Partida Rol por web

Lizza Gibson, la despampanante modelo que hasta recientemente era la pareja de Ian, sigue viviendo en el mismo apartamento de South Trip, en la zona centro de la ciudad. Se encuentra actualmente en libertad condicional con cargos por varios delitos relacionados con la prostitución de lujo y narcotráfico. El fotógrafo se había salvado de ser asociado como cómplice, aún así hasta que no se resolvieran los cargos, estaba obligado a permanecer en la ciudad.

El camino al apartamento resulta dolorosamente familiar. Al llegar al piso, la puerta se alza ante él, como una barrera que lo separa de su pasado y al mismo tiempo que debe cruzar para avanzar en su estancado presente.

Lastimosamente, había llegado la hora de enfrentar a su ex-novia. No se sentía preparado para ello, pero el destino le obligaba a actuar en ese momento. Era más la tristeza de su corazón que el odio de su razón por todo lo sucedido. Aun así, aquello era impactante para él y no sabía cómo habría de actuar. Solo sabía que debía mantener la calma y no dejarse llevar por sus arrebatos.

-Aquí estamos...- Ya se encontraba frente a la puerta de su apartamento. Se había tomado la molestia de arreglarse para la ocasión, cambiando sus prendas por un pantalón azul y una camisa blanca con rallas azules remangada. Zapatos marrones. Cabello peinado a los lados.

Ian se acomoda la ropa y toca el timbre.

Antes que pase un minuto, la puerta del apartamento se abre, la figura de Lizza con un cigarrillo en la mano y una mirada expentante en sus ojos.

-Viniste.- Sus labios dibujan una sonrisa de alivio, como si no hubiera estado segura que te presentarías. -Pasa, por favor.- Se aparta de la puerta para darle paso. El olor de un costoso perfume llega hasta el olfato del fotógrafo, es un olor familiar, mezclado con del cigarrillo, y otros olores que le regresan a ese pasado. Sin embargo, la nostalgia no parece golpearlo como habría imaginado que haría, siendo más fuerte su deseo de continuar con la investigación y averigüar la relación entre los hechos de la gata y la modelo.

-Tengo un cabernet en la nevera, mientras llega la comida.- Dice mientras le guia hacia la sala. El lugar parece exactamente a como Ian lo dejara, un par de meses atrás. Parece como si hubieran arreglado el lugar con prisas, viendo un par de zapatos de tacón junto a la mesita de la sala, y alguna prenda de ropa mal disimulada bajo los cojines de sofá. -¿Quieres un cigarrillo?- Dice, ofreciendo el cartón, medio vacío.

Tan pronto se abre la puerta, un olor familiar llega a las fosas nasales del fotógrafo. Era esa mezcla tan repetida de perfume caro y cigarro que despertaría sus más olvidados recuerdos. -Hola Lizz.

Al entrar a la habitación, reconoció que el lugar estaba idéntico a como lo había dejado. Para ser más específicos, Ian sentía que aquello se debía más por vagancia y ausencia que a un interés real de mantener el ambiente.

-Veo que las cosas siguen en su lugar... Te acepto el vino.- Se acerca al sofá y se sienta. -De acuerdo, el cigarro no vendría mal.- Esperando unos segundos a que la chica le acerque, toma el cigarrillo y espera el vino.

-Imagino que tu agenda debe estar ocupada, como de costumbre.

Lizz desaparece un momento en la cocina, volviendo con la botella y dos copas. No duda en sentarse en el sofá junto al fotógrafo, y dejando las cosas en la mesita frente a ellos, se inclina para encender el cigarrillo de Ian con el suyo propio, uniendo las puntas de ambos cigarrillos e inhalando profundamente. Sus ojos verdes se clavan en los suyos, exhalando suavemente el humo, y retirándose un poco, aunque manteniendo la cercanía.

Un rápido rubor aparece en sus mejillas, o quizás fue un cambio de luz, cuando se inclina a abrir la botella. -Para ti siempre tengo algún huequito... en mi agenda.- Dice, entregando la copa a Ian, y alzando la suya para tocar la de él. -¿Brindamos por los dos, por esta noche?-

Al ver a Lizz andar con ese vaivén tan característico suyo, Ian se vió engatusado, pues no había movimiento suyo que no le pareciera atractivo. Esto le recordaba buenos momentos juntos, aunque también le recordaba su oficio. Fuera cual fuese el caso, por más que pudiera odiar el por qué de sus movimientos, no podía negar que le tenía atrapado, él era débil a esas acciones.

