Partida Rol por web

Aaron no pudo hacer otra cosa más que abrir la boca al observar el imponente interior de la iglesia. Aquel edificio conseguía arrancar en él una serie de sentimientos contradictorios. Le producía respeto, pero a la vez quería saber más acerca de él. Temía encontrarse con algo, pero sentía la necesidad de explorarlo por completo. Quería irse...y a la vez quedarse.

No entendía muy bien que era lo que hacía allí en medio, tan lejos del pueblo. No podía ser una iglesia de culto, pues los feligreses no estarían dispuestos a caminar hasta allí sólo por escuchar misa. Tampoco parecía que estuviera en uso, pues la atmósfera y el deterioro general apuntaban a ello. Quizás en el pasado existiera un asentamiento y aquel lugar fuera lo único en pie que quedaba de él. Sea como fuere a Aaron no le importaba el pasado, sino el presente.

¿Que era aquella combinación de números y letras? ¿Una caja fuerte? Hizo unos rápidos cálculos mentales. Muchas posibilidades. Fuera lo que fuese lo que guardara debía ser muy valioso y apostaría un brazo a que no podía ser forzada de ninguna manera. ¿Que podría haber dentro? ¿Algo mágico tal vez?

El chico se concentró un instante en captar las energía mágicas de aquel lugar. Con suelte podría arrojar algo de luz al misterio que tenían por delante.

Guido. Me ha encontrado

La sensación de paz que había conseguido reunir se disipó rápidamente, si bien no llegó a desaparecer del todo. Sin embargo, aquellos pasos solo podían significar una cosa: Que tenían compañía. Y eso no era bueno. Tensando sus músculos, y llevándose las manos al vestido, para tener las dagas al alcance, se acercó, sigilosamente, a la puerta para echar un vistazo, cubriéndose siempre detrás de cualquier cobertura que pudiera encontrar

Xerine se acercó poco a poco a la puerta, tratando de escuchar con claridad lo que había visto. Pegó su espalda a la pared, acercó sus ojos al perfil de la puerta para poder otear el interior de la catedral, para ver quién era el creador de ese sonido.

No hizo ruido, no era imposible saber que estaba ahí. Asomó la cabeza por la puerta y vio...

...a Aaron investigando la catedral también.

Suspiró, y, por un segundo, estuvo a punto de mostrarse frente al chico. No obstante, luego se le ocurrió una idea mejor

Sacó una de sus dagas

Xerine se movió como una brisa de aire a través de la catedral, evitando la mirada de Aaron, convirtiéndose en una persona invisible. Ghost era sigilosa como una gata y consiguió alcanzar la espalda del convocador sin realizar un mísero ruido, como si de pronto se hubiera teletransportado a esa posición.

Elevó su daga por encima del hombro, y la preparó para pasarla por delante del cuello de su "compañero". Con un sutil movimiento, el frío metal entró en contacto con la piel.

Aaron empezó a exteriorizar sus sentidos, tratando de comprender la naturaleza arcana de ese lugar. La mayor parte de las energías que recibió fueron negativas... oscuridad, miedo, pesar... Pero había una nota oculta tras toda ese coro de voces negras, un sabor dulce dentro de aquel ácido lugar.

Tras la puerta izquierda, venía un poder mágico elegante, fresco. Algo que Aaron no había visto aún en la isla.

Pero había algo más, y este dato no se lo dieron sus sentidos sobrenaturales, un suave sonido a su espalda alertó a Aaron, quien no fue suficiéntemente rápido para volverse antes de que una daga estuviera en contacto con su cuello. El filo acariciaba su piel, y el calor de un cuerpo humano era evidente en su espalda. 

Aaron contuvo el aliento un segundo antes de comprender que era Xerine la que le estaba amenazando de aquella manera.

-Soy yo-Susurró-Fuera me estaba congelando.

Así que no era ella la que había entrado en la sala de la izquierda. La música (Al menos que él supiera) no era capaz de desprender ése tipo de energía. Interesante...

Esperó tranquilamente a que la mujer bajara la daga de su cuello.

Y si no fuera porque sois buenos soldados, me iría yo sola y no os diría donde está la catedral.

Dijo Catherine mirando a los ojos a Quint. El chaval no le caía bien, de hecho no le solía caer bien a nadie, pero a la chica le sentaba especialmente molesto.

