Partida Rol por web

Los polvorientos caminos son testigos de muchas historias: algunas con final feliz, otras acabadas en desgracia... Si buscáis la gloria, por el momento tendréis que esperar, y es que la jerarquía en vuestra orden de mercenarios es rígida y estricta: la meritocracia más salvaje impera. De todos modos, la labor de los mercenarios es oscura... Y usualmente muy poco agradecida. Todos vosotros tenéis que cargar con ello, pero es el destino que habéis elegido: si queríais gloria, haberos unido al ejército regular. Pero bueno, situémonos: diez días han pasado desde la última vez que viéseis las murallas de la ciudad de Barclana, y es que vuestra última misión, escoltar mercaderes desde Tarcos a Dertuxa: tres días de camino de ida y una semana entera de vuelta hasta llegar a Barclana, donde tenéis que reportar un éxito más que obvio: no muchas bandas de forajidos osarían asaltar un convoy protegido por dos hombres bien armados y tres usuarios de magia; sobre todo de estos últimos: la superchería es fuerte entre los bandidos y, aunque algunas bandas puedan contar con lanzadores de conjuros, estas son las menos. En resumen: ha sido un viaje tranquilo y sin sobresaltos. Es mediodía y según los cálculos de Cieve, la exploradora del grupo, os encontráis a media jornada de Barclana, lo que quiere decir que más o menos a media tarde estaréis en las puertas de la ciudad; aunque realmente no tenéis demasiada prisa: la caminata está siendo tranquila y realmente no os darán un toque de atención demasiado severo si llegáis a Barclana al final del día; es más importante que lleguéis sanos. El calor de finales de primavera está acompañado de una suave brisa, procedente de las montañas, que os refresca levemente. Leo custodia el pago de los mercaderes que habéis escoltado, para presentarlo ante las autoridades superiores y repartir la parte que os quede a partes iguales. 2000 reales de oro, de las cuales os corresponden 750 a repartir equitativamente entre los cinco: con ese dinero podéis vivir varias semanas a cuerpo de rey, varios meses si lleváis una vida más frugal. Ahora mismo vuestro activo más valioso es el joven paladín, así que tendréis que protegerlo para que el dinero llegue sano y salvo... O intentar robarle la bolsa y huir con el botín, afrontando las consecuencias de la traición a la Orden.

-Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte, ¡desdicha fuerte!

¿Que hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?

Elyon había iniciado una nueva canción mientras avanzaba la Compañía por el camino, de retorno a Barclana. Mientras dejaba que su voz armoniosa desgranara la letra y notas de la canción cínica que había elegido, el joven semi-elfo disfrutaba de las vistas: la luz del Sol filtrándose entre las hojas verdes de los árboles, la brisa refrescante y amable contra su piel curtida por vivir al aire libre, y el calorcito de la primavera que le calentaba los huesos agradablemente. Su laúd, una pipa china, colgaba de su espalda, esta vez silencioso.

El joven respiró hondo, satisfecho con la calma del trabajo terminado y pensando en qué podría hacer con su parte. Eso y que tenía que pensar en un nuevo argumento que esgrimir ante su hermanastra, Ethaara, para que donara generosamente parte de sus riquezas a la próxima buena causa que fuera a elegir. Aunque aún no supiera cual iba a ser... Le gustaba decidirlo en el calor del momento, sin planes ni ideas preconcebidas. Si no tenías un plan, no podían verte venir y si no te veían venir, bueno, los mamarrachos de los ricos no podían atraparte y colgarte, como hicieron con su madre. Eso era medio plan, a su entender.

-Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Había contado ya diez salidas de sol, aunque cada día le era más fácil hacerse a la idea de que no tendría fulanas, cerveza ni comida fácil hasta el final de la jornada, según el pronóstico de la exploradora. Esta era la parte más desagradable de todas: el saber que se estaba a poco tiempo de la diversión, pero a la vez que había que tener cuidado de no pisar la mierda de caballo. Randall se rascó perezosamente el trasero mientras caminaba dando fuertes pisotones, a unos cuantos pasos del semi elfo. No es que el muchacho le cayese mal, o no peor que la mayoría, pero no soportaba demasiado bien la música a aquella hora de la mañana (aunque para Randall, todo lo que venía antes del almuerzo era “la mañana). Mejor dicho, toleraba la música de taberna solo como un ingrediente que no podía faltar, o quizá también para levantar los ánimos junto al fuego. Le gustaban aquellas baladas que relataban las aventuras de los héroes de su raza: Bogrod el Matagigantes, o Reilgroth Hachalarga. Esos eran auténticos enanos, y no la escoria que habitaba la puta vieja Tardis (y gran parte de la nueva). La misión había sido un completo éxito, por no llamarla completamente aburrida. Pero oye, la paga otorgaba el poder alojarse en la posada El Pony de Oro durante unas cuantas semanas; alimentarse con pan, carne y vino del bueno y también poder llevarse a las prostitutas más bellas. Esa era la rutina de su vida, y no le disgustaba. Cuando le faltase dinero, volvería a alistarse en cualquier otra misión. Como se aburría, apretó el paso para ponerse al lado de Cieve, que estaba justo por delante de los arbustos espinosos. - ¿Estás segura de que llegaremos esta misma noche? – preguntó a la exploradora por enésima vez, aunque solo para picarla. Cieve era de los miembros del grupo con quienes más conversaba, es decir, unas cuantas palabras más que los saludos de rigor. Todo se remontaba a aquella vez en que ella le convidó con algo de tabaco y él, a cambio (porque no le gustaba deberle nada a nadie), la había acompañado a cazar unos conejos silvestres para la cena de esa noche.

El camino era estrecho; dos desniveles de tierra se alzaban en ambos costados, dejando al descubierto raìces y esqueletos de ratas y animales largo tiempo atrás descompuestos en la tierra.

Como era de esperar de un camino de tierra en el medio del bosque, las hojas cubrían el mismo con sutileza; la tierra estaba floja a los costados del mismo, donde las lluvias limpiaban las raíces y barrían la tierra camino abajo. Hacia ya mas de tres horas que el aroma a tierra fértil había cambiado y se había opacado con un polvo más espeso; las hojas del camino estaban más prolijamente acomodadas a los costados del mismo y la tierra más asentada, por el innumerable paso de carretas y viajantes.

- Si todo sale bien, llegaremos antes. - Respondió con tranquilidad, fijándose en los laterales del camino. Observó a Elyon, y alzó una ceja, incómoda. - El camino está demasiado silencioso. Si hay saqueadores en este pequeño tramo, podrían oírnos. Y si perdemos la mercancía por su culpa, seré la primera en cortarle las bolas. - Comentó por lo bajo a Randall.

No le tenía miedo a la lucha, pero lo ideal era llegar a destino sin complicaciones. Una lucha se convertiría en un problema, y retrasaría su disponibilidad.

El trayecto está siendo tranquilo justo porque habéis escogido un camino tranquilo para volver. Aunque es evidente que por aquí pasa gente, pues está bien marcado, tanto tu grupo como tú sabéis que es un camino secundario demasiado angosto para que los mercaderes, con sus grandes carros cargados de cosas, puedan pasar cómodamente, por lo tanto a los bandoleros tampoco les compensa apostarse aquí para robar a la poca gente que pase. Quizá te haya distraído que no haya animales, pero éstos no son tontos y han aprendido que es mejor no plantarse delante de seres humanos, por lo tanto la sensación de quietud es evidente, pero los pájaros no han dejado de cantar y si te paras a escuchar en la espesura sí puedes notar actividad. Vamos, se podría decir que te has preocupado sin base alguna.

Otra misión cumplida con éxito. Y ya solo faltaba media jornada para poder echar mano de mi parte de la recompensa. ¿Qué haría con ella? Mi mirada siguió a un ave que sobrevolaba por encima de nuestras cabezas, posándose brevemente en las distintas copas de los árboles. ¿Una señal? Por supuesto. Tocaba un buen festín; carne y bebida para tumbar a un regimiento. Lo habitual. Sonreí ante la idea, mirando a Elyon de reojo. Esta vez tampoco se saldría con la suya.

