Partida Rol por web

-Parece que por fin todo ha terminado. -Dijo Quint a su otro yo, usando esa extraña lengua que los Duk'zarist le habían mostrado en sus recuerdos.- Al fin hemos conseguido esa redención que necesitabas para reunirte con los tuyos.

El chico se palpó el pecho, donde la aguja se había hundido en su cuerpo. Exactamente en uno de los sitios que las flechas humanas hirieron a Tywyll miles de años atrás.

-Es extraño. Nunca imaginé que fuera así. Ni el limbo, ni mi muerte. El primero lo imaginaba mucho más... gris, nebuloso, frío. Y la segunda... es cierto que esperaba morir en combate, o al menos por las heridas recibidas en uno. Pero eso fue un poco... ridículo. ¿No crees?

-Es que no tenía que haber sido así. Eres un estúpido, y has muerto como tal. ¿Por qué te has lanzado al combate cuando los sucios humanos se estaban matando entre ellos? ¿Por qué te preocupas por protegerlos? ¿Por redención?

Tywyll escupió al suelo.

-¿Por qué iba a querer la redención de un Dios que nació miles de años después de mi muerte?

Quint parpadeó. La verdad es que ahora parecía recordar más y más cosas de su pasado por momentos. Y acompañando a esos recuerdos la paz que sentía en ese lugar se debilitaba un poco.

-Nuestra alma no pudo ir al cielo por tus actos. Necesitábamos lavar nuestros pecados antes de poder descansar en paz. ¿No lo ves? ¡Lo hemos conseguido! Esto es... paz.

-Esto no es paz. Esto no es nada. Estamos muertos otra vez, y esta vez no he conseguido evitar que mi alma escapara.

-¿Que esta vez no has conseguido que...? ¿Qué quieres decir? ¿Acaso no quieres volver a ver a la mujer que amabas? ¿O a nuestro hijo?

Una lágrima resbaló por la mejilla de Tywyll hasta caer hacia el abismo.

-Un hijo no nato al que juré proteger con mi vida y que por mi fracaso tal vez jamás pudo nacer, y una mujer a la que prometí cuando se quedó embarazada que jamás volvería a dejar sola. ¿De verdad crees que podré alcanzar la paz algún día si les miro a los ojos y veo reflejado en ellos cómo les fallé a ambos?

Los recuerdos de esas promesas bombardearon su mente según Tywyll iba enumerando los hechos. La paz desaparecía cada vez más rápido, y su lugar se llenaba por un dolor peor al que sintió cunado la aguja le atravesó el corazón.

-Insinúas... ¿Que te castigaste a ti mismo a permanecer en este mundo por no haber podido cumplir tus promesas?... Pero... ¡Eso es imposible! ¡Nadie puede hacer eso!

Tywyll movió la mano hacia su cuello y cogió el colgante que llevaba en el instante de su muerte. No hizo falta que hablara, pues en ese instante la mente de Quint volvió a llenarse de imágenes del pasado, pero de todas formas lo hizo.

-Este es el colgante del olvido. Es un objeto mágico de gran poder que pedí a un poderoso mago que creara para mí. Cuando mi amada lo vio casi se le parte el corazón, pero insistí en que debía ser mi carga. Si no podía cumplir mi promesa de protegerles, jamás abandonaría este mundo, pues mi alma quedó encerrada en esta joya.

Otra lágrima cayó de sus ojos.

-Era mi regalo para ellos, para que siempre estuviéramos juntos pasara lo que pasara, pero... Ella se negó. La nigromancia estaba prohibida.

El dolor en su pecho hizo que las lágrimas comenzaran a fluir también desde los ojos de Quint.

-Entonces... Fue ella la que nos abandonó... ¡Ella nos abandonó!

De pronto la furia cegó a Tywyll, literalmente. Cerró los ojos por el dolor y lanzó su espada contra Quint, haciéndole un profundo tajo en el hombro.

-¡Cállate! ¡Cállate maldito estúpido! ¡Tú no sabes nada! ¡Todo iba bien hasta que llegaste tú y ...!

No terminó la frase. Al hacer un corte a Quint, otro idéntico apareció en su hombro. A fan de cuentas, eran el mismo alma. Pero el corte solo duró unos instantes, y en cuestión de segundos ambas heridas se cerraron.

-Tú... No sabes... ¡Nada! ¡Fui yo quien la traicioné! ¡Fui un cobarde que recurrió a magia prohibida para asegurarse la supervivencia!

Quint se alejó un poco de Tywyll. El dolor de la herida desapreció tan rápido como llegó, pero la reacción le había asustado.

-¿Quieres decir que estamos malditos? ¿Y que por eso no podíamos morir? Eso es... ¡Ridículo! ¡Era el Némesis lo que me protegía! Y además, ¿tú no eras mago? ¿Por qué no usaste tu poder para levantar la maldición? ¿O por qué nunca he podido usar un conjuro de los de tus recuerdos?

-Podría decirse que sí, que estamos malditos. Pero con el paso de los siglos y el corrosivo poder del bosque donde morí, la gema fue debilitándose, hasta el punto en el cual pude escapar. Pero para cuando encontré un cuerpo en el que entrar, mi magia no me respondía. Al igual que yo, puedes verla, pero creo que tanto tiempo aislado del flujo de almas ha cortado mi conexión con mis poderes arcanos.

-¿Y por qué no me dejaste saber todo esto antes? ¿Qué más me ocultas?

Tywyll se calló y permaneció quieto, mirando a Quint.

-¿Importa acaso?

-A mí sí. Y a ti también debería importarte; a fin de cuentas, somos la misma persona. ¿Qué secretos te ocultarías a ti mismo?

-Aquellos que quiero olvidar. Todos los errores que me llevaron a arruinar mi vida. Pensé que tal vez, si empezaba de cero, podría llegar a construirme una vida nueva entre los humanos.

Una sonrisilla tímida apareció entre las lágrimas.

-Pero tu vida también ha sido una mierda. La maldición nos persigue. Lo siento.

-Te equivocas por completo.

Las palabras de Quint sonaron seguras. Sólidas. Tywyll se vio obligado a levantar la cabeza y mirar a sus propios ojos rojos, que ahora le miraban desafiantes.

-Mi vida no ha sido ninguna mierda. Ha sido una vida plena. Si no fuera por todo lo que me has ocultado, yo me sentía relaizado, en paz.

-¿Cómo...? ¿Cómo puedes decir eso?

Tywyll intentaba buscarle sentido a la seguridad de su alter ego, pero no la encontraba por ningún lado.

-¿Acaso no lo recuerdas? Perdiste a casi todos tus amigos de la infancia a manos del brujo que arruinó la vida a todo tu pueblo. El mismo brujo que mató a la chica que amabas sin que pudieras mover un solo dedo. El mismo brujo que casi te mata y cuya muerte desencadenó tu desesperada búsqueda de la "justicia" que te convirtió en un solitario asesino y ladrón incapaz de encajar en ninguna sociedad. Y cuando por fin consigues encontrar a alguien que te acepta tal y como eres los rechazas para seguir con tu vida justo antes de que mueran. Luego eres encarcelado y torturado por una panda de fanáticos locos y para cuando te sueltan y te prometen tu libertad encuentras que has perdido la razón. Y como guinda al pastel, cuando comienzas a recuperar un poco la cordura y reencuentras a tus amigos, vas y la cascas. ¿Cómo puedes decir que tu vida no ha sido una mierda? ¡Ha sido una grandísima mierda!

-Pero salvé a muchos. Montones de personas pudieron seguir siendo felices porque yo maté a quienes les torturaban.