Faustino sale corriendo de la taberna. Fermín, Toribio, ¿le seguís?
El hombre con el que hablaba Faustino se queda sumido en un sopor al poco de estar hablando con él. Pareciera que Faustino le hubiera contado un cuento y a medias se durmiese como un niño pequeño. Sino fuese por su aspecto más cercano a la expiración, enfermo y demacrado.
Entonces, raudo y veloz pero sin levantar polvo, ni sospechas, pasa por nuestro lado y nos comenta que había alguien que nos seguía. Mi atención había estado en su mesa y el tipo con el que hablaba. También buscando algo que conversar con Toribio, aunque sin conseguirlo. Me había relajado, pues mi vida en Pamplona, era así, tranquila y relajada, y el día hasta el momento de reposar mi culo en el asiento de la taberna había sido bastante intenso.
Me levanto y siguiendo al rubio salgo fuera para dar alcance al tipo que había visto seguirnos.
La noticia de que nos seguían me pilló desprevenido totalmente. Miré al pícaro con ciert a sorpresa, después al Fermín, que parecía estar tan sorprendido como yo. Volví a mirar al joven Faustino que ya salía de la posada sin esperar contestación. Di una última mirada en derredor y apreté el paso para salir en busca de mis compañeros de andanzas.
Faustino salió raudo, sin correr de la taberna pamplonense, pero con paso avizado (y eso que el lugar estaba concurrido y tenía que hacerse ante los codos y espaldas de la gente). Sus dos compañeros, el inquisidor y el mercenario, no le quitaron ojo, y salieron raudos tras él. Una vez fuera, la tarde había caído y se había hecho de noche, y los tres pudísteis ver corriendo a la figura que Faustino perseguía, también con la mirada: la silueta se perdió tras una esquina de un gran palacio a unas veinte varas de la entrada de la posada. Seguísteis su estela y tras pocos segundos doblásteis la esquina... ¡allí no había nadie!
Tan sólo una especie de pórtico de fachada columnada, frontal de la casa señorial de algún tipo rico de la ciudad (y en contraste con el nivel social de aquel barrio, por contra). ¿Dónde se había metido el tipo? No había callejones en derredor ni lugares oscuros, pues las velas de candiles nocturnos (y una hornacina acristalada en un edificio anexo y cercano, que albergaba un santo) iluminaba toda la zona. Os quedásteis anonadados por tal repentina desaparición.
¡Aquí arriba! -dijo una voz-. Entonces elevásteis la mirada y vísteis sobre la parte superior del frontal, en una especie de falso tejadillo muy propio de tales edificios, que una figura con larga capa y ropas oscuras os miraba, observándoos hacia abajo y vosotros mirándole hacia arriba. No lográbais discernir su rostro ni sus manos-. Birutia, Indarr y Sorguiñak. Así se llaman. Tened mucho cuidado cuando lleguéis a la lejana aldea de Zugarramurdi, pues sabe más ellas por vieja que el Diablo por Diablo... -su voz era algo ronca y reverberante, como si al pronunciar tales palabras hubiera una segunda voz fundida con la primera*-.
Entonces la figura anduvo por el altillo, pisando las tejas, y dió un tremendo salto hacia otro tejado a muchas varas por encima de las posiblidades de aquel hombre (y aquello os heló las entrañas). No lo vísteis más
*Me refiero a como con una especie de micro o voz tipo Darth Vader.
Entonces oísteis pasos tras vosotros. Alguien se plantó tras vuestras espaldas.
¿Qué hacéis aquí? -dijo la voz, y al daros la vuelta comprobásteis que era Mateo, el caballero de Santiago, el enlace con don Alonso de Salazar y Frías, vuestro contratista-. Don Alonso está muy disgustado con vuestros pasos, y eso que no han pasado muchas horas desde que habló con todos vos... -alcanzó a decir-.
¿Qué hacemos? Eso es lo único que a vuesa merced se le ocurre preguntar… ¿Qué hacemos? Nos pregunta. Dice con cierta sorna el pícaro. Pues beber para calentar el gaznate antes de realizar nuestro trabajo, que a buen seguro tenga, estamos realizando con presteza aunque me parece que sin delicadeza.
Dicho esto, y ya que usted está aquí. Podría llevarnos ante su señor. Tenemos indicios que cotejar.
Don Alonso de Salazar no está muy contento con vuestra actuación -dijo negando con la cabeza-. Se os pidió discreción, y por lo visto ya han llegado a sus oídos vuestra charla el el cuartel de soldados de Pamplona.
Luego arqueó una ceja, bajo esa capa.
Ya se os dijo que todo lo que necesitaran me lo hicieran saber a mí, mas no molestarle a él de nuevo*. Entonces dedujísteis que habían mandado al caballero militar a seguir e indagar vuestros pasos y vuestras pequeñas indiscreciones investigatorias, cuya casuística no asemejaba a lo pedido.
*Os recuerdo que Mateo era el enlace entre vuestro contratista y vosotros.
El tipo del tejado ha desaparecido. ¿Qué hacéis/dónde vais?
