Partida Rol por web

Aquelarre: El secreto de la inmortalidad

I. Una reunión de conspiradores

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31/01/2018, 01:20
Director

Año del Señor de 1609. Pamplona.
Anochecer.

Y aquello era lo que el tipo de la capa negra y el las manos enguantadas había venido a deciros.

Ni una palabra más ni una palabra menos.

No sabíais cómo había dado con vuestros pasos, pero el caso es que aquel tipo estaba por la mañana, varias horas antes, tan delante de vosotros como que hay dios arriba; Tal vez os habría seguido, y en verdad dudásteis de que su presencia fuera lúcida, pues no muchos en el amanecer se le presentan a uno (por mucho que madrugue) para dar acuerdo como el que oísteis. Cuando entrásteis en la taberna del Lebrel (la cual no estaba muy llena), a eso de las nueve de la noche, recordásteis sus palabras: "Si deseáis rendirle un gran servicio a Dios y a nuestra Fe, presentaos en la taberna del Lebrel hacia la hora de la cena".

Fuera la curiosidad o el temor de alguna represalia, allí estábais.

Varios parroquianos amenizaban la noche, bebiendo como es costumbre y otros simplemente descansando la panza y vista apoyados en alguna pared, sobre el taburete. El tabernero limpiaba unos vasos y voceaba a un mozo que tenía como ayudante, y que debía ser más pillo que una pulga.

"... esta misma noche, no lo olvidéis ni os sobrepaséis; y una vez allí sentaos sin pronunciar palabra a la mesa de un caballero de la Orden de Santiago que vestirá completamente de negro, el cual os conducirá a presencia de alguien que desea mantenerse en la sombra." -seguísteis recordando sus palabras mientras entrábais en el Lebrel.

Y allí, aún estando de pie, y mientras el mozo servía los vinos y quitaba otros vasos, un caballero de Santiago vestido de negro esperaba en la mesa más alejado, las del fondo, junto a las escaleras que daban a un piso superior. Supísteis que era caballero santiaguista dado que era el único que erguía tal porte, musculoso, y por cierto detalle como la espada que asomaba junto a su pierna, a la altura del cinto.

Cabizbajo, su mesa no albergaba vaso alguno (sólo un gran candelabro con velas), y alrededor había bancos vacíos. Parecía estar esperando a alguien.

Notas de juego

Comenzamos. Ritmo medio (2 post semanales al menos).

Digamos que no os conocéis (no he visto tal referencia en vuestras historias).

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31/01/2018, 19:34
Faustino Vargas

Faustino con la cabeza alta y ademanes de gran hidalgo, aparentado más de lo que era, entro en la posada. Con decisión se acercó a la barra y pidió un chato de vino. Esta noche no hay que empinar demasiado el codo. Pensó. Pude que haya un gran negocio entre manos, y el vino y el oro no se llevan de la mano. El pícaro acudió a la cita no por temor, si no por curiosidad y codicia. Había comprobado en montón de ocasiones que entre más secretismo requería un trabajo mayor eran las ganancias, y este trabajo se adivinaba más secreto que las cárceles de la santa inquisición.

Cuando vio entrar al susodicho caballero santiaguista, lo siguió con la mirada fijándose en cada detalle de su atuendo. Luego, con total naturalidad, se sentó en la mesa de dicho caballero y espero pacientemente.

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01/02/2018, 06:41
Fermín Ruiz Ezcurra

No era la primera vez que había sido testigo de intrigas que llevaban a la gente a la cárcel o a peor destino por intereses de gente de poder. Recuerdo la historia de aquél muchacho que llevé ante el inquisidor, acusado de yacer con mujer judía estando casado. Me la contaron luego, y aunque es cierto que vale cualquier procedimiento para desnmascarar la herejía, la treta que usaron para pillarlo me pareció una torcida artimaña para conseguir algo más que purgar su pecado. 

No era consciente que pesara sobre mi ningún interés pues mi vida era bien sencilla y cristiana. Tampoco disponía de bienes codiciados aunque alguno podía guardarme rencor por el desempeño de mi trabajo. Pues ésta era una ciudad donde todos nos conocíamos, más o menos, o almenos de oídas o referencias.

