Partida Rol por web

Édouard observo en silencio al maltrecho hombre, tenía que hacer algo, pero qué podía hacer un pobre alquimista convertido en jornalero como él. Fue hasta donde se encontraba su mujer que le explicó lo que había pasado –Pero él no ha hecho nada- dijo –Lo de esa daga, alguien ha debido ponerla allí, estoy seguro de que todo esto es un error.

Cuando salió don Pedro y les hablo, sus palabras le preocuparon ya que implicaban que seguramente su familia y él mismo serian ejecutados también.

No necesitaba escuchar nada más, con mucho cuidado llamó a la mujer de Tobías y a sus hijos y juntos se escabulleron hacia la casa antes de que comenzaran los altercados mientras pensaba en cómo podría ayudar a aquel hombre y ya de paso a si mismo.

Pero, ¿qué puedes hacer? No tienes ninguna prueba que exculpe a Tobías. Comienzas preguntándole a su mujer si les ocurrió algo fuera de lo común durante los últimos días.

Ella se pone a pensar durante un rato, y entonces te dice que ayer vino a su casa Gregorio, el sepulturero. Venía preguntando por Tobías, pues quería comprarle unos nabos. Gregorio nunca antes le había comprado nada.

A continuación le preguntas si sabe algo del asesinato de Fernando, pero sólo sabe que hallaron su cuerpo cerca de la Cueva de los Murciélagos, que se encuentra en la sierra que está detrás del castillo. Fueron los soldados de Don Pedro quienes lo encontraron.

Los campesinos están convencidos de que fue atacado por bandidos, porque le faltaban todos sus objetos de valor: su daga, su espada, y su anillo de oro. Pero el conde les culpa a ellos, pues sabía de los excesos cometidos por su hijo y piensa que se han cobrado venganza por ello. Don Pedro lo enterró en la capilla que hay dentro del castillo.

Édouard barajó las diferentes posibilidades que tenía. Le pareció raro que alguien que nunca había ido a comprar nada a Tobías hubiese tenido la necesidad de comprar unos nabos en la víspera de su captura. Bien podría hacer un bebedizo de sueños, intentar que el sepulturero lo tomara y una vez dormido registrar su casa en busca de alguna pista. Lo complicado era hacerle beber la poción.

Otra posibilidad bien podría ser acercarse a la Cueva de los Murciélagos por su cuenta e intentar investigar un poco a ver si encontraba algún tipo de señal que pudiese llevarle a descubrir qué había pasado con el hijo de Don Pedro.

Desde luego la posibilidad de volver al castillo quedaba descartada, después de un tiempo a su servicio, Édouard sabia cual era el temperamento tanto del señor del castillo como de sus secuaces y lo consideraba arriesgado.

La mejor opción por el momento parecía la de la Cueva de los Murciélagos.

No hay senderos que conduzcan a la cueva. El escarpado terreno te obliga a desviarte hacia el bosque. Asciendes apoyándote en los árboles y arbustos.

Encontrar la cueva de los Murciélagos le estaba costando más de lo esperado, Édouard no pudo encontrar ningún sendero visible y se tuvo que guiar por su intuición y por las indicaciones que le habían proporcionado para llegar hasta allí.

Se estaba internando demasiado en el bosque para su gusto y aunque ya llevaba un tiempo viviendo por allí nunca se había alejado tanto, esperaba llegar pronto a su destino y sobre todo, lo que más le preocupaba era encontrar el camino de vuelta.

Por fin sales del bosque. Multitud de montañas se recorta frente a ti. A lo lejos, en la pared de una gran montaña y situada tras un pequeño promontorio rocoso, divisas la abertura que debe dar paso a la Cueva de los Murciélagos.

La entrada a la cueva es amplia, pero cuando te adentras unos pasos comienza a absorberte la oscuridad. No puedes continuar sin una antorcha y yesca para encenderla.

Llegó a la entrada de la cueva y resopló triunfal, el viaje hasta allí le había costado y había tenido perderse en varios momentos, pero al fin estaba allí.

Rebuscó entre sus pertenencias hasta encontrar lo que buscaba. Puso aceite en el candil y encendió la mecha, la cueva estaba muy oscura. La cueva de los Murciélagos la llamaban, quizás podría recoger algo de guano ya que estaba allí.

