Partida Rol por web

En el cartel que hay al otro lado parece que pone "Interestatal 5", o eso afirma Rex. Duna os comenta que esas eran unas grandes carreteras que cruzaban grandes zonas pero que la mayoría de ellas están ahora en desuso.

¿Sería una motocicleta o una bicicleta? Pero estáis más preocupados por hacer la entrega que en seguir investigando, así que volvéis a poneros en marcha lentamente. Poco a poco va ganando velocidad mientras avanza por una carretera vacía pero que se ha conservado en buen estado. La vegetación se abre camino a vuestro alrededor bloqueándoos la visión. Un rato después surge un desvío que debería dejaros cerca de vuestro destino, duna decide tomarlo. La salida en cuestión os permite abandonar la nueva vía, y volver así a la zona conocida de Doble K. Aunque con tanta vegetación cerca del pavimento os cuesta avanzar, la maleza es un auténtico estorbo.

Tras un largo rato lográis volver a la carretera de entrada de doble K. Al acercaros a la fabrica sus hombres os salen al paso, pero al reconoceros se limitan a registrar la tartana de duna mientras este se queja sin parar. El vehículo se para a la entrada de la fabrica, hay mucha actividad por la zona pero el mismo doble K sale a veros con una sonrisa en el rostro.

Doble K sonríe mientras se acerca hasta vuestra posición.

- Bien, bien, bien. Vosotos habel demostlado sel buen equipo. Doble K contento, mucho contento, podel bajal y disflutal de putas, fiesta, alcohol...

¡PUTAS!

Rex salta del vehículo. Tampoco tiene muchas ganas de razonar porque nunca lo ha hecho.

¡FIESTA! ¡ALCÓHOL!

Corre hacia el interior esperando encontrar un auténtico festival para sus sentidos. Un detalle que parece no tener importancia: Rex salta del coche con su gigantesca arma en la mano. Algo en el fondo de su cráneo le indica que será divertida cuando esté borracho.

Coronas está contento con la simple idea de bajar del camión, estirar las piernas y poder comer algo. Una cerveza para acompañar es todo el alcohol que necesita.

-Que lo disfrutes, Rex. Nos vemos mañana-le dice a su compañero dándole una palmada en el hombro-Te lo has ganado.

Lo cierto es que el mercenario psicótico era un tanto inestable, pero ahí fuera, había marcado la diferencia.

Coronas se acercó hasta la cantina donde esperaba obtener un poco de paz y llenar su estómago mientras observaba la ideosincrática mezcla de gentes que pululaban por ella.
 

Ambos descendéis hasta la sección inferior de la fábrica. Los guardias no os dicen nada, se limitan a apartarse para dejaros pasar. Allí los trabajadores a los que no les toca currar están de fiesta. Se oye música, hay una pequeña orquesta compuesta por un variopinto grupo de instrumentos que tocan algo descordinados pero no parece que nadie se preocupe por ello.

En la parte central de la sala hay lo que parece ser una bacanal. Unos pocos hombres retozando con varias mujeres, entremezclados en un suelo apenas cubierto por alfombras y cojines. Uno de los machos esta "montado" a una de las chicas mientras los demás del harén miran, o se tocan entre ellos.

A un lado hay una olla enorme donde veis a un hombre grasiento cocinar algo que tiene color blanco y espumoso. El hombre remueve el recipiente mientras le ordena a un muchacho que use un aparato para provocar que las llamas del fuego crezcan.
Cerca de la olla hay lo que parecen ser platos y cucharas. Todo improvisado, los platos son trozos planos de material que ha sido abollado y los cubiertos son palos a los que se les ha sacado punta o se ha vaciado una parte del interior.

No muy lejos del cocinero esta la limitada barra del bar. Ya que todo el mundo bebe lo mismo, una especie de licor destilado por los empleados de la fabrica. Tiene un color ligeramente amarillo y es servido en unos vasos muy pequeños. Pero parece estar muy concentrado, viendo el alto grado de alcoholemia de esta gente.
Una mujer vestida con un traje que algún día fue blanco es la encargada de servir la bebida. Al veros llegar saca dos de esos pequeños vasos a la espera de que os acerquéis a la barra para beber.

La expresión habitualmente afable de Coronas se torció en una disimulada mueca de desagrado al ver el aspecto que presentaba la cantina pero, una ver allí, hizo de tripas corazón y se acercó hasta la barra donde aquella mujer esperaba su llegada. Le dedicó una sonrisa un tanto forzada antes de aceptar el trago que les ofrecía y se lo metió de una sentada. Sabía que no sería bueno, pero mientras le calentase por dentro, le sentaría bien. 

Luego intentó conseguir un plato de aquel desagradable potaje. No sería gran cosa, pero no se acordaba de cuándo había sido la última vez que había comido algo caliente. 

El vaso de licor era fuerte pero calmo las entrañas de coronas rápidamente, aunque no pudo evitar mostrar un gesto de incomodidad al tragarlo. Nadie excepto rex se percató del hecho.
La comida no era más que un caldo caliente pero tenía buen sabor y sentaba bien meter algo caliente en el cuerpo tras haber estado en el exterior.

