Partida Rol por web

 Observando la escena que tiene lugar ante mis ojos, me viene a la cabeza:

-Madre de Diós. Sólo llevamos aquí cinco minutos. Sólo cinco. Y Sólo ha preguntado nuestros nombres... Esta comida va a ser divertida.

Al instante, inclino la cabeza y digo:

-Un placer, mi señor.

 El marqués empezó a comer, con los refinados modales de un hombre de su alcurnia. Limpiandose las comisuras de los labios con una servilleta, continuó hablando:

-¿Puedo preguntarles como llegaron a la aldea? Hace mucho tiempo que nadie viene, sin contar el barco mercante. Y me ha resultado extraña su presencia aquí. De todas maneras, espero que se integren en la aldea. Sus habitantes son gente muy hospitalaria.

Cavalcanti, cortó un trozo de cerdo con un gran cuchillo, y se lo acercó a su plato.

-Por cierto, no me importa mucho los modales refinados que tengan. No se preocupen, es una comida todo lo informal que deseen. Es más, si quieren pueden tutearme. Llevo viviendo con gente de campo demasiado tiempo. Me he acostumbrado.

La señal de salida había sido dada, y Quint se avalanzó sobre la pieza de carme más cercana: un reluciente cochinillo asado. Clavándole cun cuhillo lo trasladó a su plato y comenzó a despedazarlo. El aroma que salía de la jugosa carne al ser cortada era una verdadera delicia.

-¿Podemos tutearle y ser informales? Vaya, entonces hasta podré abrir la boca sin ser reprendido por Xerine.

-Ya sabes, la historia de siempre. Un barco, un motín y de repente chof. Todo a remojo. La verdad es que ni sabemos a cuánta distancia nos hundimos. Fue un verdadero milagro llegar hasta la costa. ¿No habrás escuchado por casualidad si más gente ha llegado a esta isla o alguna vecina?

Aaron, mientras no deja de comer, comienza a hablar:

Pueh... la verhdah, mirha, nothotrhos ibramos e un zeppelihn- Mordisco a la carne- Ehntoncres todo hizro pruuu y ze eztrhello.

Tras mirar durante unos segundos los cubiertos y tratar de adivinar para que servía cada uno, Faliar se decidió por coger un trozo de cerdo. Observó como el Marqués usaba el tenedor, y trató de imitarlo, con bastante torpeza, pero ya que había pagado por ese traje (y se había llevado un buen pisotón), no creyó oportuno ponerse a comer con las manos, a pesar de considerarlo mucho más cómodo.

- Puefh lo fierto...

Faliar se dio cuenta de que estaba hablando con la boca llena. Tragó la carne y se limpió la boca con un trozo de tela como el que el Marqués había usado antes.

- Perdón. Lo cierto es que creo que somos los únicos supervivientes.

 Aprovechando que los demás estan distraidos comiendo y que Faliar y Quint están acaparando la atención, me quito la máscara y comienzo a comer con normalidad. Es posible que a nadie le guste, pero no voy a pasar hambre por ellos.

 La avalacha de comentarios hizo que el marqués soltara una sonrisa.

-Es cosa mía o habéis pasado hambre antes de venir aquí. Coméis como si no hubiera un mañana. Pero una cosa no me ha quedado clara... ¿Barco?... ¿zepelín? cada uno decís cosas distintas. ¿Ha habido dos naufragios simultáneos y no me he enterado?

Rió durante unos segundos antes de volver a comer. Aunque casi le dio una arcada cuando Liana se quitó la máscara.

La chica no era muy bella, era fea para que engañarnos, pero la verdad sea dicha, parecía mucho más guapa que cuando la vieron en la orilla. Una capa de maquillaje cubría su cara, haciendo que no pareciera tan evidente el ojo más grande que otro, cubriendo las deformaciones de su piel, e incluso ocultando parcialmente el labio leporino. Seguía siendo fea, pero parecía que había cuidado en arreglarse para la ocasión.

 Émil comía tranquilamente sentado a la izquierda del marqués. Sus miradas iban normalmente dirigidas a la bella Xerine, que con su actual belleza nublaba la vista del joven. Pero también dedicaba algunas miradas a Faliar y Aaron. Al contrario que su señor, a él si parecía molestarle esa carencia de modales. 

