresa fue el encontrar que dos de las dentelladas no eran “animales”. Conocías bien el cuerpo humano, y esas marcas eran más típicas de una dentadura humana. Una estaba situada en su pierna derecha, cerca del gemelo, y la otra en uno de sus antebrazos.

Poco a poco las heridas fueron desapareciendo, incluso la hinchazón de la rodilla se recuperó, pero algo te decía que no estaba todo recuperado como seria lo habitual. Había “algo” posiblemente aquello de origen mágico que parecía que tu magia no podía recuperar.

La primera impresión que me dio es que se trataba de una trampa colocada por salteadores de caminos. Una no especialmente buena, pero no todos los bandidos eran muy inteligentes. Por supuesto, la acción de Bryan de separarse del grupo para ir a investigar por su cuenta sin una orden directa no me pareció la mejor de las decisiones que podía haber tomado, y pese a que al final resultara tratarse de un civil herido, seguía sin estar de acuerdo con lo que había hecho. Sin embargo, era responsabilidad del comandante Garyland reprenderle, por lo que no lo haría yo.

- Los osos que conozco no dejan ese tipo de mordisco - dije señalando el tobillo izquierdo del civil una vez había bajado del caballo -. Han sido humanos sin duda. Apostaría por más de uno, pero será mejor que nos lo diga él.

Mientras Cornelia se encargaba de tratar las heridas, cogí mi petate de agua y se lo acerqué a la boca al muchacho para que pudiera beber. Su garganta dejaba claro que estaba deshidratado, y poco podría contarnos en aquel estado.

- Bryan, ¿dónde vas? - dije al darme cuenta de que se estaba alejando. Definitivamente sus dotes de comunicación dejaban mucho que desear.

Poco a poco, por los tratos de vuestra doctora, las heridas del joven fueron desapareciendo. Antes de que desaparecieran Michael menciono una de ellas, en la pierna, parecía una dentellada, un mordisco… aunque no parecía un mordisco de animal si no… de una persona. Cuando Michael le ofreció agua, el joven bebió agradecido mientras notaba como su cuerpo iba mejorando.

-Gracias.- Dijo mientras la boquilla del recipiente se alejaba de su boca. Fue entonces cuando la cruz del pecho de Michael y su uniforme llamo la atención del joven.- ¿So… sois del ejercito? Oh gracias a dios, tenéis que ayudarlos…- El joven aun recostado sobre el árbol movió su mano hacia el petate y saco una carta sin sellar.-Algo ha pasado en el pueblo, la gente empezó a sentirse mal y sin fuerzas como si fuera alguna clase de enfermedad, hace unos días la gente que peor estaba empezó a comportarse extraño, como si tuvieran la rabia.

-La sheriff me dio esto para que intentara pedir ayuda en Abaleste, intente atravesar el bosque para llegar antes, pero los animales estaban muy agresivos y me persiguieron, aunque de pronto, por alguna razón todos se detuvieron y se dieron la vuelta. – El joven parecía consternado, parecía que la magia de curación de Cornelia había surtido efecto y estaba mejor, pero parecía que su mente aún estaba en caos.- Un ciervo me placo y creo que me rompió la rodilla intente avanzar pero no podía… Llevo aquí… creo que dos noches. No sé qué habrá pasado…

-Eh, tranquilo ya todo va bien.- Hablo Saron que había desmontado de su caballo y se había acercado al herido. Su mano se alargó para tomar la carta que ofrecía y se la tendió a vuestro comandante.- Eso suena a una enfermedad. Tenemos una doctora con nosotros, seguro que todos en el pueblo se ponen bien, no te preocupes.- Dijo mientras le daba unos pequeños golpecitos en el hombro a Cornelia sonriendo.

Mientras tanto, Damael había cogido la carta, y mientras sacaba el escrito de su interior hablo en dirección a Bryan.- Soldado, intenta no dejar la formación otra vez. Puedes poner en peligro al grupo.- Dijo mientras extendía el papel en el aire y empezaba a leer el contenido. Sus ojos se entrecerraron ligeramente hasta que volvió a doblar la carta y la guardo.-Aceleraremos el ritmo hasta Antira, Saron, ayúdale a subir a tu caballo.- Dijo refiriéndose al herido.- Intentaremos llegar antes de que anochezca.

