Partida Rol por web

Todo es muy tranquilo. Curiosamente tranquilo. Se escuchan varias gaviotas picoteando peces cerca: Sin duda, si esto es la muerte, alguien ha trabajado en un bonito paraíso. Una playa, blanca se extiende cubriendo toda la costa, o al menos la que se vislumbra desde aquí. Ningún barco llegaba a esa costa. Ningún rastro de actividad humana en esa playa. Era prácticamente un paraíso. Lo único que fallaba era el cielo. Demasiado oscuro, parece que predecía una tormenta. Pero a parte de eso el lugar era paradisíaco, digno de unas vacaciones para olvidar las tensiones del día a día en las grandes ciudades.

Y allí se encontraban. Aquellas seis personas que subieron en su momento al dirigible, desentonando con todas las demás. ¿El destino? Lo llaman algunos ¿La suerte? Lo llaman otros. Pero la verdad es que, allí estaban. Aquel muchacho rubio, insolente y prepotente era traído por las olas, como una madera vieja de un barco hundido. Ese hombre de la capa verde, que en el dirigible había demostrado que era un ser mortal en el combate, también era traído por el oleaje. Un joven moreno, con el pelo empapado cubriéndole el rostro es zarandeado por la marea. Una mujer preciosa, que desgraciadamente ha perdido a su padrino, llega flotando cual cuerpo muerto. Un hombre misterioso, con un apéndice más del que espera, llega también traído por el suave movimiento de las olas. y por último una mujer bajita, de la cual no se sabe nada, que en el accidente, ha perdido la máscara, desvelando un rostro horrendo: lleno de pústulas, un ojo notablemente más grande que el otro, y un labio leporino, que deja al descubierto muy pocos dientes.

La marea los lleva suavemente en la orilla, depositándolos como si fuera su madre. Cuidando de que no se hagan daño. Y ese cuidado ha debido de ser perfecto, porque los cuerpos que han llegado, a pesar de tener las ropas totalmente ajadas, y rotas por innumerables lugares, no tienen ninguna herida visible. Es más, uno de los hombres, que antes de llegar había dividido su cuerpo en dos partes, el brazo y el resto; parece ser uno de nuevo y no quedar ninguna marca de lo sucedido. Ni siquiera una fea cicatriz. Es algo parecido a un sueño. ¿Será un sueño?

El agua lame vuestros rostros y algunas gaviotas se han aventurado a posarse sobre vuestros cuerpos, picando algunos pececillos que han quedado atrapados entre vuestras ropas. La más rodeada por estos animales es Xerine, pues entre los numerosos recovecos de su vestido, ahora hecho unos zorros, han debido de quedar bancos enteros. La brisa del mar, junto al sonido de estos animales os hacen despertar paulatinamente. 

Una playa se presenta ante los recién despiertos, que se alarga por la costa. Observando hacia el interior de la isla, se ve que a pocos metros de la playa el verde es el color predominante, y pequeñas lomas y colinas empiezan a ocupar el terreno.

Vuestro equipo se acerca lentamente arrastrado también por el agua.

Por ahora, parece que están vivos, y con más energías incluso que durante la travesía por el aire.

Una gaviota que se posa sobre su cabeza hace despertar a Quint. Lentamente abre los ojos y comienza a toser: la boca le sabe a sal y arena. Cuando se recupera del ataque y consigue escupir la mayor parte del agua salada y arena que ha tragado, intenta recordar dónde está.

Recuerda encontrarse en una sala de máquinas sonde todo daba vueltas y una fuerza invisible le hacía volar contra las paredes, mientras un hombre de ojos extraños se lamentaba en el centro de un círculo mágico...

¡Ese maldito brujo estaba a punto de matarme! ¿Dónde está?

-¡BRUJOOOOOO! ¡VUELVE COBARDE! ¡AÚN NO HE ACABADO CONTIGO!

Instintívamente se levanta del suelo al recordar eso y busca a su enemigo con la vista. Pero no solo no lo encuentra, si no que tampoco ve el interior de la sala de máquinas. En su lugar contempla una playa paradisíaca en la que hay tendidas otras 5 personas a su alrededor, y todas las recuerda del dirigible: el brujo de pelo negro que fue herido por una flecha qu se presentó como Aaron, el de la capa verde que luchaba con armas y magia y que cree que se llamaba Faliar, la chica histérica, una mujer que está boca abajo y reconoce por sus vestidos como la que intentaba poner orden entre los nobles, y por último a D. Al ver a este último, recuerda como en un flashback como Raptor le arrancó el brazo de un golpe. ¡Brazo que ahora tenía!

