Partida Rol por web

Por la reacción de Cath, se dio cuenta de que se estaba precipitando. ¿Y si era algún animal asustado, o alguien que estuviese por allí y decidió esconderse cuando llegaron los extraños? Podría haberlo matado.

El miedo lo había vuelto paranoico, y en ese estado, Faliar podía ser muy peligroso. Pero ya que estaba cargando energía, se dio cuenta de que tenía una manera de solucionarlo.

El traje de Faliar comenzó a brillar, y en unos segundos Faliar se convirtió en una figura luminosa de color plata. La luz llenó los corazones de los presentes de calma y tranquilidad, ahogando por unos instantes el miedo y la paranoia.

El conjuro del guerrero consiguió que los corazones de los presentes expulsasen todo el temor que llevaban dentro. Ya no había miedo, ya no había duda.

Ya no había...¿peligro?

La caída en el barro no la había molestado. Se había llenado las ropas de suciedad, sí, pero a esas alturas ya tenía claro como caer para no hacerse daño. Que la brusca sacudida que había dado el carro la hubiera pillado levantándose para ver lo que ocurría, y justo en uno de los bordes, era mala suerte. Que se hubiera olido algo por el estilo, por otro lado, era falta de previsión. Algo en lo que, por lo visto, pecaba demasiado últimamente

Su reacción ante los cadáveres fue significativamente más sobria y natural que la de sus compañeros. Quizás le ponían tan nerviosa como a ellos, pero sería imposible decirlo por su expresión. Se había limitado a observar la escena en silencio, como si aquello fuera el pan de cada día. Luego había echado un vistazo a los daños del carro, mientras el resto hablaba de lo horrible que era todo y lo malos que eran los señores de esas tierras por utilizar a niños pequeños como retorcido aviso para los viajeros. El mundo estaba lleno de monstruos, era algo que, a esas alturas, ya todos sabían. Y los peores, muchas veces, eran de carne y hueso, y tan humanos como la propia Alice

Bueno, dependiendo siempre de que definición le dieras a dicha palabra

Ella también vio el movimiento en uno de los arbustos, pero, al contrario que los otros, no comentó nada al respecto. Su reacción, más bien, fue algo intermedio entre el paranoico desafío de Faliar y la imprudente indiferencia de Quint. Señaló al carro y miró a los demás

Los que no tengan demasiado estómago, id pensando en como podemos ocultar esto Miró a Quint Vamos a echar un vistazo

Su tono era gélido y directo. No parecía demasiado dispuesta a ponerse a especular por especular, por lo que comenzó a andar hacia su objetivo sin esperar contestación por parte de los otros, aunque con cierta cautela innata. No pudo evitar fijarse en los cuervos que picoteaban sobre los postes. Viejos conocidos, los cuervos

Un mal presagio

El hechizo había calmado lo suficiente a Faliar como para eliminar toda la incomodidad y la nausea que sentía por aquella carnicería, pero aún así no se movió del lado de Catherine. No tenía armas, así que en aquella situación su sitio era la retaguardia, preparado por si hubiese que lanzar algún hechizo. Miró fijamente al arbusto que había visto moverse, mientras Quint y Xerine se acercaban. Tenía que estar atento, por si necesitaban ayuda.

Alice se acercó lentamente, acompañada por el rubio hacia el arbusto. Los pasos eran cada vez más pequeños y la respiración de ambos parecía haber desaparecido. Si alguien les acechaba, tenían que ser más sigilosos que él. Alice no tenía problema en eso, sus cualidades eran suficientes... y Quint... bueno, el sonido de su respiración era el que mejor se ocultaba.

Sólo un paso más, lo que fuera que se hubiera ocultado en ese arbusto tendría que dar la cara. Quint alargó una de sus dagas...

Y un estruendo de cuervos graznando llenó todo. Las hojas del matorral se agitaron y de su interior surgieron multitud de cuervos negros como el ópalo con los ojos brillantes, volando en todas direcciones. Su sonido era enloquecedor y el extraño eco que creaban llegaba a penetrar en los oídos. 

Y no sólo eso surgió del interior del arbusto, un pequeño gato blanco salió caminando de él, mirando a los ojos a Alice. Unos ojos profundos, casi mágicos. Dio un par de maullidos y comenzó a caminar hacia el bosque. Como si nada hubiera pasado.

Inquietante.

Alice dio un ligero respingo cuando los cuervos alzaron el vuelo en todas las direcciones posibles. Tras unos instantes se dio cuenta de que había dado un paso atrás, y que una de sus manos ya estaba colocada para extraer una de sus dagas. Parecía que no estaba tan tranquila como quería aparentar

Volviendo a erguirse, en silencio, giró su rostro hacia el gato, observándole con expresión indescifrable

Aaron suspiró aliviado y se permitió relajarse.

