Partida Rol por web

Abandonar esta calle es lo que más quiero, para no tener que dar explicaciones a cualquier villano de la guardia la razón por la cual estoy junto a un difunto...

Me place, a fe mía que será una sorpresa para él vernos en su zaguán, mas me inquieta quién y cómo nos recibirá...

Espero no volver a tener que tirar de acero para concretar el negocio en el que me encuentro, mas no lo creo así pues parece haber varios interesados en los oscuros libros...

- No se inquiete usted, don Álvaro, que si a vos le inquieta que crucemos acero para eso estoy yo aquí... Dejenme resolver cualquier problema con ese luterano de la entrada y luego ya veremos que dice el tal Robles cuando le demos un repaso a su 'ejército'... Que sea dicho de paso no creo que sea muy numeroso. En peores sitios me he batido con peor compañía, ya que de los presentes veo que el que más o el que menos le tira bien a la toledana.-  aclaro satisfecho.

Miro al cadáver que ahora revisa Ambrosio:

- Será de personas cabales alejarnos cuanto antes de aquí, pues la guardia poco entenderá de razones si nos encuentran junto a este fiambre.

- Hmmm, qué de cultura en tan poco espacio... ¿Sugerís entonces don Álvaro que volvamos al garito de juego a encontrarnos con el señor de Robles si es que este aun no hubiera cogido las de villadiego? Pensaba que teníais gran interés en acudir a la torre del moro, pese a que no debiera llevarnos más de dos horas llevarnos como sugerís.

- ¡Valgame dios! ¡Tanto bribón y yo sólo tengo una espada! - realmente se me acumula el trabajo de matador - Veamos: aún quedan dos horas para el duelo así que antes propongo que resolvamos el tema por el cual nos han contratado... Visitemos a ese tipo y devolvámosle la cortesía de sus matones. Luego, arreglado el asunto, nos vamos al convento y ventilo al otro paisano.

Mi cerebro no es dado a tantas opciones, así que vamos a lo fácil: primero matamos a unos y luego a otros. Es cuestión de apurarse.

¡Pardiez, qué sed de sangre tiene este hombre! Acabo de conocerle y ya me ha situado en tres combates, cuánta destreza con las armas tienen los súbditos de su Católica Majestad, y que poca cabeza los gobernantes de sus súbditos...

Con mucha presteza queréis sacar la espada, Don Álvaro, vayamos pues a ver al tal Robles pero confio en no tener que volver a sacar la ropera para que me hagan caso, pues Dios ayuda a los piadosos, peor más ayuda a los que saben ayudarse a sí mismos, y la fortuna, a veces tan poderosa como el mismo Dios es caprichosa...

El mismo perro me creo yo que es, don Álvaro - digo mientras me pongo en pie y arrastro con esfuerzo el cadáver a un rincón poco iluminado - con distinto collar, me refiero al tal ejército y a los "nobles" duelistas, pues el mismo Rafael ha dicho que acostumbraban a a frecuentar la sala de juegos...

Vigilemos el lugar con discrección si es posible, y ya veremos si sacamos alguna conclusión... - termino, echando a andar con paso vivo.

- Temo que no nos bastará con preguntar caballeros, pues ya nos conocen. ¿Acaso no ha mandado ya tras nosotros a ese intento de matarifes que atinarían a pinchar a un gorrino bien cebado para un festejo? Sean o no más duchos con las blancas, dudo mucho que suelten las lenguas antes que el susodicho salga por piernas. Y nos interesan él y sus libros, no derrotar a su ejército, que con tiempo bien parece que tan solo don Álvaro bien podría dar cuenta de ellos. Lo más probable es que el tal Robles se encuentre en el piso superior de la casa, ya que el inferior está guardado, y en el sotano está el garito de juego. Arriesgaría sugerir que encontremos la manera de llegar arriba, quizás trepando o tal vez saltando tejados para colarnos por un balcón o ventana.

