Partida Rol por web

La felina toma aquel "continúa" del Cabrón de ambas maneras, como una indicación a seguir contándole sobre la chica, y al mismo tiempo que siguiera con el avance de su mano hacia su pantalón. Con dedos ágiles abre la cremallera, y su mano realiza el contacto directo con su virilidad, ya sin telas de por medio.

-La sala central se le llama la Flor Azul por el símbolo de su puerta. Esta chica comenzó igual que todas, pero luego empezó a dedicarse a un sólo cliente. Verás, papi, nosotras podemos negarnos si un clientes que no nos gusta...- La manera en que se mueve su mano alrededor del miembro de Mike y como baja su mirada para confirmar el gran tamaño que descubre insinúa que ese no es el caso. Se relame y sigue. -...pero debemos estar abiertas a disfrutar con más de uno si queremos ser rentables. Ella en cambio se negaba a estar con nadie que no fuera este cliente, un hombre joven y guaperas, chulesco y con mucha pasta, que venía sólo por ella. No sólo eso, sino que era una de las más solicitadas, pero ella se negaba y los clientes se molestaban. Al Toro no le gustaba eso.-

No parece haber celos al decir eso, lo comenta con la tranquilidad de quien le gusta el cotilleo. -Una noche, cuando el cliente se fue, el Toro le armó un pollo, la largó de aquí y le dijo que no le pagaría la última sesión. ¿Sabes que hizo? La tia se frotó el coño y le pasó la mano por la nariz al Toro. "No volverás a oler eso por allí" dijo, "mi chollo tiene dueño". No sé como es que el Toro no la sacó a patadas.-

Nathalie dio un par de respingos cuando le pellizcó el pecho aquella mujer ataviada de cuero negro, la verdad era un momento confuso, sentía calor por un lado, pero estaba muy tensa, por otro. 

- Sí..., me lo suelen decir..., hago... muchas... preguntas.... - dijo conforme mientras se apretaba más contra la pared que sujetaba su espalda -....Vale..., discreción....reputa..... - sonaba como un insulto -... quiero decir reputación.... ¡¡¡¡Ayyyyy!!!.... - el pellizco del pezón había sido algo más fuerte de lo que se esperaba.

La periodista se apartó a un lado, necesitaba ganar espacio, mientras obtenía nuevas informaciones, llegando a la conclusión de que si quería saber más debía preguntar a las compañeras directas de la fallecida, no era posible que una desconocida le dijera más de lo que ya había obtenido.

- Debo... ir... a... la selva.... - dijo intentando excusarse -...es importante.... - hablar del Toro le ponía tensa, ¡claro que le daba miedo!... Era un tipo gigante de mirada muy seria y tenía la sensación a su lado que podría aplastarla solo con una mano, ¿cómo no sentirse intimidada por él? -... Oh no, claro que no me da miedo... 

La mención de su mariposa, la cual no tenía, junto con la mano femenina bajando a su intimidad la pusieron aún más tensa de lo normal, de manera que Nathalie cogió la mano de la dominatrix y le sonrió intentando ganar seguridad en sí misma -.... Quizás mejor en... otro momento... Yo... debo..., ir.... pero ha sido... un.... ¿placer?...

Si la ama no se lo impedía la reportera se marcharía hacia la zona selvática donde trabajaba la chica fallecida, y si no le permitían retirarse, tendría que usar todo su ingenio para desenvolverse de la señora con fusta incorporada.

Dejándose engatusar por el placer, Ian permite que las chicas jueguen con sus genitales. Las visión delante de sus ojos le deleita y le hace caer en la lujuria. Aún así, comprendía que estaba allí por su trabajo, que debía de buscar a Nat, que tenía aún mucho por hacer.