Ante los golpecitos y la sonrisa de Saron, Cornelia devolvió una mirada incómoda y una sonrisa fingida, claramente algo la preocupaba.

-Capitán espere, tengo algo importante que decir.-Mientras Saron alejaba al joven hacia el caballo, Cornelia realizó un gesto con la mano indicando que lo que tenía que decir sería conveniente no mencionarlo delante del cazador, apartando un poco al grupo antes de continar hablando- Ese joven tiene rastros de haber sido expuesto a magia, el rastro es demasiado leve para saber qué exactamente pero, sea lo que sea no creo que se haya curado junto con sus heridas.-La presencia sobrenatural que venían buscando había sido confirmada, aunque la duda de si había sido algo o alguien aun permanecía- Sólo es una suposición en conjunto con su historia pero, esta “enfermedad” podría tener carácter sobrenatural y… creo que es posible que lo que afecto a los otros aldeanos lo tenga el también…-La cara de Cornelia se ensombreció con preocupación e impotencia al no saber a qué se enfrentaban exactamente, pero si su suposición era cierta aquel joven podría volverse violento en cualquier momento…

Me contuve la risilla que me ocasionó la forma en que le habló Michael a Bryan, como ya acostumbrados a que tome esa iniciativa, pero borro la sonrisa antes de que alguien lo note para tratar de permanecer seria ante la situación.

—Dos noches..? No deberíamos darle algo de comer? Aunque no sé si tengamos algo... —comento dudando y mirando nuestros petates, que probablemente contengan lo justo para el viaje de ida y vuelta.

—Y qué dice la carta? —no sé si está bien que pregunte, pero prefiero sacarme la duda de la cabeza, y lo peor que me podría decir el comandante es que es confidencial o que sé yo.

Vuelvo a mi puesto nada más hablar el comandante dejando de lado el rastro que seguía.

Sin nada más que decir que un tímido y seco Si, señor, regreso con la cabeza gacha a mi caballo extrañado por la petición de que el herido suba al caballo de Saron y no al mío. A fin de cuentas yo podría ir a pié sin problemas manteniendo el mismo ritmo y el comandante lo sabía.

"Quizás no se fijara de mi. Quizás es verdad que podría poner en peligro al grupo por no haber dicho nada y buscar pistas. Será mejor así entonces. El sabe lo que se hace. Por eso es el comandante." Tras esto mi mente divaga entre lo que mis compañeros van comentando e intento centrarme en mi labor manteniéndome en segundo plano.

El general Damael frunció el ceño ante la información que le proporciono la doctora de combate y tras un momento de duda finalmente hablo dirigiéndose hacia el herido.- En un caso normal haría que Saron te trasportara a Abaleste para que allí descansaras, pero  si lo que cuentas es cierto es posible que el pueblo este viviendo una cepa de alguna enfermedad desconocida. Volveremos al pueblo para que nuestra doctora pueda examinar a tus vecinos.-

Aclarado aquello y mientras Saron se sentaba en la grupa del caballo para dirigirlo se giro hacia la recluta y hablo.-Pide ayuda de doctores capacitados para tratar a algunos aldeanos que empezaron a encontrarse mal después de la explosión de gas del sótano de una de las granjas. Comenta levemente los síntomas. Cansancio en primer lugar, seguido de nauseas, desvanecimientos ligeras marcas rojizas en la piel y por ultimo desmayo. Después de despertarse de dicho desmayo parece que no son capaces de entender y atacan a la gente. Habla de haber encarcelado a cinco en las celdas que tiene, pero que el doctor del pueblo no tiene idea de que está ocurriendo.- Agita la cabeza negativamente como si aquel asunto no le acabara de gustar.

Finalmente tras un momento de duda se dirige a la doctora del grupo.- Cornelia. ¿Sigues teniendo a tu mascota verdad? En caso de que nuestras sospechas se confirmen, mándala a Abaleste tan rápido como puedas a dar un aviso solicitando un grupo de pacificadores.- Sin decir nada de mas tomo la delantera de la comitiva con un trote ligero ahcia el pueblo.