No voy a seguir discutiendo esto, ella ha decidido, es lo suficientemente madura como para saber dónde se mete. La he advertido, y ha insistido. Punto.

¿Nos vamos?

Ya sé que eres tú Respondió Xerine, medio susurrando, mientras apartaba la daga Yo y cualquiera que estuviera prestando un mínimo de atención

Suspiró, y volvió a guardar su daga

Vale, ven conmigo. Pero déjame ir delante, o no hagas ruido. Si vamos a encontrarnos con alguien, prefiero que la sorpresa se la lleven ellos

Acto seguido comenzó a andar hacia la zona de la derecha

Aaron asintió divertido y dejó que Xerine tomara la iniciativa.

-¿Has entrado ahí?-Susurró mientras señalaba la puerta de la izquierda-Si no lo has echo sería bueno ir, pero prefiero dejarlo para el final.

Ese Murmuró Xerine Es nuestro refugio. Entra y lo entenderás

Era una clara invitación a separar el grupo de nuevo. Aunque Xerine valoraba las habilidades de Aaron, en aquellos momentos le importaba más el sigilo... Y tener al invocador ocupado viendo una sala que ya había registrado era una oportunidad que no iba a dejar pasar. Mientras, ella podría registrar el ala derecha

Aaron sonrió.

-Creo que prefiero esperar. Me interesa saber que más podemos encontrarnos aquí.

Iba a añadir algo más, pero prefirió guardar silencio, dando a entender que esperaba a que Xerine se moviera primero para poder seguirla a cierta distancia.

Esa nueva puerta daba al claustro de la catedral, una habitación de considerable tamaño, unos 50 metros de ancho por 70 de largo. La vegetación, sin los cuidados de nadie, había crecido silvestre a lo largo del tiempo en el que la iglesia había estado deshabitada y había formado un pequeño bosque de matorrales y marañas.

En mitad del verdor hay una inmensa fuente, de la que aún brota algo de agua. Rodeando el recinto había un pasillo, menos afectado por la foresta, por el que se puede caminar sin demasiada dificultad. Al contrario que el resto de la catedral, la zona está relativamente bien iluminada gracias a la luz que llega del exterior.

Y, gracias a los excelentes sentidos de Xerine, y a que Aaron iba vigilando por donde iba, la pareja vió justo al entrar en la habitación como dos lobos negros gigantes están agazapados entre la maleza, esperando la oportunidad para lanzarse sobre cualquier infeliz que pasara cerca sin fijarse lo suficiente. 

Sus sentidos les han salvado de una gran amenaza.

Dos puertas más aparecen en esta sala, una al norte, a la izquierda de los dos caminantes, y otra a la derecha, al en la pared más lejana.

¿Les habían visto? La cabeza de Xerine comenzó a dar vueltas, y, en un solo segundo, calculó todas las opciones. Había dos vertientes claras a considerar: Que los lobos supieran que estaban allí, o que no lo supieran. En el primero de los casos, debían luchar. En el segundo de los casos, quizás podrían huir. Pero el riesgo era demasiado grande: Era muy probable que ya les hubieran oído, y perder la oportunidad de atacar por sorpresa...

No se lo pensó más, y sacó la ballesta

Aaron, cúbrete

Aaron dejó de andar nada más ver a los dos imponentes lobos. Más que bestias naturales parecían algún tipo de criatura sacada de un cuento infantil, como si la única finalidad por la que existieran fuera asustar. Y, por sus conocimientos, no descartaba del todo que así fuera. Cosas peores había visto, y aquello, desde luego, no era lo más amenazante que podía encontrarse.

Le dio un codazo a su compañera y señaló con la cabeza a los animales, gesto al que añadió un movimiento con la mano con el que daba a entender que iba a atacarles.

Agachándose sin hacer el menos ruido y evitando perder de vista a los lobos llamó al hierofante con la ayuda del loco. En su estado no le compensaba acercarse, así que, en la medida de lo posible, evitaría el combate cuerpo a cuerpo y se centraría en atacarles a distancia o ayudar a Xerine buscándole una posición favorable.

-Ataca al de la derecha con la descarga de magia, por favor-Le susurró lo más bajo posible y con una seriedad que pocas veces mostraba.