-Así que... ¿hay un cuarto de tatuado? ¿Y se encuentra abierto a los clientes?- Al hablar con la druida, no tardó en jalar de sus prendas y acercar sus voluptuosos senos para poder así manosear su cuerpo. -¿Y qué tal si me quedo aquí un rato más?- Impone algo de fuerza sobre la druida para llevarle a una posición "expuesta" y acercar así su miembro a la mariposa entre sus piernas. -Veamos cómo aletean esas alas.

La mente de Ian se encontraba al borde de caer en la lujuria, y sin embargo el recuerdo de su inocente compañera adentrándose en ese tormentoso mundo de lujuria esperando que Ian la salvara de cometer actos salvajes le mantenía lo suficientemente cuerdo para no dejarse llevar plenamente ante los seductores intentos de sus acompañantes. Es por esto que procedería sí por deseo pero también como estrategia para conseguir más información, dado a que actualmente desconocía cómo podría llegar hasta Nat.

Una maldición que bien podría haber sido un gemido se le escapó entre dientes "Cerebro, intentamos no distraernos aquí" Se reprendió a si mismo obligando a su mente a volver al trabajo, como quien arrastra a un borracho fuera de un bar: con gran dificultad y con el borracho en cuestión pataleando e intentando regresar a la mínima distracción. "Y va a ser que este cabrón del Toro tiene algo de moral y todo" La versión de la chica no parecía con concordar con la imagen de proxeneta que tenía, le dedicó una sonrisa insinuadora por el halago velado, sintiendo la sangre abandonar su cerebro felizmente -Todas estaís aquí voluntariamente entonces? Y podeís marcharos a antojo? - Consiguió preguntar para confirmar lo que estaba oyendo.Si era tan cierto, podrían empezar a descartar al Toro como sospechoso y buscar a ese hombre. -Puedes contarme algo más de ese cliente? - 

La fémina de labios rojos se detiene al sentir como la periodista toma su muñeca, y aunque por un momento parece decidida a continuar en el juego, termina retrocediendo un paso. -Todo un placer...- Asegura ella, sin quitar la mirada de Nathalie mientras la ve alejarse. -Puede que me de una vuelta hacia allí en un rato.- Termina por decir.

La infiltrada gatita no tarda en volver sobre sus pasos, dejando atrás el ambiente de látex y sudor para regresar a la zona selvática. Allí puede ver que algunas cosas han cambiado. El hombre que lleva una máscara leónida reposa junto a su amante junto al lago artificial, ya saciado su placer. La prisionera del pilar sigue atada y custodiada por las amazonas, que miran un nuevo espectáculo cerca de ellas.

Sobre una piedra reconoce a la druida, recostada de espaldas con las piernas abiertas y los senos bamboleantes. Un hombre sin camisa de espaldas anchas con una máscara dorada está entre sus piernas con el miembro rozando la entrada de su sexo, y tiene a sus pies a las tres bellas caníbales de piel de ébano que le lamen y muerden los muslos, quizás esperando su turno para devorarle o ser bañadas por su simiente.

El hombre enmascarado gira levemente su rostro hacia la periodista, y luego de embestir unas ocho veces más a la druida, le hace un gesto a Nat para que se acerque, con su miembro aún erecto y húmedo a la vista.

La druida se relame los labios y jadea mientras Ian manosea su cuerpo. Al notar las intenciones del fotógrafo se recuesta de espaldas sobre una piedra, abriendo las piernas y dejando expuesto su sexo para él. No queda dudas de que la chica está muy húmeda y caliente, por lo que el miembro se deslizaría en ella con mucha facilidad, sin tardar en hundirse hasta el fondo.

A sus pies las caníbales de piel de ébano seguían dedicándole sus bocas, esta vez lamiendo y mordiendo sus muslos al no tener al alcance la dura polla del hombre. Los senos de la druida se bambolean mientras ella intenta contestar a sus preguntas. -Mmmm... siii... sí está abierto... te puedo llevar...- Jadea, aunque de momento parece tener poca intención de abandonar aquella posición, ansiosa de que la folle y la haga gritar.