Se acercó hasta Quint y Alice y rebuscó algo en su mochila, un pequeño trozo de carne. Agachándose, se lo ofreció al gato y esperó en silencio hasta ver si éste se acercaba. Pese a todo, no había bajado la guardia ni un instante.

Había cazado muchos gatos en Chaville

Era una de las pruebas que le había puesto Guêpe. Cazar gatos agudizaba los sentidos y la astucia, pues no era sencillo pillar a esos condenados por sorpresa. Sin embargo, uno acaba por descubrir que no es tan complicado como podría parecer en un primer momento. Sólo tenía que saber cuando moverse, cuando atacar. Tener control sobre su cuerpo

Sin embargo, ese gato no era normal. Una simple corazonada...

Antes de que Aaron se acercara a ellos, Alice se permitió el lujo de murmurar unas pocas palabras

Solo hay dos tipos de personas que hablen solas: Los locos y los hechiceros. ¿Qué eres tú?

Impasible, el felino continuó su camino, caminando lentamente bajo la lluvia. La densa cortina de agua pronto ocultó sus pasos y lo último que alcanzaron a ver fue una furtiva mirada antes de que se perdiera en la nada.

Alice salió corriendo detrás del gato

Dio un respingo y se apartó de Alice como si quemara.

¿Pero qué...?

Faliar se sobresaltó cuando vio a los cuervos alzar el vuelo, y agarró la mano de Catherine con fuerza. La lluvia camufló y arrastro la gota de sudor frío que le había brotado en la frente. El escalofrío le recorrió la columna vertebral, pero se fue tan pronto como los cuervos se perdieron de vista. 

Luego miró con curiosidad al felino, y se rió un poco, no muy alto pero si lo suficientemente evidente como para que los demás lo notaran.

Había estado a punto de freir a un gato.

Y de repente, Xerine salió corriendo detrás del animal. Aquello no era normal. ¿Quizás la asesina había visto algo en aquel felino? No se movió de su sitio, pero no perdió a Xerine de vista.

-Oh, difícil respuesta. Mitad loco, mitad hechicero, y ninguna de las dos. Ahí te dejo el pastel.

¿Gato?

Allí, no había ningún gato.

Alice se perdió entre los matorrales. Unos segundos más tarde, volvió a aparecer. Tenía el ceño fruncido. Murmurando algo por lo bajo, se dirigió a los postes como si no hubiera ocurrido nada, dispuesta a examinarlos de cerca

Faliar se encogió de hombros y le restó importancia a lo que acababa de suceder. En la situación en la que estaban, era normal volverse un poco paranoico, y Xerine, pese a toda la calma y frialdad que había demostrado, no parecía ser una excepción. 

Al menos ahora el dantesco espectáculo que tenían delante no les provocaba tanta congoja, pero seguía resultando inquietante para el guerrero. Para distraerse mientras Xerine inspeccionaba los postes, ayudó a su mujer a sentarse y limpiarse un poco, y comenzó a reunir las provisiones que les quedaban para iniciar la marcha a pie. Un viaje a pie con una mujer embarazada, lloviendo y con el terreno embarrado, rodeados de postes con cadáveres empalados. Definitivamente, no era su idea de "viaje en familia"

Quint siguió con la mirada a Xerine y el gato que había aparecido entre los matorrales. Desde luego, era extraño que un gato blanco se encontrara en un lugar tan oscuro como ese. El color de su pellejo debería haberle conducido a la muerte hace tiempo, atrayendo a depredadores mucho más grandes que él.

Pero estaban en Moth. Tal vez el gato fuera el depredador, oculto bajo una inofensiva forma. Qué agradable era volver a casa.

El rubio bajó las armas y se acercó poco a poco hacia la primera de las estacas. Al llegar hasta ella, golpeó la pierna del esqueleto con el pomo de su daga antes de encaramarse al palo y subir por él.

Quint no contestó a Xerine. La muy zorra le había oído, y eso le fastidiaba. Mucho. Más incluso que que le llamara loco o hechicero.

-Ahora me arrepiento de no haberte hecho caso ya haberla apuñalado antes de salir.

Quint se encaramó en un poste y comenzó a treparlo, henchido de valor gracias al hechizo de su compañero mago. Sin duda, el cuerpo no era más que el de un niño, que tenía la cadera dislocada y perforada por el palo de madera que le atravesaba. Por el color de los huesos, se podía ver que llevaban mucho tiempo allí, años sin duda.

Era un espectáculo horripilante.

Entre las hileras de esqueletos el camino continuaba, flanqueado por esa "curiosa" muralla.