Partida Rol por web

Habéis pasado la noche en el oscuro convento de Santo Tomás. Os han ofrecido una celda donde descansar y un monje a restañado vuestras heridas limpiándolas con algo de agua y paños.

Amanece temprano y despertáis con el primer canto eclesiástico del convento tras el sol. Están celebrando maitines. Habéis descansado, quizá menos de lo que hubierais querido pero la dura imagen de la herida de Don Álvaro os ha estado martirizando durante la noche.

La herida de Don Ambrosio ha molestado durante la noche. El sitio no era bueno y molestaba al movimiento del joven juglar. Eso es buena señal, la herida cicatriza y no tendrá que preocuparse de ella en los días venideros.

El gallo canta el amanecer y una ligera luz deja entra por la ventana de la celda los primero rayos de sol.

Levantándose del incómodo catre eclesiástico, el joven Emilio se despereza. Habituado a las noches de escaso pernoctar, esta no es sino una más. Con entusiasmo, mira a sus compañeros mientras bosteza apaciblemente, antes de dirigirse a la ventana a echar un vistazo al nuevo día.

- ¡Buenos días tengan vuesas mercedes! Parece que pese a todo hoy tendremos un nuevo y brillante día. ¿Cómo os sentís de ese picor en vuestras entrañas Ambrosio? Espero que no empañe vuestro habitual buen humor, ya que se os nota recuperado tras algo de descanso y cuidados. Por cierto, que podríamos ver a don Álvaro para animarle un tanto. No me corre prisa en ir a ver que nuevos encargos se guarda para nosotros el cura...

Me despierto del incómodo suelo al que no estoy acostumbrado, salvo en la galera claro está...en el momento que vi el aposento decidí marcharme, mas no quise abandonar a los compañeros y más aún al valentón en la que pudiere ser su última noche.

Aún así lamento no haberme ido a mi casa, alguien de mi categoría no debe haber dormido aquí, ni siquiera por amistad...mas lo hecho hecho está.

Vayamos a visitar a Don Álvaro, y recemos por él y por su cuerpo, pues su alma estoy seguro que irá al Cielo tras el asunto de los libros.

¿Buenos días? - contesto sin ningún entusiasmo, esforzándome por enfocar la mirada en mi interlocutor - Lo serán para quien haya tenido buenas noches, supongo... - levantándo las sábanas, examino criticamente el vendaje que cubre mi herida, dando por fin una cabezada de aprobación.

Aunque he de sentirme afortunado, un poco más abajo y tendría que dedicarme a los papeles femeninos de las operetas - sonrio, un poco más animado - O verme como el pobre don Álvaro, entre la vida y la eternidad..., vayamos a verle - asiento a las palabras del jovenzuelo - Quizá esté más hablador que ayer, y si está despierto seguro que lo que más le preocupa es haber faltado al duelo, ja,j... - comienzo a soltar una carcajada, pero se interrumpe con una mueca de dolor.

Vaya, solo me duele cuando me río, como en las chanzas de boticarios...- incorporándome del todo, comienzo a vestirme para ir a ver a nuestro maltrecho amigo.

Salís de la habitación y os cruzáis con un monje. Aprovecháis para preguntarle por vuestro compadre Don Álvaro.

- ¿Don Álvaro, dicen? Ciertamente no se como se encuentra. Le dedicamos la oración de la mañana pero, si le digo la verdad, la herida no tiene buena pinta - la cara del monje no os da buena esperanza

- Acompañenme si lo desean. Les llevaré a la celda donde le tratan, quizá puedan verle.

El monje os conduce por los sinuosos pasillos del convento hasta una habitación bastante alejada de la vuestra.

- Esperen aquí un momento.

La puerta se abre de par en par y podéis ver a Don Álvaro tendido en una cama y despierto.

Tiene aspecto cansado pero al menos, a sobrevivido.

Amigo... - digo entrando en la habitación - Vuestro aspecto es aún más horrible que de costumbre... - comento sonriente.

¿Cómo estais?. Supongo que mejor de lo que vuestra facha denota, porque peor lo veo dificil... - me acerco al cabecero de la cama.

