Partida Rol por web

Tarde

Fuera lo que fuera lo que estaba en marcha, ya había empezado... Y mucho antes de lo que había previsto Alice. Tendrían que haber actuado antes, pero se habían encargado de no darles tiempo. Por supuesto, tendría que haberlo previsto: Fuera quién fuera el que les hubiera reunido allí, probablemente había planeado todo para que empezara a hacer efecto antes de que pudieran planear nada. La salida cada vez estaba más lejos, y sus codos y rodillas parecían temblar ante la presencia de hilos fantasmales

Necesito estar lista

Probablemente lo habrían previsto también, pero en esos momentos era la única opción que se le ocurría. Se agachó, dando la espalda a los demás, y hurgó entre sus vestimentas para extraer dos pequeños frasquitos de cristal. Acto seguido desenfundó sus dos dagas y comenzó el lento y meticuloso proceso de untar el veneno en los filos, sin preocuparse demasiado de lo que pudieran pensar los demás

Extraña la actitud de Aaron y Xerine; casi pareciese que el joven no tuviese tantas dificultades para recordar a la mujer... aunque ciertamente Xerine no es fácil de olvidar. También podría deberse a que Xerine estuviese aprovechándose de alguna manera de su pérdida de memoria.

Pero en esos momentos, aquello no era lo que más le preocupaba.

- No sé; el cadáver cayó desde arriba. Quizás deberíamos echar un vistazo.

Faliar buscó algún soldado que hubiese caído dormido por el hechizo para coger "prestadas" sus armas; si alguno por casualidad llevase un hacha, mejor.

Relajó un poco el cuerpo al ver la reacción de Cath. se percotó que más gente , además de sus amigos habían escapado a las garras de Morfeo, ¿Quien era esa gente? ¿Como habían conseguido permanecer despiertos?. No le hacía mucha gracia la situación pero quizás fuesen de utilidad en todo aquel misterio. Obvió aquel detalle y al igual que su amiga antes, se acercó al cuerpo caído del cielo. Sin embargo en su camino miraba intrigada los cuerpos de los nobles que habían caído en aquel sueño inesperado. Sólo para asegurarse de que estaban bien tocó la cara de un hombre de avanzada edad, ataviado con un traje de alta  costura, de pantalones y chaqueta con una camisa blanca. Parecía estar caliente, y vivo. LLegó junto a su amiga acercándose al cadáver. Notando la magia alrededor. Sólo quería observar su cara. 

Las únicas palabras de Nahia fueron un susurro casi auto-reflexivo, aún en aquella posición:

-¿Qué te ha pasado?

El anillo no pareció importarle las palabras de Aaron, ni las de nadie más por allí. Todo el mundo parecía decir la verdad. De hecho, estaba por fín frío, después de toda la velada. Al menos, con todos los nobles callados, las mentiras dejaban de volar por el lugar.

Beatrice se agachó de pronto, realizando algún acto manual extraño, Faliar comenzó a buscar por el suelo, y lo único útil que encontro fueron numerosos floretes, que si bien estaban diseñados para ser ostentosos y bellos, bien podrían ser usados para el combate. Nahia no descubrió nada en el cuerpo, y mucho menos le contestó... pero un débil silbido rompió la tranquilidad del momento.

Pero ese sonido no provenía de un ser humano, tampoco de ningún animal. Era el característico sonido de un cuchillo cortando el aire. Beatrice tuvo poco tiempo para reaccionar, y sólo una de sus dagas pudo ser impregnada en la sustancia, y no con mucha efectividad. La daga lanzada se clavó en la hierba, aún vibrante.

La historia se repetía.

Cuerpos. Cuerpos inertes por el suelo a su alrededor. Y solo un puñado de figuras moviéndose entre ellos, la mayoría de ellos viejos compañeros de armas. Una imagen comenzó a superponerse en la mente de Quint. Una sala grande, oscura, también de una mansión, o tal vez un palacio. Y cuerpos. Y sangre.

Tywyll se alzaba entre los cadáveres mientras sus compañeros Duk'zarist y él rodeaban a los pocos desconocidos que quedaban vivos. De prono, sin darse cuenta, el frío de un arma comenzó a pesarle en la mano. Un arma que goteaba sangre por todas partes.