Y a ser posible también tener una cuerda preparada, ya de soga ya improvisada, por si un descenso rápido nos librará de males mayores.- Piensa Emilio, recordando lo útil que en situaciones anteriores, en casos parecidos a este, hubo de salir por piernas tras disfrutar de riquezas ajenas de las que se guardan en alcobas.

- La idea del mozo no me parece descabellada. Un poco de ingenio es muchas veces mejor arma que la espada más afilada.- digo dando una palmada en la espalda del muchacho - ¡Pero debemos darnos bríos o el bellaco se escapará mientras pensamos tanto que hacer!

Camináis de nuevo al garito de juego, quizá con menos ganas de jugar que de otra cosa, dejando atrás el ensartado cuerpo de infeliz valentón que perdió su vida por un par de monedas mal pagadas.

Las calles son tranquilas a estas horas de la noche y los alrededores del garito de Robles no son una excepción.

La puerta está cerrada como la primera vez que vinísteis por aquí y sospecháis que el fornido tudesco se encontrará detrás de ella haciendo las veces de portero. Echáis memoria atrás y recontáis los parroquianos que andaban jugando en el local dandoos cuenta de que no os da con los dedos de ambas manos para la cuestión. El ambiente os hace pensar que la mayoría de ellos no vienen aquí solo a jugar.

Levantáis un poco la mirada y llegáis a ver la luz de un candíl donde suponéis que debería de andar el despacho del tal Robles mas pronto dejáis de valorar la idea de trepar. La altura es considerable y la ventana da a la calle, quizá la zona menos umbría.

Dando vuelta al edificio sin acercarse en demasía, Emilio inspecciona sus fachadas.

- Tal vez pueda entrarse por otro lugar mejor. Puestos a dar rodeos para llegarnos al cuarto de Robles, demos los necesarios. Quizás por otra ventana mejor situada pudieramos darle alcance. La idea de esperar abajo a que tengo lugar su huida no me parece ni divertida ni sensata, así que habrá que ir a por él.

En estas cavilaciones en voz baja se encuentra el mozo, esperando que igual de dificil que les resulte a ellos entrar le sea salir sin ser visto al dueño del local.

Ni siquiera un gato sería capaz da alcanzar esa ventana, está demasiado alta - respondo, con un matiz de desánimo en la voz - y no creo que entrar por las buenas dando cuchilladas a diestro y siniestro convenga a nuestros intereses, ni a nuestros pellejos. Si las palabras del tal Rafael son medio ciertas, son demasiados para eso..., y con el escándalo que se organizaría la guardia no tardaría más que un suspiro en presentar sus respetos, es raro que no lo hayan hecho ya... - digo mirando con repentina precaución a un lado y al otro de la oscura calleja - Por otro lado, contamos con el favor de la sorpresa, pues sin duda nos creen muertos, si pudiéramos aprovechar esa ventaja...

Pienso - añado, con algo más de convicción - que esta tarea requiere quizá de la divina intervención de nuestro consejero espiritual y ángel protector, Fray Juan. Al fin y al cabo, nuestro primer encargo era dar con el nombre y la residencia del actual propietario de los legajos, y eso lo hemos cumplido..., asumiendo, claro es, que están ahí arriba, lo cuál no sabemos con certeza.

No creo que nos quede más opción que esperar a que nuestro amigo Francisco abandone el barco sin la compañía de todas sus ratas y saludarle en una calleja. Alguien debe vigilar la puerta por si esto ocurre. Quizá el mozalbete - continúo refiriéndome a Emilio - pueda encontrar una entrada donde yo no la he visto, alguien debería acompañarle si va a rodear el edificio para tratar de hallarla - digo, mirándo a mis compañeros y dando a entender que me quedaré de guardia para vigilar la casa.

La encuentre vuestra merced o no, deberia volver de nuevo aquí, en esta zona más oscura desde la que se pueden ver con claridad puerta y ventana. Veremos entonces lo que se puede hacer, tal vez tengamos que ir en busca de Fray Juan de todas maneras, aunque sería preferible esperar al alba...