Busqué a Leo con la mirada, colocándome junto a él tan pronto como apareció en mi radar. Entrelacé ambas manos tras mi espalda.
- Creo que puedo adivinar lo que harás con parte de tu recompensa. -Ladeé la cabeza, buscando que su mirada se encontrase con la mía.

Ya casi llegamos a casa, después de un trabajo bien hecho sin sorpresas ni lamentaciones. Aún con el cansancio y las ganas de llegar para descansar y hacer el reparto del botín, el ambiente del equipo en general es bueno. Hasta la molesta música de Elyon no me parece inapropiada, por lo que no le digo nada en absoluto. ¡Es más! Hasta me parece entretenida, tiene buen ritmo: ♫ sueña el rey~~ ♫

Dejando de lado la pegadiza canción, Ethaara se acerca a hablarme y lo que me dice me hace tanta gracia que suelto una sonora carcajada.

— ¿En serio? ¿Es que ahora puedes leer las mentes? —pregunto con una leve sonrisa. Vale, voy a picar: — Está bien, ¿en qué me lo gastaré? Si fallas, deberás renunciar al 10% de tu parte para caridad, ¿qué te parece?

Elyon y Ethaara. Ambos estaban perdidos en el camino del pecado, pero gracias a mi guía puede que más pronto que tarde se conviertan en grandes héroes, así que a veces intento que obren bien. Y es por eso que a veces les permito más, aunque también soy más estricto con ellos sobre asuntos como cometer pecados. ¡Toda falta tiene su justo castigo!

El Rojo se encogió de hombros, aunque miraba atentamente al confiado bardo. – Bueno, no me disgustaría que apareciese un saqueador que hiciera menos aburrido este viaje. – se permitió alardear el enano, aunque no mentía al expresar su deseo. Hacía muchas misiones que no había necesitado esgrimir su hacha para algo que no fuese cortar leña. Randall observó cómo Leo conversaba con Ethaara. El paladín era algo santurrón para su gusto, pero sabía que era implacable y un líder bastante justo. Era más de lo que podía decir de muchos otros idiotas que había conocido. El enano escupió a un costado del camino, pensando ya en qué iba a cenar de bueno esa misma noche. - ¿Es que no pararemos para almorzar? – preguntó en voz lo suficientemente alta como para que lo escuchase Leo. El pensar en lo que engulliría a la noche le había dado hambre. Si no, tendría que contentarse con alguna baya de mierda que creciera a la vera del camino, y que Cieve diese por no venenosa. Estaba harto de las provisiones de viaje.

Si Cieve había aprendido algo a través de los largos años en las montañas cagándose de hambre, sed, frío y miedo, era que un estómago vacío no era tan importante. Las raciones de comida podían volverse eternas si las administraban bien; pero para administrarlas bien tenían que tener voluntad, y la mayoría de los presentes estaban bien acostumbrados a llenarse la barriga de pan y carne en las tabernas. Incluso a Cieve, luego de comenzar su carrera como mercenaria, se le había vuelto difícil conformarse con las raciones mínimas e indispensables.

Aun es mediodía; si nos detenemos ahora, probablemente tengamos que detenernos nuevamente por la tarde. - Observó al capitán, y habló lentamente, pero también lo suficientemente fuerte para ser escuchada por todos - Por otro lado, el camino está tranquilo, y no veo problema alguno con tomarnos nuestro tiempo y comer cómodamente.

Escucho la conversación de Randall y Cieve (por supuesto, ya han alzado ambos la voz para que fuese así) sobre parar a comer y, aunque personalmente yo no tengo nada de hambre todavía y me gustaría llegar cuanto antes, no me parece buena idea ignorarlos y forzar a que sigan caminando con el estómago vacío. Las mayores rebeliones han venido por tener hambre. Además, no sería un buen Líder si no escucho las opiniones de mis chicos.

— Está bien, nos vamos a detener para comer algo rápido y continuar, queremos llegar antes del anochecer. Cieve, —miro a nuestra exploradora, que es la que mejor lo sabrá. — quiero que vigiles el tiempo que podemos parar a comer. Tú sabes cuánto nos falta de camino, así que tenlo en mente. Los demás.. a comer.