Guido les ha dicho que no hace falta que sean refinados... no que se comporten como cerdos.

Alzando un poco la voz, se dirigió a ellos.

-Aunque al señor Cavalcanti no le importe, podríais, por respeto hacia los demás, que también estamos comiendo... ¿No hablar con la boca llena? 

Dirigió una mirada a su señor, no pretendía ser descortés, pero se estaban pasando.

Faliar se giró hacia Emil y le mandó una mirada fulminante. El guardia le había caído mal desde el principio, y no iba a disimularlo.

- Ya he pedido perdón por ello, Emil. Así que no voy a disculparme dos veces por la misma falta, si al señor Marqués no le importa, por supuesto.

Cogió otro trozo de carne; se iba apañando con el tenedor, pero seguía sin entender por que comer con eso si podía comer con las manos. Se aseguró de tragar la carne esta vez antes de hablar.

- Perdón con la confusión. Si, se trataba de un zepelín, una especie de artefacto volador de última tecnología. Íbamos en el vuelo inaugural, hubo un sabotaje, y cayó al mar. Ayer por la tarde despertamos en la playa, y pese a que había muchos viajeros, solo quedamos nosotros. Ignoro que habrá sido del resto, o por que nosotros nos salvamos.

Normalmente se limitaría a comer en silencio y dejar que fuesen D y Xerine los que llevasen la conversación, pero a pesar de que no se sentía cómodo en presencia del Marqués, no podía negar que sentía algo de curiosidad hacia el personaje. A pesar de toda la pompa y ostentación, parecía un tipo habituado a tratar con gente "de pueblo llano".

Quint ya había terminado de "separar" la pieza y perdió todo el interés en la conversación sobre la Dama. Dejando de lado los cubiertos, se quitó los guantes y echó mano a una pata para empezar a engullirla cual pato. Apenas tardó un minuto con la primera y estuvo a punto de batir su marca con la segunda, pero relajó el ritmo para llenarse una generosa copa de vino (y la del agua que estaba al aldo también. ¿Para qué dejar una vacía?).

Cavalcanti observó a Faliar, mientras se peleaba contra los cubiertos en una batalla encarnizada. Por ahora, parecía que iba ganando pero no les sacaba mucha ventaja.

-Si va a ser mejor para tí, come con las manos. Aunque... Trata de no manchar el traje, que parece bueno... 

El marqués sonrió, orgulloso de su propia broma y continuó:

-Émil, no seas tan duro con ellos. Es cierto que hablar con la boca llena es de mala educación, pero permíteles ese error por una vez. Acaso no recuerdas cuando te enseñe modales a tí. No dabas pie con bola, caballero.

Guido dio unas palmaditas en la espalda a Émil, y continuó hablando:

-¿Podéis contarme más sobre el Zepelín? La verdad es que me fascina.

Faliar sonrió triunfante a Emil, y luego siguió tratando de usar los cubiertos

- Le agradezco la confianza, pero prefiero seguir usando esto. Nunca es tarde para aprender algo - y tampoco quiero llevarme más pisotones - pensó para sus adentros

- Sobre el zepelín, no puedo decirle más de lo que ya se ha dicho. Realmente no entiendo mucho de máquinas, y menos de esa categoría. 

 Émil volvió a su comida. Ésta vez había sido derrotado, y además delante de su dama. No era el león dominante, y la leona que trataba de cortejar, no se fijaría en él. Trataría de no meter la pata de nuevo.

Y encima el otro comiendo con las manos como un cerdo. ¿Con qué pandilla de gente hemos dado?...

-Pero es cierto que puede molestar a otras personas. Al menos con usted, Faliar, sí que tengo que disculparme pues pidió perdón. Pero no he oído la disculpa de Aaron.

-¡Y cuando yo aprendía sí que me reprendías lo que hacía mal!

La última palabra sonó ligeramente a rabieta de niño pequeño. Al fin y al cabo, Émil era el chico mimado de Cavalcanti, y el señor de la aldea cuando se paseaba por ella.

 -Pero ahora no estamos enseñando modales a estos caballeros, Émil. Mientras no hagan nada demasiado escandaloso. Déjales que sean un poco burdos, no estamos aquí para obligarles a ser los mejores burgueses de Chaville.

-¿Y sobre vosotros? ¿Qué me podéis contar?

