Partida Rol por web

Tras aquella extraña llamada y la marcha de Luca, Cat se encontraba completamente sola. La habitación todavía estaba iluminada pero el viento que corría en el exterior seguía abalanzándose contra el cristal, golpeando con poca fuerza y haciendo resonar en los bordes.

Siguiendo las directrices de su “hermano”, la joven se dirigió al baño y encendió la luz, comprobando que el aseo era pequeño pero con todo lo necesario. Estaba limpio, algo a agradecer, y se componía por un lavabo, un fregadero con un cristal donde podían verse las marcas de dedos en la parte inferior, como si se hubieran dejado esa pequeña mancha, y una ducha con agua caliente.

Una vez abriste el grifo y dejaste que el agua caldeara el ambiente buscando un poco de relajación en mitad de la tormenta, pudiste prestar atención a los sonidos del exterior.

Las paredes no es que fueran de papel, tenían un grosor suficiente como para no escuchar demasiado el exterior pero el viento silbaba en las ventanas y algunos pasos resonaban por el exterior, nada que molestara en demasía a los huéspedes. Había varios sonidos de pasos al otro lado, puertas abrirse y cerrarse, y algunos tosiendo por el frío.

Al darle un trago a la bebida notó un extraño sabor en el paladar. No estaba malo, pero era distinto al champagne que había probado en otras ocasiones, como un sabor agrio en un primer contacto, burbujeante, que terminaba con un regusto dulce casi adictivo.

El reverendo también notó esa combinación de sabores, moviendo los labios extrañado mientras cogía la botella que había servido para comprobar la marca. Evidentemente, al no trabajar con marcas, la etiqueta estaba arrancada y sólo se veía una imagen plastificada del motel, como si fuera cosecha propia o no quisieran hacer publicidad gratis.

Pediré que traigan otra de estas botellas.- Se sirvió otra copa para degustarla antes de llenar de nuevo la de Felony por si también quería repetir, aunque torció el gesto mientras disfrutaba al escuchar sonido fuera.

Las paredes no es que fueran de papel, tenían un grosor suficiente como para no escuchar demasiado el exterior pero el viento silbaba en las ventanas y algunos pasos resonaban por los pasillos, nada que molestara en demasía a los huéspedes. Pero lo que más destacaba venía a través de uno de los conductos de aire, pues se filtraban los llantos de un bebé de una habitación no demasiado lejana, incluso creía poder escuchar la conversación que había si prestaba atención.

Al abrir la puerta, viste una mujer afroamericana vestida con un traje blanco y tenis, aunque llevaba un abrigo para no congelarse de frío, evidentemente.

¿Señora? Llámame Mamma.- Sonrió mientras se atusaba el cabello rizado, dejando caer algunos copos de nieve que se habían parado en su cabeza.- Espero que te guste cocinar, porque somos solo dos personas y parece que se ha reunido media ciudad aquí.- A diferencia del dueño, la cocinera parecía cercana y amable, al menos en apariencia.- Ten cuidado chico, no te resbales. Por cierto, ¿cómo era tu nombre? – Aunque yendo recto, cruzando por la zona de la piscina era un camino más rápido, también era más peligroso.

Con cuidado, prefirió bordear el motel por los laterales bajo techo que, aunque también tuviera que andar con precaución para no resbalarse, no suponía un riesgo mayor.

No te preocupes, no seré mala contigo.- Tras bordear llegaron por fin a la entrada de la cafetería, abriéndola para que pudiera pasar primero Luca.- Déjame presentarte a mi ayudante, estará contigo cortando las verduras para el guiso.

El interior era cálido, y no sólo por la calefacción que se notaba sino por los vapores que salían de la cocina, una pequeña habitación anexa tras la barra. En cierta medida podía decirse que el restaurante tenía su encanto aunque claramente estaba desubicado en época por la decoración, algo que llamaba la atención y dependiendo el ojo clínico que tuviera cada uno podría resultar cutre.

Mamma se quitó el abrigo mientras tiritaba y maldecía por el temporal para dejarlo en una de las mesas libres más alejadas, donde habían dejado bolsas y más chaquetas, como si sirviera de pequeño almacén.

Puedes dejar tus cosas aquí.- En el mismo lugar había un delantal rojizo con tiras blancas, poniéndoselo y atándolo a su cintura.- Te daré un delantal para que no te manches, pero primero a lavarnos las manos. No queremos que un inspector de sanidad vuelva a tocar las narices.- Soltó una carcajada sin poder discernir si era broma o no.- Tati, ven a conocer al chico y enséñale la cocina. Voy a preparar un café para entrar en calor.- Indicó a Luca que podía pasar sin problema detrás de la barra, aunque desde su posición podía ver a la otra mujer.