Los adversarios parecían rodear a uno de los suyos, escudándolo. Era el objetivo. Tenía que morir. Pero sus hombres eran suficientemente diestros como para causar muchas bajas en las mermadas fuerzas que dirigía el joven héroe oscuro. Los Sylvain eran mucho más resistentes que los débiles humanos o que los brutales Jayanes. Los odiaba.

Tywyll perdió los estribos. Ya habían muerto demasiados de sus guerreros esa noche porque fueron descubiertos antes de completar el asesinato. Había sido su culpa y él cargaría con las consecuencias. Rompiendo el círculo de contención, Tywyll caminó desafiante hacia el objetivo. Ignorando a todos los demás contrincantes, retrasó el brazo derecho para cargar el golpe y...

¿Qué estoy haciendo?

Faliar cogió el florete sin mucho entusiasmo; no solo no sabía como usar correctamente ese arma, sino que además su ligereza no le inspiraba demasiada confianza. Estaba acostumbrado al peso y equilibrio de su hacha, pero eso era mejor que nada. Si se daba un combate, tendría que recurrir a la magia. Afortunadamente, solo las tres jóvenes que habían permanecido despiertas desconocían sus habilidades. 

Apenas recogió el arma, una daga voló en dirección a Xerine. Faliar miró hacia arriba para tratar de ver algo, una sombra o atacante.

Quint contemplaba absorto los cuerpos inertes que había a su alrededor, haciendo caso omniso a las conversaciones de los que habían quedado en pié. Con un sutil giro de muñeca y sin que nadie se percatara de ello, deslizó hacia las manos las hojas que llevaba ocultas en los puños tal y como había visto hacer a su Maestra tantas veces.

Levantó la cabeza buscando movimientos en las alturas y luego recorrió a los presentes, ignorando todo cuanto ocurría. Ignoró también el cuchillo, y comenzó a caminar con paso ligero hacia Marianna y su padre. Sus ojos estaban opacos, como carentes de vida. 

Conrad, que estaba hablando con el anfitrión justo antes del repentino "aterrizaje" del cadáver, sintió, como todos, una leve somnolencia, pero, apoyado en su bastón, consiguió mantererse en pie y despierto. Según se despejaba del sopor, se percató de la situación: todo el mundo salvo unas pocas personas, incluido él, se había desplomado sobre el suelo del jardín. Y Niobe estaba entre ellos. Sin fijarse en el resto, que se hacían preguntas, confusos, se agachó para comprobar que seguía viva, y trató de despertarla en vano. Entonces alzó la vista. Entre los que habían conseguido mantenerse conscientes, estaba la hija del anfitrión (éste, por desgracia, no), la mujer del pelo verde (qué embarazoso, pensó), la violinista, una mujer embarazada, un hombretón que parecía estar muy pendiente de esta última, y que ahora se dedicaba a coger gratuitamente un florete de los guardias (Qué indecoroso, pero no puedo culparle por su inquietud), un joven rubio de inquietantes ojos rojos, una joven que parecía conocer a la embarazada, y que en aquel momento parecía examinar junto a ella el cadáver de la fuente; un joven misterioso, y junto a éste...ella, agachada, haciendo algo que Conrad no podía distinguir desde donde estaba. Y entonces una daga voló hacia ella, por fortuna errando su objetivo. Y entonces se percató de que el inquietante joven de ojos rojos caminaba hacia él, no...hacia Marianna.

Conrad, que estaba hablando con el anfitrión justo antes del repentino "aterrizaje" del cadáver, sintió, como todos, una leve somnolencia, pero, apoyado en su bastón, consiguió mantererse en pie y despierto. Según se despejaba del sopor, se percató de la situación: todo el mundo salvo unas pocas personas, incluido él, se había desplomado sobre el suelo del jardín. Y Niobe estaba entre ellos. Sin fijarse en el resto, que se hacían preguntas, confusos, se agachó para comprobar que seguía viva, y trató de despertarla en vano. Cuando vio que no lograba despertarla, pero que aparte del sueño, parecía estar bien, alzó la vista, evaluando a cada uno de quienes habían conseguido sobreponerse al sueño. Entonces a daga cruzó el aire, y pareció sobresaltarse, pero relajó el gesto al ver que se clavaba en el suelo. Y entonces se fijó en el Inquietante joven de ojos rojos, que en aquel momento caminaba decidido hacia Marianna.