Fumando de aquel cigarro tan sensualmente encendido, soltaría el humo de su boca y se le quedaría mirando. Tomaría la copa por serle entregada delante de sus ojos y chocaria las copas. -Salud.- Estaba como hipnotizado, incapaz de ir directo al tema principal. Bebe un trago de vino, se acerca al rosto de su antigua amada e inconscientemente termina el recorrido para clavarle un buen beso en la boca. Beso que no se detendría en algo sencillo, no señor. Procedería a comerle la boca y estrechar su nariz con la de la contraria. Ian llevaba tiempo extrañando ese cuerpazo y ahora era todo suyo.

Si la tomó por sorpresa o no su inesperado beso queda relegado al olvido, pues de inmediato la modelo abandona la copa que tintinea un instante antes de volcarse sobre la mesa y se dispone a devolver con intensidad el beso ansiado. Lizz se aferra al cuello de Ian, sentándose a horcajadas sobre sus piernas, entreabriendo los labios con ansiedad y familiaridad.

-Ian...- Susurra entre los besos, sin separar por completo su boca de la de él. -Te extraño tanto... Sé que hice mal... Pero puedo cambiar...- Las palabras salen rápidas y entrecortadas, apenas susurros de su boca, la mano con el cigarrillo sigue apoyada a su cuello, sin herir a Ian ni al sofá. La otra mano juega con los botones de su camisa, tirando de ella.

Ian sabía los motivos por los que estaba en esa habitación, y sabía con quién estaba y lo que había hecho, pero el agarre de Lizz le resultaba tan caliente e incitante que no podía detenerse a analizar los hechos. El hombre apoya sus manos sobre la cintura de la dama, mas no tarda en bajarlas para apretujar sus nalgas. Se muerde el borde del labio mientras le mira fijamente a los ojos. -Yo también te extraño, Lizz. Necesito tocarte.- Baja la mano derecha por debajo de su falda y comienza a recorrer su piel a lo largo del muslo, penetrando en sus zonas prohibidas. No duda dos veces en besarle el cuello prolongadamente una vez que le deja en descubierto su pecho, y posteriormente, siente la necesidad de quitarse la camisa y ayudar a la otra a quitarse sus prendras, levantándolas como se pueda.

Las palabras y la reacción del fotógrafo sacan un gemido de placer en Lizz, que se lanza de nuevo a besar intensamente los labios de Ian. El toque de sus manos buscando por su cuerpo la encienden, y en vez de dejar que Ian se desabotone la camisa lentamente, agarra la tela y tira de ella, haciendo volar los botones para dejar al aire el torso desnudo de él, que admira con la excitación en los ojos y relamiéndose los labios. Toma entonces las manos de él y las guía hasta sus piernas, instándolo a romper las medias de malla que las cubren con sus uñas.

Ante las atrevidas reacciones de su antigua amada, el rostro de Ian se amolda a una faceta más salvaje. -Mira que me pones caliente...- Con sus instintos a flor de piel, olvida su razón para adentrarse en la acción. Mueve levemente la cabeza haciendo un pequeño "no" con el movimiento, aunque también se pudiera apreciar como un meneo de su nariz. Muestra ligeramente los dientes. Busca su barbilla e intenta morderla delicadamente para no dejar marcas. Sube un poco más para llegar a sus labios y jala del inferior con sus dientes. Durante el mismo acto, se encuentra lo suficientemente cerca para alcanzar sus medias y arrancarlas de un arrebato, tal como su mujer de lo pedía.

Hecho esto, la toma con fuerza de las nalgas, la levanta un poco en el aire y se le echa encima, dejándola bocaarriba sobre el sofá.

-Quítate la blusa.

La ansiedad de Ian es contagiosa, Lizz jadea ante las exigencias de sus manos y su boca, el sonido de sus medias al rompese elevando el éxtasis a flor de piel. El cigarrillo cae de su mano al suelo, donde se apaga sin causar peligro, mientras con movimientos sinuosos quita la camisa, revelando sus senos generosos apenas cubiertos con un sosten de encaje negro semitraslúcido, que muestra sus sonrosados pezones ergidos. Ian sabe que la modelo se había operado antes de que ambos se conocieran, siendo estos mas grandes de lo que debería tenerlos para su cuerpo delgado, pero no podía negar que se sentían bastante naturales en sus manos.

Las manos de Lizz rozan el torso de Ian, y bajan hasta llegar al pantalón, que abren con presteza. Revela el bulto apretado en los boxers del fotógrafo, tan grande y duro como lo recordara, y bajando el elástico, deja el miembro en libertad, sus dedos recorren la larga dureza y lo aprietan con movimientos masturbatorios, sintiéndolo crecer más aún entre las palmas de sus manos. Se lleva una de las manos a la boca, mojándola con su saliva, y vuelve a bajarla para envolver el falo, produciendose el sonido húmedo que se mezcla con la respiración acelerada de la modelo.

