Partida Rol por web

Sopor no hacía caso de las amenazas de Pesar. De hecho, la indiferencia con que se manejaba, la manera de ignorar sus llamados, eran mucho más insultantes que cualquier otra respuesta. Aquello se había vuelto demasiado personal como para rendirse en aquel momento. La encontraría y le haría pagar, tanto por el daño que le había infringido como por los desaires a los que estaba sometiendo a Pesar.

Duna sacude su cabeza al tomar consciencia de la situación, y acelera su vehículo en dirección al refugio.

REX, CUBRENOS!

Gritó al pasar al lado de su compañero

Coronas, estate listo. Debemos recuperar ese lubricante antes de que esto explote!

Da un rodeo veloz intentando encontrar la debilidad del lugar para meterse de lleno y quedar lo mas cerca posible del lubricante, con suerte podrían recuperarlo sin bajar de la camioneta

-Estaré atento, pero será mejor que te des prisa.

Coronas cierra el peto de su traje y revisa su cuchillo. En situaciones como esta, una automática le sería de más utilidad, pero no siempre se puede tener lo que uno necesita. Durante el camino, se mantuvo atento a cualquier cosa sospechosa.
 

Pesar se concentró en la imagen de Sopor. Primero delineó su silueta, luego fue agregando detalles. Su cabello apelmazado por la mezcla de sudor y tierra de una temporada en el camino, sus turgentes pechos tan contrastantes con sus estrechas caderas, su rostro anguloso, la mirada de acero, un tanto perdida y esos labios... esa sonrisa irónica que solía lucir cuando tenía a alguien a su merced, disfrutando del momento previo a la masacre.

Se concentró en ella y comenzó a proyectar esa imagen buscando coincidencias en medio del ruido y la cacofonía visual que hacía posesión de su mente cada vez que se lanzaba a la vorágine psíquica. Su cuerpo comenzó a experimentar náuseas y sus músculos se aflojaron. Aunque lo sentía, no era consciente de ello. Hacía tiempo que había aprendido a ignorar el dolor y la repulsión que le provocaba dejarse llevar por la conciencia del mundo, aquel torbellino irresistible y odioso por igual.

Mientras se sentaba, para no desfallecer en medio de su búsqueda, una parte de sí recordó que no siempre había sido así. Lograr controlar el rechazo de la carne a lo antinatural del acto le había llevado lo suyo, meses de someterse a sesiones de drogas analgésicas para mitigar el dolor, antiespasmódicas para no dejar todo su sistema digestivo en el camino, alucinógenas para alcanzar con mayor facilidad expandir su mente y tocar la del resto del mundo. Aquello había dejado huella en su psique, pero ninguna tan profunda como la primera vez que se había comunicado con la vorágine.

Cada vez que se sumergía en ella, en un rincón escondido de su ser, un miedo atroz se desataba. Ese miedo que con el tiempo había logrado encapsular y apartar de sus pensamientos, nunca había sido eliminado. Es que la primera vez que se había comunicado con el mundo de ese modo, Pesar tenía 8 años y una ramera, jefa del clan donde había nacido -Oruga se llamaba la muy puta- había decidido que él (o tal vez ella), entrara al círculo de perros salvajes -la versión de Oruga del circo romano- y luchara por su vida para darle diversión a su corte.

Los recuerdos eran confusos. Ya no recordaba si el tiempo había desdibujado las imágenes o si su propio dominio de la psique le había permitido anular la mayor parte de la experiencia. Pero el miedo seguía allí. Sabía que se había cagado en los pantalones apenas lx habían empujado al foso. Primero había intentado escapar, luego luchar, pero aquellas bestias eran demasiado para su frágil cuerpo. Fauces enormes, gruñidos furiosos. Dolor, mucho dolor... y luego la explosión. Una luz cegadora, dolor que traspasaba lo físico y se metía en lo más profundo de su alma. Una punzada eterna que perforaba su cabeza una y otra vez. Luego imágenes. Imágenes por doquier, voces de colores, aromas con formas, muchas imágenes. Convulsiones, escalofríos, espasmos, todo junto. Voces que llamaban, voces que empujaban, imágenes. Fauces enormes que empequeñecían, rugidos furiosos que se convertían en gemidos asustados. Dolor, mucho dolor, pero no ya sobre su ser si no por lo que lx rodeaba. El mundo ardía, el mundo estaba por estallar. Su garganta acababa de hacerlo en un alarido inhumano. Luego lo negro.

Nunca supo cuanto tiempo permaneció en la inconsciencia. Sólo que al despertar, su cuerpo presentaba numerosas heridas y que a su alrededor sólo había cadáveres. Humanos y perros yacían pudriéndose al sol, sus rostros desencajados por el miedo, arañados y mutilados por manos que intentaban salvarse. Nunca más había logrado aquello. A decir verdad, el solo pensar en intentarlo lx hacía cagarse en los pantalones. Nunca más.

RRAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRRRGGGGGGG ¡MARICONAS!

El campo de batalla arde alrededor de Rex. Tiene los ojos inyectados en sangre y las venas que cubren sus brazos están inflamadas. Ni siquiera mira a sus compañeros mientras avanza corriendo hacia delante usando la puerta del coche como escudo.

