Partida Rol por web

Dejo de alimentarme consciente de que los que no me han visto ya no se verán influenciados por el terror de la escena y gateo, avanzo, camino, hasta llegar junto a mi hermana Cilla. Acto seguido me giro hacia los norteños y sonrío. Sobre todo sonrío al corpulento Horeg Inmune a los Susurros.

Habéis hecho bien teniendo precaución en no mirar. Cuando el banquete enloquecedor termina, también lo hace su capacidad de afectar a nuevos observadores. Sin embargo, los que han sido afectados, aún seguirán un tiempo bajos los efectos de miedo y horror.

La saga que ha emergido del agua tiene el pelo negro, pastoso. Ojos rojos, mirada de ira. Piel lisa pero podrida. Continuamente rezuma un sustancia negra y pegajosa al tacto por la boca. Sus dedos largos y huesudos están impregnados de esa misma sustancia. A menudo se mete los dedos en la boca o escupe en sus manos restregando el icor apestoso por sus brazos.

Por el contrario, la saga que devora devoradora de cadáveres tiene la piel de un blanco azulado, como la de una persona que se ha congelado hasta la muerte. Tiene el pelo blanco pálido y está demacrada. Sus ojos son completamente negros y rodeados de carne oscura del mismo color que los moratones. Se encorva y apoya sobre un bastón retorcido de madera gris.

El mensaje ya estaba entregado pero que ambas se dejaran ver le preocupaba un poco, sobretodo cuando cilla hizo referencia a Aya, Eagle no lo pensó mucho y abrazó a Aya.

- lo siento pero Aya no es de nadie, prometimos volver a nuestro bosque y... Quizás soy algo posesiva cuando se trata de ella, NADIE en esta cueva me importa ni un diezmo de lo que me importa ella.

Sabía que cilla la había poseído, quizás "quien" era Aya y porqué el pacto la mataba, pero si estaba dispuesta a morir por alguien ese alguien era Aya.

La situación se estaba complicando por momentos, y en cuanto Ismene habló, un presentimiento funesto le subió a la garganta haciendo que se envarase. ¿Qué estaba pasando allí? Ismene no era ninguna aliada, era parte y hermana de aquellas cosas horrendas, estaba aliada con ellas. Aquella mujer no era la esperanza de ningún reino, una princesa secuestrada, era una bruja, una bruja con sus propios planes. 

Para colmo, parecía que les habían ayudado. Adela levantó una mano inmediatamente, deteniendo a Horeg, que ya se adelantaba a cumplir sus órdenes de atar a Ismene. 

-Círculo-ordenó de inmediato, como acto reflejo. Aquella era la primera instrucción que los miembros de una leidang aprendían en su entrenamiento, y la primera semana estaba dedicada por entero solo a repetir aquello una y otra vez hasta que salía tan natural como respirar. Arrastraron a los aterrorizados al centro, y, como un solo hombre, todos los norteños se dispusieron a su alrededor, en un círculo defensivo con las armas hacia fuera y las espaldas cubiertas por los demás. Llevaron al centro también a las abrazadas Aya y Pandora. No tenía claro que quisiera morir por ellas, pero de momento no iba a entregarlas así como así a dos monstruos del infierno. 

-¿Qué habéis hecho con Arne? -preguntó, aunque se hacía una idea. Mantuvo el escudo alzado y la espada en la mano. Ordenó a los sabuesos que se acercaran al círculo. 

-No hemos venido exactamente a matar soldados. Hemos venido a impedir los planes de Édredro. Locligan está con nosotros y es un amigo, no lo entregaremos. No tenemos nada contra vosotras-aquello cada vez era menos cierto, pero si podían evitar el enfrentamiento, mejor-Hemos venido a por las babosas de la miel. A matar a ese rey loco. A frustrar sus-¿vuestros?-planes. No tenemos por qué luchar. Dejadnos pasar. 

La prioridad seguía siendo la que era. Luego, si es que lograban salir de aquel lugar maldito, podrían reunir a toda la leidang si hacía falta y asaltar aquel sitio hasta que no quedasen más que piedras humeantes. Ojalá pudiera dar la orden y asesinar a aquella mujer y a aquellas tres aberraciones inmediatamente. Pero lo cierto es que no se lo podían permitir, y respetaba a Locligan como para no hacerlo. Ojalá el viejo no estuviese aterrorizado, necesitaba que les explicase muchas cosas. 