Ante el estimulante acto de Lizz, el viril miembro de Ian adquiere una forma más definitiva. Con una sonrisa socarrona en el rostro observa la masturbación, dejándose guiar por el placer. Pero no tardaría mucho en que la propia estimulación de su cuerpo hinchara lo suficiente su bate de béisbol como para que esa sensación física se anulara, aumentando la ansiedad por hacer otras cosas más interesantes. -Tan lista como siempre, ¿Eh?

Baja la cabeza hasta esos suculentos senos y comienza a succionar el izquierdo, es decir el derecho de la mujer, cual si fuera un bebé buscando alimento. Luego de unos segundos, sopla contra el seno, estrecha su cara y la sacude contra el mismo, para luego repetir el acto de forma casi idéntica contra el otro.

Acabado esto, Ian levanta la pelvis sobre el cuerpo de la dama, colocando su pene erguido entre sus tan apreciados pechos. Ella debería saber sus intenciones. Tan pronto la chica acompañase, el hombre apoyaría las manos sobre sus hombros y con el apoyo en sus rodillas procedería a mover la pelvis en movimiento pendular.

Lizz gime sintiendo la boca de Ian mamar de sus senos, las sensaciones de húmedo calor en sus pezones, y luego el soplo que refresca y endurece las puntitas oscuras en sus generosos pechos. Cuando el fotógrafo encaja su miembro entre los senos, ella coloca sus manos a ambos lados de las elevadas montañas para juntarlos mas y crear un placentero túnel para el falo.

Inclina su cabeza hacia adelante para tocar con sus labios el glande cada vez que el movimiento de caderas de Ian lo acercaran a su rostro, entreabriendo su boca para dejarlo entrar y usar la lengua para lamer la punta caliente y pulsante. Desde esa posición, sus ojos verdes miran excitados hacia él.

Sintiendo el acompañamiento de la mujer, Ian se concentra en disfrutar del acto sexual. La comodidad de sus suaves senos, la estrechez que ejercían sus manos al hacer presión, la humedad de su boca. Todo le parecía muy excitante... Y a su vez, despertaban de nuevo su ansiedad, puesto a que el acto podía ser muy divertido en sí, pero le daba un cierto grado de disconformidad al no tratarse de verdadero acto sexual. Lentamente el disfrute iba disminuyendo.

-Hey Lizz. Ahora me toca a mí.- Dicho esto, el hombre se baja del sofá y le quita las bragas a la chica. Humedece un poco su mano haciendo uso de su saliva y procede apoyara misma sobre su flor privada, sobre su monte pélvico perfectamente depilado. Una vez alli, comienza a masajear todo el sector generando movimientos circulares a velocidad media y en segundos alta. No es que realmente tuviese mucho interés e masturbarle, pero comprendía que de esta manera lograría que estuviera más dispuesta a consumar el acto y aceptar toda su fuerza. S
Juega un poco cosquilleando el clítoris, lo aprieta, invade el hueco vaginal con uno de sus dedos y vuelve a masajear en circulos toda ma zona.

-¿Cómo se siente Lizz? ¿Cómo se siente? ¿Me extrañaste?- Decía esto, pero no se quería ni imaginar lo que le habían hecho otros hombres. Sin contar que aquellos que hacen uso de esos servicios no son exactamente los más agraciados. Aun así, un instinto de competencia no le permitía perder ante los demás. En un abrkr y cerrar de ojos, el hombre había bajado la cabeza hacia las partes íntimas de la dama, quién estaría ya sentada en el sofá, y procedería a humedecer la entrada donde posteriormente entraría su pene, usando la lengua. Lamería, besaría y apoyaría toda su boca, como si quisiera comerla con gula, penetrando constantemente su lengua.

Ian estaba exitado y el tamaño de su falo correspondía a ello.

La modelo de ojos verdes gime al sentir como el falo duro de Ian abandona el tunel de sus senos, las promesas de la boca del fotógrafo preparándola para lo que viene. Se estira y arquea sobre el sofá, mientras el hombre le retira las bragas junto con lo que queda de sus medias de malla, inservibles ahora.

Ante la desnudez del cuerpo femenino, Ian puede ver una vez más la figura que le ha despertado aquel sentimiento de terror hace casi una hora atrás. Desde la ingle derecha de Lizz, causando un hipnotizante y extraño efecto de aleteo cada vez que su mano entreabre los labios vaginales de la mujer y ésta gime más alto, estremecida, está el tatuaje de una mariposa púrpura. No es exactamente como la imagen que ha visto en el cuerpo de la gata, la forma de las alas y el color era distinto, pero esta ubicado en el mismo sitio, los detalles hechos por la misma mano.