Eso fue un pequeño desliz. ¿Además, crees que eso fue idea mía? Mis compañeros están acostumbrados a disponer de la justicia para sus menesteres, es normal que quisieran acudir a ella. Dijo tratando de suavizar un poco su desliz. Ciertamente al acudir a la justicia ya todo miembro de alta alcurnia incluido en la conspiración se habría enterado que un alguien andaba investigado.
Bien, demos un poseo para que le podamos poner al día. Dijo mirando a un lado y a otro buscando posibles espías. Estaba claro que los estaban vigilando.
Por ahora tenemos dos posibles localizaciones: Zugarramurdi y las montañas de Aralar. ¿Alguno de estos sitios le dice algo? Espero la contestación antes de hacer la siguiente pregunta. Además tenemos tres nombres: Birutia, Indarr y Sorguiñak, moradoras de la aldea de Zugarramurdi.
Mateo asintió, y comenzásteis a caminar por las nocturnas callejuelas de Pamplona. No temíais que alguien os asaltar en mitad de la noche (que los maleantes habitaban hasta los rincones más ocultos del infierno), pues a vuestro lado el caballero, el cual de pocas palabras, infundía tanto respeto como el mercenario Fermín y su lanza.
Ambos sitios, sí. Los caballero de Santiago deshacemos entuertos y agravios, y esos sitios son difíciles como el fuego -decía mirando hacia delante bajo las estrellas nocturnas-. Siempre hay historias de Aralar y sobre todo Zugarramurdi y las montañas malditas que a su alrededor se alzan. Pero eso lo sabía ya don Alonso...
Entonces escuchó los nombres que Faustino le dijo.
A hedor huelen tales nombres, sin duda alguna -dijo Mateo sorprendio por la concreción de la revelación-. ¿Porqué no viajan a Zugarramurdi sabiendo los tales? Don Alonso se impacienta, pues la noche de San Juan anda cerca, a escasa semana. Han de indagar cualquier pista encontrada, y esa... -"esa era buena", quiso decir el santiaguista-.
Ni él ni don Alonso habían tenido un hilo como aquel del que tirar, pues de ser así ya habrían actuado.
Bienvenido otra vez, Aramo.
Me mantengo callado ante la reprimenda de Mateo pues nuestro compañero Faustino con su labia ya nos excusa por nuestra patente indiscreción. Es cuando acaba de hablar el caballero que añado lo que se hace evidente e ineludible.
- Así lo haremos. Al alba partiremos pues aquí nada nos queda por indagar y así no daremos pie a más habladurías y suspicacias. Mas nos vendría bien podernos llevar provisiones para el camino de tan funesto destino. Si tuviera a bien de proporcionarnos lo necesario adelantaríamos unas horas nuestra partida.
Si, partiremos al alba. Dijo entre murmullos. Más que una afirmación parecía que el pícaro estaba pensando en voz alta.
Si algo sacamos en claro del cuartel es donde encontrar un guía. Acto seguido le describió la situación del posible guía. ¿Vuesa merced lo conoce, tiene referencias de él?
No tenía más que añadir. Claro quedaba que no íbamos a investigar más en la ciudad y que habríamos de partir. Me dejé llevar por la iniciativa de Faustino y decidí no buscar problemas con el caballero de Santiago.
Así pues, quedé en silencio a la espera de la contestación de Mateo.
Nada sé de ningún guía -respondió el caballero a Faustino-. Aguardad mañana entonces al alba, antes de partir definitivamente, en el Puente Nuevo, al norte -se refería al único puente que quedaba en esa época en pie y por el que se podía cruzar el Arga, que bordeaba la muralla norte de Pamplona. Allí vos estaré esperando con provisiones. Yo he de marcharme. Dormid bien esta noche -os aconsejó Mateo. Debéis estar descansados para el viaje-. Y con la venia del caballero éste os dejó ir, de la misma manera que éste se marchó por el mismo lugar por el que había venido, arropado en su capa y capucha negra.
Era ya muy tarde, comenzando la madrugada, y tal vez el alba llegara pronto (por lo que sin duda era necesario ir a dormir cuanto antes para el principio del camino que habríais de recorrer).
Chicos, necesito que me confirméis si os vais todos a descansar para partir al día siguiente o si seguís trasnochando por las calles/tabernas de Pamplona. Es casi de madrugada, en torno a la medianoche.
No se hable más. Dijo resignado el pícaro. El trabajo estaba siendo muy raro y la investigación aun más. ¿Quien sería la sombra?
Faustino se va a descansar.
Las instrucciones habían quedado claras. Partiríamos al alba. Eso dejaba poco tiempo para descansar. - Allí estaré al alba, Mateo. Ahora voy a descansar el poco tiempo que falta.- Me despedí sin esperar respuesta de nadie y abandone el lugar con presteza.
Finalmente, y tras encontrar dicisión firme en que irse a los hogares de cada uno y descansar era lo propio, marchásteis cada uno a vuestro destino. Esa noche decidísteis dormir lo suficiente como para poder comenzar una buena jornada de viaje al día siguiente.
Tirada oculta
Motivo: Pesadilla para 1: Faustino, 2:Fermín, 3: Toribio
Tirada: 1d3
Resultado: 3
Escena cerrada. Pasamos a la siguiente. En breves la abro.