Por el rabillo del ojo, Ian detecta movimiento de alguien que se acerca, y puede ver a otra chica vestida como una gatita sexy.

Aún a pesar de tener la sangre en otro punto de su cuerpo, tarda sólo unos segundos en darse cuenta que se trata de Nathalie, aunque ella de momento no parece haberle reconocido.

La chica continúa moviendo su mano, apretando y soltando suavemente, y acerca su boca al oído de Mike, mordiéndole el lóbulo de la oreja. -Sí, todo es voluntario. Todas las chicas aplican para el puesto y deben esperar a que las llamen para ver si son aceptadas. Y todas podemos dejarlo cuando queramos.- Muerde el cuello del Cabrón antes de mirarle de nuevo a los ojos. -Pero con lo bien que se paga y lo que se disfruta, es raro que alguna se vaya.-

La felina se pone de rodillas, y su boca se detiene ante el miembro del investigador, lamiéndole el glande. -No conozco al tipo. Él sólo pedía por ella, no quería a ninguna otra. Pero desde que la chica se fue él no ha regresado.- Asegura, antes de que empezar a tragar su miembro sin despegar la mirada de él. Lo chupa un par de veces, mojándolo de saliva, y vuelve a masturbarlo con la mano. Parece pensativa e incluso mira hacia la puerta como queriendo confirmar que nadie va a entrar en cualquier momento. -Puedo hablarte más de ella... pero por un precio.- Ofrece.

En el mismo momento en que la druida había sedido a complacer su lujuria, Ian percibe a una gatita sexy que le resulta muy familiar. -'Me quiero morir.'- Pensó. Suficiente temor para bajar el deseo de cualquiera, pero las paredes calientes que rozaban contra su miembro le mantenían erguido.

-Oye bonita.- Comentó mientras le daba unas agradables embestidas con su generoso miembro. -Espero no te moleste, pero tengo una cita con esa gatita. ¿Te importaría llevarnos a los dos cuando terminemos?- Dicho esto, intensificó el movimiento de sus caderas realizando el pasaje completo desde la punta de su miembro hasta la base contra la pelvis de la fémina unas ocho veces más, antes de quedarse fuera con el miembro bien parado, ignorando a las chicas que le rodeaban.

Se giró hacia la gatita, extendió la mano e hizo señal de que se acercara mientras tiritaba allí su miembro bien erguido.

La dominatrix paró su juego erótico haciendo que Nathalie se relajase considerablemente, dejándola marchar no sin antes decir algo que a la periodista le preocupaba, que quizás fuera a la jungla en un tiempo, afirmación que hizo que la joven Ellington sudase con solo imaginarlo.

- Ehmmmm.... No es necesario.... Si aquí se está muy bien entre... - miró alrededor, cinturones, herramientas varias que no sabría como usar, fustas, pinzas...¡¡¡¿pinzas???!!!... Se apresuró para salir de la estancia -... Entre todas estas cosas... Ya sé el camino... ¡Gracias!... - se notaba que Nat era un bollito con muy poca experiencia encima.

Así en frío y con el estrés que llevaba encima, la reportera no estaba disfrutando mucho en aquel paraíso de satisfacción carnal, y es que estaba demasiado tensa. Por un lado estaba la investigación, que no tenía claro de si iba o no a conseguir información sobre la muchacha fallecida, y por otro lado estaban esos cuerpos desnudos y sugerentes, los cuáles no quería mirar mucho por sentir cierto grado de pudor. Pero a la par, ver escenas así de sexuales, hacía que por el rabillo del ojo, otease a las parejas. Era la primera vez que tenía sentimientos tan dispares ante un mismo hecho.

Nathalie caminó por el pasillo para regresar a la selva, allí el hombre león descansaba, la prisionera del pilar sigue capturada y una druida era rozada en sus pliegues interiores por un hombre de anchas espaldas, el cual tenía a su merced otras tres féminas dispuestas a satisfacerle. Así que no esperó que tras darle unas embestidas a la druida la señalase a ella para que se acercara.