Espera, si su brazo está en su sitio...

Quint baja la vista y contempla la marca del garrazo que le abrió las tripas en su armadura, pero bajo ella la suave y blanca piel no muestra ninguna cicatriz.

Si no fuera por las ropas destrozadas, diría que fue solo una ilsión... ¿Qué está pasando aquí?

Los demás comienzan a moverse también, por lo que Quint deduce que están vivos. Pero si ellos están aquí, ¿por qué no iban a estar también los guardias o el hechicero? Mientras piensa eso, el chico ve que las olas han arrastrado una serie de objetos junto a ellos, y reconoce su equipo entre ellos. En cuanto ve sus cosas corre a cogerlas, empezando por las armas.

Si algún enemigo ha llegado hasta aquí con nosotros, ¡que no espere pillarme con la guardia baja!

Aaron se levanta extrañado.

¿Pero que a pasado?¿Y el virote de la ballesta?¿donde estamos?

Y muchas otras preguntas rondan su cabeza, viendo como la marea trae sus cosas, se acerca y se cuelga a la espalda la mochila y usa su bastón para caminar, mientras, observando al resto de personas que había allí, pregunta:

-¿Alguien puede decirme que narices ha pasado en ese cacharro?¿Nos estrellamos al final?¿Cuanto tiempo he estado inconsciente para que mi herida haya sanado por completo sin dejar cicatriz si quiera?

Mientras habla, camina lentamente por la playa, buscando algún signo de donde se encuentra o algún resto del zepelín, total, si se han estrellado tienen que estar sus restos cerca.

Faliar corría por un páramo pantanoso, tropezando en los fosos de cañas hundidas y los charcos de lodo pegajoso. Tras él, oía los graznidos de los cuervos, que le iban ganando terreno. Una bandada inmensa de carroñeros de plumaje negro e inquietantes ojos amarillos le perseguía. Y él corría, indefenso y asustado. Sus picos habían desgarrado algunos trozos de su cara, y el agua infecta del pantano hacía que le escociesen las heridas. Un cuervo le picó en la cabeza, y Faliar lo apartó de un manotazo mientras seguía corriendo entre las cañadas. Corrió durante lo que parecieron horas, con los cuervos cada vez más cerca, hasta que finalmente tropezó con una piedra y cayó de bruces. Intentó levantarse para seguir corriendo, pero el tobillo se le había torcido y volvió a caer contra el barro. Se dio la vuelta, y vio como los cuervos se le abalanzaban. Empezaron a destrozarle la cara a picotazos, y fueron a por sus ojos.

Faliar despertó de golpe, como siempre empapado en sudor, aunque no era solo el sudor lo que le calaba; agua de mar y arena por todas partes; había confundido los picotazos de las gaviotas con los picos de los cuervos. Abrió los ojos y los entornó, intentando recordar que le había pasado. Lo último que recuerda es un tipo extraño que se contorsionaba como una serpiente, y una especie de pentagrama en el suelo. Luego todo empezó a dar vueltas y perdió el conocimiento. 

Miró a su alrededor, observó los restos que traía la marea, y empezó a recordar con más nitidez. Había estado a bordo de una máquina voladora, un zepelín al que llamaban "La Dama". Al parecer, el aparato había sido secuestrado y su rumbo alterado, y al final terminó estrellándose. Él acompañó a unos cuantos soldados no muy convencidos del secuestro, a un joven rubio bastante temperamental y a un tipo misterioso que se hacía llamar D a la sala de máquinas, con la intención de rectificar el rumbo del aparato, y allí se encontraron el pentagrama y al que parecía que dirigía el secuestro. Se enfrentaron, pero el dirigible se estrelló antes de que pudiesen abatir a aquel ser. También recordaba que había luchado, y que había matado a unos cuantos soldados sin ninguna dificultad. Incluso había utilizado magia agresiva a pesar de que su instinto le decía que no debía. También recordó la sensación que le invadió en mitad de la lucha; por un momento, todo el vacío de su mente se despejó y sintió una soltura y una libertad inmensa. Se sentía a gusto combatiendo, y le resultaba fácil matar. No recordó nada en concreto, pero al menos ya sabía una cosa segura de su pasado: había sido un guerrero, y uno especialmente diestro, pero también despiadado... Y eso le asustaba...