Duna arranca el vehículo, vuelve a ponerlo en dirección hacía la cuesta y sube a toda velocidad. El coche esquiva a un fatigado rex que aún sostiene la puerta mientras le están disparando desde lejos. Entonces duna llega hasta la parte superior, y en la plaza comienza a girar mientras va arrastrando a los pocos supervivientes al golpearlos. La sangra y los sesos de las víctimas se desparraman por las paredes y el interior del vehículo, sobretodo porque le falta una puerta. Los pocos que aún quedaban en el lugar desaparecen asustados mientras duna carga rápidamente el lubricante en el maletero del coche.

Desde la lejanía, ajeno al peligro que esta teniendo lugar arriba, coronas observa la situación. Es consciente de que la mejor forma de evitar el peligro es mantenerse alejado de él, tal vez retroceder un poco más y dejar que los demás se encarguen del trabajo.
Pero, ¿Donde está la psíquica? La última vez que la vio se retiraba, volviendo hacía la parte superior de la edificación, pero ese lugar ahora esta en llamas. Entonces se percata de que ella esta huyendo entre la vegetación acompañada de dos de sus hombres. Llegan hasta un vehículo, los hombres se suben pero ella se vuelve para mirar directamente a coronas desde la lejanía, como si fuera consciente de que esta siendo observada.
Coronas se gira protegiéndose detrás de un árbol asustado.

Pesar se encuentra sumida en la vorágine psíquica. Mientras va buscando entre un centenar de caras, intentando localizar el rostro de sopor, recuerda una trágica experiencia de su niñez. El miedo y el recuerdo del dolor provocan que se quedé sentada en el suelo susurrando unas palabras una y otra vez.
- Nunca más... nunca más... nunca más...

Intentando recuperarse intenta pensar en un recuerdo más alegre. ¿Cual fue tu primer amor?

Rex esta agotado, el esfuerzo de usar la puerta, atacarlos, y varios disparos que le han provocado heridas superficiales.
Barbijaputa se acerca hasta tu posición y te pregunta si estás bien. Y te señala a pesar que esta en el suelo en posición fetal sin tener muy claro que hacer con ella. No muy lejos vuestra esta coronas y en lo alto de la colina, junto a la edificación en llamas esta duna en su coche.

Cuando la mirada de la psíquica se cruzó con la de Coronas, un sudor frío le recorrió toda la espalda. Sus ojos se abrieron como platos y todo lo que pudo hacer es ocultarse detrás del árbol. Con cautela se vuelve a asomar y viendo que la psíquica se intenta escapar ayuda a Duna a acabar de cargar el lubricante en el camión.

-Será mejor que acabemos cuanto antes. La psíquica se está largando con dos tipos. Podrían volver con refuerzos en algún momento. Lo mejor será recoger al resto y marcharnos cuanto antes.

Duna baja rápidamente de la colina y se dirige hacia donde se encuentran sus compañeros.

Bien, ya tenemos lo que buscábamos; suban y volvamos a terminar con esto antes de que los problemas crezcan...

Dice viendo de reojo como el fuego iba cobrando fuerza

Duna carga las latas con la ayuda de coronas y vuelve abajo rápidamente mientras el fuego se expande rápidamente. Abajo os reunís con pesar, rex y barbijaputa.

Mientras tanto sopor ha desaparecido, junto con los supervivientes de los salvajes, pero al menos tenéis la mercancía que estabais buscando.

Eh, colegas, vuestra amiga no parece que se encuentre bien... - comenta barbijaputa señalando a pesar.

Coronas se acerca a donde está Pesar. Se arrodilla y toma sus constantes vitales, tira de un párpado para observar el globo ocular...

Coronas acercó su equipo a donde estaba Pesar e intentó curarla. No tenía claro lo que tenía y el tiempo de reacción fundamental. Tuvo que decidirse por elaborar una hipótesis que finalmente, resultó ser errónea con lo que no solo no había conseguido curar a Pésar, sino que estaba peor.

El hombre torció el gesto mirando a los demás.

-Yo...no puedo hacer nada por ella. No con este equipo.

Cuando Duna da la orden de retirada, Rex lanza al aire la puerta y gira sobre sus talones. Cuando empieza a correr en dirección al vehículo la puerta cae clavándose en la arena y el sádico inicia su alocada carrera.

Tiene la cara llena de arena y babas mezcladas por la rabia. Sube de un salto y mira a Pesar. Ve a Coronas poniendo cara de melancolía. Rex saca su gran pistolón y apunta a la cabeza de Pesar.

¿Va a ser una carga? Más vale que seas sincero. Si lo va a ser, mejor volarle la cabeza y tirarlo aquí mismo.

El daño sufrido por pesar es daño psíquico, no es un daño que se pueda sanar con vendas y mercromina. Coronas saca unos medicamentos que van envueltos en telas, le administra una de esas pequeñas pastillas pero pesar no parece reaccionar. Os quedáis perplejos, más aún cuando rex saca su arma pero en ese momento pesar se convulsiona quitándose la chaqueta y el chaleco mientras susurra que no puede respirar.

Coronas acaba haciéndole vomitar la pastilla que acaba de tragar mientras los demás miran a rex con miedo. ¿Será capaz de acabar con su compañero? Finalmente pesar se pone en pie y se sube al coche en silencio, tardará en sanar unos días pero vivirá para luchar otro día.