   La macabra escena a la que estábamos siendo forzados a asistir continuo con su desarrollo cuando a la respuesta desafiante de Ismene fue seguida por la aparición de una nueva actriz que emergía de las profundidades del lago. 

    Incluso desde la distancia pude reconocer el hedor que la rodeaba. De entre los shatrias, los gashinka seguramente fuéramos los que peor vista teníamos, rasgo que compensaba nuestro excelente oído y olfato. Por ello, el agrio olor a muerte que hedía aquella mujer restalló en mis fosas nasales e hizo sobresaltarse a mis instintos más primarios. Necesitaba alejarme de allí y cuanto antes, pero recordar lo expuestos que estaban quienes se encontraban tras de mi fue suficiente para hacer que en su lugar recompusiera mi guardia bajando mi centro de gravedad adelantando mi pie y encorvando la espalda mostrando sendos aceros a cada uno de mis costados listo para impedir a cualquiera de esas tres que se atreviera a aproximase llegar hasta los caídos.

    Tras aquello, la que había estado alimentándose del soldado que habíamos abatido se unió a sus compañeras, fue entonces cuando recordé un viejo dicho norteño que había escuchado decir a Härelf en alguna que otra ocasión "El miedo tiene la boca blanca", su aspecto sobrenatural y feral hicieron que aquellas palabras cobrasen un nuevo significado. Por mucho que ahora se apoyara sobre un bastón como una anciana decrépita había sido testigo de lo que era capaz así que pese a que mi atención ahora se encontrara a la que había tratado a Aya como su prisionera, no pasé por alto su presencia.

    Poco después Pandora respondió "Cómo, pero que coño le pasa por la cabeza a esta cría, al menos tiene coraje... espero." Aproveché que ahora se encontraba tras de mi para dedicarla unas palabras en forma de susurros esperando que solo llegasen a ser oídas por ella. -Mantente en silencio y trata que esos dos recuperen la conciencia. En cuanto las brujas dejen de miraros alejaros lo más rápido que podáis sin llamar la atención, si es necesario recurriré al "cambio" para detenerlas si tratan de seguiros...- Levanté la cabeza y de inmediato vi replegarse a Adela y al resto "Al menos han entrado en razón." Antes de aquello mi temor había sido que nuestra líder se pudiera haber dejado arrastrar por su sangre caliente y odio visceral hacia los sirvientes de la Susurradora, al menos ahora podríamos luchar juntos, aunque si la lucha finalmente tenía lugar haría más complicado a Pandora poner a buen resguardo a Aya si precisamente éramos nosotros quienes las cortábamos el paso.

    Sin mayores preámbulos me alejé de las dos jóvenes para cerrar la formación manteniendo el centro de gravedad bajo dejando que mi halito apareciera entre la comisura de mis labios, esperaba que si finalmente me tocaba jugar aquella carta los norteños siguieran sabiendo hacia donde apuntar sus aceros pues solo Pandora y Aya habían contemplado mi verdadera forma antes.

-¿Sabes cuántos años he sido tratada como un perro por ese mal nacido Édedro?- lazo una mirada desafiante a Adela. -Bueno, ahora he sido yo quien le ha engañado, he sido yo quien se ha beneficiado- veo que Cilla asiente a mi lado. -¿Queréis acabar con los trasgos y hombres de Édedro que amenazan el norte? Yo también. Nosotras también. Ellas se alimentan de la desesperación y el miedo. Las babosas tienen más que perder que los hombres del Norte. En ese punto, nuestros objetivos coinciden.- Pero ahí no quedaba todo, había más, claro. Siempre hay más de lo que aflora en la superficie.

-La mestiza- señalo a Aya -no nos importa si vive o muere. Pero sí queremos a su hermana.- Mis ojos se cruzan con los de Pandora rodeada por los norteños -Sabemos donde está el GRIMORIO DE ÏLUF- la hermana de esta tal Aya. Lo supe nada más poseerla y no podía creer mi suerte. Tantos años buscándolo, tantos años perdido en el desconocimiento y ahora, estaba ahí, en el plano material.