Así que más por temor y por suponer que el mensaje era una orden mandada por un camino no habitual, que por cualquier otra cosa, una hora antes de la convenida me dirigí a la taberna. Saludé al tabernero y pedí un vino.

El vino me duró largo rato, hasta que por el rabillo del ojo vi entrar el caballero que tomó asiento en una mesa apartada. Esperé unos momentos, tomando aliento para enfrentarme con un destino que me resultaba extraño, en mi vida ordenada y carente de sucesos extraordinarios, desde hacía ya un buen tiempo. 

En el campanario sonaron las campanas que marcaban las horas y con ese toque terminé el último sorbo de mi vaso e hice ademán de levantarme. Justo en ese instante vi como un hombre se sentaba con el caballero. Creía que lo tenía visto pero la sorpresa del momento no me ayudó a reconocerlo. Me fijé en la actitud de los dos ahí sentados y decidí acercarme yo también.

- Buenas noches señores. - Saludé escuetamente y aparté una silla para tomar asiento. 

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01/02/2018, 12:39
Toribio de Benavente

Toribio de Benavente no era un hombre (ni lo sería jamás) dado a los placeres más mundanos. Hubiera sido abstemio si el Todopoderoso no hubiere decidido convertir el vino en la bendita y sagrada sangre de su propio cuerpo. Por ello, y por el odio a los borrachos, seres desarrapados sin ningún tipo de ambición, habían sido pocas en su vida, las veces que sus pasos le habían llevado hasta las puertas de una taberna. 

Cuando cruzó la puerta de esta, recordando la extraña conversación mantenida aquella misma mañana, notó como las miradas de los parroquianos se clavaban en su ser. Sin esbozar sonrisa alguna, tan solo mirando al frente, ando con rectitud y serenidad por entre el populacho allí reunido, tomó rumbo hacia la mesa en la que se encontraban ya dos personas más a parte de aquel Caballero de Santiago. 

Mientras discurría por la estancia, su sotana negra ondeaba seguramente inspirando temor. Al llegar a la mesa no saludó, no habló. Tan solo cruzó las manos en su espalda y esperó pacientemente. 

¿Qué le tendría Dios guardado?

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01/02/2018, 14:31
Director

El primero en llegar fue Faustino, un conocido pícaro en Pamplona. Algunos sabían que se dedicaba a los cuchicheos, los tejemanejes y otra clase de historias de los bajos fondos de la ciudad. Sin más preábulo, y con un vaso de chato entre los dedos, se sentó en la mesa del caballero, el cual no le miró al rostro (tan sólo giró un poco su cabeza).

Lo mismo ocurrió con Fermín, un tipo de mundo que más bien sabían de él aquellos que podían manejar estada y escudo, y así montar a caballo; que sería un cualquiera a los ojos de los más altos nobles, pero un aguerrido luchador en el campo de batalla. Otro vino se le fue dado, y con él acompañó al caballero de negro y a Faustino. A su saludo el caballero de santiago no respondió, tan sólo asintió con la cabeza.

Finalmente entró en el Lebrel un tipo al que Dios quiso poner en Pamplona mucho tiempo atrás, y bien avenido y henchido de fe, era bastante conocido en el lugar. Su sotana negra, pese a su color, reflectaba la luz de las velas del lugar. Los pocos que habían allí le miraron, y parecieron cuadrarse un poco, estirando cuello y torso: ¿qué hacía un inquisidor en aquel lugar? Con paso firme se sentó con Fermín, Farustino y el soldado.

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01/02/2018, 14:32
Mateo, caballero de Santiago

Parece que estamos todos -dijo cuando los tres os habíais sentado-. No tenemos tiempo para más, han de seguirme, si les place.  Y fue entonces cuando aquella cita a ciegas parecía comenzar, pero lejos del Lebrel.