Pero ahora tenía otras preocupaciones, como por ejemplo intentar averiguar donde estaba y como podía salir de allí. Echó la mano a su bolsillo y sacó su diario; pasado por agua. Tendría que ponerlo a secar y ver si recuperaba alguna página legible. Se levantó, recogió su escudo y su hacha y empezó a buscar algún superviviente entre los cuerpos que había arrastrado la marea.

Sin saber muy bien cómo demonios he llegado hasta allí, me incorporo despacio. Mi ropa está hecha un desastre, así que la coloco lo mejor que puedo lo antes posible. Miro alrededor y veo mi preciado shamisen flotando en el agua junto con el resto de mis cosas. Junto a él flota un objeto tremendamente familiar, mi máscara.

Me levanto a la carrera y cojo la máscara tan deprisa como me es posible. Después me la coloco y cojo mis cosas de la playa comprobando si está todo y en qué condiciones. Finalmente, enmascarada de nuevo, observo a mi alrededor a ver si el resto de la gente de la playa está bien.

 Oigo voces...

Oía voces. Alguien había hablado. En la cara, una sensación cálida y agradable, como si la brisa costera acariciase su rostro. Hace mucho tiempo, tuvo una sensación similar. Gabriel tenía playas, por supuesto, así que alguna vez Albuin la había llevado a alguna. Lo que sentía ahora mismo era algo parecido. Si no fuera, claro, por los picotazos

Espera

Abrió los ojos, de golpe. Nada tenía sentido. Debería estar muerta. Estaba muerta. Era imposible que hubiera sobrevivido a todos esos bamboleos, a toda esa locura. El Zeppelín se había estrellado, o había sido consumido por la magia ancestral, que sabía ella. Pero no podía seguir viva. Era imposible. Levantó las manos, y las miró durante unos instantes. No, estaba viva. Eso no lo dudaba. A menos, claro, que el cielo tuviera ese aspecto. Y que al morir conservaras tu cuerpo

Poco a poco, fue entrando en razón. Y lo primero que debía hacer era quitarse a esos molestos bichos de encima. Espantándolas como pudo, consiguió librarse de gaviotas, y luego se incorporó. Su vestido estaba hecho una pena: Mojado, sucio por las gaviotas, e incluso tenía un corte manchado de sangre donde la habían atacado antes. No sabía quién había sido, pero estaba casi segura de que ese monstruo era el culpable...

¡El hombre del pentagrama! Se giró para observar la escena, pero no vio al enemigo. Allí estaban sus improvisados compañeros, y la chica de la máscara. Uno de ellos tenía el brazo reconstituido, a pesar de que estaba casi seguro de haberle visto perderlo. También estaba la chica de la máscara. Y se encontraban en una playa, un paisaje paradisíaco, cubierto de nubes grises y oscuras que enturbiaban el ambiente general del lugar. Nada tenía sentido

Su orden de prioridades cambió. Olvidando el vestido, olvidando sus armas, olvidando hasta a sus compañeros, buscó algo con la mirada, y no tardó en encontrarlo. Se levantó y corrió, adentrándose unos metros en el agua, sin importarle su vestido o su estado físico. Recogió un pequeño estuche de madera que flotaba frente a ella, y lo abrazó. Abriéndolo con cuidado, observó que los daños habían sido nulos. El violín seguía en perfecto estado

Y entonces, se dejó caer de rodillas sobre el lecho arenoso. El agua la llegaba a la cintura, pero no le importaba. Sonrió. A pesar de todo, a pesar de la locura que les rodeaba, a pesar de que todo lo que había ocurrido no encajaba, de alguna manera, seguían vivos. Vivos

Rió. Y su risa cristalina resonó en todo el lugar. Rió por primera vez en muchos, muchos años, no por fingir o por conseguir algo, ni siquiera por educación, o por quedar bien. Rió, simplemente, porque le apetecía

Quint terminó de recoger sus escasas pertenencias, y echó inmediatamente algo de menos: ¡Su daga! ¡Había perdido una de sus queridas dagas gemelas!

¡Oh, no! Ahora recuerdo, se me cayó al piso inferior durante el combate con el brujo... No puedo ser tan descuidado. ¿Estará por aquí y no la he visto?