Sonrío con benevolencia y decido que, en lugar de comer, haré guardia por si los bandidos. Así que en el lugar indicado para comer, dejo el escudo pesado clavándolo en el suelo y también desenfundo mi espada, apoyándome en la empuñadura mientras me concentro en mantenerme vigilante.

Elyon estaba acostumbrado a oír los reniegos, e insultos a su arte, proferidos por la otra semi-elfo del grupo. A veces creía que esa debía ser la parte humana de Cieve, la del oído atrofiado (y el alma, porque no), porque si no, no se explicaba esa mala leche que siempre arrastraba. Así que siguió canturreando cancioncillas igual de pegadizas y con letras sutilmente sarcásticas. Observó cómo su hermanastra se arrimaba al jefe de la Compañía y trataba de "seducirle" a su modo. Puso los ojos en blanco, con resignación. Ya debería saber a estas alturas que no tiene nada que hacer con el santurrón. Y entonces la semi-elfo amargada y el enano se quejaron de hambre y Leo finalmente cedió. La compañía se acaba deteniendo para descansar por un rato. El joven bardo aprovechó para acercarse a Ethaara.

-No vas a poder con él, hermanita- le sonríe pícaramente y acerca sus labios a su oído -Aunque conmigo es otra cosa...- le ronronea muy bajito, oliéndole el pelo de color rojizo. Tras eso, se aparta, sonriendo gatunamente y se va a buscar un sitio a la sombra donde comer tranquilo, mientras observa como Leo se queda de pie, en guardia.

-¿Cómo piensa comer de esa guisa? ¿O es que los santurrones no comen?- murmura, dubitativamente, para mí mismo. Saca una de mis raciones, coge sólo la mitad de ella y la otra mitad la guarda cuidadosamente en su mochila. Empieza a comérsela con calma y disfrutándola, mientras continua observando a Leo haciendo de bandera vigía.

Randall realmente pretendía montar un almuerzo en toda regla, pero sabía que tendría que conformarse con las provisiones de viaje, que era mejor que nada. Como imagina que Cieve se marchará a cumplir las órdenes dadas por el líder, el enano se sienta a poca distancia del bardo. Por lo menos, ya no canta aquella ridícula canción. - Yo que tú me lo comería todo. La exploradora asegura que para esta noche, deberíamos estar de nuevo en Barclana. - opina muy contento, siguiendo los movimientos del semielfo. Al menos, a Randall no le entraba en la cabeza que el otro se guardase aquella porquería para comer teniendo en cuenta que pronto llegarían a la ciudad. 

Negué lentamente con la cabeza ante la respuesta de Leo, sonriente. Unos segundos más tarde cuando Elyon se acercó, mi sonrisa se amplió notablemente adquiriendo además cierto toque irónico.

- Eso es lo divertido. El reto. -Clavé mi mirada en él, esperando que se diese por aludido. Luego le seguí mientras sacaba de mi mochila una ración, de la cual tomé parte, guardando el resto.- Quizás esos músculos actúen como jorobas. -Comenté, siguiendo la mirada de Elyon.

Suspiró resignado ante la respuesta de su hermanastra. No es que fuera a ceder tan fácilmente y sí, era consciente, de que él no era ningún reto, era demasiado fácil para ella, siempre lo sería. Pero no es como si eso fuera a impedir que siguiera intentándolo... vamos, ¡en absoluto!

-O quizás esconden bolsas llenas de monedas de oro- se encogió de hombros, con indiferencia.

Tras eso, Elyon desvió su mirada de Leo y de Ethaara para responder a Randall, que acababa de instalarse a escasa distancia suya. Se había acostumbrado a su cercanía, tras compartir desde hacía un tiempo para acá, la tienda de campaña.

-Nunca se sabe, mi barbudo amigo, nunca se sabe. Y si sobra, bueno, algún crío de la calle agradecerá poder echarse algo al estómago esta noche- se encogió de hombros -Hay muchas panzas que llenar y muchos bolsillos de parásitos que vaciar...- sonrió, maliciosa y encantadoramente, el semi-elfo al enano.