No... No me estás llamando a mi... No, no, no... Bueno tiene una espalda espectacular....

Era una de esas tensas situaciones en las que no sabía qué hacer, si acercarse o huir de allí. El varón parecía dominar la situación pero Nat recordó algo, la que tenía la fusta era ella, quizás si le daba unos azotes se conformaría.... Así que la mujer avanzó moviendo las caderas, con paso seguro, sinuoso, como una perfecta "Ama" y tras llegar a la posición del hombre señaló a la druida con el dedo, justo en su zona genital, y con la fusta le dio un azote en el trasero al hombre, era una coacción, o se follaba a la druida o le azotaría más veces.

- Sigue con lo que hacías, chico malo, o tendré que darte tu merecido... - dijo intentando poner su voz más sensual, aunque jamás había sentido la garganta más seca que en ese preciso instante. Necesitaba agua y salir a tomar el fresco aire nocturno lejos de aquel club.

A la seña de Ian, éste puede ver como Nat se avanza sosteniendo su fusta, contoneando las caderas mientras se acerca a su dirección. Al llegar junto fotógrafo, señala con un dedo hacia el sexo de la druida, como instándolo a continuar, antes de darle con la fusta en el trasero.

-Sigue con lo que hacías, chico malo, o tendré que darte tu merecido...- Dice con una voz sensual, definitivamente la periodista se ha tomado a pecho su papel de gatita dominadora. De hecho, al mirarla, Ian no puede evitar pensar en la gata...

Había empezado pensando en insectos, luego en asesinos de películas de terror, finalmente había acabado por hacer cuentas en sus intentos de mantener su cerebro enfocado en el trabajo "dos por dos.... cuatro, tres por tres... seis?" Lastima que las mates nunca habían sido lo suyo. Ladeo la cabeza para darle acceso a la chica, deslizando suavemente las manos por su cintura subiendo hasta sus pechos dudando si debía desvestirla. "La gata" Le recordó una vocecilla molesta en el fondo de su cabeza. Inhalo hondo, devolviendole una sonrisa a la chica cuando se aparto de su cuello, y estudiando sus reacciones. Parecía decir la verdad, claro que su cerebro estaba intentando enfocarse el algo completamente diferente al caso.

-Y el tatuaje? Si pueden irse, por que se marcan de esa manera? - Preguntó con voz ronca, apoyando una mano en una mesa cercana cuando la chica empezó a jugar con su boca. "Entonces no era un cliente habitual" Si no alguien directamente vinculado con la gata. Bien, eso era bueno, el porque era bueno sin embargo se le borró dejando una pantalla blanca hasta que la chica volvió a hablar y le recordó donde estaba. "Dios, es buena" ¿Que tanto podría esperar el caso? - ¿Cual es el precio?

Al ver a semejante mujer, Ian no puede evitar babearse. Era una escena digna de sus fantasías. Le recordaba a la Gata Azul. Su obsesión era su perdición. Parecía que la druida ya ni existía ante sus ojos.

-Ven aquí, gatita.- Ian la tomo por la cintura y la sentó en su regazo, dejando el miembro entre las piernas ajenas.

-Parece que sí soy un chico malo, gatita.- Le guiñó mientras le abrazaba la cintura, listo par recibir los violentos ataques de la dominatriz.

Entonces se acercó a su oreja y le susurró: -Cuidado con lo que haces, o verán que no traes la mariposa...

La estrategia de Nat para hacer que el hombre pierda su interés en ella parece no surgir el efecto deseado, pues los ojos detrás de la máscara siguen sobre ella. Antes de darse cuenta, el hombre aparta a la druida de la roca y toma a la periodista de la cintura. -Ven aquí, gatita.- Se sienta sobre la roca y sin esfuerzo la sienta a horcajadas sobre su regazo, su miembro erecto quedando entre las piernas de ella.