Durante unos minutos, busca desesperádamente por la playa, sin éxito. Esa daga había sido su arma durante años, y separarse de ella no le hacía la menor gracia. Como último recurso desesperado, miró a los demás supervivientes que recogían sus cosas en la orilla.

-¡Ey! ¿Estáis todos bien? ¿Habéis encontrado todas vuestras cosas? ¿No habréis visto por casualidad una daga exáctamente igual a esta? -dice enseñando otra de las dagas.- La he perdido y no consigo encontrarla...

Una vez parece que todos están más tranquilos y han recogido sus pertenencias (menos la dichosa daga que no aparece y tiene absorto a Quint), el chico recuerda que ni se ha presentado a sus compañeros. Solo dos o tres conocen su nombre.

-Esto... Ahora que lo pienso... ¿Puedo saber quiénes sois? Apenas descubrí los nombres de algunos de vosotros durante el viaje... Porque no ha sido un sueño lo de que viajaba en un barco volador y los guardias se revelaban, y luego comenzábamos a caer, y el hombre de la sala de máquinas... Dios, ¡decídme que no estoy loco! ¿Es verdad todo eso o he vuelto a beber demasiado?

- Pues mira, o nos echaron a todos una droga en la bebida como sugirió Aaron, o todo eso sucedió de verdad. Yo también recuerdo al tipo raro ese de la sala de máquinas. Por cierto, me llamo Faliar.

Extrañamente y a pesar de todo lo que había ocurrido, Faliar estaba más tranquilo y menos confundido de lo habitual. Tal vez la adrenalina hubiese puesto sus neuronas en funcionamiento.

 Xerine se calmó, e intentó razonar. Debía de centrarse, no podía dejar que lo absurdo del momento la invadiera y colapsara. Debía mantenerse fría y racionalizar lo ocurrido. Lo primero, era buscar el resto de sus pertenencias; Por suerte, estas no estaban lejos, y la mayoría ni se habían separado de su cuerpo. Al fin y al cabo, había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a ocultarlas y sujetarlas de manera adecuada a su vestido. La ballesta, que había sujetado en las manos hasta el momento de la colisión (si es que habían chocado con algo de verdad), estaba a un par de metros de su posición inicial, como si no hubiera querido alejarse de su dueña. A cierta distancia, encontró su bolso sobre la arena. Aún permanecía cerrado, y los objetos de dentro no se habían mojado demasiado (la libreta, por desgracia, permanecía inservible, aunque Xerine decidió conservarla para poder transcribir sus apuntes más adelante). Por último, revisó sus prendas. Los guantes de seda seguían en sus manos, pero el pañuelo había desaparecido con la marea, junto a su abanico

Xerine soltó una maldición por lo bajo. Le encantaba ese abanico. Pero bueno, no podía quejarse. Al fin y al cabo, ya era una suerte que hubiera podido recuperar algo, y más casi todas sus pertenencias. Ya compraría uno nuevo en el próximo pueblo. Y otro vestido. Y otra libreta. A decir verdad, probablemente renovara casi todo su equipo. Mojadas, sucias y rotas, sus prendas perdían utilidad. No eran muy cómodas, aunque si bastante abultadas, pero un disfraz de campesina serviría también, y probablemente sería menos molesto para llevarlo

Entonces, un chico habló hacia el resto, sin presentarse antes. Era el chico rubio, que había armado tanto revuelo al subir al Zeppelín. Suspirando, supuso que la mejor opción para aclarar sus ideas sería hablar con esa gente. A pesar de que muchos de ellos parecían tan extraños como la situación en la que se encontraba. Pero no perdía nada por comentar lo ocurrido. Sacudiéndose los pocos peces que aún quedaban en su  complejo vestido, más con fastidio que con asco, se acercó hacia el resto

Yo también me acuerdo. Aunque no le encuentro ni pies ni cabeza

Su expresión había vuelto a ser observadora y calculadora, fría, como allí arriba, en el Zeppelín. No quedaba rastro de su alegría anterior

Habla demasiado

 Oyó como Faliar respondía antes que ella, y cuando terminó, añadió a sus palabras

Xerine

Luego miró al chico rubio, esperando a que se presentase

Aaron, viendo que todos empezaban a recoger sus cosas, el cogió las suyas, su mochila y su bastón para andar.

Su bolsita con el dinero y las mantas que había en la mochila estaban bien, la mochila era resistente, su bastón, en cambio, se había roto, a si que lo dejó tirado allí. Por otro lado, su baraja de cartas había desaparecido, pero que le iba a hacer, ya haría otra.