Con una rejilla en el pelo y vestida de igual forma que Mamma, una mujer de avanzada edad terminaba de cortar una patata en pequeños cachos antes de echarlo dentro de una gran cacerola hirviendo, desprendiendo un sabor a comida casera que hacía la boca agua.

¿Otro ayudante? Luego se queja Calvin que el motel no da frutos si pone a los inquilinos a pelar pimientos.- Tenía un claro acento ruso marcado, notándose en la fuerte pronunciación de las “r” y el deje final de las palabras. A diferencia de Mamma, parecía una persona más seria con años de experiencia, mirando a Luca de arriba abajo.- Soy Tatiana y quiero que sepas que no me hago cargo de ti. Si juegas con cuchillos y te cortas, no es mi problema.- Le señaló con el pequeño cuchillo que tenía en la mano y con el que había cortado la patata antes de coger otra y pelarla, siguiendo con su trabajo.

No asustes al chico, Tati.- Con dos tazas en la mano, le tendió una a Luca antes de guiñarle un ojo.- Chocolate caliente, te hará entrar en calor.- Después dejó la otra taza al lado de Tatiana.- Café cargado sin nada de azúcar.- La rusa respondió con un gruñido de aprobación que entendió como un “gracias”. Estaba claro que habían trabajado mucho tiempo juntas y ya se habían acostumbrado al carácter de la otra.

¿Terminaste el postre? Dijiste que te encargabas tú.- Se acercó a una de las encimeras, donde descansaba una bandeja con un trapo tapando el contenido pero, al hacer el amago de levantarlo, Tati se interpuso en el camino.

No se toca. Deben reposar hasta la gran cena, hay uno para cada uno.- Increpó de forma seca, haciendo que Mamma levantara las manos como si pidiera calma y se alejara.- El chico no es necesario aquí, mándalo a limpiar con la rubia. Sólo molesta y necesito concentración para el guiso.

Mamma acabó poniendo los ojos en blanco, dejando de lado la cabezonería de su compañera antes de girarse hacia Luca.

No le hagas caso, en realidad es buena mujer sólo que un poco obtusa.- Sonrió a Tatiana, quien había bufado ante su afirmación.- Puedes quedarte a ayudarme a limpiar o a preparar las mesas, o también…- Se acercó a un armario situado en una de las esquinas donde había material de limpieza y un botiquín pequeño, cogiendo lo último y dejándolo sobre la mesa.- Tengo que darle esto al chico de la suite Lucrecia, al parecer tuvo un accidente fuera o algo así, no entendí bien. Puedes ir si quieres mientras me encargo de esto.

El exterior sin duda era un cúmulo de sucesos.

Por un lado la chica muerta de frío increpando a Marc, quien parecía haberse quedado mudo ya fuera por el temporal o porque no esperaba volver a encontrarse a la persona que dejó tirada en mitad de la carretera reclamando una explicación entre gritos.

Por otro los cuchicheos entre Lars y Matt, quienes miraban un rastro en el suelo que conducían a uno de los laterales del edificio prefabricado de dos plantas anexo al motel.

Luego estaba Melissa, quien tras preguntar sobre lo ocurrido sólo había obtenido una respuesta confusa que no resolvía sus dudas mientras los chicos se marchaban siguiendo ese rastro, dejándola sola.

Por último la puerta de entrada se abrió, dando paso a otra mujer de cabello corto y cara de pocos amigos y una llave en sus manos.

El exterior sin duda era un cúmulo de sucesos.

Cuando uno se adentraba en el epicentro de una tormenta de nieve espera que todos estuvieran apretujados bajo mantas, escondidos en sus cálidas habitaciones para resguardarse del frío pero, más lejos de la realidad, la entrada volvía a estar abarrotada de gente*

Por un lado había dos mujeres, una joven rubia que increpaba con el rostro henchido de rabia al hombre que había estado antes estacionado en la entrada. Parecía haberle estado gritando sin saber el motivo, aunque Marc no había respondido todavía a sus palabras.

A su lado una mujer más mayor, un poco apartada de la “pelea” y pendiente de dos chicos jóvenes que había visto salir justamente cuando ella entraba, aunque fuera de refilón. No parecía estar contenta con la respuesta, puesto que había confusión y cansancio en su mirada.