-Ahhhhh siiiii Ian...- Jadea la modelo ante la pregunta, ronroneando de puro placer cuando la lengua empieza a penetrarla, sus uñas aferradas al sofá y a los cabellos de Ian, abriendo mas sus piernas para que entre más y más en ella. A la saliva del fotógrafo se mezclan sus fluidos cálidos que de derraman de ella por la excitación que aquella dedicación le causa.

-I-i-iaaaan... Te qu-u-iero dent-t-tro...- Gime con la voz entrecortada por la respiración y la excitación, su mano alcanza la mesita junto al sofá, de donde saca el envoltorio de un condón, que acerca a su boca para abrirlo con los dientes. Frena los embistes de la lengua de Ian, instándolo a ponerse de pie para ponerle el condón con su boca.

Escuchando la orden de la mujer, Ian se siente obligado a cumplir. Se pone de pie con su miembro erecto frente a Lizz, espera a que le incorpore el preservativo de aquella forma tan exitante, y la toma contra su cuerpo con una mano, mientras lavanta una de sus rodillas con la otra y usa este movimiento para controlar su cadera y alinear la entrada de la penetración. Suave pero constante. Intuía que ya había suficiente preparación previa para que aquello no le dolería.

Aquella resultaría una posición excitante debido a aprovechar el propio peso de la dama, pero de leve penetración por el sujetar la pierna y difícil de mantener. En segundo estarían cayendo sobre el sofá para poder darle penetraciones más claras, cómodas y profundas. Aprovecharía el momento para chuponear su cuello y besar todo su cuerpo. Procuraría no dejar marcas para que ella no se alterara.

Al cabo de algunas entradas, Ian se sale del sofá, dado a que le generaba cierta incomodidad por el tamaño del mismo, y acerca a Lizz al posabrazos. Coloca unos cojines bajo su cadera para dejarla bien posicionada y comienza a penetrarla estando él parado. Intenta hacer una posición de misionero, pero el cuerpo de la chica le queda lejos, así que la toma por la cintura para entrarle más duro.

Lo fácil que es entrar en ella, la poca estrechez de su sexo que deja en evidencia el contínuo uso que le da, es rápidamente compensado por el entusiasmo y la manera en que Lizz acompaña los embistes de Ian con sus propias caderas, gimiendo incansable al sentirlo tan duro dentro de ella. Su cuerpo es flexible y se adapta al del fotógrafo, alzando la pierna para que entre más profundamente, mientras que sus besos y caricias son menos cuidadosas, arañando su espalda y mordiendo sus labios con fiereza antes que la coloque en la nueva posición. Su cuerpo queda elevado gracias a los cojines bajo sus caderas aue se tambalean ante el terremoto de sus cuerpos, sus pechos saltan con el movimiento insistente y placentero, sus fluidos cálidos empapan el pene que entra ritmicamente en ella.

-Ahhh...ahhhhh joder, jodeeeeer... si, si, Ian, ¡ahhhhh!- Gime sin parar, apretando con sus piernas las caderas del hombre, aferrada al posabrazos para empujarse hacia adelante y atrás, aumentando el ritmo de las penetraciones, el sudor bajando por el cuerpo de ambos en el calor de Las Vegas. Cuando ya se siente cada vez más cerca del final, se aprieta al cuerpo de Ian un instante, aferrandose a él con una mano. Con la otra retira los cojines, y sin dejar que se salga de ella se gira para ponerse en cuatro, con las rodillas apoyadas al sofá y las manos en el respaldar. Lo mira de perfil sobre su hombro, y se empuja hacia atrás para retomar aquel ritmo cada vez más rápido.

La posición estaba bien, estaba caliente y de buen agarre. Sin embargo, no podía evitar un grado de disconformidad por el ángulo en que estaba entrando, razón por la que no le extrañó que su atractiva acompañante optara por hacer un cambio. Quedando de espaldas con el trasero hacia atrás en una posición de pseudo-perrito, Ian arremete encontra de su trasero. Éstas ya no eran delicados empujes contra sus nalgas sino verdaderas arremetidas. Su piel chisqueaba cada vez que sus pieles se conectaban. Ian estaba tenso y le corría sudor por la frente. Acelerando, acelerando, acelerando. Estaba muy concentrado para deleitarse o pronunciar una palabra. Sería cuestión de segundos para que llegara al climax. El lo sabía y quería disfrutar lo más posible de ello, intercalando salidas de un par de segundos con entradas voraces, que le permitían controlar el impulso. No obstante, se acercaría al punto de no contenerse más.
-Lizz... Ya estoy cerca.