De nada habeis de preocuparos más que de descansar - le susurro para que no pueda oirme nadie ajeno a nuestros asuntos - Hemos cumplido con el encargo y en cuanto a nuestra cita, que estoy seguro de que os ronda por la cabeza, he de deciros que quedó anulada cuando vuestros "pretendientes" decidieron adelantarla, pues como quizá sepais, estaban en el local del tal Rafael y no donde se supone que debiamos encontrarnos con ellos.

Al fin, ¿Qué pasó?. ¿Tanto cariño os tomó el teutón, parece, para querer llevarse de recuerdo un trozo de vos? - continúo, ya para todos.

- Sí, decididamente era pronto para vuestra merced. No me parecisteis de los que parten con prisas, os agradezco que me deis la razón- ufano, Emilio se recuesta contra la pared de la puerta, sin intención de atosigar al yaciente espadachín.- Debéis mejorar deprisa, pues aún quedan muchas tabernas por secar en la Villa, y no nos servirá tan pobre excusa para que evitéis este deber.

Observo la escena desde un discreto segundo plano.

Me gustaría que viviera, aún me estoy pensando si llevar a las armas el asunto del perfume...

Que sepáis Don Álvaro, que en este lugar santo rezo por vos y por vuestra curación, aún quedan infieles en el mundo que han de probar vuestra justicia..

Uno de los monjes entra en la sala y permanece un rato bajo el marco esperando vuestra atención. Una vez la atrae, habla.

- El padre Juan les espera en el Scriptorium. No corre prisa, pero convendría que fueran a verle antes de la hora de comer.

Agacha la cabeza y sale de la habitación del mismo modo en el que entró.

.La serena de la noche,

la clara de la mañana...

Descansad, amigo.

Canto en voz muy bajita el conocido villancico, mientras dirijo una última mirada llena de dulzura a don Álvaro.

Después, abandonando la estancia, comento a mis compañeros:

Dejemos al grandullón con sus enormes sueños, y veamos que se le ofrece al padre Juan, y a si al menos lo que tiene que decirnos vale un buen desayuno. El agujero con el que me ha obsequiado el bueno de don Rafael parece haberme abierto el apetito...

Me acerco a Don Álvaro.

Sobrevivid, amigo, y os invitaré a delicados vinos del norte...

...y quizá a unas mujerzuelas, pero no vamos a decir eso aquí...

Os acompaño Don Ambrosio, confio en que estos ombres de Dios tengan mejor comida que alojamiento...

Maldigo por lo bajo porque la herida me duele horrores pero aún así intento incorporarme:

- Señores... Aquí les espero... *agh*... para que me traigan noticias... Y si veo nuevamente al teutón estaré encantado de devolverle sus favores...

Estoy algo más aliviado sabiendo que no he perdido el otro duelo, sino tan solo que lo había adelantado. Eso hace que sonría mientras me tumbo entre las mullidas sábanas...

- En cuanto esté medianamente bien... *mpf*... aceptaré su invitación, Don Rodrigo...

La herida va sanando poco a poco. Sientes algún pinchazo al moverte pero al final del día casi puedes moverte con normalidad, sin esfuerzos, pero con normalidad.

Tus compañeros se han ido a hablar con Fray Juan asi que supones que a la vuelta te contarán lo que probablemente sea la conclusión de vuestro encargo.

Os dirigís hacia el citado Scriptorium al encuentro del padre Juan. Una vez allí os sorprende la presencia del padre Aringarosa sentado a un lado de la mesa en la que Fray Juan os espera.

Os sentáis alrededor de la misma y el padre Aringarosa toma la palabra.

- Mi más sincera felicitación por su buen trabajo. Sólo siento de lo su amigo... por suerte nuestro señor estuvo de su lado, como no podía ser de otro modo.

Os sorprenden las palabras del dominico. Ya es suficiente muestra de gratitud viniendo de tan alto.

Toma la palabra, acto seguida, Fray Juan.