Salísteis de la taberna, el caballero de Santiago en vanguardia, y sin mediar más palabra que las que os había dedicado en el interior comenzásteis a callejear por las calles de Pamplona. Caminos de piedra, farolillos encendidos en las esquinas y ventanas enrejadas. Cruzásteis un patio con muchas plantas y un par de arco con hornacinas iluminadas por algún buen devoto. En este reino no era frecuente el calor (pese a que no se le hacía ascos), aunque en esa noche el cielo estaba templado, agradable. Finalmente, bajo la luz de las estrellas y algunas nubes, llegásteis hasta la puerta trasera de un edificio, la cual no tenía apenas iluminación en su portada.

Una vez allí, el caballero de la capa abrió la puerta con una llave, la empujó e hizo un gesto de deferencia e invitación a pasar, muy solemne. Es aquí -con la palma de la mano abierta, señalando al interior, negro y en el que nada podía verse-. Les esperan.

Lo único de lo que os disteis cuenta era que aquel edificio debía ser religioso (aunque no era una iglesia o catedal, sino una especie de palacio).

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01/02/2018, 14:34
Director

Como hombre de fé y sabedor de tu ciudad, sólo tú supiste que aquel palacio de piedra estaba adscrito y era propiedad del Obispado de la ciudad

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03/02/2018, 17:48
Faustino Vargas

El trabajo no iba de aligerar el peso de las bolsas de algún ciudadano, si no, la iglesia no estaría implicada. El trabajo se ponía interesante por momentos ¿Qué querría del su nuevo patrón?

El pícaro se adelantó y entro por la puerta que indicaba el caballero de Santiago. Si querían meternos una cuchillada ya lo habrían hecho, no habrían esperado a traernos a un palacio. Aun así, apoyo distraídamente la mano en la empuñadura de su daga.

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05/02/2018, 13:22
Director

Tras unos segundos de duda, entrásteis en el palacete. Cruzásteis un portón de madera. Accedísteis por un pasillo de piedra, doblásteis una esquina y dísteis a un patio a cielo abierto (de noche, claro). Luego subísteis a unas escaleras y finalmente entráteis en una sala. El caballero de Santiago os había acompañado desde la entrada. Aquella habitación cuadrangular estaba mal iluminada, y un digno y grave varón, sencillamente vestido, parecía esperar de pie, con las manos entrelazadas. Tipo entrado en años pero duro y fuerte, portaba una barba blanca y arrugas en su frente. Vestía ensotanado, y lo que más os impresionaba de él, sin embargo, es su decisión y serena confianza. Os habló con voz templada, aunque algo emocionada.

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05/02/2018, 13:24
Alonso de Salazar y Frías

Gracias os sean dadas, hermanos -comenzó diciendo, pasándose la mano por la cabeza y luego retirándose un poco la capucha que portaba-. Nunca pasó por mi mente dudar que en esta comunidad se encontrarían sin dificultad espadas siempre listas a luchar por la fe. Sé que hace horas que la ciudad duerme, pero debéis recordar que las fuerzas del Mal nunca descansan. Permitid que me presente. Mi nombre es Alonso de Salazar y Frías, Inquisidor y miembro de la Suprema -se hizo un pequeño silencio algo incómodo, e incluso alguno de vosotros tragó saliva-. Y si os he mandado llamar es porque necesito... todos necesitamos vuestra ayuda. Os conocemos, sabemos quienen sóis. Sabemos que a la Santa Iglesia, sea cual sea vuestro modo de vida, podéis ayudarla. Se acerca una fiesta grande... en el Infierno.

Entonces comenzó a pasear por la sala, sorteando un par de sillas y la mesa central que había entre vosotros y él. En la noche más corta del año -se refería a la del 21 de junio-, todos los brujos y brujas se reúnen para adorar a su obsceno señor. Esto no puede ser aceptado. Esto debe terminar. Pero no puedo irrumpir en su maldito rito con mis soldados, pues sus líderes podrían escapar fácilmente mediante su magia, u ocultos entre los acólitos. Y no quiero engañarme. Tampoco puedo confiar ciegamente en mis hombres, nacidos en esta tierra. Quizás les esté ordenando cargar contra sus madres o esposas -hizo una pequeña pausa, como reflexionando-. No, éste no es el camino. Vamos a trabajar como la guadaña, que siega aquello que destaca. Vamos a infIltrarnos, nosotros que somos unos desconocidos, y a tomar buena nota de sus cabecillas. El cuerpo está enfermo, es cierto, y una gran parte de él. Pero creo que si atacamos a la cabeza, podremos salvar a quien ha sido engañado mediante miedo e ignorancia.