La distendida charla entre el enano y los dos hermanos élficos, unida al conocimiento de que estos caminos normalmente no suelen representar peligro alguno, hace recordar la parada para comer, pese a lo frugal, en una comida de campo entre amigos, pese a las caras largas de Leo y, sobre todo, de Cieve, que actuarían como los "antisociales" del grupo si se viese desde fuera. Una estampa de lo más pintoresca, teniendo en cuenta el grupo ya de por sí pintoresco que soy.

Sin previo aviso, la linde del bosque en la dirección en la que venís se agita visiblemente a aproximadamente un kilómetro de vosotros. Una columna de pájaros sale volando a lugar seguro y se escuchan los sonidos de algunos animales, pero todo se calma en seguida. ¿Qué pasará?

Como era de esperar, Cieve se adelantó un poco del grupo acotando a las ordenes del capitán. Había designado antes veinte o treinta minutos de descanso; los suficientes para que la comida no se quedara atorada en la boca del estómago y para que el grupo no acabara demorándose más de lo debido.

Sacó de su mochila una pequeña ración, que previamente había dividido en dos, y comenzó a comer. A la Exploradora no le gustaba demasiado comer en el medio del camino; era tiempo perdido que podía aprovechar y luego cenar dignamente en un sitió cómodo y seguro.

Estaba aún mordiendo cuando algo a lo lejos comenzó a agitarse, provocando que tragara apresuradamente para poder poner todos los sentidos en el lugar - Shhhh - silenció al grupo, para poder prestar atención.

Resultado de la tirada de percepción: Como el barullo está en linea recta y sin obstáculos, no es algo especialmente difícil de captar: viene alguien, y a paso ligero, sin sigilo pero también sin ir cargados. Esto te pone en alerta, pero ¡ojo! quien quiera que venga no parece estar organizado; es como si huyeran de algo. O eso parece. Sin embargo, sin ver a quien se acerca no puedes determinar si son o no peligrosos.

Resultado de la tirada de Saber: Tratas de asociar lo que acaba de ocurrir con algo que te suene, alguna historia que te hayan contado o hayas escuchado de pasada, pero ni aun siendo nativa del Reino Argento eres capaz de asociarlo a nada. Es extremadamente raro que pase gente por aquí, lo que te deja con más preguntas que respuestas.

- Se acerca alguien - Soltó la comida, y se acomodó detrás del árbol en el cual estaba recargada, con una flecha en mano y el arco aún sin tensar, pero lista para enfrentarse a quien viniera de ser necesario. - Parece estar huyendo de algo; ¿Qué quieres hacer, Leo? -

Elyon come de forma distendida su media ración, mientras continua charlando con el enano y con su hermanastra, hasta que oye el sonido perturbador de una bandada de pájaros que rompen la calma relativa del bosque.

-Donde hay graznidos hay tullidos...- murmuró éste, cínicamente. Guardó el resto de la ración que no había podido acabarse y se recolocó todo, presto a la nueva acción. No era un guerrero como los demás, pero tampoco iba a quedarse quietecito, precisamente.

-Dejad la comida...- les dijo a Randall y a Ethaara -Algo está pasando...

Resultado tirada de avistar: Parece que el oído de Cieve no es lo único atrofiado aquí, y es que no logras ver gran cosa en lontananza pese a tener una vista mejor que la del humano medio. La cosa es que te tienes que quedar con lo que dice Cieve.

Resultado tirada de Saber: Pese a que sí, este es un camino que normalmente es absolutamente tranquilo y que, siempre que habéis pasado por aquí no habéis tenido ningún problema, has escuchado historias de unos salteadores de caminos... Vamos a decir bastante peculiares. Si bien los bandidos normalmente son conocidos por su brutalidad, los que, se rumorea, pululan por estos pagos... Vamos a decir que son pacíficos y si pueden dejar que la gente se vaya viva, así lo harán, como si no temiesen ser perseguidos por las implacables autoridades del Reino Argente. Lo que te extraña es que os hayan dejado pasar a vosotros, pues sólo con la armadura del paladín y vuestras armas podrían sacar un buen pellizco.

Como hombre de mundo que eres, hay cosas que te intrigan mucho, pero tendrás que esperar a que la gente que viene hacia vosotros llegue. Pueden ser peligrosos o pueden no serlo pero atraer el peligro hacia vuestro grupo.