- Definitivamente, Francisco Robles admitió la propiedad de los libros, pero también confesó algo más. Y es que faltaba uno de los libros y tras alguna pregunta que otra formulada con según que medios más o menos sutiles, el de Robles confesó que recibió una petición de compra del libro de manos de una lacayo de una familia noble, al menos una semana antes de ser detenido. Ignoraba cómo y bajo qué circunstancias pudo la renombrada familia enterarse de su adquisición, pero no necesitó entrar en más detalles al observer la abultada bolsa de dinero con la que el lacayo estaba autorizado a adquirir la sapiencia encerrada entre aquellas páginas. A partir de ahí, la faceta garitera de Robles se hizo cargo del asunto, invitando al sirvienta a disfrutar de algo de crédito gratuito en su establecimiento, a fin de celebrar la féliz consecución de la venta. Tanto es así que, entre dimes y diretes, llegó a averiguar el buen apellido de la aristocrática familia a la que servía, los Ayala, conde de Salvatierra, y que actualmente al menos uno de sus miembros paraba en Salamanca.

La mano extendida del padre Aringarosa detiene las palabras del fraile y toma el la palabra.

- Bien, dado que nos falta un libro y que tenemos el comprador del mismo no queda si no viajar hasta Salamanca para hallar al comprador, proceder a su denuncia y captura, así como recuperar o destruir el maldito libro.

Antes de que nadie puede intervenir añade:

- Al ser Salamanca ciudad universitaria por excelencia y no pertenecer los de Salvatierra a la nobleza local, el señorío de Salvatierra se encuentra en una pequeña villa de Salvatierra de Tormes,  sin duda habrán de buscar a la prole de la familia, a alguno de sus hijosque andará embarcado en sus estudios en la prestigiosa universidad.

Acabada la perorata, extrae de uno de los cajones del fornido escritorio de roble un escrito que lee por encima estampando su rúbrica al final del mismo, traa lo cual se lo alargará a fran Juan de la Rosa.

- Se trata de un documento acreditativo para las autoridades locales, tanto la corchetería como la Inquisición. El hermano de la Rosa les acompañará en calidad de experto en la materia ocultista. Deberán extremar la cautela en su proceder, puesto que en esta ocasión no se trata de un mero librero metido en negocios sucios, sino de una familia de la nobleza, que aunque no intocables, habrán de requerirse pruebas fiables para poder iniciar un auténtico proceso contra los implicados.

- Hmmm, que casualidad ir a parar a tan hermosa tierra. Cuentan que la gente de allí es agradable y de buen talante, mas no creo que se tomen semejante acusación a la ligera. Valdría mucho llegar allí con suma discreción y no anunciandonos con pompa y pregón, pues al contrario que Toledo acostumbran más tratar con buen vino que con individuos sospechosos de nigromancia. Ni querríamos exaltar a los nobles preocupándoles, ni tampoco que los Ayala escurran el bulto al sabernos allí.

Dirigiendo la palabra al padre Aringarosa, le dedica una mirada franca y cordial: - Será todo un privilegio contar con su compañía padre Aringarosa, ¿tienen ya algo planeado para el viaje que nos espera? Algo conozco de aquella buena tierra y podría ayudar con los preparativos.

¿Salamanca otra vez?. Qué feliz coincidencia..., aunque tal vez no lo sea tanto - pienso, mirando con recelo a Aringarosa - Andate con cuidado, Ambrosio, que aquí el pelaó sabe más de lo que parece.

Nada tengo en contra de volver a ponerme a vuestro servicio, padre, y por consiguiente al de Dios nuestro Señor... - digo todo lo humildemente que puedo - Conozco bien el ambiente universitario, y algunas otras facetas de la monumental Salamanca. Incluso recuerdo que en su Escuela se enseña economía..., una cuestión de suma importancia y de enormes aplicaciones...

¿Economía decís? Ciertamente en estos tiempos es una ciencia de gran valor y necesidad; nunca he estado en Salamanca pero un ambiente juvenil y lleno de nobles letrados...ciertamente será interesante, además quién sabe si alguna hija de conde anda por el lugar, acompañando a un hermano poco protector...¿me entienden?

Me acerco a la edad de Cristo y sigo sin mujer, quizá este sea el momento, ahora que aún estoy en España, en Italia no hallaré mujer con un patrimonio que merezca la pena.

Será interesante visitar la ciudad...y quizá aprenda algo de utilidad...