Aaron miró a Beatrice con los ojos muy abiertos y, después de dudarlo un instante, trató de alejarse de allí para acercarse a Marianna.

-¿Cómo está?-Le preguntó, examinando al noble, intentando saber que le había pasado.

-Sigues siendo rápida.

La chica del pelo verde que hace unos segundos se acercaba inocentemente hacia Beatrice se encontraba encorvada, como si de entre su vestido hubiera desenfundado una pequeña daga y la hubiera mandado a volar en dirección a su objetivo.

Era una mujer de belleza colosal, se diría que superaba al objetivo de su arma y que rivalizaba con Cath en ser la más bella del lugar. Sólo había una persona que quizá fuera tan agraciada como ella, y ahora tenía una cara de susto que afeaba un poco sus gestos, la violinista.

Una sonrisa de sorna y desafío brotaba de los labios de Chandra. Un largo vestido negro, con dibujos blancos en los senos de la mujer cubría todo su torso, no dejando escote y llegando con un cuello alto hasta el nacimiento de su rostro. Pequeños brillos dorados aparecían en el pecho formando lo que podría parecer dos bolsillos, pero que en realidad eran dibujos de la ropa.

Dejando los hombros libres, las mangas bajaban hasta la muñeca, también en el color de la noche, sujeto al brazo con un cinturón a la altura de los senos de la joven. Un cinturón compuesto de tres tirad de cuero separaba visualmente el torso de la mujer de sus bellas piernas, y aquí es donde el vestido tomaba su peculiaridad, aquí es donde se hacía único. Dejando totalmente a la vista las piernas, cuatro tiras negras con interior carmín bajaban hasta el suelo, sin ninguna sujección, como si fueran mechones de un pelo suelto. 

Y eran precísamente estas partes del vestido las que empezaron a levitar, cual serpientes amaestradas a su alrededor. Estaban rodeadas de un fino color verduzco, al igual que su cabello. 

-Creo que no hacen falta presentaciones, Ghost. 

Beatrice se incorporó lentamente tras el susto inicial, y se encaró hacia la tal Chandra con expresión de piedra. Se había despistado, y por poco no lo contaba. No podía permitir otro error como aquel

Esa a la que nombras murió De nada servía ocultar que se habían referido a ella, teniendo en cuenta que la mujer la estaba mirando fijamente La mataron en un callejón de Chaville. ¿No te lo habían dicho?

Las dos dagas volaron entre sus dedos hasta colocarse en posición de combate. Sus ojos se entrecerraron, intentando concentrarse en la asesina

Ven aquí, zorra

¡Idiota, idiota, idiota!

Se había girado y le había dado la espalda. Sabía que podía haber agentes de Selene allí, pero aún así se había confiado. Que la hubieran encontrado tan pronto era preocupante, pero más preocupante era su falta de previsión. Y lo peor de todo era que esas "hermanas" no siempre trabajaban solas: La chica del violín, la del pelo morado... ¿Sería otra asesina? Puede que estuvieran esperando a que se despistara...

Porque no podía ser tan fácil. Chandra había desperdiciado el factor sorpresa de forma muy gratuita. Si los otros la ayudaban en la pelea, la ventaja numérica era para ella. Pero eso no podía haber quedado al azar: O tenía algún cómplice, o era tan poderosa que podía hacerles frente en solitario. Las dos opciones la preocupaban por igual