Escucho las palabras de mi sabio compañero, aunque no me terminan de convencer

¿Sugerís entonces Don Ambrosio que nos quedemos aquí parados hasta que nuestro amigo salga? ¿Tan sencillo como eso? Mas no pequemos de optimistas, pues por muertos a buen seguro que no nos han dado, es muy probable que nuestros valientes asaltantes hayan vuelto con su amo y hayan conversado sobre el encuentro.

Vuelvo a mirar la ventana, la pared y mis manos.

Yo no podría subir, quizá un pilluelo más ágil sí, pero una vez arriba ¿qué podría hacer frente a sus ocupantes? Poco menos que nada.

Yo acompañaré al mozo en la inspección, por si hubiere malhechores cerca. En cuanto a lo de hablar con la iglesia, ni me agrada ni desagrada...

- No sé, no sé... Si es cuestión de informar a nuestro enlace no me veo yo en ese menester... Prefiero permanecer aquí, donde está el lío, para cruzar mi acero si es necesario...

Me encojo de hombros. Ejecutar órdenes se me da bien, pero planificar desde luego no es mi punto fuerte...

- Venid pues conmigo Rodrigo, no sea que vengan más fulanas a nuestro encuentro y como antes les crezcan tizonas y se crean con bríos bastantes para emplearlas. No es bueno caminar de noche a solas.

- Ahora volvemos caballeros, no nos tomará mucho tiempo.- Termina Emilio echando a andar junto al bardo en busca de mejores maneras de allegarse al piso de arriba desde otra parte.

Apenas andados unos pasos, Emilio no puede evitar continuar conversando.

- No sé don Rodrigo, lo veo complicado. No tenemos pruebas firmes para hablar con el cura, y esperar posiblemente vaya en contra nuestra. Si le es posible preparar su ida a Robles, es más que probable que no lo haga en solitario. Hemos de pensar en algo deprisa si no encontramos una forma discreta de averiguar de subir.

Escondámonos en ese soportal, amigo Álvaro, para poder vigilar sin ser vistos - comento a mi compañero, tomándole del brazo - Pues si estos desgraciados deciden salir ahora en tropel, podríamos vernos en problemas al contar con dos espadas menos. Como mi padre gustaba repetir, nunca es demasiada la cautela.

Asiento ante la indicación de Ambrosio y me refugio con él en el soportal.

A esperar tocan.

En nuestra contra...esperar va en nuestra contra...qué, me pregunto, no está en nuestra contra....

Pues la verdad que no se me ocurren muchas ideas...más bien se me ocurre una, que es incendiar la casa para que salgan las ratas...pero es demasiado descabellada y peligrosa para el resto de los habitantes de la Villa. Se me ocurre otra que es avisar a la guardia de que aqui se practican juegos ilegales, pero ésta creo que es aun peor que la anterior...no sé don Emilio, no tengo ideas apropiadas...

Suelta una risilla contenida.

- Al parecer en las gentes que trabajan para la Inquisición tarde o temprano brotan las ansias de prender fuego a la gente. No amigo mío, olvidadlo. Si el libro se hallara dentro, lo perderíamos; Y nos conviene encontrarlo, pese a que cuando lo tengan en sus manos igualmente acabe alimentando ascuas.

Como es común en este Madrid toda casa tiene a bien el tener una calle lustrosa y decente para el paso de algún que otro coche con algún que otro noble dentro y otra, de común uso para el vertido de basuras o similares menesteres, menos lustrosa.

Y como quiera que las luces no más que meros reflejos en esta zona no llegáis más que a imaginar que será aquello que estáis pisando a cada paso que dáis.

Al parece el garito de juego no tiene más accesos que el anterior y a vuestro juicio no hay una mejor entrada que la que ya habéis supuesto mala en la parte frontal.