Frunzo el ceño -Pandora, por tu pacto con Enedora Plañidera del Duelo tu sitio está con nosotras. ¿Qué vas a hacer?¿No dormir nunca para evitar que tu patrona entre en el sueño de tus compañeros del norte?-

Doy un paso al frente -Podemos hacer un trato. Mientras Pandora esté junto a Aya, Plañidera del Duelo sabrá donde está.- Me encojo de hombros. -La hermana de Aya la está buscando. Os dejamos ir, respetamos la vida de vuestro pueblo, os ayudamos contra la Horda Conquistadora que asolan la región y sólo pedimos una cosa a cambio. Cuando aparezca la hermana de Aya, la apresáis y la traéis. Una vida por todo el norte. Al fin y al cabo, Aya ni siquiera sabe que tiene una hermana. Era demasiado joven cuando las separaron, no llorará su pérdida-

- ella elegirá si llora - corrigió a Ismene - si Aya decide luchar no dudaré en luchar contra mí misma, sigo viva por ella, sin ella yo no habría vivido para que me secuestraran, y ella no habría venido a salvarme y no la habrías poseído. Por ende también a ella le debéis es conocimiento, ¿Hay modo en caso de que quiera salvar a su hermana de obtener el libro sin daños?

Cualquier daño a Aya sería daño a ella misma, lucharía por ella como ella lucho antaño por Pandora.

    Contra todo pronóstico, el aquelarre optó por abrir un peculiar parlamento. Fruncí el ceño, estaba claro que pese a ver nuestras armas y clara ventaja numérica no se sentían intimidadas en absoluto, no era para menos, las dotes para la caza y el combate de al menos una de ella habían quedado demostradas de pleno así que quien sabía de que serían capaces las restantes. Revisé de nuevo la disposición de cada una de ellas sintiendo como cada fibra de mi ser me impelía a alejarme lo más rápido posible de aquella siniestra tríada.

    Por supuesto, fue Pandora nuevamente la primera en romper el silencio ignorando por completo la amenaza que se cernía ante nosotros. Maldije en disconformidad, relajé los hombros y devolví el martillo abandonando la guardia, a aquellas alturas resultaba estúpido, especialmente a la vista de los resultados, el buscar una pelea que no podríamos ganar sin asumir bajas.

   "Hay que joderse, y yo que pensaba que lo más raro que me encontraría cuando acepté el trabajo de guía sería el orejas picudas de la compañía para ahora verme metido hasta el pescuezo en todo este asunto. En fin."

    -Y no serás la única que luche por ella, pero esa decisión le corresponde a Aya y ahora es incapaz de tomarla. Así que tal y como veo las cosas estamos en un impasse en ese punto.- Respiré hondo, Adela estaba próxima y aunque de momento había retrocedido, no tenía mayores garantías de como reaccionarían ni ella ni el resto de norteños de seguir mucho más tiempo allí si aquellas ¿mujeres? resultaban ser siervas de la susurradora. -Por lo que deberíamos centrarnos en el que más nos apremia en este instante, los hombres de Édedro y la horda, son nuestro enemigo en común por lo que no encuentro sentido alguno a luchar entre nosotros, dejadnos ir tras ellos o uníos a la caza y cuando hayamos acabado resolvamos el resto, además, tal y como habéis dicho, entiendo que tratar de engañaros sería inútil ya que podríais dar con Pandora en cualquier momento.- "¿El Grimorio de Ïluf? No me gusta como suena nada de todo esto." Hablé con firmeza y convicción, no me gustaba ofrecer las vidas de terceros contra los que en principio no tenía nada pero aquello sonaba terrible, esperaba que más tarde Locligan pudiera verter más luz sobre el asunto y la duda sobre donde se había metido Arne aún me escamaba de sobremanera pero mi prioridad ahora mismo era alejarme de allí con quienes aún permanecían a mi lado

Adela fruncía el ceño cada vez más, y apretaba con fuerza la empuñadura de la espada, con el cuero de dracosaurio crujiendo bajo sus dedos. En su mirada había hielo, duro e implacable. Nada de lo que oía le gustaba, nada de lo que veía le gustaba. En general, no le gustaba nada de lo que estaba pasando. No tenía ni idea de qué hablaba toda aquella gente, y cada vez tenía una sensación más clara de haberse metido en medio de algo que no les incumbía en absoluto y que les iba a aplastar como no se quitaran. 

Su instinto le gritaba, le suplicaba, que o bien se apartase y dejase que aquellas brujas y Aya y Pandora se matasen o hiciesen lo que quisieran, o bien diese la orden y cargaran todos, destrozando a las brujas bajo el acero del norte y cortando la cabeza de Ismene, que parecía aún más peligrosa que Édredro. Pero también tenía prudencia, y sabía que aquello no podían permitírselo: sería una dura lucha, ella estaba herida de gravedad, y no contaban con los aterrados, entre ellos Vinla. 