El virote de Xerine silvó en el aire hasta clavarse en la cabeza de uno de los lobos agazapados, haciendo que este cayera unos metros más atrás gimiendo desconcertado. El animal había sido sorpendido y el ataque había resultado devastador. Le había destrozado la mandíbula y la sangre que caía de su cara regaba las plantas a su alrededor.

El otro lobo sufrió un peor destino. El hierofante hizo su aparición, y sin mediar palabra dada la gravedad de la situación apuntó su cayado hacia el lobo que quedaba con vida. Un águila roja hecha de pura magia salió de él, volando hacia el animal. Los ojos del pájaro brillaban en un tono zafiro mientras que los del animal compartían el rubí del águila. Pero el impacto fue tan devastador que en una explosión carmesí, unión del fluido vital del animal y la propia magia del hierofante, desapareció todo rastro de la existencia del lobo. O al menos, rastro reconocible, porque sí quedaron todos los alrededores pringados de entrañas, sangre huesos y músculos desgarrados.

Pero el primer animal no estaba muerto, y parecía tener ganas de luchar contra los investigadores, aún con las pocas fuerzas que le restaban.

Atónita, Xerine observó como uno de los lobos explotaba en mil pedazos, alcanzado por el temible poder de Aaron. Se quedó bloqueada durante unos segundos, el tiempo justo para darle al otro lobo la oportunidad de reponerse de su virote... Y comenzar a correr hacia ellos

Sin pensarlo dos veces, soltó la ballesta, y sacó sus dos dagas del vestido. Se interpuso entre el animal y Aaron, alzando sus brazos en posición de defensa, entrecruzándolos frente a ella, y dejando las dagas en posición de aguijón, apuntando hacia su objetivo

Espera... Espera...

La bestia despedía virutas de sangre y saliva a la par, mientras sus ojos, iracundos y rabiosos, se clavaban en Xerine, ansiando la promesa de una presa segura. El mundo parecía ralentizarse por momentos, mientras la asesina amplificaba sus sentidos para percibir todo a su alrededor, tal y como la habían enseñado: Las pisadas en el suelo, la gravilla despedida al posarse el peso del animal sobre este, la respiración de Aaron, tras de sí...

Ahora

Se apartó justo a tiempo, rozando los dientes del animal su vestido. Faltó poco, pero Xerine se recuperó rápidamente. Acto seguido, trazó dos arcos con sus dagas

Luego, el lobo cayó al suelo, muerto

Xerine se incorporó, alerta, mientras volvía a encararse hacia el frondoso jardín, buscando más enemigos. Pasaron unos segundos hasta que decidió que ya no había peligro, y comenzó a limpiar las dagas de sangre, usando para ello unos matorrales cercanos. Mientras, miró a Aaron, no sin cierta aprehensión en su rostro

Eso que has... Ha sido... Vaya

No es que Xerine fuera mala expresándose. Era, simplemente, que no tenía palabras para describirlo

Aaron sonrió con suficiencia cuando Xerine asestó el golpe mortal al último de los lobos. Había sido fácil, demasiado fácil.

Pese a que ya había visto a la música actuar de la misma manera en varias ocasiones le seguía chocando que alguien con su aspecto y sus maneras pudiera actuar así. Era algo digno de mención, pues si el chico se paraba a pensar, ¿Cuánta gente aparentemente normal sería capaz de realizar tales proezas? Apostaría a que no demasiada, pero con una sola sería suficiente.

Volvió a sonreír ante el comentario de Xerine. Se lo había tomado como un cumplido, cosa que pocas veces podía hacer. Por lo general la gente que le había visto en plena acción huía a los pocos segundos encomendándose a dios y gritando que él era un demonio, cosa que, a la larga y a fuerza de persecuciones, le había dejado la autoestima por los suelos. No estaba del todo seguro de que la mujer lo hubiera expresado con aquella finalidad, pero por el bien de su estabilidad emocional creería que si.

-Gracias-Le dijo sin perder la sonrisa-Lo tuyo también ha sido impresionante. Jamás había conocido a nadie que manejara tan bien el momento.

Lanzó una mirada a su espalda cerciorándose de que no había más enemigos. Después, volvió a abrazarse. Aquel lugar no estaba cubierto y las brisas de aire hacían que Aaron se estremeciera. Por su propio bien debía encontrar algo de ropa o acabaría hipotérmico.

-Cuando quieras, te sigo.