Por último los dos jóvenes, claramente amigos al ver cómo cuchicheaban entre ellos mirando a la nieve del suelo antes de marcharse juntos en dirección contraria a la entrada, dirigiéndose a uno de los edificios anexos, uno prefabricado de dos plantas que podría servir como instalación conjunta del motel.

¿No tienes nada que decir? ¡Arg! – Le enervaba que Marc no respondiera, haciendo de nuevo como si no existiera mientras daba una patada en la nieve, haciendo que varios montones se desperdigaran. Se notaba claramente que su juventud todavía no le habían hecho madurar del todo.- Me estoy helando el culo y tengo que trabajar.- Se giró hacia Melissa.- De nuevo gracias. Me encargaré de que le den una de las mejores habitaciones por su ayuda.- Intentó sonar cordial con la actriz, pero estaba tan cabreada que apenas podía controlar el volumen de su voz, girándose hacia la nueva mujer que había salido al exterior.

Buenas noches.- Se despidió con la educación que podía antes de internarse hacia la recepción, pudiendo escuchar al abrir la puerta la voz del dueño preguntándole por la tardanza.

Alejándose de la entrada y escuchando de fondo todavía los gritos de la rubia increpándole al hombre mayor, ambos chicos decidieron seguir las indicaciones de Lars quien, gracias a sus sentidos, se había percatado de unas motas rojizas en la nieve seguidas de pasos cada vez más profundos.

Tuvo que ir despacio para asegurarse del rastro ya que la tormenta estaba borrando toda huella en la nieve tapándola, aunque por suerte pudo averiguar que se dirigía a un edificio adyacente que funcionaría como un extra prefabricado de dos plantas del motel.

Las paredes eran grises con barrotes azules y sólo había una forma de subir al piso superior, accediendo a una de las escaleras laterales que asomaban. Aparte, una vez estuvieron más cerca pudieron ver un pequeño cartel donde se leía “Staff Accommodation”, imaginándose que sería las dependencias del servicio. Alguna de las ventanas estaba encendidas, denotando que había gente dentro, pero el ruido de la tormenta acallaba todo sonido. Igualmente no era a eso a lo que habían ido.

Tuvieron que girar el edificio, bordeando las escaleras para adentrarse a la parte posterior oculto entre las sombras y el paisaje de bosque que los rodeaban, como si fuera un pequeño escondite. Sin embargo en esta ocasión sí encontraron a alguien, un hombre sentado en mitad de la nieve con la espalda apoyada en la pared y una abundante herida que emanaba sangre en su costado.

Estaba pálido y apenas se movía más allá de un temblor mientras se intentaba taponar la herida y tosía sangre, escupiéndolo en un lateral donde se había congregado un charco, ahora absorbido por la nieve.

La pequeña permaneció atenta tanto a las palabras como a la historia de Theresa, sintiéndose durante un momento avergonzada siquiera por haber dudado de las enseñanzas que querían inculcarle, lanzándole una tímida sonrisa que se apagó al momento.

Vale.- No sabía si había calado del todo en la mente de la pequeña, pero al menos la tensión de sus hombros se rebajó y parecía confiar plenamente en ella, calmando sus nervios.- Gracias Theresa.

Iba a ponerse a seguir pintando, haciendo tiempo como cada día esperando a que su padre volviera cuando escuchó otros dos golpes en la puerta aunque, en esta ocasión, no esperaron a que se levantara sino que con la llave abrió la puerta.

El guardaespaldas había abierto un resquicio de la puerta, asomando el rostro por el hueco para llamar la atención de Theresa. Desde que tenía en su poder el diamante, Greg la había acompañado a todas partes como su escolta personal quedándose siempre fuera de la habitación para vigilar toda presencia o, mínimo, que supieran que estaba ahí custodiando. Nunca se entrometía en el trabajo de la joyera ni en los problemas de la secta, ni siquiera había entablado demasiada conversación con Joseph más allá de indicarle algunos puntos para la seguridad de la mujer.

Señora Panghea.- La reclamó echando una rápida mirada a Emma, quien entendió la indirecta y, sabiendo que cuando se trataba de algún “asunto de mayores”, se apartó para no estorbar en la conversación, esta vez dirigiéndose al baño y cerrando la puerta.

Esperó unos segundos antes de sacar del interior de su chaquetón grueso un pañuelo blanco manchado de sangre que guardaba en su interior una placa de policía con un nombre: Dorian Claus.