Luego dió uno pasos y se acercó a vosotros. Os miró de uno en uno, frente a frente, pero su gesto no era intimidante, sino cercano y bondadoso. Sabía que no íbais a darle problemas, y vosotros sabíais que no debíais dárselos (por vuestra propia integridad).

Os pido algo muy peligroso. Si fracasamos, podéis perder vuestro cuerpo y vuestra alma inmortal. Pero vuestra victoria será lo mejor que pueden pedir estas tierras. Os pido un riesgo enorme. Os pido llamar a las puertas del lnfierno, y mirar cara a cara a aquel que sólo era el segundo en poder después de Nuestro Señor. Vamos a tomar nota de sus jefes, y traer después compañías de soldados para destruir por fin esta plaga. Os pido que participéis en un aquelarre. Y os lo pido por favor. ¿Qué me contestáis?

El tipo os miró con ojos bien abiertos.

Notas de juego

Recuerdo que hay que hacer, al menos, 2 post semanales.

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05/02/2018, 17:20
Faustino Vargas

¡Con la iglesia habíamos topado! Pensó con cierta amargura el pícaro. El tener como compañero de faena a un inquisidor era una cosa, pero el tener como jefe a un inquisidor era una cosa mucho peor. La mayoría de curas, monjes, inquisidores y demás caterva eclesiástica no pagaba, se conformaban con decir “ya te será pagado en el cielo hijo mío”. Toda esa ralea de meapilas eran iguales y el señor inquisidor parecía igual, en ningún momento había hablado del dinero.

Veo que es trabajo complicado y que requiere de discreción, en eso, le puedo asegurar que ha buscado al mejor. Dijo con poca modestia.  Pero me gustaría hablar del contante y sonante, ya que no solo arriesgamos nuestra alma inmortal también arriesgamos nuestro pellejo mortal.

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05/02/2018, 22:18
Alonso de Salazar y Frías

Con la Iglesia no, con la Santa Suprema.

¿Desde cuando, don Faustino, se antepone el caudal a la herejía? Si habláis de precios, seréis recompensados, ¡no os quepa duda! -decía como amistosamente-. Sería, eso sí, muy decepcionante para un servidor y para el Santo Tribunal no contara con siervos tan prolíficos como vosotros. ¿Alguna vez habéis estado en un apuro? Nunca esta de más contar con el favor de la Institución, en tales casos... en vez de una bolsa de dineros....

Arqueó una ceja, haciendo ver que le molestaba hablar tan pronto de caudales. Sin embargo, Faustino era así, un ícaro. Luego el inquisidor tornó sombrío su rostro, un instante, para atender a las opiniones de los otros dos: Toribio y Fermín.

Yo os conozco: Toribio-de-Benavente -dijo asintiendo, como si hablara a un colega de profesión...-.

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05/02/2018, 22:46
Fermín Ruiz Ezcurra

Tras sentarme y recibir el saludo del caballero de santiago se hizo un silencio en la taberna, tan sólo roto por algunos murmullos, al paso de un hombre cuyo atuendo decía todo sobre él. O todo lo que la gente debía temer de él.

Lo reconocí cuando llegó a nuestro lado. Había acompañado encarcelados frente a él. Pobres diablos.

Acompañé al caballero por las calles de la ciudad hasta un palacete. 

La compañía silenciosa del inquisidor era cuanto menos, algo tensa. Pero parecía expectante e ignorante del destino de sus pasos al igual que el otro hombre y yo.

Cuando entramos en el silencioso palacete fuimos dirigidos a una habitación. Y por si no teníamos suficiente con uno, allí nos esperaba otro inquisidor.

El cometido que nos mandó no era de mi agrado. Nada se me había perdido en reuniones de brujas. Era un mal trato el que nos había tocado apechugar. 

Más cuando el rubio, con su sincera pero desatinada pregunta, ponía en evidencia al inquisidor. Pues era una misión muy peligrosa como para no ofeecer más que la paz de los muertos.