Lo consideró, lo consideró de verdad. Estuvo a un aleteo de mariposa de cargar de frente contra Ismene, de ordenar el ataque y quitarse un problema de encima, uno bastante gordo. Pero al final no lo hizo. Úlfur tenía razón, primero podían encargarse de su enemigo común, y luego ya se vería. A lo mejor tenían suerte y los hombres de Édredro herían o mataban a alguna de las brujas. 

Lo que no consideró, ni siquiera por medio segundo, fue aceptar su trato. Ningún líder norteño aceptaría semejante trato, y ninguna persona con una pizca de decencia en su interior sacrificaría una vida a las brujas, incluso aunque fuese la vida de alguien desconocido. Pero eso, de momento, no tenían por qué saberlo las brujas. 

-Tal y como dice mi compañero-dijo-Lo primero es encargarnos de nuestro enemigo común. Veo que vosotros también deseáis acabar con el rey y sus hombres. Vamos a por ellos, y luego hablaremos. Hasta entonces, tregua entre nosotros. ¿De acuerdo?

Camino arrastrando los pies. Aún estoy algo embotada a causa de que Isemene haya realizado el conjuro bajo el agua. Me acerco al círculo con actitud relajada. Me coloco entre Adela y Úlfur mirando fijamente a Pandora tras ellos, en el interior. -No te separes de ella- digo al tiempo que los hombros de los dos se juntan cortando mi línea de visión. Miro primero a uno, luego al otro. Guardo silencio evaluando si realmente no sería mejor opción atacar ahora y acabar con todos...

-Frío- el helado sonido de mi voz parece rajar el aire como un gemido obsceno -Desesperación por sueño, desesperación por miedo, desesperación por frío- mis palabras convencen a Cilla. Matar norteños a sangre fría es un desperdicio. Nosotras nos alimentamos de la desesperación, no de la muerte.

Sin mediar palabra, Cilla y Crica caminan hacia la dirección en la que miraban los hombres de Édedro cuando aguardaban a que sus compañeros regresaran. Ismene va tras ellas pero en el último momento se detiene y se gira.

-Édedro murió hace cinco días- revelo alzando la barbilla -Nada puede hacer contra una sobredosis de sueñíscalos. Ni siquiera con sus conocimientos ocultos. Me he asegurado de que se mantenga en secreto.- Miro los cadáveres de los dos caballeros -Y tres guardan un secreto sólo si dos de ellos están muertos. De hoy en adelante las cosas serán diferentes y, cada vez que hablen de Édedro sabréis la verdad. Que detrás de sus acciones no está el dictador, sino una mujer desesperada a la que le quitaron todo, que consiguió venganza y que pagará con la sangre de su ejército las deudas que contrajo.- Guardo una pausa mirando a Adela -Dentro de tres días Édedro retirará su apoyo a la Horda Conquistadora.- Dicho eso, me giro tras las dos sagas.

La caverna queda en silencio, sólo con el murmullo del agua. Os miráis. Horeg expulsa el aire en una bocanada como si hubiera estado conteniendo la respiración. Los sabuesos husmean inquietos en la dirección en la que ha desaparecido la bruja.

En el interior del círculo Vinla, Locligan y Aya van recuperando la cordura en ese orden y, pese a que seguirán conmocionados por un tiempo, vuelven a tener el control de sus mentes.

Arne la Chamana sigue desaparecida hasta que el eco trae el sonido de un grito desgarrador seguido de una corriente de aire gélido. El origen es el lugar en el que han desaparecido las siervas de la susurradora. La voz de Ismene da órdenes a sus hombres (los que le quedan). De la oscuridad del otro lado aparece Arne corriendo con el rostro desencajado y un hatillo de tela vieja entre los brazos como si llevara un bebé silencioso. -¡Corred!- os grita. El aire frío se convierte en un vendaval y entendéis que, durante la batalla, la chamán se escabulló hacia el interior, buscando ese poder de nieve antigua y regresa ahora, corriendo y con algo entre los brazos.