El señor Di Mambro me ha mandado que le dé esto.- Le tendió con cuidado el pañuelo seco y oscurecido con la placa de metal.- Han encontrado un “curioso” merodeando por los alrededores haciendo preguntas sobre su joyería.- Theresa tenía en su poder un precioso diamante codiciado por miles de personas que serían capaces de cualquier cosa con tal de llevarse un pedazo del cristal. Había vivido en sus propias carnes varios intentos de robos, mentiras y extorsiones para saber la dirección de la joya, incluso el propio Greg había tenido que interponerse en todas las ocasiones para que no fuera a mayores.- No sabemos si es real.- Señaló a la placa, refiriéndose a ella.- ¿Cómo debería proceder?

-Pida que nos traigan dos botellas, Padre -le dijo Felony al padre Benedetto, en tono sumiso, propio de una mujer educada y recatada, un papel que desde luego le costaba interpretar, pero que a ojos del prostituto podía ser la mejor opción para llegar a camelarse al sacerdote-. Con una sola... -se mordió el labio, en un gesto de coquetería-. No me saciará por completo.

La extraña diva creyó escuchar una conversación a través de los conductos de ventilación, pero ya fuera porque estaba medio sorda o porque aquellas personas hablaban muy bajito, no alcanzó a escuchar lo que decían. Lo que sí oyó fue el llanto del niño, que intuyó que debía ser el mismo bebé que había visto unos minutos atrás.

En otras circunstancias, quizá lo habría dejado pasar, pero el llanto del pequeño hizo que el bueno de Otto recordara su infancia, previa a convertirse en la gran diva que era ahora. Una infancia dura en la que había tenido que cuidar de sus seis hermanos menores mientras soportaba a una madre casi ausente que ejercía la prostitución y un padre inexistente. Era por ello que el llanto de los bebés era un sonido que le resultaba odioso. Había tenido que escucharlos durante años y, por norma general, casi siempre le tocaba a él cambiar los pañales. Por ello detestaba oír los lloros de los bebés.

Dejando escapar una maldición, Felony echó a andar hasta la puerta de la habitación, la abrió de un rápido movimiento y gritó a pleno pulmón, con una voz ronca de camionero que difícilmente alguien hubiera relacionar con una mujer:

-¡¡Que se calle!! ¡¡Que alguien calle a ese pequeño monstruo!! ¡¡Algunos intentamos descansar!!

Acto seguido, se dispuso a cerrar la puerta con un fuerte portazo, asumiendo que los padres del niño calmarían a su criatura y que el asunto habría quedado solucionado.

-Uff…- dijo apenas vio la habitación, casi negándose a entrar, pero siendo empujado por el inclemente frio. Hasta una cueva sería más acogedora que el frio del exterior. Imaginaba que Lys habría vomitado de solo ver aquello, Lars estaría bien si tenía una cama y Matt estaba acostumbrado a dormir en cualquier parte-. Lo usaré de inspiración- dijo soltando un suspiro y cerrando la puerta tras de sí. Al menos la puerta cerraba bien… ¿Verdad? recorrió el lugar con la mirada. Era un lugar que en otra época debió ser bonito, pero no soportó el paso del tiempo y nadie se molestó en darle una lavada de cara… Y seguramente nadie se la daría, no con tan pocos clientes. ¡El mismo dueño salió a recibirles con una escopeta! Eso nunca invitaba a quedarse en el lugar.

Cuando estaba solo, hablaba en voz alta, o semi alta, para que las ideas fluyeran de mejor manera. Oír algo hace que sea más sencillo recordarlo y también servía para saber si la idea en si era buena o una tontería. Pero antes debía asegurarse que hubiera agua caliente, que hubiera mantas y ese tipo de cosas que le permitirían descansar.

-He dormido en lugares peores- se dijo caminando hacia el baño, solo para ser detenido por el sonido del teléfono. ¡Volvieron los teléfonos! No tenía a nadie a quien llamar, pero eso significaba que la tormenta no era tan fuerte como pensaron. Levantó el tubo y soltó un despreocupado-: ¿Hola?

Al descolgar el teléfono, Lys pudo escuchar un "¿Hola?" al otro lado de la línea. Era Marco.

-Buenas noches... -Respondió sin que le diera tiempo a mucho más, ya que la chica desapareció pronto de su vista. Vera la siguió con la mirada unos segundos, pero luego se alegró de que se quedara ahí la cosa, pues empezó a ser consciente del frío imperante. 

Al dirigirse hacia su coche para estacionarlo debidamente, se cruzó con algunas personas. Demasiadas, a su modo de ver, teniendo en cuenta las circunstancias. Casualmente, la mayoría de ellos tenían cara de pocos amigos. Le dió por intentar quitar hierro al asunto... Tuviera el hierro que tuviera. 