Conrad estaba confuso. De repente, la mujer con la que había bailado antes, se identificó como la que había lanzado la daga. Habló directamente a Xerine, como si la conociese de hace mucho tiempo, y la llamó por un nombre que él no conocía. Ghost... Realmente había tenido muchos nombres al parecer, aunque él hubiera intentado dale uno. Pero como el mismo Conrad le había dicho a aquella niña tiempo atrás, el nombre no importaba, sino que había algo mucho más profundo que definía a una persona. Sus decisiones. Pero...¿qué decía enonces eso de Pierre? de nuevo volvió a él aquel sentimiento. No, no merecía ser ni actuar, ni siquiera fingir ser el padre que aquella preciosa muchacha. Pero se estaba llendo por las ramas. Ahora mismo no debía perder la concentración. La chica de pelo verde sonaba amenazadora, y los elegantes pétalos colgantes que componían la parte inferior de su vestido cobraban vida propia. Era muy extraño, pero en el fondo Conrad sabía que aquello sí que era posible, al igual que sabía que las intenciones de la peliverde para con Xerine no eran en absoluto amigables. Alzó una ceja al comprobar que "Ghost" tampoco era ninguna niña inocente, tanto por las dagas que desenvainó con destreza y agilidad, sin que se pudiese saber de dónde habían salido, como por la contuncdencia de su carácter que demostró al responder.

Frunció el ceño, y asió con fuerza el mango de su bastón, con la mano derecha. Estaba listo para desenvainar el estoque que ocultaba en su interior a la más mínima señal de peligro. Tal vez no mereciese ser el padre de ella, tal vez no pudiese ya jamás compensarla por todos los errores cometidos, pero desde luego no iba a permitir que nadie le hiciese daño. Debía salvarla, aunque aquello no cambiase nada.

Quint avanzaba sin detenerse, cada vez con paso más rápido hacia el cuerpo inconsciente de Frederic. Parecía no importarle lo más mínimo el combate que iba a empezar a su lado, o incluso, para quien no lo conociera, se podría pensar que el chico no lo había visto aún.

Cuando ya estaba a un solo metro de él, se abalanzó de un salto sobre el cuerpo aterrizando con el brazo por delante, justo junto a su cuello, rozándolo. Se detuvo en esa posición un instante antes de levantar la cabeza y mirar a su alrededor.

-Tenemos que llevarle a un lugar seguro, señorita Marianna. Ayúdeme a cargar a su padre.

Conrad se puso en pie, alertado por la situación entre Beatrice y la peliverde. Pareció sorprenderse cuando las ropas de ésta última cobraron vida, pero enseguida adoptó un semblante de determinación. Agarraba su bastón con fuerza, con la mano derecha justo bajo la gema esmeralda del extremo superior del objeto, y la mano izquierda más abajo, hacia la mitad de la vara. Con un movimiento, tiró del bastón, y el segmento cercano a la gema se separó del resto, mientras con un sonido de metal deslizándose se revelaba un filo de estoque, que había permanecido todo el rato oculto en la longitud del bastón. dejó caer al suelo, junto a Niobe, la vaina hueca, e hizo un par de florituras en el aire antes de apuntar con el afilado extremo del estoque a la chica del pelo verde. Mientras lo hacía, parecía oscurecerse, como si justo donde estaba algo eclipsara la luz envolviendo la imagen de Conrad en la penumbra. En contraste, sus ojos, normalmente verdes, tomaron un brillo especial, reluciendo como dos esmeraldas que filtrasen la luz de una llama.

- No tan deprisa, guapa -se dirigió a la amenazante mujer, buscando llamar su atención.

Pierre se había percatado de que aquello no era normal desde la extraña visión previa a que todos los invitados se durmieran. Pero había pensado que quizás fuese, para variar, otra clase de alucinación o sueño, de aquel lugar. No obstante, cuando el vestido de la peliverde cobró vida, decidió que realmente se enfrentaba a lo sobrenatural. Y si no quería estar en desventaja, debía jugar en el mismo terreno. De modo que recurrió a aquel truco que un encapuchado le enseñó en sueños. Lo había perfeccionado una vez despuerto con algunos colegas del club universitario, que compartían la fascinación por las artes prohibidas, de modo que conocía su eficacia, y sabía bien cómo efectuarlo. Sí, se acercaba el momento. Con una frase casual y casi absurda, trató de llamar la atención de la atacante, en un intento de acaparar su atención permitiendo a Xerine pillarla por sorpresa o al menos darle una ventaja.