Nunca vendería a Aya incluso si eso significaba luchar consigo misma, Pandora era consciente de que si no fuera por ella que la aceptó cuando buscaba alguna hierba que comer y le ayudó a mejorar sus conocimientos sobre tecnología en esos momentos quizás sería como aquel par de sagas, una entidad maltratada por las personas que las odiaba con la fuerza de todos los males recibidos. El rechazo y el maltrato físico u psicológico recibido a lo largo de los años, el asesinato a sangre fría de su madre y el robo de toda propiedad que aún quedara bajo las cenizas de su hogar calcinado... La hipotermia sufrida en su escondite mientras veía arder su casa con su madre dentrob, las veces que estuvo cerca de morir por esa causa o de inanición posteriormente...

Pandora vió en aquellas sagas lo que podría haber sido su propio destino, ¿Le desagradaba aquello? No, respetaba y comprendía a esas criaturas y se sentía cómoda con su actual maestra, porque sería que eran más iguales de lo que le gustaría admitir. Pero si ello le llevaba a ser enemiga de Aya... Ese era un límite que no estaba dispuesta a cruzar, Aya era quien mantenía su cordura.

¿Podría convencer a Plañidera? ¿Le serviría un último té antes de iniciar una batalla interna? ¿Respetaría aquella mujer su decisión? Demasiadas preguntas antes de "¡[...grito gutural...]!" Reconoció el sonido, la saga helada sin duda, y no presagiaba nada bueno.

Sin duda los presentes sabían lo que tocaba aunque la ventaja era de Pandora que veía en aquella oscuridad - sigue mis pasos - decía a su compañera aún aturdida. No iba a permitir que pisara mal una roca o que cayera al helada agua, tirando del brazo de Aya saldrían ambas sin problema. En estos momentos ver en la oscuridad es un auténtico don.

    Aunque había tratado de mostrarme favorable a ofrecer la vida de una tercera persona a las brujas como parte de un farol para poder salir de aquel lugar con bastante entereza vi que el resto de mis compañeros no parecían estar tan inclinados a fingir algo así, lo que me hizo temer que todo se fuera al traste y acabásemos trabados en el combate que tanto había deseado evitarnos. Por suerte la tríada aceptó seguirnos el juego, no parecían estúpidas, así que no me costó imaginar que seguramente aceptar algo así era porque seguramente sabrían como hacérnoslo pagar si faltábamos a nuestra palabra. Fue entonces cuando Ismene dijo las palabras que me hicieron abrir los ojos de par en par ¿Edédro muerto?

    Apenas tuve tiempo de pensar en ello cuando el grupo de harpías comenzó a alejarse, pues pareció quedar bastante claro que alguien desde las sombras se había dedicado a redoblar la apuesta "Maldita bastarda.". Aunque la maldije en mis pensamientos lo cierto es que no pude evitar dejar que una sonrisa se dibujara en mi rostro en cuanto vi a la chamana saliendo a la carrera con lo que fuera que había robado al aquelarre maldito. 

    De todas formas no era momento para celebrar la astucia de aquella vieja culebra que tan hábilmente había evitado a las águilas para colarse en su nido y robarlas tan preciado tesoro. Ahora había que correr, el grito que nos advirtió de ello estaba convencido de que pertenecía a la de aspecto más monstruoso de las tres y no tenía ninguna intención de convertirme en su cena ni de permitir que ninguno de nosotros lo hiciera. Me giré hacia Locligan, guardé mi hacha y haciendo uso de mi fuerza lo cargué sobre mi espalda preparado para salir de allí corriendo.

    -¡Rápido regresemos por donde hemos venido! Pero que mier...- Ciertamente logré evitar el cepo con holgura pero aquello me cogió por sorpresa, no había contado con aquellas trampas y no tenía ni idea de cuántas más podrían haber. -Cuidado, hay trampas en el suelo.- Y eso por no hablar de que aquella cosa no tendría mucho problemas en evitarlas con su habilidad para moverse por el suelo y el techo sin apenas perder velocidad, si añadía el que fuese capaz de mantener la cabeza fría y cruzar el lago en línea recta por el techo sin duda la tendríamos ante nosotros tan pronto como alcanzásemos los restos del primer grupo de soldados.

    No, debía de aferrarme a la idea de que aquello no llegase a suceder, por primera vez en mucho tiempo recé a Kheal como si fuera el más fiel de sus creyentes para que eso no sucediese mientras pensaba en cómo poder trazar algún plan sobre la marcha para bloquearle el paso en alguna de las grutas frente a nosotros.