-Buenas noches. Hay que ver cómo se ha llenado esto, ¿eh? Seguro que este sitio no ha estado tan lleno ni en sus mejores tiempos. -Sonrió, pero sin parar de andar, con los brazos rodeando su cuerpo, y tiritando. -Espero que no les haya molestado el coche. Lo aparcaré enseguida. 

Al ver que aquel hombre corpulento seguía allí, le dieron ganas de comentarle lo que había averiguado sobre el accidente, pero descaró la idea enseguida. Demasiada gente a la que no tendría por qué importarle el asunto, y demasiada poca confianza con el tipo. No cesó de caminar hasta llegar a su vehículo. 

El rastro de sangre nos conduce a lo que podríamos esperar... a alguien herido y sangrando abundantemente.

- Mierda, ¡no me jodas! - No me sorprende, pero no por eso la situación era menos comprometedora. No sé nada de medicina o primeros auxilios, pero lo lógico es parar el sangrado antes de nada - Matt, necesitamos parar el sangrado como sea! Si no sabes algo de primeros auxilios vé a buscar algún botiquín o algo al tipo borde de recepción si no voy yo... ¡y que llame a una ambuláncia o algo que vengan cagando leches! espero que las linias telefónicas no estén caidas por el temoral. Me quito enseguida la chupa que aún llevaba puesta y una de las sudaderas que llevo (para ir en moto en invierno hace falta ir muy preparado o estar muy loco), hace un frio de la leche pero voy acercándome al tipo herido y me dispongo a taponar la herida con fuerza ayudándome con al sudadera - Eh, colega, ¿me puedes oir? ¿Qué ha pasado? - por un momento casi le pregunto si está bien, pero claro que no está bien, esta sangrando como un puto cerdo.

 Theresa le sonrió a la niña, esperando que esta haya encontrado sus palabras reconfortantes. Pero el momento cálido fue cortado de forma abrupta por la aparición de Greg; que ni lento ni perezoso abrió la puerta antes de oír respuestas. Era mejor de esa forma, pensaba Theresa; después de todo esperar a que le respondiesen a veces podía llevar a la desgracia de llegar tarde.

 Luego de que Emma se dirigió al baño y Greg le mostró aquella placa, Theresa se permitió mostrarse nerviosa ante el descubrimiento. Guardaba su porte sereno en frente de la niña, pero a puertas cerradas siempre es muy inquieta. Miraba la placa policial mientras se mordía las uñas, el maldito hábito que la perseguía desde la adolescencia.

- ¿Un policía?... un jodido policía... _{demonios, Joseph; esto es serio...} Está bien, está bien, calma. No creo que esta placa sea verdadera. Debe ser una persona que se hacía pasar por policía. Buscando información. Sí, sí, eso debe ser... están detrás del diamante. Alejen el cuerpo de mi local. Háganlo aparecer lejos, muy lejos. _{Joder, un policía...}

 La joyera miraba de un lado a otro, posando momentáneamente su mirada en Greg para volver a distanciarla. Si "Dorian Claus" efectivamente era la persona que andaba de curioso y recibió la muerte, entonces se encontraban en problemas con la policía. Y eso si que era algo que complicaba la operación.

- ¿Cómo... cómo acabaron con el "curioso"?

Cuando todo cayó en el más profundo y oscuro silencio, el ruido exterior comenzó a penetrar como si de balas se tratasen. Esperaba simplemente poder calmarme y tranquilizarme nada más me metiera en la ducha, pero apenas duró unos segundos. Poco después los ruidos volvieron recordandome donde estaba y lo que tenía que hacer. No obstante aquella llamada me había dejado tocada.

Tenía que pensar en otra cosa, tenía que hacer algo para concentrarme y hacer lo que veniamos a hacer... Y tenía claro cual iba a ser ese pensamiento: Los huespedes, los trabajadores y mi hermano. Los dos primeros por el objetivo simple: Robar, el último, para ayudarle nada más terminara la ducha, pues estaba tan ida después de la llamada que se me pasó por completo el que no se fuera sin mi.

Sea como fuere, terminé la ducha y me sequé a conciencia buscando incluso si hubiera secador para estar todo lo seca posible. Busqué las mudas para cambiarme y ponerme todo lo abrigada posible. Si odiaba el frio como Luca había dicho, pero tenía que moverme incluso en el crudo invierno o moriría de aburrimiento. Por ello una vez estuviera bien abrigada, saldría a buscar el comedor y la cocina para reconocer el terreno y ver si podía buscar que hacer para ayudar a mi hermano, o bien para empezar nuestro plan de robo