-Parece que sí soy un chico malo, gatita.- Le guiña mientras le abrazaba la cintura, parece no prestar ya atención a ninguna de las féminas presentes, listo par recibir los violentos ataques de la dominatriz. Acerca sus labios a su oreja y le susurra. -Cuidado con lo que haces, o verán que no traes la mariposa...-

La felina suelta una risita. -Tampoco es como si nos marcaran con un código de barra o un número de identificación. Es sólo una manera sutil de asegurar la calidad de nuestro servicio a los clientes, puesto que nuestras identidades son anónimas.- La lengua de la chica vuelve una vez más al miembro, pero son sus manos las que se dedican a darle placer mientras habla. -Para poder entrar a trabajar aquí se aseguran que estemos limpias, que no trabajemos la calle... No cualquiera es elegida, hay que cumplir ciertos estándares. Y si dejamos de trabajar aquí, nos queda un bonito recuerdo.-

Al escuchar su pregunta, la mirada a través de la máscara suben hacia él, sin abandonar la posición arrodillada. -Trescientos verdes.- Pide, la ansiedad y nerviosismo reflejados en sus ojos se mezclan con la excitación producto de aquel acto, incluso aumentado ante la idea de ser descubiertos.

El hombre insistía en mirarla, estaba claro que la reclamaba, eligiéndola de cuantas féminas allí estuvieran y eso en cierta medida no tenía sentido, no era la más espectacular ni sensual de cuantas le rodeaban, todas dispuestas a darle placer. ¿Por qué la llamaba? Natalie se mordió el labio, visiblemente incómoda.

La druida era reemplazada tras darle unas cuantas estocadas extra, tomando el hombre a la periodista de la cintura, notando que toda ella se encontraba tensa ante el reclamo, sentándola encima de su regazo, dejando su miembro entre las piernas de ella y vacilándole mientras le decía que sí era un chico malo.

¿Le doy con la fusta en la boca?

Dudaba, si era muy dura con él podría quejarse y ser pillada por el propio Toro, esa idea le daba miedo. Si le dejaba pasar aquello, sería como ceder ante su encanto, y acabaría acostándose con él, cediendo su cuerpo a un desconocido, ¿o era conocido?... No podía ser que ella le gustase más que la druida, habían un par de buenas razones como delantera para que Nat llamase menos la atención.

- Tú lo has querido... - susurró antes de darle con la fusta en la espalda, pero de manera suave como si tuviera miedo de hacer daño real, obviamente aquel papel de dominatrix le quedaba grande, dando muestra de su inexperiencia al respecto -...¿Quieres más?... Sigue con la druida, te lo ordeno... - comentó quitándose de encima la posibilidad de que el hombre de la máscara dorada siguiera intimando.

El varón pegaba los labios a la oreja de la periodista y le dice algo que hace que ella apriete sus propios muslos contra el cuerpo del galán, quizás una reacción para ocultar la ausencia de la mariposa.

- No sé de lo que hablas, yo si la tengo, solo que... escondida... - fue lo primero que se atrevió a decir, mal mintiendo -...Yo... solo... estoy aquí por... - se separó un poco de él para mirarle a los ojos - ¿Vas a ayudarme?... Si lo haces... yo... te... estaré muy agradecida... - determinó por decir, claramente nerviosa.

-Joder - Mascullo entre dientes. Sí el insulto había sido por lo mal que habían manejado la información hasta el momento o porque la chica le estaba cortando cada hilo de pensamiento coherente ni él mismo lo sabía. Así que la gata nunca había estado investigando una posible sitio de trata, era algo más. "¿En que demonios te metiste gatita?" Dudaba un poco que estuviera allí por amor al arte considerando como habían acabado las cosas, pero quizás era su trabajo cotidiano después de todo.