Su ropa estaba rasgada, pero gracias a los 20 cinturones repartidos por todo el cuerpo todavía estaba bastante usable, solo era necesario que se secara.

Cuando el muchacho rubio habló y se presentaron Faliar y Xerine:

-Pues yo me llamo Aaron Ningrem, pueden llamarme Aaron. Y si, lo que paso es real, aunque a mi no me suena ninguna sala de maquinas, supongo que eso pasó cuando perdí el conocimiento. Pero tiene que haber pasado bastante tiempo, mi herida ha sanado totalmente.

Aaron entonces pensó en su hermana pequeña e instintivamente echó sus manos a su brazo, donde estaba el trozo de tela de su hermana. Allí estaba todavía bien agarrado, no le había pasado nada, pero estaba muy sucio a si que lo desató de su brazo y se metió un poco en el agua y comenzó a limpiarlo. Cuando vio que estaba limpio lo volvió a atar fuerte a su sitio, entonces, ya que estaba allí limpió con el agua la arena que se había quedado en sus ropas, total, ya estaba mojado.

-Creo que deberíamos montar un campamento señores, en cualquier momento va a llover y ademas necesitamos una hoguera para calentarnos.

 Xerine asintió. Quizás había juzgado mal al tal Aaron, era el primero que decía algo inteligente

Conforme. Si nadie sabe que ha ocurrido, busquemos primero un refugio, comida, y leña, y más adelante ya intentaremos aclarar las cosas

Aún seguía revisando sus pertenencias. De repente, una daga surgió de algún sitio en su vestido, y la música, si es que esa era su profesión, comenzó a cortar la parte baja de su vestido. Estaba llena de arena, una sensación bastante molesta, y una falta tan abultada y pomposa solo entorpecería sus movimientos

Su mente comenzó a divagar mientras lo hacía, y se acordó, por unos instantes, de Albuin. Era harto improbable que siguiera vivo. Lo que suponía que ya no gozaba de su protección. Quizás se encontraban a miles de kilómetros de Gabriel. Guêpe la daría por muerta. No, ya no le quedaba mucho en su lugar de origen

¿Y ahora, qué?

Lo primero, sobrevivir. Siempre había sido eso, realmente: Sobrevivir

- Si, supongo que nos podremos preocupar de averiguar donde estamos más tarde.

Echándose el escudo a la espalda y el hacha al hombro, Faliar se puso a buscar por la playa algunos restos de madera que no estuviesen mojados

¡Ups! Se me olvidó presentarme.

-A mí podéis llamarme Quint. Solía ganarme la vida como "hombre para todo", y en mis ratos libres me dedicaba a la caza de brujos. Y sea lo que fuera que estaba en la sala de máquinas del dirigible, yo no lo ví morir... Así que vosotros ir montando un campamento si querés, pero yo considero más oportuno buscar a otros supervivientes por la playa y luego salir de ella. ¿Por qué íbamos a ser nosotros los únicos que hemos acabado aquí? ¿Y qué le impide a esa cosa ser arrastrada hasta la playa mientras dormirmos y acabar lo que no pudo en la Dama?

 Espere, eh... ¿Faliar? Faliar Sí, era Faliar Repartamos antes el trabajo. Somos seis, así que dos recogiendo leña, dos en el refugio, y dos cazando no parece una mala idea, ¿no creéis?

Xerine observa a D, Liana, y Quint, que aún no se habían pronunciado al respecto. Los dos primeros ni siquiera habían dicho una palabra desde que se despertaron

Yo me encargaré del refugio, si no os importa. No creo que con este vestido pueda cazar con facilidad, ni tampoco ir a recoger leña ¿Te encargas de recogerla tú, no? Mira a Faliar, interrogante

 Observa a Quint, pensativa

¿Caza de brujos? ¡Ja! Pues tiene trabajo que hacer aquí, según creo recordar...

