Partida Rol por web

Profirió un gruñido, presa de la excitación y las ansias de poseerte. Levantó las faldas de tu vestido, y casi arrancándote las prendas interiores, dejó al descubierto la parte más íntima de tu cuerpo.

Te miró, con deseo y lujuria, con un matiz salvaje y fiero, mientras su mano acariciaba la cara interna de tus muslos. Apretó la carne, con ansias, y utilizando ahora ambas manos, te atrajo hacia el borde de la forja. Tomó su virilidad, dirigiéndola hacia ti, y entonces lo sentiste.

Su extensa, rígida y cálida virilidad, deslizándose entre tus carnes, de una sola arremetida, hasta el final. Nicholas se detuvo, paladeando la sensación de estar dentro de ti. Suspiró hondamente, tomó tus manos, y se dejó caer sobre tiu cuerpo, manteniendo tus brazos fijos sobre la superficie de metal.

Y comenzó a deslizarse nuevamente, una y otra vez, entre suspiros y jadeos, a un ritmo frenético y salvaje.

Buscas entre los campesinos. Alguien debe servir para abastecerte... O para divertirte. No era tarea fácil. Con tanto bullicio, y con el miedo que algunos campesinos profesaban hacia ti, tus candidatos se reducían considerablemente.

A punto estuviste de rendirte cuando encontraste al sujeto idóneo. Un joven campesino abandonaba la plaza, y se introducía, con parsimonia, entre las casas, donde reinaba la oscuridad. Era corpulento, de cabellera negra, y su porte resultaba atractivo a la vista.

Observas cómo Sir Olaf se acerca a la plaza. Parece buscar a alguien entre la gente, y pronto alcanza a una muchacha de cabellos cobrizos. Es la hija del posadero.

Ves cómo él le susurra algo al oido. Ella ríe, y le dedica una mirada pícara. Entonces mira alrededor, y asiente. Ambos se marchan, alejándose de la plaza.

Eso me extraña así que sigo a la pareja inténtando ser disimulada.

El lóbrego interior de la capilla estaba tan sólo iluminado por algunos candiles, repartidos estratégicamente alrededor del templo para aprovechar al máximo su luz. Dentro no había ningún campesino. No era de extrañar, todos se encontraban fuera. Ambos podían sentir incomodidad al estar allí. Una pesadumbre caía sobre sus hombros, y el sobrecogimiento era inevitable.

Dos hileras de bancos de madera llenaban la sala central, y presidiendo la misma se encontraba el altar. Sobre él, colgando en la pared, se vislumbraba una imagen de la crucifixión de Cristo. A un lado, una figura de un Santo, como cabía esperar, la de San Segismundo, patrón de aquel pueblo de alta montaña.

Cercana al altar, se encontraba la puerta que daba a la sacristía. Ésta parecía estar iluminada también por la titilante luz de las velas, y una sombra temblorosa, se proyectaba desde su interior hacia la sala central, indicando que algo o alguien se encontraba en su interior.

Al acercarte al altar, la incomodidad aumenta considerablemente. La pesadumbre se hace mayor, y sientes como si algo empujase de tu cuerpo hacia el suelo. Aún así, logras avanzar sin mayores dificultades, y llegas hasta el pequeño altar de madera caoba.

Una imagen tan impactante y gratificante como siempre. Sin duda, la mano del señor se extendía a través de aquellos que hacían los edificios en su nombre. Me adelanté un par de pasos y me acuclillé frente al altar. Coloqué mis manos en posición y comenzé a rezar en un susurro que prácticamente no se entendía.

Padre Nuestro, que estás en los cielos... 

Caminaste tras ellos, procurando no hacer ningún ruido o gesto que puediera delatar tu presencia.

Les observas, a una distancia prudencial. Se escabullen por una callejuela, entre las casas del pueblo, allá donde la lumbre no llega. Estabas a punto de salir de la plaza, siguiendo la dirección que había tomado la pareja, cuando Sir Olaf se daiola vuelta, deteniéndose junto a su acompañante. A penas diste un par de pasos antes de oir su voz

¿Es esta una coincidencia y nos hemos juntado en el mismo camino o pretendéis seguir nuestros pasos, mujer pagana?-profirió, visiblemente irritado.