El interés del marqués sobre el dirigible no había amainado, solo buscaba un tema de conversación en el que los asistentes se sintieran más cómodos.

Aaron mientras comía como si fuese la última comida de su vida, fue a coger el mismo trozo de carne que Quint a quien le dedicó una mirada "de odio" (de esas amistosas ehh) y le dejó ese trozo a Quint, cogiendo él otro distinto. Después, vio como Quint se llenaba las dos copas que tenia, y pensó.

¡Que buena idea!¡A si, aunque se le termine una, tiene otra para después sin tener que rellenar.

Entonces, buscó algún zumo por la mesa y no pareció encontrarlo, momento en el que se le ocurrió una magnífica idea.

Tengo agua y frutas a mano...

Llenó sus dos copas de agua, miró con una sonrisa de estas que al verlas piensas "no trama nada bueno" a su lado izquierdo y a su lado derecho, mientras buscaba frutas, entonces vio las que le apetecían... pero estaban un poco lejos, justo en frente de Faliar... y Xerine estaba por medio...

-Un segundo Xerine.

Dice Aaron mientras se reincorpora un poco poniéndose encima de la mesa y alargando su brazo hasta el frutero, entonces agarró todo lo que pudo con una mano y la trajo para su plato, dejando caer algunas cerezas por el camino. Entonces las separó por tipo y las fue estrujando las cerezas encima de un baso de agua y las dos peras encima de la otra.

Cuando terminó, su sonrisa infantil le hacían parecer un niño pequeño, pero su cara de satisfacción por un buen trabajo hacia parecer que había terminado con éxito una difícil tarea.

Después de terminar, antes de comenzar a beber, recordó

Espera... creo que me habían reñido por los modales... tengo que ser educado.

-¿Alguien quiere? Se lo preparo en un momento.

Ofreció Aaron con toda su buena voluntad, a lo que luego añadió:

-Pero seria preparar otro, estos dos son mios.

Y comenzó a beber de uno de ellos.

 El marqués rió sonoramente ante la demostración de Aaron de su habilidad cocinando. Aunque, según terminó de manosearlo todo, y de subirse por la mesa, añadió:

-A esto me refería cuando decía lo de pasarse. Por favor caballero, tendría que pedirle que no volviera a hacer eso. Puede molestar a los demás comensales, amen de que puede tirar toda la mesa al suelo si resbala y tira del mantel. Y también le pediría que pidiera perdón al resto de la mesa, por su conducta.

El acto de Aaron le ha resultado tan infantil, que la contestación ha sido incluso paternal. Aunque la verdad, en este momento no sabría decir si la risa fue real, o fingida. Pues el chico se había pasado bastante.

 Émil casi podría esconderse bajo una montaña de vergüenza ajena. No comprendía como por la mente de alguien podría pasarse una idea tal. Intentar mezclar las frutas con agua, en la propia mesa.

No me lo creo... no me lo creo. Sigue comiendo y no comentes. 

 Cuando Aaron aprieta las frutas para sacar el jugo, parte de él cae en el vaso, pero gran parte cae también en los alrededores de la mesa, manchándolo todo del rojo tono de las cerezas. Incluso una cereza especialmente rebelde salta hasta el vestido de Xerine, cayendo en su pecho izquierdo, y dejando un pequeño reguero según baja.

Para más inri, el mejunje que ha formado, tras probarlo esta totalmente aguado. No tiene casi sabor a las frutas que ha usado, y resulta incluso asqueroso por no tener ni la quietud y tranquilidad de la carencia de sabor del agua, ni el vigor y el color de un buen jugo de frutas.

Aaron no se esperaba esa reprimenta, entonces miró como estaba su parte de la mesa, parecia que habia habido una guerra en ella, a si que poniendo cara de niño bueno dijo:

-Esto... lo siento mucho... no lo volveré a hacer

Y continuó comiendo, pero de una forma mas normal.

Faliar contemplo la escena con una amplia sonrisa en los labios, y no pudo evitar reírse cuando Aaron empezó a estrujar las frutas encima de los vasos de agua. Y para colmo, había manchado a Xerine; Aaron le había vengado por el pisotón. Le dejó mucho más tranquilo; cualquier falta que pudiese cometer durante lo que quedaba de comida palidecería ante lo que Aaron acababa de hacer.