No entendía porque el joven había dicho eso ¿Una provocación? ¿Un intento de aumentar la tensión? ¿O, simplemente, pura y rabiosa sinceridad? O estupidez, según se mire. Decir que "cazaba brujos" en medio de un grupo en el que al menos dos de sus integrantes parecían hechiceros, no era algo bastante inteligente

Aún así, Xerine decidió no pronunciarse al respecto. Quién sabía, si al final había una confrontación entre dos partes del grupo, lo más sensato sería unirse al bando ganador. Que, aunque no parecía demasiado probable, podría ser el de Quint

Lo de ir a buscar supervivientes era otra historia

Quint... Intentó razonar con él No quiero quitarte razón, y es cierto que probablemente haya otros supervivientes. Pero lo más sensato sería asegurar nuestra supervivencia, antes de cargar con más bocas que alimentar... ¿No crees? Se queda callada unos segundos Cierto es que podríamos buscar una población cercana... Pero, en caso de no haberla, estaríamos desprotegidos, hambrientos y fríos al llegar la noche. Y más cuando parece que Señala al cielo Va a haber tormenta

Esperó la respuesta del chico rubio. Habla con educación y tranquilidad, un tono bastante amistoso y conciliador, nada parecido al que utilizaba en el Zeppelín, seco y tajante

Me levanto arrastrado por un suave oleaje y por el curtido cielo merodidial. El agua y la arena se sienten tan frescas y suave que no puedo dejar de pensar en la muerte. En algunos mitos, el cuerpo de los hombres es transportado por un cause hacia el mar ... y de allí pasa al infra mundo, donde.... por ello es que cada... y para asegurar el buen viaje de los... y la soltamos hacia el mar...

Pero esto, esto no puede ser ese mar, esta no puede ser esa tierra, pues justamente ese sol alumbra y su luz traspasa mis caídos parpados de una forma tal... que no puedo mas que estar vivo... por alguna razón.

Me levanto y junto a mi están mis cosas, tan ordenadas y tan completas (incluyendo mi brazo, al cual miro sorprendido) como si las hubiese dejado intencionalmente para tomar una siesta, aunque yo nunca tomaría una a la orilla del mar, especialmente tan al descubierto.

Cerca de mi, en la plaza, se encuentran aquel grupo de extraños sujetos. ¿Supervivientes?. desconfío de la sensación, pues la naturaleza de la situación es tal, que pudiera decir que apesta a magia.

Me acerco a ellos con mis cosas en mano.

Quint presta atención al razonamiento de la mujer, pero le parece estúpido.

-No sé tú, pero yo prefiero pasar algo de frío, hambre y cansancio antes de que me maten. Y yo no hablaba de más bocas para alimentar exclusívamente... ¿Recuerdas que había unos cuantos guardias, de los cuales no matamos a todos, y a los que estropeamos sus maravillosos planes de jubilación al impedir que se hicieran con la Dama? No es solo el brujo, también lo que fuera que estaba invocando, guardias supervivientes que nos guarden rencor o solo otros náufragos hambrientos y asustados que nos tomen por enemigos. Yo no hablaba de un acto caritativo; hablaba de mantener a salvo nuestros culos.

Y también Albert, el maquinista y ese médico que se quedó con Aaron... Ese último no puede estar lejos...

Cogiendo aire, Quint continúa:

-Sin embargo, si quieres buscar refujio, comida y leña, podemos dividirnos en grupos. Yo daré un paseo por la playa para ver qué encuentro con quien quiera venir, y luego me uniré a vosotros con el campamento. ¡Puede que encuentre ricos cangrejos!

 La joven observa como el tal D se acerca a ellos. Y con eso, el círculo queda cerrado. Seis supervivientes, seis almas perdidas en medio de ningún sitio, decidiendo lo poco que les queda de destino, formando una circunferencia que supone más que la unión de seis puntos. Supone la toma de un camino, la toma de una decisión, que puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Seis desconocidos, conectados por un suceso que ninguno de ellos buscó ¿O quizás sí? ¿Y si ese lugar, ese momento, esa situación, no era más que el resultado de sus deseos más ocultos, de sus ansias por desaparecer, por abandonar la monotonía, por dejar atrás los fantasmas del pasado y poder reescribir su futuro? ¿Y si ese momento, ese único momento, era el momento más importante de sus vidas, en el cual podrían redimirse, en el cuál podrían tomar las riendas de su destino? ¿Deberían sentirse afortunados por ello? ¿Deberían agradecer a los cielos por la bendición que les habían otorgado, o maldecirles por su insolente tiranía, por su ansia vengativa sobre sus personas? Demasiadas preguntas, demasiados interrogantes. Y solo una única respuesta: Luchar por ver el sol salir al día siguiente

Bueno, ya te has despertado. Ya estamos todos

Rápidamente, hizo un pequeño resumen a D. Luego se gira hacia Quint

¿Y bien? ¿Que opinas?