Creo que sabeis que me llamo Dana,no os he hecho nada para que me hableis en ese tono, ¿acaso no soy libre de andar por donde quiera?-

Miro al hombre a los ojos.¿Piensa que me sentire insultada con sus palabras?Nada mas alejado de la realidad.Pienso para mi

Haced lo que os venga en gana, pero no os crucéis en mi camino-te miró de arriba a abajo-deberíais vigilar vuestras espaldas, vuestro comportamiento altanero y vuestra continua sucesión de herejías no agrada a todos los que os rodean... -se dio la vuelta, airado, y dio un par de pasos. Volvió a mirar hacia atrás durante un momento para dirigirse nuevamente hacia ti-No os atreváis a seguirme, o lo pagaréis caro-siguió caminando, tomando del brazo a la muchacha que iba junto a él, la cual miraba hacia atrás de hito en hito, visiblemente alterada.

¿Herejias para quien?Que yo sepa ninguna de los seres que para mi merecen algún respeto se han quejado, si lo decís por vos un auténtico desconocído que ni sabe quien soy me da absolutamente igual.Ennoia sabe quien soy.-Miro a la chica-nadie merece ser tratado con tanta violencia por un ser tan altanero y soberbio-sonrio amablemente a la chica y miro a Olaf.

Mi señor, ¿de qué habla esa mujer?-dice la joven, asustada, mirando hacia atrás.

Hermana vos no sois la propiedad de nadie, mereceis ser tratada con respeto no de estas formas.-

Le digo amablemente a la joven de pelo rojo

Desiste y agradece que te perdono la vida esta noche, pagana incauta-siguió caminando, sin detenerse a escucharte-No la escuchéis, Gianeta, esa mujer no está cuerda-la joven se aferró al brazo de Sir Olaf, alejándose junto a él.

No me ofenden las burlas que inténtais decir.No me molesta lo que dicen ciertos seres los cuales su existéncia o no me es indiferente y mucho menos lo que dicen.-

 Me doy la vuelta y camino de nuevo hacia la plaza,soberbio altanero, espero que los seres de la noche le den su merecído, los espítirus del bosque sabrán quien obra bien o mal aqui.Pienso para mi sonriendo.

 Saco mi flauta y entono una canción de mi niñez mientras ando hacia la plaza.

Me acerco al hombre, sonrisa en ristre. Es atractivo, lo cual hace la idea aún más placentera. Seguramente, acostumbrado a que le hagan caso las mujeres, será presa fácil. Cuando estoy frente a él me paro y acentúo mi sonrisa.

Hermosa noche, ¿no es cierto? —exclamo, para que me oiga entre el bullicio.

Siento como mi cuerpo se estremece con cada una de las arremetidas del herrero. Su sexo entra en mí una y otra vez, arrancándome gemidos de placer que trato de ahogar en vano. La lujuria y el deseo me ahogan, mientras noto el cuerpo de aquel hombre encima de mí, haciéndome sentir mujer. Llevo mis manos a su espalda, clavando mis dedos mientras muevo mis caderas pidiendole más. Su calor se hace más intenso. Huelo su sudor, y casi puedo notar el bombeo de la sangre en su interior. No puedo reprimirme por más tiempo. Una parte de mi grita por probar la sangre de aquel semental. Agarro su cuello con mis manos y comienzo a besarlo con pasión, pasando luego a su hombro. En medio de esa vorágine de deseo desenfrenado saco mis colmillos y los hinco en su hombro. La sangre comienza a salir en pequeños chorros. Lamo la zona con lujuria, saboreando el delicioso néctar que sale de su cuerpo. Luego comienzo a succionar. Me deleito con su sabor mientras me voy saciando poco a poco, hasta que creo que es suficiente. En ese momento me detengo y lamo la herida, asegurándome de que se cierra.