Temeroso de decir nada por el momento, cosa que creo que tampoco se esperaba de nosotros más que no fuese un amén, estaba a la expectativa de la respuesta sobre nuestra paga.

Era un suicidio rechazar esta misión. Estaba seguro que las represalias podían ser fatales. Hacerla, posiblemebte también pero la promesa de una buena recompensa podía hacer más llevadera la cruz con la que nos habían cargado.

La respuesta del molesto inquisidor no se hizo de esperar. Ni fue ninguna sorpresa. ¿Alguien ha visto nunca la Iglesia repartir el botín?

Se esperaba de mi un amén. Pues se lo di. Más remedio me tocaba.

- Será un honor servir a la Santa Suprema y desterrar de nuestra tierra la heregía de la perversa brujería.

Notas de juego

Nos hemos pisado. Edito el post y añado mi respuesta al inquisidor.

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06/02/2018, 16:51
Faustino Vargas

El bribón agacho la cabeza ante la velada amenaza. Los años de calle le había enseñado que: a buen entendedor pocas palaras bastaban. Y si la Santa Suprema podía ser un gran aliado como decía Salazar, también podía ser un gran enemigo.

Mi señor, le serviré con total devoción como corresponde a un asunto de la iglesia.

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06/02/2018, 23:01
Director

El inquisidor asintió a la buena disposición del mercenario, que pareció no dudar como el tipo rubio. Faustino, por su parte, era tipo listo, y no dudó en callar el tema de los cuartos por una sabia respuesta. Y ésto gustó a aquel contratisto de la Santa. De nuevo miró a Toribio, esperando ver su respuesta*.

Notas de juego

*Oso te envié esta mañana mp para ver si tenías algún problema para llevar el ritmo de posteo. Te he visto conectado hace un rato. ¿Algún problema? Dinos algo, ya dije que al menos hay que hacer 2 post semanales ;)

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07/02/2018, 21:13
Fermín Ruiz Ezcurra

Yo, al igual que los demás presentes, nos quedamos mirando a Toribio.

Dudaba que Toribio pusiera alguna objeción al encargo que nos encomendaban. Aún y así, albergaba alguna pequeña esperanza que su respuesta pudiera librarnos de tal encargo.

Tal vez sólo pensase alguna pregunta que por su experiencia en asuntos de esta índole no nos hubiera venido a la cabeza a Faustino o a mi.

Por suerte para él, Faustino aceptó la reprimenda del inquisidor y no opuso más reticencias.

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09/02/2018, 13:54
Toribio de Benavente

Nadie lo advirtió pero el hecho de salir de aquella taberna llena de menesterosos y vagos supuso un cierto aplacamiento de la inquietud que dentro llevaba yo, Toribio de Benavente. Lugares donde el recogimiento no existía y todo era exaltaciones, riñas, pendencias y olvido del Altísimo.

Seguí a mis nuevos acompañantes hasta la parte trasera del edificio del obispado donde, por lo que se veía, tendríamos que encontrarnos con alguien. – Curiosa manera de requerir que me presente en el obispado, a la oscuridad de la noche y por la puerta trasera. – Pensé en el camino que nos llevó hasta la presencia de Alonso de Salazar y Frías.

Una sonrisa irónica resplandeció bajo la capucha de mi túnica, que en ningún momento había bajado, cuando Alonso comenzó a revelar los motivos por los que se nos había hecho conducir a su presencia. La sonrisa desapareció en el momento en que planteó el hecho de asistir a un aquelarre de modo infiltrado entre las huestes de los brujas y brujas del lugar y sus servidores.

No me gustaba la idea. No me gustaba tener que ir a hurtadillas como un vulgar ladrón. Eso quizá estuviese bien para Faustino y sus modos pero no para un miembro de la Santa Inquisición. Bien había dejado claro que le interesaba la idea con sus preguntas y rectificaciones. Pobrecillo.

 – Cierto es que me conocéis, Alonso de Salazar y Frías. – Contesté a la vez que descubría mi cabeza de la capucha que la escondía - Y cierto es que yo os conozco a vos. Y cierto es igualmente que sabéis que no me gustan estas formas de hacerme presentar ante alguien. De igual forma sois conscientes de mi forma de combatir la herejía e impartir la justicia divina. Y ésta no es la que acostumbro a ejecutar – a buen seguro alguno dio un respingo al escuchar la potente voz que ejercí para utilizar esa palabra – para los actos que proponéis. Mas no me temblará el pulso en la ayuda que me pedís.