Miró a la chica al oír su precio y asintió exageradamente para que se notara aún con la máscara. -Te daré quinientos - Ofreció, sacando su billetera y dejándola arriba de la mesa para demostrar que hablaba en serio. -Pero necesito que me digas todo lo que sabes -Pidió con la respiración un poco entrecortada, pero conservando, afortunadamente la suficiente sangre arriba como para saber lo que debía hacer 

Ian puede sentir que la periodista se tensa cuando la coloca sobre su regazo. - Tú lo has querido... - susurra antes de darle con la fusta en la espalda, pero de manera suave como si tuviera miedo de hacer daño real, obviamente aquel papel de dominatrix le quedaba grande, dando muestra de su inexperiencia al respecto -...¿Quieres más?... Sigue con la druida, te lo ordeno... -

Al escuchar el susurro del fotógrafo, Nat aprieta sus muslos en un intento de esconder que no tiene tatuaje. - No sé de lo que hablas, yo si la tengo, solo que... escondida... - Intenta decir, pero sus nervios le delatan. -...Yo... solo... estoy aquí por... - se separa un poco de él para mirarle a los ojos - ¿Vas a ayudarme?... Si lo haces... yo... te... estaré muy agradecida... - En ese momento, Ian nota una chispa de reconocimiento en los ojos de la periodista.

Al mirar a los ojos del hombre, Nat se da cuenta que conoce esa mirada, aunque nunca han estado en una posición como la de ese momento. El hombre que la tiene presionada contra él no es otro que Ian.

Al ver como Mike acepta los términos, incluso dispuesto a pagar más de lo que pide, la chica del bikini de leopardo sonríe con algo más de confianza. Se pone en pie, soltando el sostén revelando unos senos tersos y de pezones oscuros, y quitándose la parte inferior. Toma las manos del investigador y le atrae hacia ella, subiéndose al mesón y guiándole hasta penetrarla, soltando un gemido a su oído. Rodea su cintura con las piernas y se abraza a él, dejando sus labios muy cerca de su oído.

-Una vez llegué a escucharla hablar con ese cliente. Él la llamó Dorita varias veces.- La chica comienza a mover sus caderas, instando a Mike a poseerla duro. Su voz es jadeada y entrecortada, pero habla con claridad. -Ella le contó que antes de entrar aquí había trabajado en el Club Sapphire, que había sido stripper allí.-

El Club Sapphire no le es desconocido a Mike; es uno de los clubs más prestigiosos en Las Vegas. En pleno centro lúdico de la ciudad, este local de stripteasse tiene diversas pistas, terrazas y reservados para sus clientes. Es un lugar selecto y caro, especializado en fiestas y recomendado en los apartados de vida nocturna de la ciudad de las guías para turistas. Sus shows de stripteasse son considerados de los mejores del panorama local y las chicas las más explosivas. La gente que acude al lugar se considera con clase y están dispuestos a gastar dinero en cócteles caros y propinas para las chicas.

- ¿Ian?... - no hacía falta ser un experto para determinar que Nat estaba completamente sonrojada y ya no tenía claro si prefería que él fuera un desconocido o el compañero al cual debiera mirar por la mañana a los ojos mientras tomaban café - Esta situación es muy....embarazosa... - dijo ella manteniendo el cuerpo en tensión -... Me han dicho en otra sala que las mujeres de aquí conocen a la Gata azul... ¿Qué has podido averiguar?... - le susurra al oído, acercando su cuerpo con cuidado de no sobreexcitar al ya de por sí, alterado muchacho -.... Mira, quizás debas... terminar con la druida.... y cuando eso....acabe..., pues... hablamos, ¿vale?...

No estaba muy acostumbrada a tener una polla entre las piernas y no es que no le gustase físicamente su compañero, pero hubiera sido algo bonito una cena previa, con vino, flores y bombones. Además de eso, ahora que sabía quien era el hombre de la máscara dorada, no pudo evitar sentir una punzada de celos al ver cómo era seducido por la otra mujer, determinando que el encanto de una posibilidad entre ellos, estaba más que rota.