Sentado en una mesa, solo, no tardo mucho en que dos jovencitas se acercaran hasta su posición y le ofrecieran otro trago del mismo licor de antes, mientras la otra cogía el cubierto y se disponía a darle de comer como si fuera de un bebe. Las muchachas no serían muy mayores, pero era evidente que estaban acostumbradas a "hacerse querer" por la clientela.

-Gracias, encanto-dijo Coronas sonriendo a la mujer que había cogido la cuchara mientras interponía su mano-pero a pesar de mi aspecto, me defiendo con la cuchara. Más tarde quizá me puedas enseñar a hacer otras cosas. Decidme, ¿qué hacéis por aquí las chicas para divertiros?

Rex estaba disfrutando mucho de aquel lugar. El yermo es un lugar yermo, como dice la propia palabra y no ofrece este tipo de sutilezas que a Rex le gusta tanto paladear. Tras beber su segundo trago de espirituoso y escuchar a Coronas empezar con su charla habitual, agarró por el culo a una de las chicas y la levantó para transportarla.

Tu y yo vamos a pasarlo bien. Chicas, podéis apuntaros tantas como queráis.

Y desapareció entre las sombras a algún lugar menos público. Aunque en una sala como esta, todo estaba ligeramente a la vista.

Rex se sitúa en la zona del suelo donde hay cojines acompañado de dos de esas muchachas, con una gran sonrisa en el rostro. Unos segundos después se oyen unos jadeos y otros sonidos característicos de que se lo esta pasando bien.

Mientras tanto Coronas empieza a conversar con las dos muchachas que le hacen compañía.

Estas conversando con las muchachas tranquilamente. Ellas intentan hacer que te lo pases bien, y te informan de que las puedes hacer lo que quieras. Estás intentado averiguar hasta que punto están dispuestas a rebajarse para contentarte cuando entra una persona conocida por la puerta, tu ayudante pomelo. Aún no te ha visto, por la expresión de su rostro no se ve que este preocupada sino contenta.

-¡Oh, si nenas! Luego iré con vosotras y lo pasaremos bien, pero ahora necesito hablar un momento con aquella chica. Tranquilas que no es nada de eso. Me reservo para vosotras.

Coronas se levanta deshaciéndose de los brazos de varias de las mujeres que quieren retenerlo y se acerca  a Pomelo.

-Vaya, vaya-dice sonriendo-¿Mira a quién tenemos por aquí?¿Qué pasa Pomelo?¿Has venido a por vendas?
 

- Hola, jefe - responde pomelo con alegría al acercarte a ella. Me he enterado de que habéis vuelto y quiero ver a mi chico. ¿Dónde esta el loco Rex?

Pomelo se muestra feliz y contenta. La sonrisa de su rostro es real, y no sabes como se va a tomar averiguar que su chico esta retozando con dos zorras al otro lado de la sala.

Coronas sonríe a la chica, pero por dentro se debate entre decirle a Pomelo la verdad o cubrir a un compañero. Lo cierto es que Rex es un gilipollas y que no se la merece. Pero ella no se merece que le hagan daño. Aunque lo cierto es que andando con Rex, cubrir a ese imbécil tan solo serviría para retrasar lo inevitable.

En realidad, los cinco segundos que Coronas se quedó allí, en silencio, con aquella sonrisa bobalicona, mientras pensaba qué decir, ya evidenciaban que las cosas no iban bien. Que se joda el puto Rex.

Su cara cambió de repente, volviéndose seria. No era fácil ver a Coronas serio y Pomelo, que lo conocía bastante bien, lo sabía.

-Mira cariño...no te lo quería decir, pero lo vas a averiguar igualmente y además, no te mereces que te engañen. Rex está ahí atrás..."acompañado".

Coronas agarra a la chica con firmeza por un brazo para que no se vaya, suponiendo que conociéndola como la conoce, querrá ir a echarle una bronca.

-Antes de que vayas a montársela, deja que te avise. Ha bebido y se ha traído su pistola. Ya sabes cómo se pone. Lo siento, no es justo. Te mereces algo mejor.

Rex sale con una enorme sonrisa de la oscura esquina que estaba a la vista de todo el mundo. En su cabeza sabe que durante eones o tal vez siglos hablarán de su hazaña en este bar. Las nenas hablarás del HOMBRE que hizo temblar los cimientos cuando ya había pasado el fin del mundo.

A su espalda, las chicas bostezaron.

Se acercó a Coronas con una enorme sonrisa en la boca.

Creo que nuestro tiempo en este lugar se ha terminado. ¿Has escuchado algún rumor de un trabajo interesante?

Coronas se giró hacia Rex cuando escuchó que le llamaba. Su cara reflejaba nerviosismo e incomodidad. No dijo nada. A cambio, se volvió de nuevo hacia la persona con la que estaba hablando. Era Pomelo. 
 

Rex miró a ambos. Algo extraño se cocía y aun era pronto para que la leyenda de su ímpetu sexual hubiera llegado a los oídos de estos dos. Se acodó en la barra y aguzó el oído para escuchar la conversación.

-Supongo que tienes razón-contestó finalmente recuperando su habitual sonrisa o algo que se parecía vagamente a ella-Bueno P, ya nos vemos en otro momento ¿ok? Cuídate. 

¿Qué acaba de suceder Coronas?

Rex le pregunta sin un afán excesivo. Al mercenario sólo le preocupa realmente seguir vivo y tener un trabajo que realizar.