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09/02/2018, 21:10
Alonso de Salazar y Frías

¿Acaso no habéis oído nada, inquisidor? -dijo ahora más amenazante don Alonso-. No hay confianza en muchos servidores del Santo Tribunal y sólo unos pocos parecéis estar libres de pecado y culpa, a no ser que escondáis algo... -le lanzó una última mirada antes de volver a pasear y hablaros-.

Os digo, que en esta empresa es menester infIltrarse entre los círculos mágicos de la localidad. Falta poco para la Gran Fiesta del Diablo, y para entonces sus líderes deben estar perfectamente identifIcados. Los archivos de la Inquisición están a vuestra disposición, así como la ayuda económica que necesiten. ¿alguna pregunta más? -no había detallado mucho aquel tipo de ayuda que necesitaba de vosotros, sino algo más bien general-.

Notas de juego

Si no queréis preguntarle nada más, podéis iros. En caso contrario hacedlo ahora ;)

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09/02/2018, 22:21
Fermín Ruiz Ezcurra

El duelo de voluntades entre los dos inquisidores era cuanto menos preocupante. Si eran capaces de amenazarse de tal forma, qué no podían hacer con cualquier otro hombre de la condición que fuese. Por supuesto yo no gozaba de ninguna posición privilegiada sino el contrario.

Y después del pequeño atisbo de esperanza de cambiar nuestro hado, dadas las reticencias mostradas, Toribio aceptó el encargo tal como nos fue dado.

Lo único interesante de la réplica de Salazar era el oferimiento de ayuda económica. Aunque tampoco sonaba mucho a ningún tipo de recompensa. Seguramente sólo aflojarían la bolsa para lo justo y necesario. Miré a Faustino por si su rostro reflejaba mi misma convicción.

Sin más que añadir, pues cualquier palabra frente al inquisidor Alonso de Salazar era como una flecha que podía volverse en cualquier momento, me despedí.

No me había quedado nada claro como realizaríamos tal envenenado encargo. Pero estaba seguro que nos lo harían saber cuando nos necesitasen, pues en caso contrario no sabríamos ni por donde empezar. Con toda seguridad levantaríamos muchas sospechas sino íbamos con una buena coartada.

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09/02/2018, 23:27
Toribio de Benavente

Una sonrisa se abría paso en mi interior al constatar que las palabras de desagrado por las formas en que me habían llevado a aquel lugar hacían mella en el espíritu de Alonso. Y aún tuve que esforzarme por no reírme cuando intentó intimidarme con aquella simpleza. Escuché paciente su retahíla y cuando terminó volví a ponerle a prueba.

- Quizá sois vos quien no ha escuchado bien mis palabras ya que osáis poner en duda mi buen nombre. Ya os he dejado claro que contáis con todo mi empeño y capacidad. Que no son escasos. – Contesté con gravedad mirándole fijamente sin apartar mi mirada de sus ojos. En fin, veo que tenemos tarea. En primer lugar, me gustaría saber el modo que, a buen seguro, tenéis pensado para conseguir que logremos infiltrarnos entre esa gentuza sin levantar sospechas. Ya que se nos permite – agregué con sorna – el acceso a los archivos de la Inquisición, me gustaría buscar en ellos cualquier dato que nos pueda ayudar en este menester.

Decidí dejar de tensar en este punto mas tomé buena nota de que un inquisidor permitía que ojos ajenos a la Organización pudiesen posarse sobre tan importantes datos. Siempre era bueno tener informes de todo el mundo. Y bien pudiera ser que en un futuro me hiciese falta para ofensas o defensas que tuviere que resolver. – Nunca se sabe dónde se encuentra el diablo. Debo llevar los ojos bien abiertos no sea que se encuentre también entre estas mismas paredes. – Anoté en mi memoria recordando la velada amenaza sobre las tachas de integrantes de la Santa Inquisición.