El tiempo apremiaba y sin demorarse más se adentró en la cueva.

Para tu sorpresa, la luz de la antorcha te transporta a un mundo mágico: trozos de piedras alargadas cuelgan del techo de la cueva como si fueran gotas de agua petrificadas, las paredes laterales son muy irregulares y crean multitud de formas diferentes, las rocas surgen por doquier formando montículos, plataformas, superficies recortadas por un sinfún de capas asemejando las olas del mar, enormes castillos de infranqueables torres, arcos infinitos... Jamás habías visto nada igual.

Cuando Édouard entró, se quedó maravillado ante el espectáculo que tenia frente a sus ojos. Recorrio con la mirada todo lo que pudo alumbrar de la estancia, fijándose en los critales que nunca antes habia visto. No sabia mucho de minerales pero trató de descifrar lo que tenia frente a él.

Por un momento se olvidó de sus preocupaciones, pendiente de observar más detenidamente lo que captaba con la vista.

Pero lo más curioso es que nada de esto ha sido esculpido, las originales formas adoptadas por las rocas son obra de la propia naturaleza, lo cual resulta aún más sorprendente si cabe, pues la mayoría de ellas recuerdan a formas creadas por la mano del hombre.

Estás en la entrada de la cueva, que forma una gran cámara irregular con extrañas formas. El suelo, salpicado por un ejército de estalagmitas, desciende en una pronunciada pendiente conforme se adentra en la cueva. Más allá, al final de la pendiente, se abren dos estrechos pasillos, uno de los cuáles continúa de frente y el otro en dirección nordeste.

A pesar de que se sentía maravillado ante la visión de la cueva, tenia una misión que cumplir, y rápido si no queria que su amigo muriese.

Cuando se encontró con la bifurcación se quedo quieto,dudaba qué camino tomar y la decisión era importante. Trató de discernir qué camino parecía más recto y decidio que ese era el del nordeste.

El pasillo describe una amplia curva ascendente hacia la izquierda. Llega a un punto en el que te ves obligado a escalar para poder continuar. Llegas a un tramo que termina en un enorme escalón de unas cinco varas de altura. Si quieres avanzar temdrás que escalarlo, aunque no parece muy dificil ya que dispone de muchos salientes.

Decidió escalar ya que no parecia demasiado dificil, no es que fuera especialmente hábil a la hora de trepar pero habia unos cuantos salientes a los que agarrarse.

Lo intentó una primera vez, con tan mala suerte que cuando estaba arriba una de las piedras se encontraba demasiado floja y resbaló. No le gustaba darse por vencido por lo que lo intentó una segunda vez y le pasó lo mismo. Se encontraba visiblemente herido, pero sentia que no habia marcha atrás, por lo que lo intentó una última vez.

Cuando por fin se encontró arriba respiró tranquilo.

El pasillo se ensancha, formando una pequeña cámara con una gran piedra central en forma de estrella. Avanzas con cuidado, pues hay estalactitas que llegan hasta tu altura, y otras se unen con las estalagmitas formando delgadas columnas.

Con bastante dificultad logró acercarse a la piedra central teniendo mucho cuidado en no dejarse el cuero cabelludo con las estalactitas.

Le habia llamado la atención su forma y quería examinarla con cuidado.

La piedra de forma curiosa parecia la cosa más normal del mundo, excepto por su forma, aunque habia que reconocer que la cueva en general le parecia bastante original.

Debia continuar su camino y se preguntó por donde deberia ir ahora. Habia un pasillo hacia el sur y otro hacia el este. Decidio ir por el camino del este ya que si iba hacia el sur tenia la impresión de que retrocedería.

El pasillo termina bruscamente en un escalón de unas cinco varas de altura. Si quieres avanzar tendrás que descenderlo.
 

Observó el escalón durante un buen rato, barajando la posibilidad de bajarlo de un salto, pero era demasiado arriesgado, sobre todo teniendo en cuenta el estado en el que se encontraba.

Vista la suerte que habia tenido al trepar en la anterior ocasión decidió dar media vuelta y elegir un camino un poco más fácil.

Cuando llegó a la sala de la piedra eligió el camino hacia el sur, a veces para avanzar habia que retroceder.